domingo, 25 de abril de 2010

Parshat Emor: Restituir Vida con Vida

El Amor de Dios crea y sustenta la vida, y todo lo que la amenaza (incluyendo la muerte) debe estar separado de ella. Este es el mensaje sucesivo y reiterativo de la Torá, reafirmado muchas veces en el primer capítulo de Emor: "y diles (emor) que no se contaminen a causa de tocar algún difunto de su pueblo" (Levítico 21:1) Esto se refiere a la casta sacerdotal y al Sumo Sacerdote que representa nuestra conciencia superior y conexión permanente con el Creador, tal como lo hemos señalado antes: "No se contaminará profanándose, pues él es dirigente entre su pueblo." (21:4) y su función es destacada como el portador de Amor permanentemente cercano a Dios. En este sentido, el Sumo Sacerdote es tanto el mensajero como el mensaje: Amor del que somos sustentados cada momento, y que debemos mantener sagrado: "Por tanto, lo tendrás por Sagrado, pues él ofrece el pan de tu Dios. Será Sagrado para ti, porque Yo, el Eterno que os santifica, soy Sagrado." (21:8)

El Pueblo de Israel recibe el Mandamiento Divino de consagrar al Sumo Sacerdote; y el Pueblo, los hijos de Israel, son las múltiples cualidades que deben honrar y exaltar la conciencia superior de unión con el Amor de Dios, siendo y manifestando Sus caminos y atributos todo el tiempo. Este conocimiento vive en el nivel más alto de nuestra conciencia, que es el Templo donde estamos permanentemente unidos al Creador, y que nunca debemos abandonar: "No Saldrá del Santuario ni profanará el Santuario de su Dios, porque sobre él está la consagración de la unción del aceite de su Dios: Yo soy el Eterno." (21:12) 


Las instrucciones acerca de la consagración del Sumo Sacerdote al servicio del Creador continúan en el capítulo siguiente, y tanto Aarón como los hijos de Israel están instruidos a ofrendar sacrificios de animales sin mancha o defecto para ser quemados sobre el Altar del Santuario. Estos animales como hemos mencionado representan pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos incorruptos con los que tenemos para honrar la voluntad y atributos del Creador en todo aquello que hagamos. Por lo tanto no estamos en condición de ofrendar pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos manchados con avaricia, egoísmo o negatividad para servir a Dios, porque Él no cohabita con nada distinto a Sus atributos.

Recordemos que ser Su imagen y semejanza significa ser la manifestación material de Su Amor, la Esencia de donde proviene todo lo que existe. Cualidades negativas sólo atraen lo mismo que ellas, y siempre están separadas de los atributos del Amor, el pan Divino que sustenta toda la Creación: "Podrá comer del pan de su Dios, tanto de lo muy Sagrado como de lo Sagrado." (21:22) En el capítulo siguiente (Levítico 23), el Pueblo de Israel nuevamente es instado a consagrar el Shabat y los días festivos como tiempos designados para reafirmar nuestra continua conexión con Dios. En el capítulo 24 Israel también recibe el Mandamiento de encender un fuego que arda permanentemente en el Santuario (24:2), el fuego material que debe arder constantemente y estar unido al fuego Divino que transforma y eleva nuestras vidas a Dios. Esta continuidad es enfatizada: "desde la noche hasta la mañana ante el Eterno continuamente." (24:3-4, 8)

La profanación del Nombre de Dios, que también significa maldecirlo, nos separa de Él y de la Unidad con Su Pueblo. En esta separación morimos cuando nuestro corazón se vuelve de piedra, y esa petrificación es lo que nos causa la muerte. La elección de vivir las ilusiones de ego en vez de vivir Amor es la maldición y el pecado, y consigo los castigos que ellos también son: "Quien maldiga a su Dios cargará su pecado." (24:15) La Unidad del Pueblo de Israel con Dios es subrayada otra vez al final de esta porción, y asesinar la vida trae muerte al asesino. Tal como mencionamos en nuestro comentario sobre Kedoshim, muerte no es consecuencia de venganza o represalia por transgresiones cometidas contra Dios. Como ya lo hemos dicho, la pena de muerte y otros "castigos" mencionados en la Biblia hebrea son el resultado de irrespetar, deshonrar y destruir la vida humana.

