domingo, 29 de agosto de 2010

Parshat Nitzavim-Vayalej: La Redención de Amor

Maimónides decía que el Primer Templo fue destruido por el asesinato, el incesto y la idolatría; que el Segundo Templo fue destruido por el odio gratuito, y que el Tercer Templo será construido cuando nos amemos unos a otros. Somos verdaderamente redimidos cuando cuidamos unos de otros como nos ha sido encomendado: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, [porque] Yo soy el Eterno” (Levítico 19:18)

Aquí hemos dicho que toda la Creación es una emanación del Amor de Dios y sustentada por Él. También decimos que, siendo una emanación de Amor Divino y mantenida por Él, la Creación consecuentemente es una manifestación del Amor de Dios. Por lo tanto tenemos que entender la Creación, incluidos nosotros, como una manifestación Divina. Esto es lo que somos, nada más y nada menos. Sólo tenemos que asimilar esa Verdad en todos los niveles de nuestra conciencia. Amor es lo que somos y Amor es lo que manifestamos cuando estamos completamente conscientes de esa Verdad.


Esta doble porción de la Torá comienza con el versículo “Vosotros estáis todos de pié (nitzavim) hoy ante el Eterno vuestro Dios (…)” (Deuteronomio 29:9) y el mensaje es enfatizado en todos los aspectos del Pueblo Escogido, “cada hombre de Israel” (29:9) Nuestros Sabios enseñan que Israel tiene una identidad multifacética que virtualmente abarca cada cualidad potencialmente positiva, y posee esta diversidad no como cualidades que nos hacen diferentes unos de otros (ricos, pobres, artistas, pastores, sabios, ignorantes, forasteros, leñadores, aguateros, etc., etc.) sino como cualidades que nos unen para cuidar unos de otros: “Todo Israel es garante para cada uno" (Talmud, Shavuot 39a) simplemente por el hecho de que somos hijos del mismo Padre que nos ordena amarnos unos a otros así como Él nos ama a nosotros y a toda Su Creación. 

Redención es la invitación a amarnos unos a otros, porque cuando todos cuidamos de todos de hecho estamos redimidos. Así entendemos la Creación como un acto de Amor, y con Amor nos relacionamos con el Creador, con Su Creación, y unos con otros. Esto lo hacemos en la Unidad evocada cuando estamos de pié todos ante nuestro Padre para abrazar Su Pacto (Deuteronomio 29:11) Esta Redención es completamente entendida con relación a nuestro exilio en las tinieblas de las ilusiones de ego: “Porque sabéis cómo vivimos en la tierra de Egipto, y cómo atravesamos entre las naciones por las que pasamos” (29:15), y debemos tener en cuenta que los caminos y atributos de Amor no conviven con fantasías ni ilusiones materialistas.


Una vez más se nos recuerda que vivimos por las decisiones que tomamos (29:18-19) y sus consecuencias: “Porque fueron y sirvieron a otros dioses, prostrándose ante ellos, dioses que no conocían y que ninguna cosa les habían dado” (29:25) Podemos aprender de este versículo que lo que verdaderamente conocemos es el Amor de nuestro Padre que nos creó y nos sustenta, porque esa es nuestra Verdad. Lo que no conocemos realmente es la oscuridad de las ilusiones de ego, los “dioses” que el Amor de Dios no nos ofrece porque no son parte de Su Verdad. Y lo que desconocemos es asunto del Creador: “Las cosas ocultas pertenecen al Eterno nuestro Dios, pero las reveladas se aplican a nosotros y a nuestros hijos para siempre: porque debemos cumplir todas las palabras de esta Torá” (29:28)


En el momento más oscuro sabemos que podemos volver a nuestro Creador, a nuestra Esencia, porque Él siempre está aquí y ahora para nosotros como el mismo aire que respiramos: “y volverás al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y escucharás Su voz (…), entonces el Eterno tu Dios traerá tus exiliados, y tendrá compasión de ti. Él una vez más te recogerá de todas las naciones” (30:2) Amor es nuestra Redención porque como manifestación material del Amor de Dios es nuestra Esencia y verdadera identidad. Necesitamos esta Verdad para dispersar todas las tinieblas, el prepucio que no nos deja verla: “el Eterno tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus hijos, [para que tú puedas] amar al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, por amor a tu vida” (30:6) Así es, por amor a nuestra vida, porque el Amor de Dios crea y sustenta la vida con todas Sus bendiciones (30:9)

