domingo, 30 de enero de 2011

Parshat Terumá: Elevando la Vida al Amor de Dios

Habla a los hijos de Israel para que ellos tomen para Mí una ofrenda (terumá) [lit. elevación] de cada persona cuyo corazón le inspire generosidad, vosotros tomaréis Mi ofrenda.” (Éxodo 25:2). Nuestros Sabios cuestionan esta petición del Creador considerando que Él es el dueño y amo de toda Su Creación, y concluyen que Su pedido se trata de nuestra relación con Él. Entonces esta ofrenda es algo que nosotros tenemos que elevar a Él. Esta elevación es necesaria porque, proviniendo del mundo material, tiene que ser sublimada para llegar a Él. Aquí llamamos a esa sublimación ser y manifestar los caminos y atributos de Dios, mediante los cuales lo concebimos y nos relacionamos con Él.

Hacemos esto cuando todos los aspectos, niveles y dimensiones de nuestra conciencia actúan de acuerdo a esos caminis y atributos. El Amor de Dios es nuestra Esencia, y es a través de ella que podemos relacionarnos y comunicarnos con el Creador. De ahí que Amor es el medio y el mensaje en nuestros corazones, que nos inspira a ser generosos para elevar nuestras vidas en Su Amor como la ofrenda que Él espera de nosotros.

¿Es acaso esta ofrenda algo etéreo y abstracto como es nuestra Alma para poder ser elevada a Él? No realmente, porque casa aspecto, nivel y dimensión de nuestra existencia es tan espiritual como nuestra propia Alma. El Creador quiere que seamos conscientes de esto. Es por ello que Él nos pide que todas y cada una de las partes de nuestro ser sean elementos esenciales en nuestra ofrenda, en nuestra elevación para llegar a ser Uno con Él: Y esta es la ofrenda que tú [Moisés] tomarás de ellos: oro, plata y cobre (…)” (25:3-7).

Nuestros Sabios revelan que los artículos mencionados en esos cinco versículos representan características y cualidades de cada aspecto de nuestro ser. Oro simboliza el más alto nivel de conciencia, el Alma mediante la cual concebimos y comprendemos al Creador. Plata representa nuestra conciencia del mundo material, y el vehículo para asimilar los caminos y atributos del Creador. Cobre simboliza las emociones, pasiones e instintos ligados al aspecto físico de la vida.

De manera similar, “azul, púrpura y escarlata, y lino fino, y pelaje de cabra” (25:4) representan inspiración espiritual, pensamientos materiales creativos, emociones revitalizantes, sentimientos, y pasiones. En este contexto Alma, mente y corazón abarcan múltiples niveles y dimensiones inherentes a su propia naturaleza. Todos estos, de los hijos de Israel, son convocados por el Creador para que asciendan a Él: “Y ellos Me harán un Santuario, y Yo moraré entre ellos [lit. en ellos]” (25:8).

El Santuario o Tabernáculo logra un doble propósito, porque al elevar nuestras vidas al Creador simultáneamente cumplimos Su deseo de morar (de ser revelado) en las dimensiones inferiores del mundo material. Nuestros Sabios místicos enseñan que esta, en su totalidad, es la tarea del hombre en este mundo: revelar la ocultada Presencia Divina en cada aspecto y dimensión de Su Creación. Después de todo, Su Presencia lo ocupa todo, y es nuestra misión hacerla tangible para nosotros con el fin de proclamar Su Unidad.

Este es el profundo significado de Su declaración “y Yo moraré en ellos”: dentro de cada uno de nosotros y también en la realidad que nos rodea. El Santuario representa el mayor conocimiento de y nuestra conexión con Él, y la Torá en su interior es el vehículo para unirnos a Él: Y colocarás dentro del Arca el Testimonio [la Torá], que Yo te daré” (25:16, 21). Una vez la conexión es establecida, “Yo arreglaré Mis encuentros contigo ahí, y Yo hablaré contigo, (…) todo lo que Yo te encomiende para los hijos de Israel” (25:22).

