domingo, 30 de mayo de 2010

Parshat Shelaj: Confiemos en el Amor de Dios

En Behaaloteja, el episodio de lujuria vivido por algunos de los hijos de Israel fue una clara señal de que no estaban preparados para ocupar la Tierra Prometida, y en Shelaj esa señal comprobó ese hecho. En aquellos tiempos (al igual que en los actuales) sabíamos que conquistar nuestros bajos pensamientos, emociones, pasiones e instintos no es una tarea fácil a menos que estemos completamente conscientes de que el Amor de Dios, no es sólo lo que sustenta cada dimensión de nuestra vida, sino que además es nuestro único Redentor cuando estamos atrapados en las ilusiones de las tendencias negativas de la conciencia.

Sin embargo nuestros Sabios no coinciden con esta opinión y señalan acertadamente que los hijos de Israel sí estaban listos para entrar en la tierra de Canaán, pero que no estaban dispuestos a hacerlo. Nuestros Sabios indican con razón que la comodidad de depender exclusivamente de Dios en el desierto era preferible a confrontar y eventualmente conquistar los aspectos negativos con los que el ego quiere dirigir nuestra conciencia. Es cierto que cuando estamos permanentemente con Dios no hay nada qué conquistar porque pertenecemos a Su Unidad. Pero Él quiere que nosotros
conquistemos las tinieblas (los aspectos negativos de la conciencia) con Su Amor. Con el fin de cumplir esa misión tenemos que confiar en Amor. Tiene sentido dudar cuando creemos que no estamos preparados para una tarea, pero es nuestro deber derrotar la duda con la completa certeza de que Amor está constantemente con nosotros.

En el caso de nuestros antepasados, ellos tuvieron mayores pruebas del Amor de Dios: su Redención de Egipto, la separación de las aguas del mar, y los milagros que vivieron a diario en el desierto.
¿Por qué entonces no confiar en Dios con tantas pruebas tangibles de Su Amor? Nosotros ahora vivimos Sus milagros en cada momento, y aún así no confiamos plenamente en Él. Confiamos en el dinero más que en Amor, a pesar de saber de sobra que sin Amor no podemos vivir. Preferimos creer que ilusiones materialistas son mejores que vivir en la Verdad que es Amor. Después de todo, vivimos en una realidad material en la que las ilusiones de ego son las que perseguimos para vivir y morir por ellas. Una vez más el asunto aquí y ahora es creer y confiar en Dios o no; y de eso es lo que se trata esta porción de la Torá.

Decimos que Amor se trata de confianza y esta misma se trata de Amor. En eso se basa nuestra relación con el Creador, el matrimonio entre Israel y Dios. En el caso de la historia de los espías, la Torá dice: " (...) 'envía hombres para espiar la tierra de Canaán, que Yo doy a los hijos de Israel'." (Números 11:2) Ellos tal vez confiaban en Dios, pero no en lo que Él podría hacer cuando ellos tuvieran que confrontar la lujuria, envidia, avaricia, arrogancia, y demás aspectos negativos representados por las naciones cananeas. Bajo las circunstancias, el sentido común nos dice que ellos simplemente no confiaban en Dios, ya que de lo contrario hubieran entrado inmediatamente a la Tierra Prometida como estaba originalmente planeado.

Hay un asunto importante que debemos señalar y es el libre albedrío. Dios no se impone sobre nadie, de lo contrario Su Amor no sería Amor. Por eso nos creó con el fin de que usemos el intelecto y el sentido común para elegir Sus modos y atributos, en vez de las ilusiones materialistas de ego. El texto es claro: "Envía hombres" (lit. envía para ti gente), (Moisés) deja que ellos hagan su elección; y ellos la hicieron. Eligieron quedarse en el desierto y morir ahí bajo el cuidado y protección del Amor de Dios, en vez de dejar que Él los guiara para conquistar los aspectos negativos de la conciencia. Y así fue. Amor permitió que esa generación muriera a su tiempo durante los siguientes 39 años, y Él preparó la siguiente generación para cumplir Su plan para Israel.

La narración es clara en sus imágenes de lo que "vieron" los espías en la tierra, y una vez más es reiterado que desconfiar de nuestro Creador y único sustento acarrea la muerte bajo las ilusiones de nuestra conciencia
inferior. Después del episodio de los espías, la porción prosigue con sacrificios adicionales ofrecidos en el Tabernáculo al vivir en la Tierra de Israel: "Y para la ofrenda de libación presentaréis la tercera parte de un hin de vino, de dulce sabor para el Eterno." (15:7) Sabios místicos explican que esta ofrenda adicional de vino no era quemada sino derramada, lo que significa que no sólo elevamos todos los aspectos de la conciencia ante Dios sino que también derramamos al mundo material Su bondad para celebrar Su gloria, Su Amor en este mundo. Y "(…) cuando comas del pan de la Tierra, separarás una porción como regalo para el Eterno" (15:19): este es el Mandamiento de la jala, que representa también nuestra conexión permanente con el Creador. El pan de la Tierra es el resultado de cómo transformamos el alimento crudo de ella (trigo) en pan (oscuridad en Luz), un proceso que en cada paso estamos unidos al Creador.

