domingo, 29 de enero de 2012

Beshalaj: Amor como Sentido de la Vida


Uno de los principios fundamentales que enseña la Torá, y el libro del Éxodo en particular, es el hecho de que todo emana del Creador y es sustentado por Él. Comprendemos esto de manera más profunda cuando nos damos cuenta que somos Su invención y no al revés. Esto implica que para verdaderamente saber quiénes somos, primero tenemos que conocerlo a Él. La Biblia hebrea y nuestros Sabios definen la manera de hacerlo mediante lo que se llama judaísmo, que es la contribución más importante para la humanidad desde sus inicios. La vida humana sin una dirección positiva para obtener resultados positivos no tiene mucho sentido. No tendría caso sin un verdadero significado, aunque la mayoría de nosotros en este mundo vivimos haya o no significado. La vida se presenta como un fenómeno surgido por accidente, y nacer en un lugar o cultura en particular determina la mayor parte de nuestro destino, haciendo de la “suerte” un factor determinante. Una concepción existencialista de ese estilo deja de serlo cuando encontramos y experimentamos un verdadero sentido de la vida, y ese es Amor.

Comenzamos a entender y a conocer la vida y su significado cuando reconocemos Amor, y no ego, como la verdadera fuerza motriz en la vida. Este es el punto de partida para conocer al Creador porque todo, incluyendo Amor, proviene de Él. Nuestra conciencia de Amor es el punto de partida para conocer Su Amor. El exilio en las tinieblas de Egipto fue una experiencia negativa debido a la que nuestros antepasados clamaron por un propósito significativo en la vida. Se trata de un fundamento de valor para existir en el mundo material. Entonces el verdadero sentido del exilio y la oscuridad es conducirnos a nuestro Amor y al Amor de Dios: “Y el Eterno fue ante ellos durante el día en un pilar de nube para que los condujera en el camino, y durante la noche en un pilar de fuego para darles luz [para que así pudieran] viajar día y noche” (Éxodo 13:21) para enseñarnos que existimos por la gracia del Amor de Dios.

Enseñar y guiar el ego en los caminos y atributos de Amor no es tarea fácil. Hemos aprendido que la interacción entre Moisés (nuestro más elevado conocimiento del Creador) y el faraón (ego) no fue precisamente “una perita en dulce” como nos lo cuenta la Torá. Ego exige un mínimo de control sobre la mayoría de los aspectos de la conciencia, y la falta de ello genera conflicto. Hay una confrontación entre aquello positivo para pensar, desear, sentir y experimentar, y las fantasías e ilusiones de ego que no necesariamente procuran fines positivos y constructivos. Ego vocifera sus temores cuando no está en control, y solamente cuando se calla Amor, como manifestación del Amor de Dios, puede dirigir: “El Eterno luchará para vosotros, pero permaneceréis callados” (14:14) Nuestro conocimiento de Su Amor debe conducir cada aspecto de la conciencia (los hijos de Israel): “El Eterno dijo a Moisés: ‘¿Por qué clamas a Mí? Habla a los hijos de Israel y déjalos que viajen’.” (14:15)

El Amor de Dios nos dirige cuando nuestra propia conciencia de Amor también nos guía. Una vez vivamos plenamente el conocimiento del Creador mediante Su Amor, nos daremos cuenta que este siempre ha estado desde Su Creación: “El Eterno reinará por toda la eternidad” (15:18) porque Él ha sido, Él es, y Él siempre será. Asimilamos ese conocimiento cuando seguimos Sus caminos y emulamos Sus atributos: “Y Él dijo: ‘Si oyes la voz del Eterno tu Dios, y haces lo que es propio ante Sus ojos, y oyes atentamente Sus Mandamientos y guardas Sus estatutos, todas las dolencias que Yo traje sobre Egipto Yo no traeré sobre ti; porque Yo el Eterno te curaré’.” (15:26) ya que cuando nuestro conocimiento de Amor dirige nuestra conciencia, no hay tinieblas ni negatividad porque también el Amor de Dios está con nosotros.