Hemos mencionado en comentarios anteriores que es Moisés quien simboliza nuestro mayor conocimiento del Creador, y es sólo a través de este que podemos comunicarnos con Él. En esta capacidad es Moisés quien dirige la construcción del Santuario, guiando todos los aspectos de la conciencia (los hijos de Israel) hacia ese propósito. Uno de los elementos fundamentales de este conocimiento es la manifestación de la conciencia Divina como la Luz que conduce nuestra vida, y nuestros deberes y tareas en cada aspecto de nuestra relación con el mundo material: “Y harás una menorá [candelabro] de oro macizo (...)” (25:31).

Oro macizo la forma de asimilar la prístina cualidad de nuestro conocimiento del Creador. Pero tengamos presente que plata y cobre también son partes fundamentales en la construcción del Santuario, porque no solamente estamos hechos con Alma sino también con cuerpo, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, que simbolizan la plata y el cobre de nuestro ser.

Todo el capítulo 27 del libro del Éxodo está dedicado a destacar el cobre como el metal de la base del Altar donde descansa el Arca del Testimonio, y también es el metal para sus utensilios. Esto igualmente es enfatizado más adelante en el último versículo de la parshá: “Todos los implementos del Santuario para toda su labor, y todas sus clavijas, y todas las clavijas de la terraza [deberán ser hechas de] cobre" (27:19).

Seamos conscientes de que además de nuestra Alma e intelecto, el cuerpo está mayormente dominado por los sentidos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos que no podemos dejar de lado o separarlos de nosotros. Ellos son claramente las bases, los cimientos en los que se sostiene nuestra conciencia superior. Como tales, debemos integrarlos bajo la conducción de los modos y atributos de Amor como una unidad armónica funcional que necesitamos conectar con nuestro Creador.

Algunos de nuestros Sabios místicos aconsejan que en vez de combatir las tinieblas debemos crear Luz, así como es un Mandamiento encender la menorá todos los días en el Santuario. Vivir en la Luz del Amor de Dios es la manera de crear un lugar para que Él more en el mundo. La haftará correspondiente a esta porción nos recuerda cómo hacerlo: “(…) si caminas en Mis estatutos, y ejecutas Mis ordenanzas, y guardas todos Mis Mandamientos para que camines en ellos; entonces Yo pondré Mi palabra en ti, la que hablé a David, tu padre. Y Yo moraré entre los hijos de Israel, y Yo no olvidaré a Mi pueblo, Israel” (I Reyes 5:12-13).

domingo, 23 de enero de 2011

Parshat Mishpatim: Las Leyes del Amor de Dios

Esta porción es la continuación inmediata de la entrega de los Diez Mandamientos, y sus leyes nos recuerdan que todo en este mundo material se trata de cómo nos relacionamos con el prójimo y con la Creación de Dios: Y estas son las leyes (mishpatim) que tú [Moisés] establecerás ante ellos [los hijos de Israel]” (Éxodo 21:1). En la Unidad que es Él, y la cual debemos comprender, todo en Su Creación está integrado y relacionado con cada aspecto y dimensión que la abarca. Cumplir con estas leyes es parte esencial de nuestra conexión con el Creador. Ciertamente hay significados internos sobre cómo nos relacionamos con el mundo material que tal vez no asimilemos completamente, pero es fundamental seguir esas leyes tal como las explican y enseñan nuestros Sabios a través de la historia de Israel.

Si comprases un esclavo hebreo (...)” (21:2). Con frecuencia hemos dicho que los hijos de Israel, en sus facetas y cualidades multidimensionales, conforman una unidad que refleja la Unidad mayor que es el Creador. En esta identidad integradora de unidad espiritual, nosotros como judíos no estamos esclavizados a nada ni a nadie diferente a nuestra identidad común.

Esto significa que tenemos que servirnos unos a otros dentro de nuestra realidad y destino comunes. Somos imagen y semejanza del Creador, y nuestra existencia debe reflejar Sus modos, atributos y acciones. Nuestros Sabios explican que los años de servidumbre corresponden a los seis días de la Creación, en los que también debemos crear bondad y abundancia en el mundo material para alcanzar la máxima conciencia del Amor de Dios en el séptimo día, el Shabat.