En la oscuridad de las ilusiones materialistas perecemos, y en las bendiciones de Amor vivimos: “He puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; y escogerás la vida para que tú y tus descendientes vivan, para amar al Eterno tu Dios, para escuchar Su voz, y apegarse a Él. Porque Él es tu vida y la largura de tus días (…)” (30:19-20) porque el Creador es nuestra vida.


“En toda su aflicción [de Israel] Él se ha afligido, y el Ángel de Su Presencia los salvó; en Su Amor y en Su compasión Él los redimió; y Él los concibió, y los cargó a todos hasta su vejez” (Isaías 63:9) y estas palabras solamente pueden venir del más grande Amor de todos, el Amor de Dios. El Único que puede redimirnos de las tinieblas que hemos creado en el mundo. Y aún sigue a la espera de que retornemos a Él.

domingo, 22 de agosto de 2010

Parshat Ki Tavó: Vivir en la Tierra Prometida

La porción de esta semana es una de las más profundas en la Torá porque ilustra el significado de nuestra conexión con el Creador. En la porción de la semana pasada, salimos de la tierra para pelear nuestras guerras, y después de esas guerras venimos a la tierra: “Y acontecerá que cuando vengas (ki tavó) a la tierra que el Eterno tu Dios te da como herencia (…)” (Deuteronomio 26:1). Esta porción claramente enfatiza que la tierra es el lugar elegido para nuestra relación con Dios. En esta tierra, la conquistada Tierra Prometida, nuestra existencia, nuestra identidad como el Pueblo Elegido, es completamente realizada. En esta tierra celebramos la Unidad con nuestro Padre, y la razón de ella: “Entonces te regocijarás con toda la bondad que el Eterno tu Dios te ha dado a ti y a tu casa (…)” (26:5-9, 11) Todo esto ocurre cuando vivimos en la tierra que representa la vida libre de las tendencias negativas de la conciencia, libre de las ilusiones y fantasías del mundo material.

En este conocimiento ofrendamos los primeros frutos de la tierra a nuestro Creador, porque todo lo que somos y hacemos en Sus caminos y con Sus atributos reafirma Su voluntad y nuestra Unidad con Él. Este es el conocimiento de que Amor, como manifestación material del Amor de Dios, es Su propia causa y efecto, y no hay nada más. ¿Cuál es el propósito de ser y manifestar los caminos y atributos de Amor? Crear un lugar para que Dios viva con nosotros permanentemente, y eso lo hacemos cuidando unos de otros y siendo responsables unos con otros como la Unidad que somos en Su Amor: “(…) y darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, para que en tus ciudades coman hasta saciarse” (26:12)


Comprendemos este Mandamiento de dos maneras: En su sentido literal, compartiendo nuestra abundancia individual con los menos afortunados; y llenando otros aspectos de la conciencia que también son parte de nuestra vida, tales como el conocimiento permanente del Creador y nuestra conexión con Él (representados por el levita) y las debilidades que necesitamos fortalecer para hacer nuestras vidas más vibrantes y significativas en todos los sentidos (el forastero, el huérfano y la viuda). Tenemos que cumplir este Mandamiento simplemente porque se trata de Amor: “Este día el Eterno tu Dios te ordena cumplir estos estatutos y ordenanzas, y los observarás y cumplirás con todo tu corazón y con toda tu alma.” (26:16)

La porción continúa con (Moisés) nuestro mayor conocimiento del Creador, advirtiéndonos sobre las consecuencias de separarnos de Su Unidad como “maldiciones”, comenzando con la causante de todas ellas: la idolatría (27:15) la cual hemos definido como el apego a las fantasías e ilusiones de ego. Estas fantasías nos separan de los caminos y atributos de Amor, los cuales son los principios éticos que salvaguardan nuestro bienestar común y colectivo. Todas las maldiciones mencionadas son algunas de las maneras no apropiadas de relacionarnos con el prójimo (27:16-20, 22-26). 