Las transgresiones contra la vida son pecados directos contra el Amor de Dios, y los transgresores están obligados a restituir "vida con vida". La lección aquí es que todas las acciones negativas y transgresiones que uno comete también las comete contra sí mismo, y la única manera de reparar o corregir un acto destructivo o negativo es arreglando el daño causado restituyendo lo robado o destruido, o compensando por aquello que no es posible reparar o restituir. Nuestros Sabios explican en el Talmud que este es el verdadero significado de "Rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente. Según la lesión que haya hecho a otro, así se le impondrá a él." (24:20) y este principio es impartido a todos: "Habrá una misma ley para vosotros, tanto para el extranjero como para el nativo; porque Yo soy el Eterno vuestro Dios." (24:22)

viernes, 23 de abril de 2010

Parshat Kedoshim: Sagrado es Ser Diferente

Kedoshim (sagrados) comienza con el Mandamiento Divino al Pueblo de Israel: "Seréis Sagrados porque Yo, el Eterno vuestro Dios, soy Sagrado." (Levítico19:2) La mayoría de nuestros Sabios destacan que el mensaje fundamental de la Torá está plasmado en este capítulo de libro Levítico. Toda la Torá tiene que ver con ser Sagrado para estar cerca de nuestro Creador, y eso significa ser diferente. La raíz de la palabra hebrea kadosh, usualmente traducida como sagrado, significa "separado" o "aparte", y en un sentido práctico implica ser diferente. Por lo tanto Sagrado es por definición un estado separado, un mundo aparte, aquello que nos hace diferentes. Y, ¿cómo esta diferencia puede ser más real que el "resto"? La respuesta es vivir en la Verdad, lo cual es vivir en los caminos y atributos del Creador, en vez de los caminos de las ilusiones materialistas de ego.

La porción continúa repitiendo los Diez Mandamientos, enfatizando en las maneras en que debemos relacionarnos con el prójimo, que son directrices para amar, cuidar, proteger y valorar a los demás. El Talmud (Yevamot 20a) señala que también tenemos que consagrar la vida y actuar con conciencia de lo sagrado en lo que nos es permitido. No es suficiente abstenerse de lo que nos es prohibido sino también ser moderado con los placeres de nos ofrece la vida material, tal como lo sugieren Maimónides y Najmánides cuando se refieren a lo que significa ser sagrado. Como parte de los Diez Mandamientos, el Creador nos advierte acerca de caer en los deseos e ilusiones de ego: "No recurráis a los ídolos ni os hagáis dioses tallados, Yo soy el Eterno vuestro Dios." (19:4) Rashi explica el orden de este versículo diciendo que los "ídolos" al comienzo son como fantasías que deseamos pero luego se termina volviéndolas "dioses", cuando las convertimos en nuestro principal propósito o razón de ser de nuestra vida.

En los Diez Mandamientos también se nos recuerda evitar la maledicencia: "No difamarás en medio de tu pueblo. No te pararás ante la sangre de tu prójimo. Yo soy el Eterno" (19:16) No debemos ser indiferentes o indolentes ante el dolor, la miseria o la desgracia de nuestro prójimo: No te pararás ante su sangre, y ello incluye la responsabilidad de guiarlo a los caminos y atributos del Eterno: "Rebate, rebate a tu prójimo" (19:17) pues debemos confrontarlo cuando sus creencias, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos tomen una dirección negativa.

Luego la Torá presenta su principio fundamental: "No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Eterno" (19:18) Cuando amamos al prójimo y toda la Creación, amamos a Dios. Esto quiere decir estar consciente de la Unidad de la que somos parte. Amamos a todos y a todo porque ellos, al igual que nosotros, estamos hechos del mismo Amor de Dios que somos todos, y en este Amor no hay separación. Amor, como la manifestación material del Amor de Dios, une todo porque todo viene de Él y por Él es sustentado. Seguido de ese versículo está escrito: "Guardarás Mis estatutos. No Harás copular dos animales de especies diferentes. No sembrarás tu campo con una mezcla de dos clases de semillas. Tampoco te pondrás un vestido tejido con hilos de dos materiales distintos" (19:19) ¿Por qué este versículo aparece después del principio fundamental de la Torá de ama a tu prójimo como a ti mismo? En un sentido más profundo nos está diciendo que Amor no se combina o mezcla con nada diferente a sus modos y atributos. Amor es lo único que debe motivar y dirigir cada dimensión de nuestra conciencia.

Es interesante notar que la porción continúa con leyes para la agricultura, de cómo tratar la Tierra (Prometida), los árboles y sus frutos. "Cuando hayáis venido a la Tierra y plantado toda clase de árboles frutales (...)" (19:23) La tierra también representa nuestra propia vida y todos los niveles de conciencia con los que nos relacionados con nosotros mismos y los demás. Es necesario madurar nuestra conciencia ejerciendo y expresando Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Así compartimos lo que creamos y producimos con aquellos que no tienen, con el fin de elevarlos con nuestro Amor.

"Ante las canas te pondrás de pié. Honrarás al anciano y reverenciarás a tu Dios. Yo soy el Eterno" (19:32) Tenemos que honrar la sabiduría y la el entendimiento (que también están representados por nuestros padre y madre), y consecuentemente tenemos que honrar el conocimiento, la experiencia adquirida, y los consejos valiosos de los que nos beneficiamos. Debemos honrar la sabiduría adquirida con nuestras experiencias, engranando nuestra conciencia con aquella. No debemos desechar nada de lo que hemos aprendido porque con ello ejercitamos cada día nuestro conocimiento. Recordemos que Amor es el mayor maestro de todos, lo que sustenta la Verdad en todo lo que aprendemos. Como hemos destacado en este blog, de Amor emanan todas las sabidurías.