Seamos conscientes de que ego debe ser una fuerza motriz complementaria con Amor, y no opuestos entre sí. Uno de los efectos más devastadores del sentimiento o sentido de carencia derivados de ego son la duda y la incertidumbre. En particular si no creemos o sentimos que Amor es la verdadera esencia e identidad que nos sostiene desde que nacemos hasta que morimos: “Él llamó al lugar Masá [prueba] y Meribá [disputa] debido la disputa de los hijos de Israel y porque pusieron a prueba al Eterno, diciendo ‘¿Está el Eterno o no entre nosotros’?” (17:7)

Cuando Amor no está entre nosotros, ¿qué --si no Amor-- está en control? De estos versículos nuestros Sabios relacionan a Amalek con la duda y la incertidumbre. Debemos eliminárlas en nuestra conexión y relación con el Amor de Dios, y también en nuestra experiencia individual y colectiva con Amor en el mundo material: “El Eterno dijo a Moisés: ‘Inscribe esto [como] un recordatorio en el Libro, y recítalo en los oídos de Josué, de que Yo ciertamente aboliré el recuerdo de Amalek de debajo de los Cielos’.” (17:14) Como mencionamos al principio, somos criaturas de Dios y dependemos exclusivamente de Su Amor. En este contexto de hecho vivimos como resultado de un milagro de Él: “Entonces Moisés construyó un altar, y lo llamó ‘El Eterno es mi milagro’. Y él dijo, ‘porque hay una mano en el Trono del Eterno [de que habrá] una guerra para el Eterno contra Amalek en todas las generaciones’.” (17:15-16)

Estamos siempre en las manos del Creador, y de la misma manera que Su Amor nos sustenta, Su Amor también pelea nuestras guerras contra las fantasías e ilusiones de ego. Debemos procurar y lograr nuestro mayor conocimiento del Creador para abolir dudas e incertidumbres que solamente ego nos hace sentir con su falso sentimiento de carencia. Cuando tenemos pleno conocimiento de Amor en todos los niveles y dimensiones de la conciencia, nunca carecemos de nada.

Entre más vivimos en los caminos y atributos de Amor, más cerca estamos del Amor de Dios. Nuestros enemigos internos son los rasgos y cualidades negativas que niegan Amor como nuestra verdadera Esencia, identidad y propósito en la vida. Estos desaparecen cuando estamos completamente conscientes del Amor de Dios como causa y efecto de Su Creación.

El Desierto como Espacio de Vida

La experiencia de nuestros ancestros en el desierto de Sinaí luego del Éxodo de Egipto establece un principio para nosotros individualmente como judíos y colectivamente como Nación. Entendemos el tránsito por el desierto como proceso de transición entre esclavitud en Egipto y libertad en la Tierra Prometida, oscuridad y Luz, exilio y Redención, ignorancia y conocimiento. Suena como un proceso en el que muchos elementos están involucrados teniendo la libertad como propósito común. La vida misma abarca un proceso similar como el vehículo que supone ser tanto el medio como el fin para la libertad. Hemos dicho muchas veces que la libertad es inherente a la vida, en el sentido de que la libertad es igualmente el medio para vivir de manera significante. Para esto tenemos que definir "libertad" y "significante".

Aunque ambos términos parecen complementarse, podrían querer decir algo diferente dependiendo de quién los define, y esto a su vez depende de las circunstancias y límites dentro de los que vivimos. También hemos dicho frecuentemente que Amor es lo que da sentido y propósito a la vida, mientras que aquello contrario a los caminos y atributos de Amor niega cualquier sentido o propósito para la misma. Con estas premisas en mente vamos a evaluar "desierto" y "tránsito", al igual que "transición" y "propósito" entre otros términos relevantes en el mensaje que queremos comunicar aquí. El desierto es un lugar relacionado con aridez, desolación y algo inhóspito e incapaz de sustentar vida. No podemos vivir en un desierto a menos que traigamos con nosotros lo necesario para sobrevivir ahí. El mundo material ofrece mejores lugares y en el que menos queremos o necesitamos ir es a un desierto, excepto si encontramos en él un oasis o una versión prominente como aquella que llaman Las Vegas.

Es impresionante lo que pueden llegar a lograr los deseos materialistas de ego, al punto de construir una ciudad dedicada a fantasías e ilusiones en medio de un desierto. Da la impresión de que desafiaran el propósito fundamental que la Torá quiere enseñarnos sobre el tránsito de Israel en el desierto, el cual era estar más cerca del Creador y no más cerca de los deseos de ego. El desierto es la ausencia de nada que invite a nuestra conciencia a desear o poseer, simplemente porque no hay nada en él. Dejamos atrás los accesorios para una vida cómoda con el fin de encontrar algo que dé significado a cualquier posesión material que nos lleve a vivir la vida de la mejor manera concebible. El desierto como la tierra de nada, del no tener y no desear, se convierte en el escenario como prerrequisito para comenzar a conocer a Aquel que creó todo y es dueño de todo. Mientras reflexionamos en esto, comenzamos a darnos cuenta de que como humanos realmente no poseemos nada, ni en el mundo material ni en el espiritual.