La porción termina con otro recordatorio de que ser y manifestar los caminos y atributos de Amor son nuestra conexión con Dios: "Y serán para vosotros como filacterias que miraréis, y recordaréis todos los Mandamientos del Eterno y los cumpliréis; no sea que vayáis tras vuestro corazón y vuestros ojos por los cuales os desviáis; para que os recordé
is y hagáis todos Mis Mandamientos, y seáis sagrados para vuestro Dios. Yo soy el Eterno vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: Yo soy el Eterno vuestro Dios." (15:39-41)


Estos versículos significan que, o elegimos seguir los deseos e ilusiones materialistas de ego (lo que nuestros ojos desean ver) en los que quedamos atrapados y morimos, o seguimos los caminos y atributos de Amor, la libertad y santidad materializadas del Amor de Dios que nos redime de las tinieblas de la ilusión, nuestro Dios.

sábado, 22 de mayo de 2010

Parshat Behaaloteja: Ascendamos al Amor de Dios

Behaaloteja es traducida usualmente como "cuando enciendas las lámparas", pero la traducción literal del hebreo es "cuando eleves las lámparas" (Números 8:2) Rashi explica este encender como un proceso o acción de ascenso que tiene lugar cuando elevamos todos los niveles de la conciencia al conocimiento de Dios en cada aspecto de la vida: "Y ese era el trabajo de la menorá (candelabro), obra forjada en oro, desde la base y hasta las flores arriba, era de trabajo forjado." (8:4) Hemos dicho que oro representa lo más fino, además de la más preciada cualidad en el mundo material. Está escrito (Éxodo 35) que la menorá fue forjada en una sola pieza de oro, y encendida representa el mayor conocimiento de nuestra Unidad con el Creador.

Aunque Aarón, el Sumo Sacerdote, fue asignado para encender la menorá nuestros Sabios dicen que cualquier persona podía hacerlo afuera del Tabernáculo o del Templo (Talmud, Yoma 24b) Esto nos enseña que cada aspecto de nuestra conciencia es capaz de encenderse para elevarse al Creador y convertirse en Su lámpara para iluminar el mundo. En este contexto la función del Sumo Sacerdote como nivel más elevado de la conciencia está para asistirnos cuando los aspectos inferiores de ella no puedan convertirse por sí mismos en las vasijas del Creador. Es interesante notar que en el mismo capítulo de esta porción se enfatiza una vez más la función de los levitas (cuya Tribu incluye a los sacerdotes) como aquellos en permanente conexión con Dios: "Así separarás los levitas de entre los hijos de Israel, y los levitas serán Míos" (Números 8:14)

La porción semanal continúa con un mensaje esencial de la Torá: "Si un hombre de vuestra o vuestras generaciones esté inmundo por tocar un cadáver, o por estar lejos de viaje, aun así guardará la Pascua para el Eterno" (9:10) Este es el dulce Mandamiento llamado Pésaj shení, segunda Pascua, la cual significa que a pesar de las transgresiones cometidas al estar separados de Dios, y de distanciar nuestras vidas materiales de Sus caminos y atributos, Él espera nuestro retorno. Reflexionemos en torno a este Mandamiento. La gente que estaba "inmunda" o "lejos" fueron aquellos que acudieron a Moisés pidiéndole una segunda oportunidad para traer las ofrendas que no pudieron traer al Tabernáculo o Templo en el tiempo determinado para ello en la primera Pascua, y Dios les dio esa oportunidad. Una vez más, de nosotros depende retornar al Amor de Dios porque somos nosotros quienes nos separamos de Él. Por lo tanto es nuestro deber mantener permanentemente la conciencia de Amor como nuestra verdadera identidad en todo lo que somos y hacemos, porque el Amor de Dios está constantemente con nosotros como nuestro Creador y único sustento que es: "Así fue siempre: la nube lo cubría, y la aparición de fuego en la noche" (9:16), y los versículos siguientes (9:17-22) reiteran la Presencia Divina constante en el Tabernáculo, el lugar sagrado que simboliza nuestra conexión con Él.

Cuando estamos conscientes de esta conexión, todo lo que amenaza los modos y atributos de Amor desaparece. Si el Amor de Dios está con nosotros, ¿qué podría estar en contra? "Y aconteció que, cuando el Arca salía adelante, Moisés decía 'Levántate Oh Eterno y dispersa a Tus enemigos, y aquellos que te odian huyan de Ti'." (10:35) Cuando nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos son llenados y guiados por Amor, es el Amor de Dios transforma y eleva lo que tocamos con nuestros hechos y acciones. Debemos comprender la alegoría bíblica del Amor de Dios como fuego, y en este contexto Amor como su manifestación material es un fuego transformador. Amor es lo que nos redime de la oscuridad de las ilusiones materialistas que debemos quemar para transformarlas en Amor como medio para retornar al Amor de Dios. Amor es la verdadera realidad, y no aquella basada en las fantasías e ilusiones de ego.

Todos los calificativos de Dios en la Torá y las Escrituras hebreas, de "celoso", "iracundo" y "vengativo" son alegorías para que entendamos que Él no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos. Su Amor como Fuego Divino se aplica de la misma manera. Ya hemos repetido muchas veces que Dios hizo Su Creación para Su Gloria que es Amor, y que estamos aquí para proclamar Su Gloria. Para cumplir esa misión tenemos que transformar todos los niveles de nuestra conciencia con el fuego de Amor.