Los levitas también se refieren a bendiciones inherentes de Amor cuando elegimos sus modos y atributos (28:1-13); y otra vez nos advierten contra la idolatría: “Y no te desviarás a la derecha ni a la izquierda de las palabras que te ordeno este día, para que sigas otros dioses y los veneres” (28:14), simplemente porque no hay otros caminos verdaderos excepto los caminos de Amor, y necesitamos ser conscientes de esta Verdad. Eso es todo lo que tenemos que hacer: ser conscientes constantemente del Amor de Dios como nuestro Creador, nuestra Fuente, nuestra Esencia, y nuestra verdadera identidad.

Las maldiciones restantes, como dijimos antes, no están mencionadas como maldiciones en sí mismas sino como consecuencias directas de nuestra separación del Creador. Nuestros Sabios también las entienden no como maldiciones sino profecías que han estado cumpliéndose a través de más de dos mil años (28:15-69). Sin embargo, la parshá termina en un tono positivo: “Y observarás las palabras de este Pacto y las cumplirás, para que tengas éxito en todo lo que hagas” (29:8). Seamos conscientes de que el Pacto con el Creador es nuestro propio éxito, que también es el conocimiento de Sus caminos y atributos; y vivir en Su voluntad es la razón para que estemos en el mundo.


Como hemos dicho en este blog, la Luz está parcialmente revelada a nosotros en la Creación, y esta Luz es el Amor de Dios. Estamos en el mundo para revelar Amor donde y cuando esté ocultado, y al realizarlo sabremos que el Creador está presente en toda Su Creación: “(…) toda la Tierra está llena de Su Gloria” (Isaías 6:3), incluyendo cada nivel de nuestra conciencia individual, como lo confirma la haftará para esta semana: “y el Eterno será para ti una Luz eterna, y tu Dios será tu gloria” (60:19)

domingo, 15 de agosto de 2010

Parshat Ki Teitzei: La Ética de Amor

“Cuando salgas (ki teitzei) a combatir tus enemigos y el Eterno tu Dios te los entregue en tus manos” (Deuteronomio 21:10) Este versículo nos hace reflexionar el hecho de que, para reclamar y poseer la Tierra Prometida, tenemos que derrotar a nuestros enemigos si ellos amenazan con destruirnos. De ahí que debamos subyugarlos para hacerlos cooperar en las tareas que nos esperan cuando ocupemos esa Tierra. Como podemos ver, hay enemigos que debemos erradicar completamente y enemigos que debemos someter, y redirigirlos para servir en nuestra misión y propósito en la vida. Nuestros Sabios dicen que un buey salvaje puede destruir o construir un campo, y la diferencia entre ambos es una yunta. El buey salvaje típicamente representa el ego, el campo es la vida y el mundo, y la yunta son los Mandamientos de la Torá que nosotros llamamos los caminos y atributos del Amor de Dios. Pero nosotros tenemos una conciencia multidimensional que abarca algo más que un ego. Intelecto, mente emociones, pasiones e instintos también necesitan ser dirigidos y guiados bajo la yunta de Amor.

Aquí los llamamos las vasijas vacías en espera de ser llenadas con los modos y atributos de Amor, los cuales son su propia ética. Esto quiere decir que, cuando confrontamos el mundo y sus ilusiones materiales, tenemos que hacerlo a través de Amor. Con esa percepción estamos conectados al Amor de Dios que es lo que nos crea y nos sustenta. Es en este contexto que el Eterno entrega nuestros enemigos en nuestras manos. Toda la Torá y las escrituras hebreas que definen el judaísmo tratan de ética, porque es ética lo que define los caminos y atributos de nuestro Creador. Nuestros Sabios dicen que Dios pasa por alto nuestros pecados contra Él, pero no aquellos contra nuestro prójimo, cuando citan los versículos: “Si pecas, ¿cómo le perjudicas a Él? Si tus transgresiones aumentasen, ¿qué le harás tú a Él? Si eres justo, ¿con ello qué le das a Él? ¿Qué podría Él recibir de tu mano?” (Job 35:6-7) Es en el mundo material donde cumplimos Su voluntad a través de la manera como nos relacionamos unos con otros, y con toda la Creación.