Esto es fácil de confirmar al saber que no nos llevamos nada cuando morimos. Dicho de otro modo, debemos tener en cuenta que la única "posesión" es nuestra conciencia siempre y cuando vivamos con ella en libertad. Esta es una de las lecciones acerca de conocer al Creador cuando nos "encontramos" con Él en el desierto de Sinaí. Podemos pararnos ante Él cuando nuestra conciencia esté libre de las ataduras de ilusiones materiales que llamamos "posesiones" y otras fantasías creadas por los deseos de ego.

Nuestros Sabios místicos dicen que tenemos que vaciar la conciencia para dar espacio a las bendiciones de Dios, las cuales son Sus caminos y atributos para que debemos vivir y manifestar en lo que pensamos, sentimos, hablamos y hacemos. Esta conclusión se basa en la cita talmúdica, "El Eterno no está con aquel lleno de sí mismo", ya que no deja espacio para Él. De ahí que la mayor obstrucción para acercarnos a Él es la manera en que nos concebimos individualmente, y lo que hacemos con nuestra vida según esa concepción. Aquí comenzamos a hacernos las preguntas existenciales clásicas relacionadas con quiénes o qué somos, por qué estamos aquí, etc. En las respuestas suponemos encontrar de lo que se trata.

La mayoría de la gente cree que somos el resultado de nuestras circunstancias, y que actuamos de acuerdo a ellas sin poner objeciones ya que "eso es lo que hay". Si no estamos contentos con ello, tratamos lo más que podamos de cambiar las cosas y hacer nuestras circunstancias de acuerdo a lo que creemos que somos o que "deberíamos" ser. El otro día un periódico mencionó un nuevo libro acerca de un personaje religioso cuya vida y hechos están basados en leyendas modificadas o transformadas según los intereses de una religión en particular. Este libro pretende dar una perspectiva o visión diferente sobre este personaje en particular, basándose en otras leyendas y en la propia interpretación del autor, tratando de cambiar un mito a partir de su propia versión del mismo mito: una mentira a partir de otra. La mayoría de nosotros hacemos lo mismo respecto a creencias, costumbres, hábitos, y concepciones acerca de cosas y gente; y estamos (no todos) cambiando a través de nuestras vidas según las circunstancias y los tiempos.

Debemos asimilar el "desierto" como un estado de conciencia en el que creamos un espacio para encontrarnos con el Creador. Para poder entrar en este espacio debemos reflexionar sobre todas nuestras necesidades en cada aspecto de la vida, y llegar al conocimiento de que todas ellas son satisfechas por Dios. Si no asimilamos esto, estaremos de regreso al cautiverio de una actitud ante la vida que nos subyuga a vivir de acuerdo a las reglas de juego de ego o al "vive y deja vivir" en el mundo material. Esto es cuando preferimos retornar a la conciencia de "Egipto" en vez de emprender el tránsito en el desierto con muchas paradas y giros hasta que vaciemos todos los niveles de la conciencias para dejar que Dios los llene con la Esencia de lo que realmente somos.

En este proceso el Amor de Dios nos es revelado en proporción directa al espacio que dejamos para Él en nuestra conciencia. Entre más vivimos Amor y manifestamos Amor, más podemos transformar oscuridad en Luz. Nuestros Sabios dicen que una buena acción es premiada con la oportunidad de hacer otra buena acción, y tiene sentido porque una vez vemos la Luz y la sostenemos en nuestras manos podemos iluminar lugares oscuros. También se refieren a la luz del fuego como algo que damos o compartimos sin perderlo, y ocurre lo mismo con los caminos y atributos de Amor. Damos Amor sin perderlo.

Entendemos Amor como algo infinito e inagotable como el Amor de Dios, porque es nuestra Esencia e identidad, además de ser la fuente y sustento de la vida. Nos damos cuenta de esto cuando nos encomendamos a dejar atrás espejismos, fantasías e ilusiones de lo que no somos, y el "desierto" es el espacio vacío en la conciencia donde este esfuerzo tiene lugar. Aquí es donde estamos ante el Creador, quien nos dice que somos Suyos y le pertenecemos a Él, y no a las ilusiones de ego. No a Egipto, no a Las Vegas, no a la sociedad de consumo, no a la cultura "light", no a la vanidad ni al glamor, no a la futilidad, no a una vida sin significado.