Hubo períodos de esclavitud o servidumbre dentro del pueblo de Israel derivados de circunstancias en las que nuestros Sabios dicen que no todos estaban cumpliendo sus responsabilidades hacia ellos mismos, sus prójimos, y las leyes de la Torá. Esta falta de compromiso conduce a transgresiones que únicamente pueden ser corregidas mediante guía y educación “forzadas” al pueblo. Es así por su bienestar general con el fin de preservar la unidad de su paz, Amor y concordia.

Debemos comprender la esclavitud o servidumbre hebreas dentro del pueblo de Israel como un mecanismo social educativo para garantizar el Pacto permanente con el Creador. De acuerdo con nuestros Sabios, la intención tanto de la Torá Oral como de la Torá Escrita es forjar en cada judío (prescindiendo de su condición social, económica o educativa) el máximo conocimiento y la más elevada conciencia del Creador. Esto en aras de su apego individual y colectivo a Dios, mediante Sus caminos y atributos.

En estas leyes o decretos, compensación es la expresión primordial de cuidado y protección exigidos como consecuencia de cualquier tipo de transgresión de una persona contra otra. Todas las formas de represalia o venganza están completamente prohibidas, ya que son precisamente lo opuesto a lo que representa una compensación. De la misma manera, prestar dinero sin intereses a otro judío también debe ser entendido más allá de su aspecto material monetario.

Prestar dinero debe equivaler a ofrecer amor fraternal hacia aquellos que han agotado su amor propio, su auto-estimación, y auto-respeto. Como hemos indicado, vivir en las tinieblas de fantasías e ilusiones materiales es la manera más común de dilapidar Amor en nuestras vidas. Amor es lo que sustenta todas nuestras aspiraciones espirituales y materiales, incluyendo los deseos de ego potencialmente negativos.

Amor es el principal “capital” que el Creador nos confía, porque es la manifestación material de Su Amor que Él nos da para sustentar nuestra vida en este mundo. Por lo tanto tenemos que cuidar ese “capital”, y agrandarlo invirtiendo en este los caminos y atributos del Creador. Estos son las buenas acciones, contribuciones fructíferas y tareas edificantes, al igual que pensamientos, palabras y actos positivos para nuestro bienestar individual y colectivo.

Este es el “capital” que tenemos que prestar libre de condiciones o ataduras, porque Amor es la riqueza con la que revitalizamos el corazón y el alma, tanto nuestros como de nuestro prójimo. Este Amor es igualmente devuelto por quien lo recibe a quien lo da, como el proceso dinámico que el Creador concibió para nosotros, ya que debemos devolver a Él lo que es Suyo. En este caso se trata del mismo Amor con el que Dios nos creó.

Entendamos que se trata de ser y manifestar los atributos de Amor por nuestro propio bien y por el bien del prójimo agobiado por el peso de sus ilusiones materiales. Entonces Amor es su Redentor, el mismo que libera de lo que representa Egipto y nos saca de ahí con las riquezas que representan nuestro conocimiento del Amor de Dios. Nuestro Amor de unos hacia otros es la liberación de las tinieblas, y es la fuerza y el sustento que mantienen nuestro bienestar material y espiritual.

En este proceso no debemos vender nuestra conciencia a la idolatría de las ilusiones de ego, sino que debemos vivir en los modos y atributos de Amor como la revitalización dinámica que son: “No te inclinarás ante sus dioses, y no los servirás, y no harás como ellos hacen; sino que los quebrantarás totalmente, y destruirás todos sus altares.” (23:24).

Esto es reiterado previamente: “Y en todo lo que os he dicho seréis conscientes, y los nombres de los dioses de otros no pronunciaréis ni se oirán de vuestra boca.” (23:13) porque el Amor de Dios es nuestra vida y sustento a través de Sus bendiciones: “Mas serviréis al Eterno vuestro Dios, y Él bendecirá tu pan y tu agua, y Yo quitaré toda enfermedad en medio de ti.” (23:25)

La porción termina con estos dos versículos: “Y la aparición de la Gloria del Eterno era como un fuego devorador en la cumbre del monte para los ojos de los hijos de Israel. Y Moisés vino dentro de la nube, y subió al monte, y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.” (24:17).

La gloria Divina es descrita aquí como un fuego devorador, porque con el Amor de Dios podemos “devorar” y destruir las ilusiones del mundo material. Esto lo podemos lograr mediante el conocimiento del Creador, representado por Moisés, el cual le permite “subir” y estar en conexión permanente con Dios.