En esta porción leemos muchos de los Mandamientos de la Torá, todos relacionados a la manera como enfrentamos a nuestros enemigos y como tratamos al prójimo. “No verás el buey de tu hermano o su cordero perdidos, ni te retirarás de ellos: precisamente los devolverás a tu hermano” (Deuteronomio 22:1) Esto claramente se refiere no sólo a proteger las posesiones materiales de nuestro prójimo, sino también a nuestra responsabilidad de hacerlo consciente de las consecuencias de su descuido al dejar que sus deseos y emociones estén fuera de control. “No ararás con buey y asno juntos. No vestirás tejidos combinados, lana y lino juntos” (22:10-11), no debemos mezclar ego y humildad, por el simple hecho de que no combinan. 

Como ya hemos indicado antes, hay rasgos y cualidades que conforman nuestra conciencia. Es nuestro deber llenarlos todos con los modos y atributos de Amor, como la única manera de hacerlos trabajar en armonía. Pensamientos buenos y positivos son los mejores guías de nuestras emociones. Regocijo, júbilo y felicidad son la mejor motivación para hacer buenos actos con nuestras palabras y acciones. En cualquier cosa que concibamos, pensemos, sintamos, hablemos y actuemos, solamente usemos las semillas correctas, los animales apropiados, y las vestiduras adecuadas.

Es precisamente la ética de Amor no mezclarse con nada diferente a sus caminos y atributos. En este sentido no dar ninguna oportunidad a las fantasías e ilusiones de ego: “No procurarás su paz ni su prosperidad jamás en ninguno de tus días” (23:7), “porque el Eterno tu Dios camina en medio de tu campo para salvarte, y para entregarte tus enemigos ante ti; por lo tanto tu campo será sagrado, para que Él no vea nada indigno en ti y no te dé la espalda” (23:15) También se nos recuerda acerca de los efectos de la maledicencia: “Recordarás lo que el Eterno tu Dios hizo a Miriam en el camino cuando saliste de Egipto” (24:9) 

La porción termina con más enseñanzas éticas: “No tendrás en tu casa medidas diversas, una grande y una pequeña. Pesas perfectas y justas tendrás; una medida justa y perfecta tendrás, para que tus días se prolonguen en la Tierra que el Eterno tu Dios te da” (25:14-15) Amor no permite dobles medidas porque Amor es su medida justa y perfecta, la Esencia que nos sustenta y prolonga nuestros días en la vida que el Eterno nos da con Su Amor. Amor es la verdadera medida de todas las cosas, porque el Amor de Dios las crea y las sustenta a todas. Y es esta la ética de Amor.

domingo, 8 de agosto de 2010

Parshat Shoftim: Justicia como Amor

Justicia es el tema principal de la porción de esta semana, shoftim (jueces). Nuestros Sabios dicen que “el mundo se sustenta en tres cosas: justicia, verdad y paz” (Pirké Avot 1:18) como está escrito, Verdad y un juicio de paz administraréis en vuestras puertas” (Zacarías 8:16). Es en esta declaración que debemos comprender el contexto de shoftim. Juicio es la aplicación de justicia, y esta es la acción correcta a hacer, por lo tanto haciendo lo correcto en verdad hacemos justicia. Aunque la palabra puede sugerir “ley”, su significado está relacionado con hacer prevalecer la verdad como fundación de la paz. “No pervertirás la justicia, no mostrarás favoritismo, y no tomarás sobornos porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras de los justos” (Deuteronomio 16:19)

Hacer lo correcto es actuar con y por la verdad, la cual abraza los caminos y atributos de Amor, contrarios a la agenda de ego que manipula (perversión de la justicia), persigue el interés personal (favoritismo), y la corrupción tras las ilusiones y fantasías materialistas (sobornos) a cualquier costo (perdiendo la verdad de Amor).