En el desierto nos encontramos con nuestro Creador y en el desierto construimos un Santuario para Él, un lugar en lo más elevado de la conciencia donde tanto nuestro mayor conocimiento de Él como nuestro mayor conocimiento de nuestra conexión con Él son las principales fuerzas motrices para afrontar la vida y el mundo material como emanaciones del Amor de Dios. Para entender y asimilar el conocimiento de la vida y el mundo, primero tenemos que conocer a su Creador y a Su Amor; y lo hacemos a través de Amor como nuestro nexo común con Él.

Dejemos atrás nuestro cautiverio bajo las ilusiones materiales de ego y emprender nuestro viaje individual interior al lugar donde sólo mora la Verdad de quiénes somos, y que vivamos siempre en esta Verdad. Este es el legado, herencia y destino de Israel como el estado de conciencia en el que el Amor de Dios llena cada espacio de quiénes somos como Sus hijos y pueblo elegido, porque nosotros lo elegimos a Él como nuestro Padre y como nuestro Rey. Esta es nuestra verdadera Esencia e identidad, ya sea en el desierto o en cualquier otro lugar, para transformar el desierto en un campo de vida tal como Él la concibe para nosotros.

domingo, 22 de enero de 2012

Bo: De la Oscuridad a la Luz


Las últimas tres plagas previas al Éxodo de Egipto vienen con un profundo conocimiento del Creador como la única causa y efecto de Su Creación. Cada plaga corresponde a un nivel particular de conciencia que debemos despertar para llegar a tener un completo conocimiento de Él en nuestra vida y en el mundo material. Somos Sus criaturas y lo que pensemos o creamos que somos o tenemos proviene de Él, y pertenece a Él: “Desnudo vine del vientre de mi madre, y desnudo partiré [moriré]. El Eterno dio y el Eterno ha quitado, alabado sea el Nombre del Eterno” (Job 1:21) y este es el primer paso para iniciar el proceso de llegar a conocerlo a Él.

La plaga de las langostas nos enseña que el Creador es el proveedor de nuestro sustento material y espiritual, y el versículo de su llegada está precedido de Su Mandamiento a Israel para que le sirva a Él: “Deja ir a Mi pueblo para [y] que ellos Me sirvan. Porque si te niegas a dejarlos ir, he aquí que Yo voy a traer langostas dentro de tus fronteras” (Éxodo 10:3-4) y el conocimiento de Su absoluta propiedad y control es una premisa para relacionarnos con Él de acuerdo a Su voluntad, la cual es que le sirvamos a Él.

El principal obstáculo para asimilar y adoptar esta premisa es ego y sus deseos, representados por el faraón y Egipto. La plaga siguiente, la oscuridad, es la experiencia material y espiritual de la ausencia total de la Presencia Divina en nuestra conciencia, la cual también es una consecuencia directa de la ceguera de ego para rendirse al Amor de Dios como el Creador y sustentador de Su Creación: “Ellos [los egipcios] no se veían entre ellos, y ninguno de paró [movió] de su lugar durante tres días; pero para los hijos de Israel había luz en sus moradas” (10:23) y esta conciencia (la Luz en las moradas de los israelitas) de la Presencia de Dios en Su Creación hace la diferencia.

En este contexto ego es una de las dimensiones de la conciencia que también debemos dirigir hacia el total conocimiento de la voluntad del Creador: “Y Moisés dijo [al faraón], 'Tú también debes dar sacrificios y ofrendas de elevación en nuestra manos, y las haremos para el Eterno nuestro Dios'.” (10:25) porque en nuestras acciones positivas (“nuestras manos”) servimos y honramos el Amor de Dios, y ego es conducido con éxito no mediante buenas intenciones sino a través de buenas acciones. Cuando actuamos en los modos y atributos de Amor, nuestros acciones positivas no dan lugar para fantasías e ilusiones materialistas que seducen al ego para tomar control de nuestra vida y llevarnos a las tinieblas. En las tinieblas no podemos ver más allá de nosotros, lo cual es el propósito del ego para hacer que el mundo gire en torno a sus deseos. La oscuridad se presenta como la peor de las plagas porque nos impide ver más allá de lo que creemos que somos. En oscuridad estamos realmente perdidos, y en ese predicamento no tenemos otra opción que buscar la Luz con el fin de ser verdaderamente redimidos. Esta fue la experiencia preordenada por el Creador para que nosotros movamos nuestra conciencia hacia la Verdad. Hemos dicho antes que nuestros Sabios enseñan que las tinieblas del exilio son el comienzo para buscar la Luz de la Redención.