Alegóricamente, tenemos que ascender a la cumbre del monte, a nuestro más elevado nivel de conocimiento del Creador, para poder “ver” y “conocer” a Dios. Así permitir que Su fuego transforme cada aspecto, nivel y dimensión de nuestra existencia con el fin de realizar nuestro destino colectivo de crear un lugar en este mundo material para que el Creador habite entre nosotros.

domingo, 16 de enero de 2011

Parshat Yitro: Los Mandamientos en el Amor de Dios

Nuestros Sabios se preguntan por qué esta porción es llamada Yitro, considerando que en ella son presentados los Diez Mandamientos junto a la Torá para los hijos de Israel“Y oyó Yitro, sacerdote de Midián, suegro de Moisés, todas las cosas que el Eterno había hecho con Moisés y con su pueblo, y cómo el Eterno había sacado a Israel de Egipto.” (Éxodo 18:1) y explican, entre otras cosas, que la Torá fue dada a los hijos de Israel y a los conversos que se les unieron incluyendo a Yitro, quien dijo: “Ahora sé que el Eterno es más grande que todas las deidades, por lo que se ensoberbecieron [el faraón y los egipcios] sobre ellos.” (18:11). En este contexto Yitro es considerado la personificación de la conciencia idólatra que después reconoce la Unidad del Creador.

En el tercer mes de la salida de los hijos de Israel de Egipto, en este día vinieron al desierto de Sinaí” (19:1). Nuestros Sabios explican que siete semanas tenían que pasar antes de la entrega de la Torá, como un período de auto-purificación en el que los hijos de Israel refinaron y redirigieron todos los aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia que habían estado subyugados bajo el dominio del faraón (ego) y la esclavitud en Egipto (el apego a bajas pasiones e instintos). Luego de este auto-refinamiento aconteció el suceso de mayor trascendencia en la conciencia e historia judías, el abrazo entre el Creador y Su Pueblo elegido. Un suceso en el que la Torá establece esa conexión, esa Unidad con Él: “Yo soy el Eterno, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.” (20:2).

Esta es una de las declaraciones fundamentales con la que el judaísmo reconoce y proclama que solamente el Creador es, y que Su Creación existe debido a Él y está sustentada por Él; por lo tanto Él es nuestro Dios. También debemos comprender esta declaración en el contexto en que está escrita, que es Él quien nos saca de la esclavitud bajo el dominio de ego y sus ilusiones hacia Su realidad, que es la única verdadera.

El segundo Mandamiento, al igual que los restantes del Decálogo, son una obvia consecuencia del primero: “No tendrás dioses de otros en Mi Presencia. No te harás para ti una imagen tallada o nada parecido a lo que está en los Cielos arriba, a lo que está en la Tierra abajo, o en el agua bajo la tierra. No te inclinarás ante ellas ni las adorarás; porque Yo, el Eterno tu Dios, soy un Dios celoso que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera generación de aquellos que Me odian; y doy amorosa bondad a millares, a aquellos que Me aman y guardan Mis Mandamientos.” (20:2-5).

De aquí sabemos que el Creador es nuestra única realidad, y que debemos conocerlo a través de Su Torá y Sus Mandamientos. Como hemos mencionado antes, es un Dios celoso (exclusivo) porque Su Amor no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos. Y está enfatizado otra vez: “No haréis [imágenes ni nada] de Mí. Dioses de plata ni de oro haréis para vosotros.” (20:19). No debemos crear fantasías individuales ni colectivas para nosotros, basadas en deseos materialistas de ego.

No tomarás el Nombre del Eterno, tu Dios, en vano; porque el Eterno no dará como inocente a quien tome Su Nombre en vano.” (20:6). ¿Cómo podemos darnos el lujo de adulterar o transgredir la Esencia que es el Nombre por el que fuimos creados y sustentados? Recordemos que somos responsables de la vida que se nos ha dado, y del Amor Divino que la concibió al igual que a toda Su Creación.