El capítulo siguiente de la porción señala las consecuencias de vivir en idolatría y con costumbres que rechazan lo Sagrado que el Creador quiere que honremos para permanecer siempre unido a Él. La Torá menciona ciertos "castigos" que no deben ser percibidos como formas de retibución o represalia sino simplemente como las consecuencias de elegir lo que niega Amor y sus atributos. Esas consecuencias son, desde volver de piedra nuestros corazones (siendo "apedreado" por el apego a una vida materialista) hasta expulsarnos del Pueblo y la Tierra que representan la Unidad derivada de Amor, y "morir" como resultado de no vivir la verdadera vida que Amor nos ofrece cuando andamos en sus modos y atributos: "Guardad pues todos mis estatutos y todos mis decretos, y ponedlos por obra. Así no os vomitará la Tierra a la cual Yo os llevo para que habitéis en ella. No hagáis según las costumbres de la gente que Yo voy a echar de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas estas cosas, y Yo los abominé. Pero a vosotros os He dicho: 'Vosotros poseeréis su tierra, y Yo os la daré por posesión: una Tierra que fluye leche y miel'. Yo soy el Eterno vuestro Dios que os he separado de los pueblos". (20:22-24)

La separación de las ilusiones de la oscuridad está claramente impartida en la última oración, y continúa indicándonos separar lo limpio de lo inmundo, las tinieblas de la Luz: "Y seréis Sagrados para Mí porque Yo, el Eterno, soy Sagrado y os he separado de los pueblos para que seáis Míos" (20:26) En la haftará que leemos junto con esta porción el Profeta (Ezequiel 22:1-6) advierte que la Tierra Prometida no permite o exime la impureza, y que seremos expulsados de ella si contaminamos nuestra conciencia con nada distinto a lo Sagrado que Dios quiere que seamos. Nuevamente se nos hace recordar que los caminos y atributos del Creador no coexisten con nada diferente de estos. Sabios místicos enseñan que cuando vivimos en las tinieblas del exilio aprendemos a buscar la Luz con la que regresamos a la Tierra Santa, a la conciencia superior de  nuestra conexión permanente con el Creador.

martes, 20 de abril de 2010

AMOR

Comentario del Rabino Abraham Isaac Kook (1865–1935) dividido en 12 partes

1 El corazón debe estar lleno de Amor por toda la Creación.

2 Amor por toda la Creación es la principal premisa, seguida por Amor a la Humanidad, y luego por Amor al Pueblo de Israel. Amor al pueblo judío abarca todos los amores, porque los judíos estamos destinados a devolver la perfección original en todas las cosas. Estos tres amores son manifestados de manera práctica hacia el bienestar y elevación de aquellos conscientes de Amor y apegados a él. Pero el más grande Amor de todos es el Amor de Dios, porque es la mayor realización y la máxima felicidad del hombre cuando su corazón está lleno de este Amor.

3 Nuestro Amor práctico hacia todo en lo que vemos la Luz de Dios es el resultado de nuestro dulce Amor por Él, un Amor imperioso del cual no podemos abstenernos de su bondad ligada a la Torá y sus Mandamientos. Esto nos apremia a amar la bondad hacia todo haciendo lo correcto y justo, de lo cual depende toda existencia. Con esta bondad nuestro corazón procura la perfección, porque es ella la voluntad de Dios en su majestad y esplendor. La voluntad de Dios es mayor que esta bondad manifestada, porque aquella sustenta la esencia de todo ser viviente, y esto es algo que nuestra mente no puede asimilar. Consecuentemente, estamos obligados a amar totalmente cada criatura porque la Luz de Dios y Su gracia están brillando en toda la Creación: "La Amorosa Bondad del Eterno llena la Tierra." (Salmos 33:5).

4 El fuego sagrado del Amor Divino está siempre ardiendo en el corazón del hombre. Este fuego sagrado ilumina la vida, mantiene la calidez del alma, y las interminables delicias que emanan de él no pueden ser comprendidas ni medidas. Cómo es concebible que el hombre sea tan malvado consigo mismo y se arroje a las tinieblas, cayendo en intereses mezquinos, olvidando lo que emana verdadera vida y que sustenta todo lo que hace la vida significante. Esta mezquindad no le permite disfrutar de la vida, y sin Luz que lo ilumine anda en este mundo llevando la pesada carga de su supervivencia material. Esto va en contra de la manera en que es la vida, y contrario a la manera en que es toda la Creación. El deleite del Amor Divino,
que es un regalo del Cielo, existe para romper todas las limitaciones con el fin de dejar que la vida siga el camino de este deleite, y poder disfrutar su fortaleza y magnificencia: "Ningún ojo ha visto lo que hará el Eterno por aquellos que confían en Él." (Isaías 64:3).