La décima y última plaga es la muerte del primogénito de aquellos que niegan que el Creador sea el único dueño de Su Creación. El primogénito representa nuestra intención primaria en la vida con sus valores, principios y metas, como los diezmos y primicias de la tierra que debemos ofrendar en el Templo. Los primogénitos de los egipcios estaban inevitablemente dedicados a someter sus vidas al materialismo sin nada más allá de las ilusiones vanas de ego. El primogénito es la primera extensión (expansión) de nuestra esencia humana y reafirmación del Amor de Dios como la causa y efecto de todo, incluida la vida. En este sentido tenemos que consagrar tal extensión a los modos y atributos de Amor como manifestaciones del Amor de Dios: “Santificad para Mí todo primogénito, todo el que abra el vientre entre los hijos de Israel, entre hombre y entre animales, es Mío” (13:2) ya que todo le pertenece a Él. Cuando consagramos nuestras extensiones al dominio de ego estamos de hecho “muertos” ante el Amor de Dios.

La experiencia de nuestra cercanía al Amor de Dios es el comienzo de nuestra libertad, y es nuestro primer Mandamiento como judíos conmemorar el primero de los meses como recordatorio de nuestra liberación de la oscuridad. La consagración de la Luna Nueva como el inicio de los meses (ver comentario sobre Jánuca en diciembre 2011 en este blog) es un recordatorio de nuestra verdadera Esencia e identidad cuando revelamos Luz desde la oscuridad: “Y este día será para vosotros como un recordatorio, y lo celebraréis como un festival para el Eterno a través de todas vuestras generaciones, vosotros lo celebraréis como un estatuto eterno” (12:14) Esta es la experiencia y legado de nuestro exilio y servidumbre en la oscuridad, para llevar la bendición de revelar Luz como nuestra verdadera identidad cuando clamamos al Amor de Dios para que conduzca cada aspecto y dimensión de la conciencia en Sus caminos y atributos.

Nuestros Sabios místicos explican que el período de siete días para celebrar la Pésaj y Sucot representa un proceso continuo mediante el cual corregimos y elevamos las siete emociones primordiales que son amorosa bondad como compasión, poder como autocontrol, Verdad como iluminación, perseverancia como triunfo, honor como gloria, justicia como rectitud, y prevalencia como soberanía.

Cuando nos comprometemos a poner en práctica estas cualidades diariamente, como expresión constante de nuestra verdadera identidad, estaremos sirviendo al Creador para revelar completamente Su Presencia en el mundo material. Este conocimiento debemos tenerlo momento a momento, y no sólo como un Mandamiento: “Y será como una señal sobre tu mano (en todo lo que hagas) y como filacterias entre tus ojos (en todo lo que pienses, veas y sepas), porque con mano fuerte el Eterno te sacó de Egipto” (13:16) y también como conocimiento permanente del Amor de Dios como nuestro Creador y único dueño de todo. Esto incluye la Luz que nos da para retornar a Él cuando nos demos cuenta que no pertenecemos a la oscuridad del reino de las ilusiones, sino a Su Amor como reino de la Verdad. Como individuos debemos tener la valentía de “venir al faraón (ego)” y confrontarlo con el pleno conocimiento de que el Amor de Dios rige en toda Su Creación.

La Redención Final en el Judaísmo


Nuestros Profetas y Sabios se refieren a la Redención Final tanto de manera alegórica como concreta, y no hay nada obscuro o confuso sobre sus significados. Maimónides dice que la Era Mesiánica, como Redención Final, comienza cuando individual y colectivamente nos amemos verdaderamente unos a otros, simplemente por el hecho de hacerlo. Este ilustre exégeta señala que, de la misma manera que el Segundo Templo de Jerusalén fue destruido debido al odio gratuito y sin fundamento, el Tercer y permanente Templo de Jerusalén se levantará cuando nos amemos unos a otros sin límites ni restricciones. Volvemos a reiterar el axioma de que Amor es la llave de la Redención, simplemente porque no cohabita con nada diferente a sus caminos y atributos. No parece sencillo amarnos unos a otros, ya que de lo contrario hubiéramos ganado nuestra Redención hace muchísimo tiempo, y por ello tenemos que reflexionar a fondo por qué no lo hacemos de la misma manera como el Creador ama a Su Creación.