Recuerda el día del Shabat para santificarlo. Seis días podrás trabajar y realizar toda tu labor, pero el séptimo día es un Shabat para el Eterno, tu Dios; no realizarás ninguna labor, tú, tu hijo, tu hija, tu sirviente, tu sirvienta, tu bestia, ni el forastero que esté en tus ciudades. Porque [en] seis días el Eterno hizo los Cielos y la Tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y Él descansó en el séptimo día. Por lo tanto, el Eterno bendijo el día del Shabat y lo santificó” (20:7-10). Hemos mencionado en comentarios anteriores que el Creador, el Shabat, la Torá e Israel son Uno. Como co-creadores con el Eterno emulamos Sus modos y atributos, incluyendo laborar seis días de la semana siendo y haciendo Sus Mandamientos para preparar nuestra llegada a Su Presencia y Unidad en ese día especial de descanso.

Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen en la tierra que el Eterno, tu Dios, te da.” (20:11). Otra vez la vida es señalada para ser honrada y respetada mediante aquellos que nos la dieron. Nuestros Sabios místicos enseñan que padre y madre representan sabiduría y entendimiento respectivamente, y los hijos representamos conocimiento como la síntesis de ambos. Igualmente, nuestros padres también representan las tradiciones, legados y herencia que hemos recibido de nuestros ancestros y Patriarcas, de ahí que debamos honrarlos. Este Mandamiento está claramente relacionado con nuestra vida dentro de la Tierra que Dios nos ha dado, la cual incluye no sólo nuestra historia sino nuestra unificación con Él.

No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No dirás falso testimonio contra tu prójimo” (20:12). Nuestros Sabios dicen que los primeros cinco Mandamientos están vinculados a nuestra relación con Dios, y los cinco restantes a nuestra relación con el prójimo. Destacan además que en realidad todos ellos están relacionados con el Creador, ya que fuimos creados a Su imagen y semejanza.

El asesinato niega la vida que es dada y sustentada por el Amor de Dios como Su verdadera realidad manifiesta. El adulterio es una de las formas de idolatría con la que uno vive en su ilusión individual en vez de la verdadera realidad del Amor de Dios. Robar cae en la misma categoría en la que el sentimiento de carencia conduce a tomar lo que no es propio. Como hemos dicho muchas veces, el sentimiento de carencia es la manifestación de nuestra separación de la Unidad que es el Amor de Dios; y la misma equivale a tomar Su Nombre en vano.

Debemos ser constantemente conscientes de nuestra nexo permanente con el Creador, como un conocimiento tanto individual como colectivo. Ello incluye vivir en esta Verdad para nosotros y los demás, sin permitir que pensamientos negativos nos hagan caer en las fantasías e ilusiones de ego, que pueden conducirnos a dar falsos testimonios contra el prójimo. 

No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, ni nada que pertenezca a tu prójimo.” (20:13). Nuevamente se nos recuerda estar eternamente celosos y vigilantes de nuestra conexión con el Creador, y tampoco permitir ningún pensamiento, emoción o sentimiento de carencia. En nuestro conocimiento del Amor de Dios la vida nos es dada para vivirla en Sus caminos y atributos, tal como está escrito en esta porción, y reiterado muchas veces en la Torá: “Pero Moisés dijo al pueblo, 'No temáis, porque el Eterno ha venido para exaltaros, para que os maravilléis de Él en vuestros rostros, con el fin de que no pequéis'.” (20:16).

Como lo mencionamos muchas veces, “pecado” es la elección que hacemos en vez de vivir en los caminos y atributos de Amor. Amor es bondad, y fuimos creados por el Amor de Dios con todas Sus bendiciones: “(…) en todo lugar que se recuerde Mi Nombre, vendré a ti y Te bendeciré.” (20:20).

domingo, 9 de enero de 2011

Parshat Beshalaj: Apegándonos Siempre al Amor de Dios

Y luego que el faraón envió (beshalaj) al pueblo, el Eterno no los condujo por el camino de la tierra de los filisteos que estaba cerca, porque el Eterno dijo: ‘No sea que el pueblo reconsidere cuando ellos vieren guerra y retornen a Egipto’.” (Éxodo 13:17). Es una reacción natural del instinto de supervivencia evitar todo lo que amenaza nuestra vida. En el contexto de este versículo, se trata de nuestra reacción contraria a abandonar la “zona de comodidad” creada por las fantasías e ilusiones de ego. Nuestra tradición oral cuenta que la Tribu de Efraín decidió abandonar Egipto por cuenta propia sin el liderazgo de Moisés, y fueron decimados camino a la Tierra Prometida en tierras de los filisteos.