5 Amor por la Humanidad debe llenar nuestros corazones y almas hacia todos los pueblos y todas la naciones, dirigido por el deseo de procurar su progreso material y espiritual, y el odio debe ser dirigido solamente contra la maldad y lo repugnante en el mundo. Para poder elevarnos cuando en el rezo matutino recitamos "Alabar al Eterno, invocad Su Nombre, proclamad Sus obras entre las naciones" (I Crónicas 16:8) tenemos que sentir un profundo Amor interior para procurar el bienestar material de todas las naciones. Con esta disposición el pueblo judío sentirá la presencia del Mesías. Cuando vemos en la tradición judía referencias al odio, todas son contra la maldad, el mal que ha roto la cohesión de muchas naciones en estos tiempos, al igual que en la antigüedad cuando el mundo vivía en un nivel moral inferior. Debemos ser conscientes de que la vida, en su Luz natural y santidad, nunca pierde su imagen Divina que dota a cada persona y nación, según su nivel; y esta conexión con lo Sagrado las eleva a todas. Con esta visión de la vida nos empeñamos en hacer prevalecer el progreso en el mundo, al igual que la elevación de la justicia realzada con fortaleza y esplendor; todo en aras de la perfección de toda la Creación, comenzando con el hombre y su entorno. Este es el fundamento de la visión judía y, con la gracia de Dios, realizaremos esa visión tanto en lo material como en lo espiritual.

6 La conciencia de Amor en cada individuo justo abraza todas las criaturas, abarca todos los pueblos y lenguas, inclusive aquellos como el malvado Amalek cuyos nombres nos ha sido ordenado borrar "de bajo los Cielos" (Éxodo 17:14), de acuerdo a la cita bíblica. Sin embargo, estos malvados pueden ser elevados a la Fuente de Bondad que está encima del Cielo, el más grande Amor, mediante "limpieza". Y para poder lograr ese elevado tipo de unificación, se necesita tener grana gran pureza y fortaleza.

7 Cuando nuestro Amor enfrenta obstáculos, sea de la naturaleza o de las enseñanzas de la Torá, nuestro Amor es sometido a refinamiento para poder elevarse a la esencia del Amor Divino que crea toda vida y sustenta la vida todo el tiempo.

8 Nuestro Amor por todos los pueblos, aunque lo abarca todo incluyendo los malvados, no reprime nuestro odio por la maldad; y de hecho lo fortalece porque amamos a los malvados no por su maldad sino por la bondad en ellos. Y es nuestro Amor que nos dice que encontremos Amor en todo. La aversión por el malvado se vuelve absoluta e implacable cuando emana de la bondad que nos obliga a amarlo.

9 Es considerado apropiado odiar al malvado debido a su maldad, pero porque está dotado de una imagen Divina estamos precisados a amarlo. También debemos ser conscientes de que esta imagen Divina es muchísimo más real que las bajas cualidades que emanan de él debido a las circunstancias. Es por ello que el Talmud (Pesajím 49b) dice que es permitido atacar a una persona violenta por la espalda pero no de frente, ya que la "espalda" se refiere a su pasado y el "frente" es su vida que resplandece Luz Divina.

10 Se requiere un gran esfuerzo para expandir nuestro Amor por la gente a un nivel que impregne completamente y totalmente la vida. Podemos hacerlo desechando la visión estrecha adquirida por el estudio superficial de la Torá y la moral convencional que dan la impresión o sugieren que esta clase de Amor es ambiguo. El más grande Amor por la gente es por el bien de ella, como colectividad y como individuos. Este Amor tiene que abrazar a todo individuo sin distinción de religión, raza o ambiente. Es importante comprender las costumbres de las diferentes naciones y gentes para amarlos como corresponde, con las acciones correctas. Sólo una persona que es rica en Amor por las demás naciones y por cada individuo es capaz de amar a su propia nación materialmente y espiritualmente, en la dimensión más sublime de ella. La torpeza que conduce a percibir como impuro o desagradable algo de una nación particular o algo diferente del pueblo judío es un aspecto de la espantosa oscuridad que debilita todo esfuerzo para elevarse al nivel espiritual que aspira y espera lograr.

11 Es esencial poseer autodisciplina en torno al amor por la gente, particularmente el amor por aquellos que son los más honorables, los sabios, los artistas, los poetas, los líderes de las comunidades. Necesitamos reconocer la Luz del bien que existe en lo mejor de otros, porque esta Luz es expandida al mundo a través de ellos, aunque sean conscientes o no del significado de esta misión.