La porción continúa refiriéndose a la idolatría como lo que nos hace separar de los caminos y atributos de nuestro Creador. Idolatría como las máscaras que quiere usar el ego para cada aspecto de nuestras vidas. Sabios místicos comentan sobre este versículo: “Cuando alguna cosa te fuere oculta en juicio entre sangre y sangre, entre causa y causa, y entre llaga y llaga, en negocios de litigio en tus ciudades; entonces te levantarás y recurrirás al lugar que el Eterno tu Dios escogiere” (17:8), diciendo que nuestras “ciudades” representan los aspectos de la conciencia que debemos vigilar para mantener su equilibrio y expresión armónica. También señalan que las puertas de esas ciudades son siete en la cabeza (oídos, ojos, nariz and boca) y dos en la parte inferior del cuerpo, y que todas deben ser guiadas con justicia, o sea con los modos y atributos de Amor.

En suma, tenemos que conducir cada aspecto, dimensión y expresión de nuestra conciencia en la dirección de Amor. Como hemos mencionado en comentarios anteriores, nuestra conciencia superior de conexión con Dios (representada por el Sumo Sacerdote) es el mejor “juez”: “Y vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que fuere en aquellos días, y preguntarás; y te enseñarán la sentencia del juicio. Y harás según la sentencia que te indicaren los del lugar que el Eterno escogiere, y cuidarás de hacer según todo lo que te manifestaren” (17:9-10) 

El conocimiento de Amor como nuestra permanente conexión con el Creador es el mejor juicio que podemos tener para confrontar las ilusiones del mundo material. Cuando Amor conduce cada aspecto de nuestras vidas, la verdad y la paz prevalecen dentro de nosotros como individuos y como comunidad.

La porción menciona adivinación, hechicería y otros tipos de sortilegios como los medios más bajos para controlar las fuerzas de la naturaleza, y transgredir los caminos y atributos del Creador (18:10-12, 14); y “Serás incondicional con el Eterno tu Dios” (18:13) Si Amor es nuestro sustento de Dios, ¿por qué perseguir los espejismos de las fantasías e ilusiones de ego? Como vemos, las decisiones son sólo nuestras y también sus consecuencias. 

El texto prosigue con una reiteración de las ciudades de refugio (19:2-21), donde los levitas están a cargo de traer de vuelta a los caminos y atributos del Creador aquellos que han transgredido contra su prójimo. Nuestros Sabios enseñan que cada hombre, por el hecho primordial de ser imagen y semejanza de Dios no es malvado. Cualquier crimen que pueda cometer es resultado de su ignorancia, por lo tanto debe ser educado con las enseñanzas de la Torá. Este es uno de los principios del judaísmo. Las ciudades de refugio son lugares designados directamente por el Creador para rehabilitar a quienes caigan en las tendencias negativas de la conciencia. Este es uno de los Mandamientos más preciados que hemos recibido, y debemos comprenderlo como parte del Amor de Dios que creó y sustenta todo.

El Amor de Dios lo aprendemos en Sus caminos y atributos, y las ciudades de refugio fueron designadas para ese propósito. Cuando no somos capaces de vivir armónicamente entre nuestros hermanos, necesitamos ser ayudados para redimirnos a nosotros mismos. Esta ayuda está disponible con aquellos que pueden guiarnos de vuelta a lo que somos en realidad: imagen y semejanza del Creador. La Torá los llama levitas, y nosotros los llamamos también el nivel más alto de la conciencia. Ellos representan el sublime conocimiento de que estamos siempre conectados con nuestro Dios, el conocimiento existencial de que somos Sus criaturas. 

En este conocimiento podemos regresar a nuestra verdadera identidad, y corregir, restaurar o rectificar nuestras transgresiones contra nosotros mismos y contra otros: “Y no perdonará tu ojo: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pié por pié” (19:21) Nuestros Sabios enfatizan que esto no se trata de venganza o represalia, sino de restaurar, reponer o compensar por los daños causados por nuestras acciones negativas.