"Y aconteció que el pueblo se quejó a oídos del Eterno, y el Eterno los oyó y se enardeció Su furor. Y se encendió en ellos fuego del Eterno y consumió un extremo del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés y Moisés oró al Eterno, y el fuego se extinguió." (11:1-2) Esta es la aparente destrucción que traemos a nosotros cuando nos separamos de Amor. Es de hecho aparente como lo es la "muerte" mencionada también en las Escrituras hebreas cuando uno es "expulsado" de la Unidad de Dios, pero esa muerte deja de serlo cuando elegimos retornar a Él. "Y la multitud mezclada entre ellos sucumbió ante la lujuria, y los hijos de Israel lloraban diciendo: '¡Si nos dieran carne para comer'!" (11:4)… "Aun estaba la carne entre los dientes de ellos antes que fuese mascada, cuando el furor del Eterno se encendió en el pueblo, e hirió el Eterno al pueblo con una muy plaga muy grande. Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataavá, porque ahí sepultaron la lujuria del pueblo." (11:33-34)

Citamos a nuestros Sabios enumerando la lujuria, junto con la avaricia, el orgullo, la envidia, la impaciencia, la imprudencia y la indolencia, como las cualidades negativas que corrompen nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Alegóricamente están representados por las naciones cananeas que Dios ordenó a Israel conquistar y expulsar de la Tierra Prometida. Las batallas para conquistarlas no son fáciles cuando estamos separados de Dios. Sin embargo Él sabe que estamos hechos de carne y que somos débiles ante las ilusiones del materialismo, ya que experimentamos más físicamente lo material que lo espiritual. El Creador nos deja ejercer el libre albedrío para que aprendamos de las decisiones que tomamos. En este caso la lujuria nos castiga despiadadamente haciéndonos sentir muertos como en una plaga.

La porción termina con la "expulsión" y "muerte" temporal por siete días de Miriam, la hermana mayor de Moisés, como consecuencia de haber hablado negativamente de él. Otra vez la maledicencia es condenada como una de las mayores transgresiones contra el prójimo. Esta es la manera más fácil del ego para proclamar su dominio en la conciencia, haciéndonos sentir "separados" de la Unidad de nuestro Pueblo, de la Unidad de la Creación, y de la Unidad de Dios. Este episodio es tan importante para nuestra educación ética y espiritual, que Dios nos ordena a los judíos recordarlo todos los días de nuestra vida.

martes, 18 de mayo de 2010

Shavuot: Unidad en el Amor de Dios

El momento más importante en la historia judía es cuando Dios, Amor, habla al Pueblo de Israel. Lo decimos en presente indicativo como lo mencionamos en el libro "Dios como Amor", ya que este momento trascendental de hecho es eterno. Sólo tenemos que estar plenamente conscientes de él, pero ¿cómo podemos lograr este sublime conocimiento? Siendo Uno con Él, tal como lo "fuimos" en el desierto de Sinaí hace 3323 años. Parece paradójico porque, ¿cómo un suceso ocurrido hace tantos años puede ser eterno? Porque Dios, Amor, es eterno y no hay tiempo, espacio ni ninguna condición o limitación para Él. Nuestra mente no lo puede comprender porque está limitada a tiempo y espacio, y simplemente no podemos asimilar nada fuera de esos límites.

En "Dios como Amor" presentamos a nuestro Creador de acuerdo a los principios fundamentales del judaísmo, y entendiendo el repetido mensaje de la Biblia hebrea (directo e implícito) que Dios concibió Su Creación por Amor, y el hecho de que también es sustentada por Él es la reafirmación de Su Amor. Esta Verdad evidente por sí misma es explicada y sostenida por declaraciones y pasajes de la Biblia hebrea citados en el libro. Además, ¿qué otros motivos o razones podrían existir para negar esta Verdad? Como ya lo sabemos, Dios es Su propia causa y efecto, al igual que Sus atributos revelados por Él a Moisés (Éxodo 34:6-7). Entre más aprendemos estos atributos, más cerca estamos de "conocer" a Dios; y este conocimiento nos conduce a nuestra conciencia de Unidad con Él. Cuando leemos que fuimos creados "a Su imagen y semejanza", estamos impulsados a averiguar lo que eso significa, por el simple hecho de que se trata de nuestra identidad: aquello que ha sido dicho en la Torá y cuyos detalles están explicados a lo largo de las Sagradas Escrituras hebreas, diciéndonos cómo nosotros como humanos podemos concebir a Dios, y la manera de relacionarnos con Él.

Decimos en "Dios como Amor" que esta búsqueda de nuestra verdadera identidad ocurre mediante un proceso de clarificación de lo que llamamos ilusiones de la oscuridad como concepción materialista de la vida. Este proceso exige mucho discernimiento y claridad en la manera como ejercemos nuestro libre albedrío, asimilando la ética inherente al Amor Divino. Esta es la mayor contribución del judaísmo al mundo, y es la misión para la que fuimos elegidos cuando Amor Divino se nos reveló en Sinaí. Esta revelación es la identidad que Él quiere que seamos y manifestemos: Su imagen y semejanza. Sin embargo, esta revelación acontece después de limpiar nuestra conciencia de las ilusiones dictadas por las fantasías materialistas del ego. Con el propósito de lograrlo clamamos a Dios, Amor, el Único que nos libera de la esclavitud del ego: el faraón en sus dominio
s egipcios. El éxodo de la tierra donde fuimos esclavos ocurrió después que aprendimos y asimilamos en nuestra conciencia que Amor Divino es quien nos redime de la oscuridad de las ilusiones de ego.