12 ¿Quién podría ser capaz de restringir la Luz del más grande Amor de Dios que late en los corazones de los justos que quedan, los fieles de lo Sagrado que son rectos de corazón? Esta Luz sopla como una brisa cargada de exquisitas fragancias y también resuena como las olas del mar. El alma se agita con la delicia sublime, y el Amor de este supremo éxtasis eleva toda disposición ética y espiritual de nuestra conciencia,
y con ello toda alma es santificada porque aquel que está más alejado de la Luz de las almas santas de los héroes de Dios, también es elevado. Toda la Torá, las enseñanzas éticas, los Mandamientos, las buenas acciones, y lo que aprendemos están ahí para retirar los obstáculos con el fin de permitir la expansión de este Amor universal y extenderlo a todas las dimensiones de la vida. Los frutos emanados de las raíces de este altísimo sagrado Amor abarca las buenas y rectas cualidades de todo en general y en particular, individual y colectivo, elevándonos al nivel en que el mundo es juzgado "con rectitud, y los pueblos con equidad." (Salmos 98:9).

domingo, 18 de abril de 2010

Parshat Ajarei: ¡Seamos diferentes!

La búsqueda de lo sagrado como conexión permanente con el Creador continúa en Ajarei señalando el día en que nos unimos a Él después de limpiar la conciencia de hábitos negativos. Esto como premisa para una expiación dirigida a lograr esa unidad: "Porque en este día será de expiación para vosotros, para limpiaros de todas vuestras transgresiones seréis limpiados ante el Eterno." (Levítico 16:30) Maimónides nos enseña que "en Yom Kipur el día mismo expía, tal como está escrito: 'Porque en este día será de expiación para vosotros'." (Mishné Torá, Leyes del Retorno 1:3), y este exégeta se refiere claramente al momento particular en que esa acción tiene lugar.

Ya hemos aprendido que la revelación de la Torá en Sinaí ocurre el mismo día en que conmemoramos Yom Kipur, lo cual nos hace conscientes de que este es el día en que somos Uno con nuestro Creador. También nos recuerda que antes de recibir la Torá realizamos una purificación de siete semanas para separar nuestra conciencia de sus hábitos y apegos materialistas para convertirnos en la vasija apta para los caminos y atributos de Dios. Él nos pide que seamos sagrados, porque Él es Sagrado y con esto aprendemos que para estar con Él debemos despojarnos de todo aquello contrario a Sus atributos. Todas nuestras ofrendas (cualidades, pensamientos, emociones, deseos, pasiones e instintos) deben estar dirigidas a hacer lo que es sagrado para honrar y celebrar nuestra Unidad con Él. Estas ofrendas no pueden ser presentadas a nada más: "Y no ofrendarán sus sacrificios ante sátiros, tras los cuales se desvían. Este será un estatuto para siempre sobre ellos a través de sus generaciones." (17:7) y esto significa una conexión permanente, constante y contínua con el Amor de Dios.

La parshá luego se refiere a la prohibición Divina para Israel de no comer la sangre de ninguna criatura viviente: "Porque la vida de la carne está en la sangre y Yo os la he dado a vosotros sobre el Altar como expiación para que podáis vivir." (17:11) En nuestro comentario sobre Metzorá dijimos que el agua también representa vida y la renovación de la vida. Es por ello que la Torá enfatiza en limpiarnos con aguas vivas para limpiar las impurezas derivadas de las transgresiones contra la voluntad del Creador, y contra nuestro prójimo. En un sentido más profundo, el Amor de Dios sustenta la vida y la sangre representa tanto la vida como lo que la sustenta. De ahí que el acto de ingerir sangre contamine nuestra propia vida y conciencia debido a que la sangre representa la Esencia emanada de Dios, cuyo propósito es consagrar la vida y no profanarla o reducirla con tendencias negativas y bajos deseos. La vida existe para ser elevada, exaltada y consagrada a lo que por Esencia proviene del Amor de Dios. Ese es nuestro propósito en la vida y en este mundo, revelar Amor como la manifestación material del Amor de Dios que crea vida y la sustenta.

Con esto aprendemos que no debemos abusar, dañar, destruir ni usar erróneamente la vida ni su sustento Divino. Con aguas vivas limpiamos nuestras transgresiones contra la vida, incluyendo ingerir sangre: "(…) él deberá lavar sus vestiduras, bañarse en agua, y estará inmundo hasta la noche, luego estará limpio. Pero si no las lava ni baña su carne, luego cargará con su iniquidad." (17:15-16) En este contexto, la indisposición a retornar a los modos y atributos de Amor lo mantendrá separado de el Creador.