Esto significa que no es suficiente tener un claro sentido de destino espiritual sino también apegarnos siempre a la guía de nuestro conocimiento permanente de la voluntad del Creador, representado por Moisés. La guerra contra las ilusiones derivadas del más denso materialismo es de veras permanente. Para ganar todas las batallas el arma más importante es ser consciente de los modos y atributos de Amor en todos los aspectos de nuestra vida, ya que son ellos los que siempre nos protegen: “Y el Eterno iba delante de ellos por el día en un pilar de nube para que lo siguieran en el camino, y por la noche en un pilar de fuego para iluminarlos, para andar de día y de noche. Él no movió el pilar de nube por el día ni el pilar de fuego por la noche ante el pueblo” (13:21-22).

Y Yo endureceré el corazón del faraón, y él los perseguirá; y Yo seré glorificado a través del faraón y de todas sus fuerzas, y los egipcios sabrán que Yo soy el Eterno. Y ellos lo hicieron así.” (14:4). La completa glorificación de nuestro Creador ciertamente abarca todos los aspectos de la conciencia, incluida la poderosa fuerza del ego. Todos estos deben sentir y vivir el Amor de Dios en su propia dimensión para saber quién es el Amo de todo. Una vez sentimos y vivimos el Amor de Dios en cada dimensión de nuestra existencia, tenemos que abrazarlo y confiar en Él como el verdadero Amo: “Moisés dijo al pueblo: ‘¡No temáis! Sed firmes y ved la Redención del Eterno que Él ejecutará para vosotros hoy, porque como habéis visto a los egipcios hoy, nunca más los seguiréis viendo’.” (14:13), porque con el conocimiento de Amor en nuestra conciencia nunca más veremos ilusiones materiales.

Cuando Amor es el guía, la conciencia lo sigue callada sin cuestionar Su voluntad, porque “El Eterno luchará por vosotros, pero permaneceréis callados.” (14:14). Y otra vez es reiterado: “(…) y Yo seré glorificado a través del faraón, y toda su fuerza, con sus carrozas, y con su caballería. Y los egipcios sabrán que Yo soy el Eterno cuando Yo sea glorificado a través del faraón, con sus carrozas, y con sus caballería” (14:17-18).

Y las aguas retornaron y cubrieron las carrozas y la caballería, todas las fuerzas del faraón que vinieron tras ellos dentro del mar; y ninguno de ellos sobrevivió. Pero los hijos de Israel pasaron sobre la tierra seca en medio del mar, y las aguas eran para ellos como una pared a su derecha y a su izquierda” (14:28-29). Las aguas en este sentido representan el entendimiento de separar nuestra clara intención de seguir los caminos y atributos del Creador, de las fantasías e ilusiones de ego que se ahogan en esta nueva conciencia como resultado de “dejar ir y dejar a Dios”: “E Israel vio la gran mano que el Eterno extendió sobre los egipcios, y el pueblo se maravilló del Eterno, y creyeron al Eterno y a Moisés, Su servidor” (14:31). En esta cúspide de la conciencia (representada por Moisés) estamos al fin completamente conscientes de la presencia viviente del Eterno en nuestra vida.

Tu diestra, oh Eterno, es la más poderosa; Tu diestra, oh Eterno, quebranta al enemigo. Y con la grandeza de Tu poder Tú quebrantaste aquellos que se levantaron contra Ti; Tú enviaste Tu ira ardiente y los consumió como paja.” (15:6-7). Una vez más la Torá nos recuerda que Amor no cohabita con nada diferente a los modos y atributos del Creador. Así entendemos el “orgullo”, “ira”, “fuego” and “celos” divinos porque se refieren a la incompatibilidad de Amor con las ilusiones, fantasías y expresiones negativas de la conciencia humana. También seamos conscientes de que este proceso de depuración y transformación ocurre siempre a través del Amor de Dios: “Con Tu amorosa bondad Tú guiaste al pueblo que Tú redimiste; Tú los guiaste con Tu poder a Tu morada sagrada.” (15:13).