La porción concluye con el versículo: “Y abolirás el derramamiento de sangre inocente de entre ti, porque harás lo que es correcto ante los ojos del Eterno” (21:9), invitándonos a reflexionar sobre el valor de la vida, para protegerla y santificarla de acuerdo a la voluntad de Dios, mediante los caminos y atributos de Amor.

domingo, 1 de agosto de 2010

Parshat Re'eh: La Bendición como Elección

Esta porción se llama Re’eh, usualmente traducida como “ve”. Hemos dicho muchas veces que nuestros Sabios nos enseñan que ver es saber, y conocimiento es lo que necesitamos en nuestra búsqueda del Creador y Su Amor. Así nos hacemos conscientes de las decisiones que tomamos: “Ve (re'eh), yo [Moisés] pongo hoy ante vosotros [la] bendición y [la] maldición” (Deuteronomio 11:26) Elegimos basándonos en lo que sabemos. En su sabiduría la Torá nos recuerda que en la vida estamos tomando decisiones en cada momento, ya sea con o sin previo conocimiento. Aprendemos de la experiencia, mediante prueba y error, falso y verdadero, correcto e incorrecto. Los humanos somos empíricos por naturaleza. Aprendemos de las decisiones que tomamos y es así como adquirimos conocimiento y sabiduría.

Cuando concebimos y vivimos el Amor de Dios sabemos que las mejores decisiones que tomamos son las relacionadas con Sus caminos y atributos, las cuales son la bendición. Ese es el mensaje primordial de todas las Escrituras Hebreas, y en particular de Re’eh. Tenemos que elegir ser y manifestar los caminos y atributos de Amor con el fin de estar siempre apegados al Amor de Dios, y mantener el constante conocimiento de nuestra Unidad con Él. Maldición es la consecuencia de nuestra decisión de vivir en las ilusiones y fantasías del mundo material. 

Elegir bendición implica erradicar completamente lo que nos separa de nuestro Creador: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las gentes que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol espeso” (12:2) Esto significa que debemos limpiar expresiones y cualidades negativas en todos los niveles de la conciencia. Esta es la guerra que debemos librar para conquistar la Tierra Prometida.

“Porque vosotros sois un pueblo sagrado para el Eterno vuestro Dios, y el Eterno os ha escogido para ser Su propio Tesoro entre todos los pueblos que están sobre la faz de la Tierra” (14:2) Una vez logramos este conocimiento nos convertimos en la bendición de Amor Divino, y todo esto comienza cuando hacemos la elección entre bendición y maldición. La porción continúa con Moisés recordándonos no comer animales inmundos, los cuales también representan los aspectos inferiores de la conciencia. No debemos traer a nuestra conciencia nada que no sea positivo, constructivo y edificante. 

Nuestros Sabios místicos dicen que todas las cosas en la Creación contienen chispas de Divinidad porque todo emana del Creador, y nuestra tarea es revelar esas chispas al santificarlas. Este proceso ocurre cuando bendecimos los alimentos antes y después de comerlos. También cuando usamos cualquier cosa, inclusive piedras, como medios para santificar el Nombre de Dios. En su sabiduría nuestros Sabios enseñan que todo en la Creación existe con el único propósito de glorificar al Creador.

Cuando revelamos Amor ocultado en las tinieblas del egoísmo y la avaricia, nos damos cuenta que Amor es infinitamente abundante como la Luz que no disminuye después de haber sido compartida con otros. Entonces el momento de nuestro mayor regocijo es cuando compartimos la abundancia de Amor con aquellos en espera de revelar Amor ocultado en sus vidas: “Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en tu tierra que el Eterno tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre: Mas abrirás a él tu mano generosamente, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere menester” (15:7-8)

Amor es nuestra más grande necesidad y nuestra mayor satisfacción. Todo lo que somos y tenemos proviene del Creador, tal como nos lo recuerda el salmista: “Porque todo viene de Ti, y de Tu propia mano te damos” (I Crónicas 29:14)

La porción termina con este versículo: “Cada hombre traerá tanto como pueda, de acuerdo a la bendición del Eterno tu Dios, que Él te ha dado” (Deuteronomio 16:17) Nuestros Sabios se preguntan: “¿Quién es rico? Aquel que está contento [satisfecho] con su porción” (Pirké Avot 4:1), y algunos dicen que la “porción” no es necesariamente lo que somos o lo que tenemos, sino nuestra relación individual con Dios. Entre más tengamos y seamos Su Amor, más estaremos conectados con Él. Entre más amamos, más estaremos revelando Su Gloria. Por lo tanto, damos de acuerdo a la bendición que Él nos ha dado, y la más grande bendición es Su Amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.