El proceso de limpieza continúa en esta parshá enfatizando lo que Dios quiere de nosotros para estar permanentemente unidos a Él. El Creador quiere que seamos diferentes a las "naciones" y sus costumbres. Nuestros Sabios explican que el Pueblo de Israel hereda la Tierra Prometida para ser una Nación Sagrada y un Reino de Sacerdotes, donde el Sacerdocio es nuestra conciencia de constante conexión con el Amor de Dios. Llegar a ser esa Nación exige abandonar las costumbres y tendencias de Egipto y las naciones cananeas que representan pensamientos, emociones, pasiones e instintos bajos y negativos: "Y el Eterno dijo a Moisés: 'habla a los hijos de Israel y diles: Yo soy el Eterno, vuestro Dios. Como hacen en la tierra de Egipto donde habitásteis no haréis; y como hacen en la tierra de Canaán adonde os traeré no haréis; y tampoco seguiréis sus estatutos. Mis ordenanzas haréis y Mis estatutos seguiréis: Yo soy el Eterno vuestro Dios. Por lo tanto seguiréis Mis estatutos y Mis ordenanzas, que si las sigue el hombre vivirá por ellos: Yo soy el Eterno'." (18:1-5)

El conocimiento constante de que lo que la Torá exige de nosotros es aquello que nos hace diferentes de las demás naciones y nos da nuestra verdadera identidad como el Pueblo Elegido, el pueblo consciente del Amor Divino como la causa y el efecto de toda la Creación. También consciente de que su misión es manifestar esta eterna Verdad e igualmente revelar ese Amor ocultado en la oscuridad de las ilusiones del mundo material. Logramos esa misión cuando seguimos los caminos y atributos de Dios y vivimos por ellos: "que si las sigue el hombre vivirá por ellos". Nuestros Sabios destacan que "vivir por ellos" sugiere no morir por ellos, y uno de los significados de esto es ser conscientes de que vivimos por y para lo sagrado que es la vida; y lo sagrado consiste en ser y hacer los caminos y atributos de Dios, y no aquello que denigra lo que hace sagrada la vida.


La parshá enumera lo que las naciones cananeas hacían en sus relaciones sexuales, lo cual está probibido para los hijos de Israel con el propósito de vivir cercanos al Creador: "porque todas estas abominaciones han hecho los hombres de la tierra antes que vosotros, y la tierra está impura; para que la tierra no os vomite a vosotros también cuando la contaminéis, como vomitó a la nación que estaba antes que vosotros en ella. Por lo tanto seguiréis Mi designio de que no haréis aquellas costumbres abominables que fueron hechas antes de vosotros y con las cuales os contaminaréis: Yo soy el Eterno vuestro Dios." (18:27-28, 30)

Ser diferente de las "naciones" es el destino que Dios quiere para el Pueblo de Israel. Como hemos dicho, esa diferencia radica en estar siempre al tanto de Su Amor en todos los niveles de nuestra conciencia, y actuar de acuerdo a Sus Mandamientos, y Sus caminos y atributos.

domingo, 11 de abril de 2010

Parshat Metzorá: Limpiándonos en el Amor de Dios


En esta parshá la palabra Kohen (Sumo Sacerdote) aparece 35 veces, 32 en el capítulo 14 y 3 en el capítulo 15 del Levítico. Igualmente, la frase "ante Dios" se menciona 10 veces en el capítulo 14 y 3 en el capítulo 15. ¿Por qué esas palabras y frases son repetidas en el contexto de la parshá? Sabemos que cuando palabras y frases aparecen repetidas en la Biblia hebrea es para destacar, subrayar y enfatizar el mensaje en el que están mencionadas. Es este caso el mensaje también es señalado en la porción anterior Tazria, y expandido con detalles relacionados a la remoción de la "lepra" de aquel que transgrede por lo que nuestros Sabios consideran difamación y juicios negativos contra el prójimo. El exégeta Kli Yakar se refiere en particular a hablar negativamente, ser arrogante y avaro. Estas dos últimas características como aparente raíz de la primera.

El Sumo Sacerdote, que simboliza el nivel más alto de la conciencia, es el que nos guía en el proceso de retorno a nuestro conocimiento del Creador. El Sumo Sacerdote nos enseña a "sacrificar" las cualidades negativas que causan la "lepra", la cual amenaza el bienestar espiritual y material que logramos cuando seguimos los caminos y atributos de Amor. "Y el Sumo Sacerdote que lo limpia preparará al hombre para ser purificado, y con ellos ante Dios, a las puertas del Tabernáculo." (Levítico 14:11) La frase "y con ellos" se refiere a los sacrificios de animales ofrecidos a las puertas del Tabernáculo, haciendo alusión a que debemos remover pensamientos y comentarios negativos de la mente y el corazón antes de entrar en nuestra conciencia del Amor de Dios. Como hemos dicho, necesitamos remover (limpiar) todos los aspectos de la conciencia para convertirlos en las vasijas e instrumentos de la voluntad de Dios.

Cuando hablamos de nuestro bienestar espiritual y material, nuestra "casa" (donde vivimos) está incluida; y en la parshat se mencionan los riesgos de propagación de la lepra en sus paredes. En el peor de los casos, el Sumo Sacerdote ordena la destrucción de toda la casa y construirla de nuevo. El mensaje de mantener limpios todos los aspectos de la conciencia (nuestra casa) "ante Dios" está no solamente claro y enfatizado en la Torá, sino que abarca cada aspecto de nuestra vida material. La presencia de nuestra conciencia superior (el Sumo Sacerdote reiterado 35 veces) como nuestra guía es la también repetida advertencia de que debemos estar siempre apegados a nuestro Creador, y permanentemente ante Él. Nuestros Sabios elaboran sobre los significados ocultos del texto bíblico indicando que las "casas" que los israelitas ocuparían de los pueblos cananeos después de conquistar la Tierra Prometida son las tendencias que debemos doblegar y dirigir al Servicio de Dios.