El éxodo es la primera fase seguida por nuestro paso por el desierto de Sinaí, donde estuvimos inmersos en el conocimiento de nuestra verdadera identidad. La Torá nos cuenta que este proceso tomó siete semanas (Shavuot) en las que reorientamos nuestro intelecto, mente, emociones, sentimientos, pasiones e instintos con el fin de ser capaces de reconocer Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad. Sabios místicos enseñan que esta reorientación es la corrección o rectificación (tikún) de las siete emanaciones (sfirot) con las que Amor Divino creó todo lo que existe, porque corrompimos esas emanaciones cuando elegimos vivir en las tinieblas de las ilusiones materialistas en vez de vivir en los caminos y atributos de Amor. En cuanto iniciamos un proceso de auto-evaluación prudente y de clarificación de nuestra conciencia de las ilusiones de ego, podremos ser capaces de convertirnos en las vasijas vacías para ser llenadas solamente con los atributos de Dios, Amor. Este es el momento eterno cuando Dios, la Torá, el Shabat e Israel son Uno.

La paradoja continúa y seguimos queriendo comprender cómo es que este momento es eterno. Como ya lo hemos dicho, ocurre cuando elevamos la conciencia a Amor Divino al convertirnos en las vasijas de esta sublime identidad, nuestra verdadera identidad, Amor. Como Amor, nos convertimos en la causa y el efecto; y podemos revelarlo donde y cuando esté ocultado en las tinieblas. Así cumplimos la promesa de Redención, siendo y manifestando la Luz de Amor en el mundo, lo cual también es Su Mandamiento para nosotros crear en el mundo un espacio donde Él pueda morar. Seamos y manifestemos los caminos y atributos de Amor permanentemente, y así recuperar la eterna conciencia de nuestra Unidad con Amor Divino.

sábado, 15 de mayo de 2010

Parshat Nasó: Unidad en la Diversidad


Nasó continúa con la cuenta de cabezas de la Tribu de Leví y sus tareas en el Tabernáculo, y después que este censo concluye "como lo ordenó el Eterno" (Números 4:49) Esta porción se refiere a tres situaciones como la lepra (tzaraat), la infidelidad (sotá) y la dedicación total (nazir) al Servicio Divino. En el primer caso se trata de un recordatorio de que el metzorá (ver nuestro comentario sobre la parshat Metzorá) debe ser expulsado de la comunidad: "Tanto hombre como mujer serán expulsados, y deberán ser enviados fuera del campamento, para que no corrompan vuestros predios en los que Yo habito entre [en] ellos." (5:3) Nuevamente es reiterado que el Creador no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos, y que nuestro apego a estos debe ser permanente.

Si elegimos vivir en ilusiones como la maledicencia, el orgullo, la ambición, la avaricia, y patrones de conducta negativos, con la lepra que representan, somos nosotros quienes nos expulsamos de la Unidad que representa Dios y Su Pueblo. Enfaticemos una vez más que no somos víctimas de venganza o represalia por las transgresiones que cometemos, sino que son la consecuencia directa de nuestras acciones. El Amor de Dios no nos expulsa por nuestras decisiones negativas, somos nosotros los que nos separamos de Él cuando perseguimos las fantasías e ilusiones de ego. Amor, como la manifestación material del Amor de Dios, siempre mora con nosotros cuando seguimos Sus caminos y atributos.

Aquí decimos que Amor es cuestión de confianza, y esta surge de la lealtad y la fidelidad. También decimos que Dios e Israel están unidos en matrimonio, y este como tal se sostiene en confianza, lealtad y fidelidad. "Cuando un hombre o mujer cometa cualquier transgresión contra su prójimo actuando traicioneramente con Dios (…)" (5:6), dice claramente que una transgresión contra nuestro prójimo, hombre o mujer, es una transgresión directa contra Dios. También reitera que es el Sumo Sacerdote quien realiza la expiación, ya que está a cargo de elevar nuestras cualidades y acciones para convertirlos en vasijas de la voluntad del Creador. Esto, una vez confesemos (reconozcamos) y restituyamos o compensemos a las víctimas del daño causado por nuestra conducta negativa. Hemos indicado que respecto a transgresiones nuestros Sabios dicen que "una persona no peca a menos que un espíritu de locura entre en ella" (Talmud, Sotá 3a), y esto nos enseña que tenemos que estar constantemente vigilantes contra aquello que nos seduce a la ilusión y las tendencias negativas de la conciencia.

Nasó prosigue con las leyes del nazir, persona que se dedica enteramente al Servicio Divino, ya sea temporal o permanentemente (6:2-21) y luego declara uno de los pasajes más importantes de la Torá: "Háblale a Aarón y sus hijos, diciendo: 'Esta es la manera en la que bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Que el Eterno te bendiga y te cuide. Ilumine el Eterno Su rostro sobre ti y te muestre Gracia. Eleve el Eterno Su rostro sobre ti y Te conceda paz'. Y pondrán ellos Mi Nombre sobre los hijos de Israel, y Yo los bendeciré". (6:23-27) Otra vez, es el Sumo Sacerdote, nuestra conciencia de conexión permanente con Dios, el investido con el sublime Mandamiento de bendecir a Israel. Él es la vasija que integra todas nuestras cualidades individuales y colectivas, nuestros potenciales para cumplir la misión de crear un lugar para que el Creador more en el mundo.