El profeta Isaías habla de la Redención Final mediante alegorías impresionantes como la del león que come hierba al lado del cordero, en lo que nuestros Sabios llaman la desaparición total de la "inclinación negativa". Dicho de otra manera, nuestro libre albedrío va a poder elegir bondad de manera natural todo el tiempo. El reto que al parecer enfrentamos es cómo llegar a ese nivel de elevación de la conciencia. ¿Cómo podemos ser capaces de pasar por alto o dejar de lado lo malo con el único propósito de elegir lo bueno todo el tiempo? ¿Cómo podemos domar el león que representa ego fuera de control en una dócil y obediente fuerza motriz siempre dispuesta a procurar bondad por el sólo hecho de ser bondad? La respuesta a ambas preguntas es que lo podemos lograr gradualmente en un proceso de refinamiento de todos los aspectos y dimensiones de la conciencia. Tenemos leones y lobos al igual que ovejas y corderos como alegorías de cualidades negativas y positivas que debemos armonizar mediante los caminos y atributos de Amor.

Hemos mencionado antes que nuestros Sabios dicen que aquellos que desean ser redimidos deben prepararse para su Redención, de la misma manera que hacemos lo que debemos para obtener lo que necesitamos o queremos. No hay otra manera de hacerlo. Nos preparamos para lo que deseamos con toda el alma, corazón y fuerza, y la Torá nos encomienda hacerlo refiriéndonos al Creador. No se trata de un deseo o amor ciego de querer estar cerca de Él y Su Amor, sino un deseo genuino de conocer Sus caminos y atributos como los medios de amarlo a Él. Nuestro Amor por Él no proviene de pensamientos, emociones o sentimientos sino de nuestro discernimiento y conocimiento de Él.

El Profeta Isaías indica que el único interés en "el final de los tiempos" será el conocimiento del Creador, que cubrirá la Tierra al igual que el agua ocupa los océanos. Esto no es un conocimiento abstracto de Creador sino una conciencia concreta de Sus caminos y atributos para emularlos, y lo logramos cuando actuamos de acuerdo a los caminos y atributos de Amor. Es así como entendemos el "amarnos unos a otros" como la fundación de nuestra conexión y relación con Dios, representadas por el Templo de Jerusalén. También ese es el contexto de nuestros rezos diarios cuando le pedimos al Creador que reconstruya Jerusalén, porque como capital indivisible de Israel también representa nuestra conciencia unida en Su más elevado conocimiento.

Hemos dicho que la destrucción del Primero y Segundo Templos fue el resultado de hacer lo opuesto a los atributos de Amor, y construiremos el Tercer Templo honrando los atributos de Amor como caminos del Amor de Dios. Ya dijimos que ello implica un proceso gradual mediante el cual individualmente dejamos de lado lo negativo y nos enfocamos en lo positivo, como lo más natural para percibir y afrontar la vida y el mundo material. La mayoría de lo que llamamos o vemos como malo o negativo es el resultado de la actitud equivocada. Todo lo que no nos gusta en el mundo es efecto ya sea de lo que nosotros u otros han hecho con la actitud menos conveniente. Guerras, hambrunas, esclavitud, explotación y sus sinónimos son producto del egocentrismo, y sus contrarios son el efecto de la cooperación y el entendimiento mutuos derivados del conocimiento común de que son sinónimos de Amor sin agendas ni manipulaciones.

La buena noticia acerca de la Redención Final es que, una vez reencaminemos individualmente todos los aspectos de la conciencia en los caminos y atributos de Amor, el Amor de Dios hace el resto como Él lo prometió en la Torá y a través de nuestros Profetas. Una vez elegimos retornar a Él, nos liberará de los espejismos y fantasías de los deseos materialistas de ego. Algunos Sabios dicen que la Redención Final vendrá como un cambio repentino y absoluto en la conciencia humana, cuando no podremos ser capaces ni de notar la diferencia entre antes y después de que el cambio ocurra. Como si el mal y la negatividad jamás hubieran existido, y debemos prepararnos ahora para permitir que el cambio inminente ocurra pronto. No tenemos que esperar la Redención Final como un decreto Divino sino como un acuerdo mutuo entre nuestro Amor y el Amor de Dios, y depende de nosotros comenzar a realizar ese acuerdo porque somos nosotros los que añoramos la Redención.