El Midrash nos cuenta acerca del oro escondido por los amoritas (la "nación" cananea que representa precisamente la maledicencia) dentro de las paredes de sus casas que más tarde sería encontrado por los israelitas al destruirlas porque estaban contaminadas con lepra. El mensaje oculto es que cuando limpiemos todos nuestros niveles de conciencia de tendencias negativas encontraremos el oro, la Luz como Amor ocultado en las tinieblas de aquellas.

El siguiente capítulo de la parshá continúa con instrucciones de limpieza en torno al período menstrual de la mujer y después del parto. En este sentido, la limpieza involucra agua como vida contra la muerte (representada por la sangre contaminada por el óvulo que no llegó a ser fertilizado). La separación temporal del hombre y su esposa, ordenada en la Torá, nos enseña que la cercanía e intimidad entre ambos solamente debe ocurrir cuando la vida y su potencial de reproducirse o re-crearse estén presentes. Y ello es consecuente considerando que la vida es el propósito de toda la Creación, y es Amor Divino lo que la crea, la nutre y la sustenta.

domingo, 4 de abril de 2010

Parshat Tazria: Sembrar en el Amor de Dios


Esta porción continúa indicando Mandamientos relacionados con mantener la limpieza y santidad destacadas en SheminíTazria es traducido como "concibe", pero literalmente significa "sembrará" en el versículo: "Una mujer concebirá y dará a luz…" (Levítico 12:2) En el contexto de limpieza, las palabras siguientes se refieren al cuidado que una mujer debe tener para mantener su pureza después de alumbrar, y ello refleja cuán esencial es la limpieza ritual en el acto de concebir una nueva vida. Nuestros Sabios nos cuentan (Talmud, Nidá 31a) que en la concepción, el hombre y la mujer proveen ciertas cualidades fisiológicas al feto y que "Dios le da el alma y el aliento, la belleza física, la vista, la audición, el habla, la capacidad de caminar, entendimiento y discernimiento, los cuales Él se lleva después de la muerte".


De esto aprendemos que los regalos de Dios a la vida humana están primordialmente relacionados con nuestra habilidad de seguir Sus caminos y atributos. El alma y el aliento están mencionados juntos, porque como emanaciones que son del Amor de Dios nos mantienen vivos cada segundo. Como hemos mencionado, la vida es un regalo del Creador y está constantemente sustentada y alimentada por Él. En este contexto la belleza física, tan relativa como es ("en los ojos del que la ve"), es el reflejo del Amor que somos y manifestamos en todos los niveles de la conciencia, incluyendo lo que decimos y hacemos.

También nuestra visión y audición son canales con los que conectamos nuestra conciencia de Amor, así que lo que vemos y oímos está "filtrado" por el Amor y sus atributos. Igualmente, el habla es una de las vasijas de Amor, al igual que cada acto que realizamos. Y todos estos regalos de Dios están precedidos por el entendimiento y el discernimiento de los modos y atributos de Amor. Nuestros Sabios nos recuerdan que esos regalos son tomados de vuelta por Dios cuando morimos, por lo tanto tenemos que usarlos con el propósito de honrarlo a Él.

Después de mencionar la concepción, el texto se refiere al Pacto entre Dios e Israel: "El octavo día será circuncidado su prepucio" (Levítico 12:3) y nuestros Sabios destacan en extensos comentarios el nexo trascendental entre nosotros y Dios. Ese nexo es nuestro permanente conocimiento del Amor de Dios en nuestra conciencia, separando (circuncidando) lo que no es necesario en nuestra vida. Después de esto, la porción se refiere a una condición de la piel que según nuestros Sabios es el resultado de hablar mal de los demás: "Cuando el hombre tuviere en la piel de su carne hinchazón, o postilla, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su carne como llaga de lepra, será traído a Aarón el Sumo Sacerdote" (13:2)

Cuando oímos hablar mal de otros, es ego el que habla. Las expresiones de ego en toda forma, ya sea pensamiento, habla, emoción, sentimiento o acción, nos hacen separar de la Unidad de Dios y Su Creación. Esta separación se "ve" en lo que el versículo llama "llaga de lepra", y su consecuencia es separación de la comunidad. Para que la persona afectada se cure tiene que consultar con el Sumo Sacerdote, aquel que está en constante conexión con el Creador. Como ya hemos dicho, Aarón representa nuestra conciencia superior que siempre vive en el conocimiento de que Amor es su verdadera Esencia e identidad.