Pongamos estas bendiciones en el contexto del Amor de Dios: "Que Amor Divino te bendiga (haciéndote ser y manifestar bondad) y te cuide (que esta bondad te proteja). Ilumine Amor Divino Su rostro sobre ti (manifestándose en ti e irradiando en ti) y te muestre Gracia (que lo que hagas, como Su manifestación, sea un acto de Gracia para ti mismo). Eleve Amor Divino Su rostro sobre ti (elevándote a Él tal como Él eleva Su manifestación en ti) y te conceda paz (haciéndote Uno con Él)". Estas bendiciones también son recibidas por quienes ponen el Nombre del Eterno sobre los hijos de Israel: "(…) y Yo los bendeciré", refiriéndose a los Sacerdotes, lo cual significa que nuestra conciencia de conexión permanente con el Amor de Dios es también bendecida cuando es bendecido cada aspecto de nuestra conciencia y su cualidad para servirlo a Él.

Es interesante notar que este pasaje termina con el siguiente versículo: "Y aconteció que el día en que Moisés concluyó la dedicación del Tabernáculo, él lo ungió, lo santificó, al igual que todas sus vasijas; y el Altar y todas sus vasijas” (7:1) Como vemos, las bendiciones sacerdotales son la culminación de la dedicación del más alto nivel de conciencia, el Tabernáculo, como nuestra conexión y unidad permanente con el Creador. La porción prosigue con las ofrendas presentadas por los líderes de Israel a nombre de sus respectivas Tribus. Las ofrendas detalladas (todas exactamente iguales) de cada una están mencionadas doce veces. ¿Por qué se mencionan doce veces si todas son las mismas? Nuestros Sabios explican que, aunque eran idénticas, cada una fue presentada con la manera particular de cada Tribu. Esto enfatiza el hecho de que cada Tribu es diferente, tal como son diversas cada una de nuestras cualidades individuales. No importa qué tan distintos seamos, todos poseemos nuestros propios talentos y habilidades, que combinados en unidad nos convierten en las vasijas perfectas para ser llenadas con los atributos de Amor, con el único propósito de revelar la Presencia de Dios e iluminar con ella el mundo.

Día de Jerusalén 5-12-2010

Hoy celebramos la liberación de Jerusalén durante la Guerra de los Seis Días. Este magnífico acontecimiento es significante en muchos sentidos, porque Jerusalén no sólo es un lugar en el tiempo y en el espacio sino también el más elevado nivel de conocimiento donde estamos completamente conscientes de la permanente conexión entre Israel y Dios, Amor.

Perdimos nuestra preciada ciudad cuando permitimos a nuestros enemigos invadirla y expulsarnos de ella. ¿Y quiénes son nuestros enemigos? Aquellos que procuran nuestra destrucción y romper además nuestra conexión con Amor Divino, mediante la "ocupación" de nuestra bienamada Ciudad Sagrada que es la capital, la cabeza indivisible de Israel. E Israel significa el pueblo elegido por Amor Divino para propagar su Luz en el mundo. Tengamos presente entonces que nuestros enemigos son todo aquello que quiere imponer las ilusiones de la oscuridad para ocultar la Luz de Dios, Amor, en Jerusalén que es nuestra más elevada conciencia de lo Divino.

Hoy celebramos la liberación de nuestra Ciudad Sagrada de sus ajenos ocupantes, y esta liberación no es suficiente. Tenemos que reconstruir su Templo en el que logramos la conciencia absoluta de nuestra Unidad con Dios, nuestro Creador. Y esta reconstrucción es lograda cuando vivimos permanentemente en Su voluntad, caminos y atributos, mediante los cuales la Presencia Divina, la Shejiná, es restaurada en nuestra conciencia. Recordemos que la Shejiná abandonó nuestra Ciudad Sagrada cuando nuestros enemigos destruyeron el Templo y nos expulsaron de nuestra Tierra.

Rezamos tres veces al día por la reconstrucción de Jerusalén, e imploramos a nuestro Dios que more para siempre en ella "como un edificio eterno", "y establece el trono de David en ella" (liturgia judía). Después de dos mil años nuestras oraciones fueron respondidas: en una milagrosa guerra nuestro Ejército liberó a Jerusalén. Ahora nos corresponde hacer nuestra parte para cumplir la promesa de Dios, Amor, anunciada por nuestros profetas: reconstruir la Ciudad Sagrada, nuestra más alta conciencia de Amor Divino. Cumplimos esa promesa de la misma manera en que lo hicimos cuando Dios, Amor, nos ordenó liberar la Tierra Prometida después de nuestro Éxodo de Egipto y vivir cuarenta años en el desierto de Sinaí, derrotando aquellos y todo lo que busca destruirnos e imponer las tinieblas en el mundo. Y esos son los mismos que se oponen a los caminos y atributos de Amor.