Nuestro destino Divino es morar en el Amor del Creador, y ser guiados por Él a Su Lugar: “Tú los traerás (a los hijos de Israel: la totalidad de nuestra conciencia con sus dimensiones y cualidades) y los plantarás en el monte de Tu heredad, en dirección a Tu morada que Tú creaste, oh Eterno; el Santuario, oh Eterno, (que) Tus manos crearon. El Eterno reinará por toda la eternidad.” (15:17-18). Tal como lo hemos dicho en comentarios anteriores, el Santuario (Templo de Jerusalén) representa el más elevado conocimiento de nuestra conexión con el Creador.

Las siguientes palabras esenciales son continuamente repetidas a través del resto de la Torá, porque su mensaje debe estar siempre presente en nuestra conciencia: “Y Él dijo: ‘Si oyeras la voz del Eterno tu Dios, y hagas lo que es justo ante Sus ojos, y oyeras con atención Sus Mandamientos y cumplieras todos Sus estatutos, todas las enfermedades que Yo envié a los egipcios no te enviaré a ti; porque Yo, el Eterno, soy tu Sanador.” (15:26). Entonces depende de nosotros elegir esta conciencia permanente si queremos vivir en las delicias de nuestro nexo con Dios.

La porción concluye con la admonición de estar completamente conscientes de nuestra conexión con el Creador y Sustentador de todo: “Entonces Moisés construyó un altar y lo llamó ‘El Eterno es mi milagro’. Y él dijo: ‘Porque hay una mano en el trono del Eterno, una guerra para el Eterno contra Amalek, por todas las generaciones” (17:15-16). Nuestros Sabios enseñan que Amalek representa vacilación, incertidumbre, duda e indecisión. Estas son el enemigo que Amor nos urge a derrotar en cada momento de nuestra vida. De la indecisión entre los deseos materialistas de ego y los modos y atributos de Amor depende nuestra conexión con el Creador. Una vez vaciemos nuestra conciencia de dudas, nuestra elección entre tinieblas y Luz será clara.

domingo, 2 de enero de 2011

Parshat Bo: Libertad como Nuestro Destino

Nuestros Sabios discuten ampliamente el uso de “ven” en vez de “ve” al faraón, y concluyen que “ven” implica que Moisés lo haría acompañado por el Creador de todo: “El Eterno dijo a Moisés: ‘Ven (Bo) al faraón, porque he endurecido su corazón y el corazón de sus sirvientes, para que Yo traiga Mis señales entre ellos’.” (Éxodo 10:1).

De hecho no hay otra manera de ir o venir a ninguna parte o hacia algo con lo que no tenemos el poder de transmutar o transformar, ya que cualquier poder posible proviene únicamente del Creador. Tratar con el ego no es la excepción. Al igual que nuestros instintos básicos, el ego es uno de los aspectos más complejos de nuestra conciencia que no podemos controlar completamente. No se trata de controlarlos sino de dirigirlos hacia nuestro bienestar individual y colectivo. Es en esos aspectos que especialmente necesitamos la compañía y conducción de los caminos y atributos del Creador.

Nuestros Sabios explican que el “endurecimiento” del corazón del faraón es lo que en la psiquiatría contemporánea se llama “la pérdida del libre albedrío”: cuando uno es incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Se trata de un punto crítico en la conciencia cuando uno solamente percibe negatividad, y se hace daño a sí mismo y a los demás porque no puede ver absolutamente nada bueno. Es el resultado de patrones de percepción y de comportamiento que conllevan a una actitud parcializada ante la realidad.

La lección para aprender de este pasaje bíblico no es fácil de asimilar, ya que involucra una comprensión de la dinámica de nuestra relación con el Creador y Su Creación. La pérdida del libre albedrío, como impedimento para percibir, tiene que ser de hecho extrema para no poder hacer una clara diferencia entre oscuridad y Luz. Dicho de otro modo, las tinieblas deben ser suficientemente obscuras para llegar a reconocer completamente la Luz cuando esta se manifiesta totalmente.