Cuando juzgamos o criticamos negativamente, nos separamos de nuestro verdadera Esencia e identidad; y esta separación se convierte en el castigo. El pecado se vuelve el castigo mismo, y nuestros Sabios también insisten en que hablar mal de otros es potencialmente fatal, porque mata al que lo dice, al que lo oye y de quien se habla. Seamos conscientes que mantener la conciencia permanentemente en Amor como nuestra Esencia e identidad es la única cura contra todos los males, dolores y desgracias, incluyendo hablar mal de otros.

viernes, 2 de abril de 2010

Parshat Sheminí: Consagrar la Vida al Amor de Dios

Después que fueron ofrecidos los primeros sacrificios en el Altar del Mishkán (Tabernáculo), Moisés y Aarón “bendijeron al pueblo y la Gloria del Eterno se apareció [fue vista] a [sobre] todo el pueblo” (Levítico 9:23) El verbo hebreo traducido como "apareció" significa originalmente "veremos" o "visto", que es el término usado en la Mishna para los tres peregrinajes a Jerusalén (Pésaj, Shavuot y Sucot) para "ver" al Eterno. Y la preposición hebrea en el texto no es "a" sino usualmente traducida como "sobre" o "en". Consecuentemente, el versículo debe entenderse como diciendo que, después de elevar nuestra naturaleza inferior (simbolizada por los animales quemados [transformados] por el Fuego Divino en el Altar) para servir al Creador, y cumplir Su voluntad, veremos Su Gloria, Su Majestad sobre nosotros, en nuestra conciencia.

Posteriormente leemos en el texto: "A través de aquellos cercanos a Mí, Yo seré santificado y ante todo el pueblo seré glorificado" (10:3), y esa cercanía es nuestro permanente conocimiento de que Amor guía todos los aspectos de nuestra conciencia. Y por ello tenemos que "discernir entre lo sagrado y lo profano, entre lo inmundo y lo limpio" (10:10) Sabemos que somos vasijas sustentadas y nutridas por el Amor de Dios. Y que somos no una sino muchas vasijas porque tenemos una conciencia multidimensional que abarca intelecto, mente, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Todos son vasijas que debemos llenar con los caminos y atributos de Dios y Sus Mandamientos: "cualquier vasija que sea, usada para cualquier obra, deberá ser sumergida en agua, y estará inmunda hasta la noche, y después será limpia" (11:32)

En el judaísmo los cuatro elementos que sostienen la vida tienen muchas funciones y significados. Agua y fuego tienen atributos de limpieza, entre otras cualidades y propósitos. En el texto que comentamos, agua es el medio para limpiarnos como vasijas terrenales que somos. Sabios místicos hebreos se refieren a la Torá como el agua viva que nos purifica de la suciedad del materialismo y las ilusiones derivadas de la oscuridad. Agua también representa humildad porque se inclina con la gravedad. En el texto significa no sólo la acción de limpieza sino también renovación, despejando el espacio en nuestros cuerpos para ser llenados nuevamente con el Amor de Dios y poder realizar Servicio Divino.

Para mantener nuestras vidas (todos los niveles de conciencia) limpios, el Creador nos ordena no comer ciertos animales debido a su naturaleza inferior o destructiva. Por lo tanto no sólo sacrificamos nuestras cualidades destructivas y conducta negativa representadas por esos animales, sino que también debemos evitar el consumo de aquellos que también reflejan las peores características que no queremos en nuestra conciencia: "No ensuciéis vuestras personas con ningún reptil que anda arrastrándose, ni os contaminéis con ellos, ni seáis inmundos por ellos" (10:43), "porque Yo soy el Eterno vuestro Dios, por lo tanto santificaos, y seréis sagrados porque Yo soy Sagrado; ni tampoco ensuciéis vuestras personas con ningún reptil que anduviere arrastrándose sobre la tierra" (10:44), y la santidad es destacada otra vez: "Porque Yo soy el Eterno que os elevé de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios, por lo tanto sed sagrados, porque Yo soy Sagrado" (10:45)

La parshá concluye diciendo otra vez: "haced diferencia entre lo inmundo y lo limpio, entre lo viviente que puede ser comido y lo viviente que no puede ser comido" (10:47) Aquí el Eterno nos recuerda varias cosas. Primero, que Él es nuestro Creador que nos eleva de la esclavitud de las ilusiones del mundo (Egipto); que Él nos ordena que seamos conscientes de que Su Santidad es nuestra Santidad, que Su Amor es nuestro Amor. Para hacerlo debemos hacer diferencia entre las creencias, pensamientos, emociones, pasiones y acciones que nos mantienen cerca de Él, y aquello que nos separa de Él. Esto está representado por las cualidades crueles y destructivas de los animales inmundos indicados en la Torá. En cada momento debemos elegir entre abrazar los caminos y atributos del Creador, y las ilusiones de los deseos materialistas negativos de ego.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.