Si queremos que la promesa Divina sea cumplida, debemos comenzar por conquistar y derrotar las cualidades y tendencias negativas en nuestra conciencia individual, que son las que nos mantienen en el exilio de nuestra Tierra y nuestra capital, sumidos en las ilusiones de las tinieblas ya sean ideas, creencias, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos que amenazan con expulsarnos de nuestro verdadero hogar, nuestra Tierra, nuestra Ciudad y nuestro Templo: nuestro permanente conocimiento de Amor Divino en nuestras vidas, en nuestro entorno y en toda la Creación. ¡Feliz Día de Jerusalén!

sábado, 8 de mayo de 2010

Parshat Bamidbar: En el Desierto


"En el desierto" (bamidbar) es el nombre del cuarto libro de la Biblia hebrea y de su primera porción. Hay algunas circunstancias en Bamidbar que hacen reflexionar a nuestros Sabios, y una de ellas es la frase en el desierto: "Y el Eterno habló a Moisés en el desierto de Sinaí." (Números 1:1) Algunos meditan en la aparente redundancia en las palabras "desierto" y "Sinaí", porque Sinaí está en el desierto, y lo entienden en diversas maneras. En el desierto estuvimos constantemente ante nuestro Creador, cuya Presencia estaba en Sinaí desde donde se comunicaba directamente con Moisés, nuestro maestro. Por consiguiente ambos lugares mencionados implican la Unidad del Pueblo de Israel y Dios, que luego continuaría con el Tabernáculo como intermediario. En el desierto estamos separados de nuestra vida mundana, donde no hay nada de lo que dependamos o de lo que nos apeguemos para poder existir y vivir de acuerdo a lo que elegimos hacer en la vida.

De hecho, es en el desierto donde vivimos por corto tiempo porque ahí no hay nada excepto lo que llevemos con nosotros para sostenernos mientras estemos en él. En el desierto no hay ilusiones materiales que podamos desear ser o tener, y no hay posible idolatría porque ahí no hay imágenes para inclinarse a ellas (a menos que las creemos). En el desierto están las circunstancias perfectas para concebir a Dios y estar conscientes de Su Amor que nos creó y nos sustenta, el "lugar" para recibir Su Torá. Si no limpiamos nuestra conciencia de deseos y apegos materialistas, nunca seremos las vasijas vacías en espera de llenarse con nuestra conexión permanente con el Amor de Dios, la cual es el matrimonio entre el Creador e Israel. Esta es la eterna unión evocada en el Cantar de los Cantares y en la haftará que leemos junto con esta porción: "Te desposaré a Mí para siempre. Te desposaré a Mí con rectitud y con justicia, y con amorosa bondad y compasión. Te desposaré a Mí con fidelidad, y conocerás al Eterno." (Oseas 2:21-22)

Estos versículos están precedidos por esos tiempos en que los ídolos, representando los deseos de ego e ilusiones materialistas, no satisfacen el verdadero sentido de la vida: "Y ella correrá tras sus esposos y no los alcanzará, y los buscará pero no los encontrará; entonces ella dirá: 'Iré y retornaré a mi primer esposo porque mejor me iba entonces que ahora'." (2:9), y cuando finalmente estamos dispuestos a retornar a Dios, Él nos abrazará: "Por lo tanto, he aquí que Yo la atraeré y la encantaré, y la traeré en el desierto, y Yo le hablaré a su corazón. (…) como en el día cuando subió fuera de la tierra de Egipto" (2: 16-17), "Me acuerdo de la amorosa bondad de tu juventud, tu amor nupcial, cuando Me seguías en el desierto, en tierra sin sembrar" (Jeremías 2:2) Una vez más la Torá nos recuerda que es nuestra la elección retornar al Creador y a nuestra conexión permanente con Él.

La porción continúa: "Tomad cuenta de cada cabeza de toda la congregación de los hijos de Israel" (Números 1:2) un "conteo de cabezas" ("levantar la cabeza" en el texto hebreo original) que según nuestros Sabios representa cuán preciosa es cada alma para nuestro Creador, y "levantar las cabezas" a Él es como nos hacemos conscientes de ello. ¿Cómo podría no ser así? ¿Cómo podríamos concebir el Amor de Dios sin que ame toda Su Creación? Cuando miramos alrededor y vemos la perfección de esta, nos damos cuenta de que lo que la hace imperfecta es la manera cómo la concebimos nosotros, y la manera cómo nos relacionamos con ella y con nuestro prójimo. Después del censo se menciona la forma en que las Tribus acampan cada vez que se detienen en su travesía en el desierto: "Los hijos de Israel acamparán, cada hombre según su división con los estandartes de las casas de sus padres, a cierta distancia del Tabernáculo ellos acamparán" (2:2)

Las Tribus representan cualidades que, combinadas en el Servicio Divino, cumplen la misión para la que Israel es elegido para ser y hacer. Esas cualidades son las bendiciones que recibieron de su padre Jacob y de Moisés (Génesis 49:3-27, Deuteronomio 33:6-29), tal como está escrito: "Todos estos son las doce Tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les habló a ellos, y los bendijo a cada uno, según su bendición él los bendijo.” (Génesis 49:28) Estas bendiciones son las cualidades que elevamos a Dios con la misión de crear un espacio para que Él more en este mundo. Judá, que ha abarcado todas las Tribus de Israel por más de dos mil años como la Tribu elegida para traer la Redención al mundo, está simbólicamente representada por un león y una piedra preciosa que resplandece en la oscuridad, Luz en las tinieblas del mundo.