El mensaje primordial aquí es que tenemos que estar acompañados del Amor de Dios para enfrentar nuestras ilusiones materiales y aspectos potencialmente negativos de la conciencia, simplemente porque no podemos hacerlo con nuestra comprensión humana. Hay fantasías e ilusiones materiales que están demasiado lejos de nuestro control, y ese es el riesgo que uno toma al dejar que su ego esté en "control" de esas ilusiones. Por lo tanto el Creador “endureció” los corazones del faraón y sus sirvientes para enseñarnos que Él está a cargo y en control de Su Creación. De ahí que lo haga a Su manera y no a la manera del ego: “(…) y para que tú se lo cuentes a los oídos de tus hijos, y al hijo de tu hijo, las cosas que Yo hice en Egipto y Mis señales entre ellos, y para que sepáis que Yo soy el Eterno” (10:2).

Nuestra tradición oral nos cuenta que cuatro quintas partes de los israelitas perecieron en la oscuridad del egoísmo que no les permitió ver ni ayudar a los necesitados en su entorno: “Ninguno vio a su prójimo, y nadie se levantó de su lugar por tres días, pero todos los hijos de Israel tenían Luz en sus moradas” (10:23).

Egoísmo en su más turbia expresión es un asesino despiadado de lo que consideramos amado y preciado en nuestra conciencia. La historia del Éxodo es ciertamente la confrontación entre oscuridad total y Luz total, sin ningún espacio para penumbras ni “grises”. Es la una o la otra, tal como lo estipula la ética del judaísmo.

Es por ello que Moisés no cedió ante las peticiones del faraón: “Pero Moisés dijo: ‘También tú harás sacrificios y ofrendas en nuestras manos, y los haremos al Eterno nuestro Dios. Y también nuestro ganado irá con nosotros; ni una sola pezuña se quedará, porque de ellos hemos de tomar para adorar al Eterno nuestro Dios’ (…)” (10:25-26).

Sin excepciones, todos los aspectos, rasgos y dimensiones de nuestra conciencia (superiores e inferiores) deben estar juntos bajo la conducción de los modos y atributos del Creador. Esto ocurre cuando permitimos que (Moisés) nuestro más elevado conocimiento de Dios guíe nuestra conciencia en consonancia con Él: “Entonces el Eterno favoreció al pueblo ante los ojos del faraón, también el varón Moisés fue altamente estimado ante los ojos de los sirvientes del faraón, y ante los ojos del pueblo” (11:3).

Una vez más se nos recuerda que cada aspecto de la Creación de Dios está bajo Su voluntad. “Este mes encabezará para vosotros los demás meses, será el primero de los meses del año” (12:2). Este Mandamiento se suma a nuestros rezos diarios para recordar nuestra salida y redención de Egipto. También como recordatorio de que cada momento de nuestra vida tenemos que elegir entre continuar bajo la esclavitud de las ilusiones materialistas de ego, o salir de ellas mediante la Redención que únicamente el Amor de Dios puede darnos en medio de nuestras peores tribulaciones.

Es el recordatorio de debemos tener siempre presente en nuestros corazones y almas: “Y este día será como una conmemoración, y lo celebraréis como una festividad para el Eterno, a través de todas las generaciones, lo celebraréis como un decreto eterno” (12:14). Humildad está representada por el pan sin levadura que comieron nuestros ancestros en su transición de las tinieblas hacia la Luz: “Y observaréis [la festividad de] el pan sin levadura, porque en ese preciso día saqué vuestras multitudes de Egipto (…), no comeréis ninguna cosa con levadura, en todas vuestras moradas comeréis pan sin levadura” (12:17-20) y nuevamente nos es recordado (13:3-7).

El pan sin levadura es reiterado como el símbolo esencial de la manera como abandonamos la tierra del mayor egoísmo y el más denso materialismo: “Y contarás a tu hijo en ese día, diciendo: ‘Debido a esto, el Eterno hizo por mí cuando salí de Egipto’.” (13:8).

La porción concluye haciéndonos conscientes de lo que significa nuestro nexo con el Creador: “Y será para ti como señal sobre tu mano, y como filacteria entre tus ojos, porque con mano fuerte el Eterno nos sacó de Egipto” (13:16), porque el Amor de Dios es el que nos saca de las tinieblas hacia Su Luz.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.