Al describir la forma en que las Tribus acampan alrededor del Tabernáculo, Leví no es mencionada por ninguna parte porque su espacio no está en el campamento (conciencia material) sino con Dios: "Y he aquí, que Yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel... y los levitas serán Míos". (Números 3:12) Como mencionamos en comentarios sobre el libro de Levítico, el Sumo Sacerdote como parte de la Tribu de Leví representa nuestra conciencia superior siempre cercana al Creador. La idea de la forma en que las Tribus acampan es que todas deben estar unidas en torno a un centro, el Tabernáculo, y cerca de quienes sirven en él, que son los levitas asentados en torno a sus predios. La misión de los levitas es enfatizada al ser contados separadamente como parte de Dios, porque son quienes dirigen nuestra conciencia a Sus dominios.

Nuestros Sabios enseñan que Leví y sus descendientes fueron bendecidos por su padre con el fin de ser maestros para sus hermanos: "Yo los dividiré en Jacob, y los dispersaré en Israel" (Génesis 49:7) resguardando además la paz entre todos: "Y los levitas asentarán sus tiendas alrededor del Tabernáculo del testimonio. Y no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel, y los levitas estarán a cargo del Tabernáculo del testimonio" (Números 1:53) La porción concluye con instrucciones al Sumo Sacerdote y sus hijos sobre sus deberes dentro del Tabernáculo, y a quienes lo cargarán cuando se desplacen en el desierto: "Aarón y sus hijos vendrán primero y asignarán a cada hombre individualmente su tarea y su carga." (4:19)

Con esto aprendemos que cada aspecto de la conciencia sirve como vasija de los atributos del Creador y serán contados de acuerdo a sus cualidades particulares, ya sean pensamientos, emociones, lenguaje, actos, sentimientos, pasiones o instintos, tal como es mencionado más adelante en la parshat Nasó: "Según el Mandamiento del Eterno ellos serán asignados por la mano de Moisés, cada uno para su servicio, y para su carga; ellos también fueron contados, como el Eterno lo ordenó a Moisés" (4:49)

domingo, 2 de mayo de 2010

Parshat Bejukotai: Elige Amor como tu Identidad


"Si anduviereis en Mis estatutos [bejukotai]..."(Levítico 26:3). Nuestros Sabios dicen en el Talmud (Avodá Zará 5a) que debemos entender que la palabra si no debe tomarse en su sentido condicional sino como una petición de Dios: "Si tan sólo siguiereis Mis Mandamientos...". En el contexto de en Mis estatutos, estos representan aquello que nos hace imagen y semejanza de Dios, aquello que es Su Esencia, y que aquí llamamos el Amor de Dios. Esto es lo que nos une a Él, y es nuestra elección ejercer esa sagrada identidad. Esos estatutos son los caminos y atributos del Creador, de los que podemos estar completamente conscientes cuando elevamos nuestra conciencia a ese principio fundamental. Los efectos de ser y manifestar los modos y atributos de Amor son Sus bendiciones: "Y los árboles del campo darán su fruto" (26:3) 

Rashi entiende este versículo como una promesa Divina para el futuro en tiempos mesiánicos, diciendo que entonces "cada árbol de acuerdo a su especie dará frutos comestibles". La pregunta es, ¿cuándo se cumplirá esa promesa? Todo parece ser condicional en este mundo material excepto la Esencia que lo creó y lo sustenta, y eso lo vemos claramente en la naturaleza: el aire, la lluvia, el sol y la tierra no nos imponen condiciones para beneficiarnos de ellos. Así es como se manifiesta el Amor de Dios, y por ello tenemos que seguir Sus caminos. El resto es condicional en este mundo y somos nosotros quienes imponemos las condiciones, usualmente cuando perseguimos un interés o conveniencia personal en vez del bienestar colectivo, incluidos nosotros. 

En un sentido más profundo, este versículo quiere decir que cuando ejercemos el Amor de Dios como nuestra identidad en cada aspecto de la conciencia, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, estos dan sus frutos en todo lo que manifiestan. Ya hemos dicho que Amor es la causa y el efecto, y ese es el mensaje interior del versículo. Por lo tanto la única condición, la frase "si lo haces", implica que depende de nosotros retornar a nuestra Esencia e identidad, y no de Dios. Cuando hacemos la elección permitimos que la promesa Divina se cumpla aquí y ahora. Entonces el Amor de Dios como Redentor se manifestará con todo poder con Sus bendiciones (26:4-13), de las que destacamos: "Y caminaré entre vosotros, y Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis Mi pueblo". (26:11)

La porción prosigue señalando los efectos condicionales de elegir la agenda de ego y rechazar Amor como nuestra verdadera identidad (26: 14-41,43) y aunque estas consecuencias están detalladas como maldiciones aparentemente "impuestas" a nosotros por el Creador por no seguir Sus Mandamientos, estas son las obvias consecuencias de separarnos del Creador. La Torá lo deja suficientemente claro: "(…) y ellos pagarán el castigo por su iniquidad (…)" (26:43), ya que nuestras transgresiones son nuestra elección, y no de Dios. Es interesante indicar que, aunque se encuentra entre las "maldiciones" en el versículo 42, esto no es una de ellas: "Entonces habré de recordar Mi Pacto con Jacob, y también Mi Pacto con Isaac, y también Mi Pacto con Abraham Yo recordaré, y Yo recordaré la Tierra". Y luego continúa: "Y aun por todo ello, cuando ellos estén en la tierra de sus enemigos Yo no los rechazaré, ni los aborreceré para destruirlos completamente, ni romperé Mi Pacto con ellos porque Yo soy el Eterno su Dios". 

Esto otra vez nos muestra claramente que el Amor de Dios nunca ha estado separado y nunca lo estará de nosotros porque Él nos creó y nos sustenta, a pesar de nuestra elección de separarnos de Él. Amor es nuestro vínculo con Dios, es nuestro Pacto, simplemente porque Él es el Eterno nuestro Dios. El resto de la porción, que es el capítulo final del tercer libro de la Torá, termina con detalles que representan nuestro completo y total compromiso con los caminos y atributos de Dios, en cómo nos relacionamos con Él y con nuestro prójimo. Este capítulo menciona de manera simbólica que no podemos cambiar nuestra intención y disposición de hacer lo que es sagrado, correcto y apropiado cuando ofrecemos nuestros sacrificios, las ofrendas mediante las cuales seguimos los caminos y atributos del Creador.

sábado, 1 de mayo de 2010

Parshat Behar: Shabat

Esta porción trata acerca del Shabat, y pensaríamos que mejor debería llamarse en vez de Behar, que quiere decir en la montaña donde Dios pide a Moisés que imparta a los hijos de Israel Mandamientos relacionados con los Shabat en la Tierra Prometida: "Cuando vengáis a la Tierra que os doy, la Tierra guardará un Shabat para el Eterno. (…) un Shabat de solemne descanso para la Tierra, un Shabat para el Eterno." (Levítico 25:2, 4) Para el Eterno es repetido para enfatizar que nuestra conciencia de Unidad con Dios es completa en el Shabat.

Nuestros Sabios enseñan que Dios, la Torá, Israel y el Shabat son Uno. Entonces el Shabat es la realización de esa Unidad tanto en tiempo como en espacio. En este punto entendemos que es en la montaña, behar, donde somos Uno con Dios cuando nos da la Torá. Ese es el recuerdo de la Unidad que acontece en el Shabat. Hay Mandamientos específicos respecto a los tiempos que contamos, ya sea en días o en años, para prepararnos para el día Sagrado, el año Sagrado, y el ciclo Sagrado (Jubileo) completado con esos años: "Porque es un Jubileo será Sagrado para vosotros, comeréis de la abundancia del campo". (25:12)


De la misma manera que nos es comandado que seis días haremos labor y cesamos esa labor en el Séptimo Día, nos es comandado hacerlo durante el resto de nuestras vidas. Destacamos que nuestra labor durante los seis días es revelar la Presencia del Creador en nosotros y en nuestro entorno, en preparación para re-unirnos con Él en el Shabat. Este proceso también se repite cada seis años en los que nuestra labor es ser y manifestar los caminos y atributos de Dios: "Donde cumpliréis Mis estatutos, y mantendréis Mis ordenanzas, y las haréis; y moraréis en la Tierra seguros. Y la Tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y moraréis en ella seguros." (25:18-19) Seguros es mencionado dos veces y ello quiere decir que si estamos unidos a Dios, ¿qué podríamos temer?

La Tierra también descansa para que nosotros disfrutemos de los frutos de nuestra labor, que también son los frutos de la Tierra que representa nuestra conciencia de conexión con el Amor de Dios. Es importante destacar que estos versículos están precedidos por: "Y no perjudique ninguno a su prójimo, y reverenciarás al Eterno tu Dios, porque Yo soy el Eterno vuestro Dios." (25:17) Esto significa que todo lo que hacemos en nuestros seis días de labores no debe afectar, perjudicar, dañar u ofender a nuestro prójimo, sino exactamente hacer lo contrario. En los versículos siguientes tenemos Mandamientos para honrar, respetar y proteger al prójimo, especialmente durante los tiempos de estos largos Shabat de un año. Entre esos versículos la Torá declara que la Tierra Prometida pertenece a Dios, como parte de Él que es y por lo tanto no podemos venderla, permutarla o canjearla por nada distinto a ella misma: "Y la Tierra no será vendida a remate porque la Tierra es Mía, y porque vosotros son extranjeros y peregrinos Conmigo" (25:23) En esta Tierra sólo somos Sus huéspedes, y como tales tenemos que seguir Sus caminos y atributos.

Estos Mandamientos son enfatizados: "Yo soy el Eterno vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto para daros la Tierra de Canaán, para ser vuestro Dios." (25:38) y esto claramente especifica que para que Él sea nuestro Dios tenemos que vivir en esa Tierra en constante conocimiento de Su Amor en nuestra conciencia: "Porque Mis siervos son los hijos de Israel, son Mis siervos a quienes saqué de la tierra de Egipto: Yo soy el Eterno vuestro Dios." (25:55) Y esto nos es recordado otra vez en el último versículo de esta porción: "Guardaréis Mis Shabat, y reverenciad Mi Santuario: Yo soy el Eterno." (26:2)

Antes de esto somos advertidos nuevamente: "No haréis para vosotros ídolos, ni imágenes talladas, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra Tierra piedra pintada para inclinaros a ella, porque Yo soy el Eterno vuestro Dios." (26:1) y porque en esta Tierra de Dios somos Sus huéspedes. Como los sirvientes que Él nos escogió para ser de Él, tenemos que vivir en ella con completa conciencia de Se Amor en lo que somos y en lo que hacemos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.