Comencemos no únicamente a "visualizar" Amor, paz y armonía entre unos y otros, sino que hay que hacerlos reales a través de acciones positivas. De la misma manera en que algunos dicen "que haya paz y que empiece conmigo", debemos decir lo mismo sobre los caminos y atributos de Amor no sólo como lo correcto y apropiado para hacer sino porque Amor es nuestra verdadera Esencia e identidad. Amor es nuestra mayor herencia y legado porque es la porción que nos hace felices y plenos. Nuestros Sabios dicen que "rico es quien está contento con su porción". Hemos repetido muchas veces que "porción" puede significar quiénes somos, lo que tenemos, o las circunstancias en que vivimos, pero aquí creemos que nuestra verdadera porción es el conocimiento de cuán cerca o cuán lejos estamos del Creador. En este sentido nuestra porción es Amor como lo que somos, lo que tenemos y las circunstancias en las que estamos, cuando Amor es el conductor y guía de todos los aspectos de la conciencia. Esta es la mayor felicidad y plenitud que jamás podremos tener. La Redención Final está a la mano cuando Amor esté completamente entronizado en todos los aspectos de nuestra vida.

domingo, 15 de enero de 2012

Vaeirá: Amor como Liberación del Dominio de Ego

Nuestros Sabios explican las tribulaciones de los hijos de Israel bajo la pesada esclavitud en Egipto como aprendizaje y proceso de purificación, como precedentes para afrontar la Presencia Divina. Hemos dicho muchas veces que la maldad y la negatividad son sólo referencias para que nuestro libre albedrío tome las decisiones positivas que nos traen bienestar, prosperidad, y verdadera felicidad y plenitud. La única manera de hacer elecciones positivas es teniendo un conocimiento absoluto de lo opuesto a estas. Por absoluto nos referimos a un minucioso y completo conocimiento de lo que debemos evitar con el fin de realizar nuestro destino como individuos y como humanidad. Este enfoque es contrario a un conocimiento relativo o parcial de lo malo y negativo, el cual termina justificándolos como una parte “natural” de nuestra conciencia. El cautiverio en Egipto es el abrumador e insoportable sometimiento a una concepción materialista de la vida, bajo la cual ego (el faraón egipcio) es el dios que domina todos los niveles de conciencia. Cuando nuestro apego a las fantasías e ilusiones de ego se vuelven insoportables por carecer de verdadero significado o plenitud es cuando finalmente reconocemos, valoramos y apreciamos los caminos y atributos de Amor.

El duro sufrimiento de vivir una vida vana y sin significado es la oscuridad desde la que buscamos la Luz. La voluntad del Creador es que seamos completamente felices y plenos como fue concebido originalmente en el Jardín del Edén, y estamos destinados a volver a este tomando decisiones positivas, pero ello depende exclusivamente de nosotros. Es así que entendemos el proceso de aprendizaje mencionado arriba, cuando el Creador responde a la queja de Moisés por las tribulaciones de Israel en Egipto: “(…) y Él le dijo, 'Yo soy el Eterno'.” (Éxodo 6:2) porque es Él quien determina la manera en la que nos presentamos ante Él. Tenemos que reiterar que el creador nos da libre albedrío para elegir o no Sus caminos. Nosotros como Su Pueblo estamos destinados a elegir lo que Él nos encomienda, y en total conocimiento de nuestro Pacto con Él elegimos Sus caminos y atributos. Estos fueron los que nuestros Patriarcas vieron en su relación con Él: “Yo aparecí a [lit. fui visto sobre] Abraham, a [sobre] Isaac, y a [sobre] Jacob (…)” (6:3)

En el proceso de aprender del cautiverio bajo las ilusiones materialistas de ego al final nos damos cuenta que los caminos y atributos de Amor son nuestra verdadera libertad, porque proceden del Amor de Dios: “Y Yo os tomaré para Mí como un pueblo, y Yo seré un Dios para vosotros, y sabréis que Yo soy el Eterno vuestro Dios que os saqué de debajo las cargas de los egipcios” (6:7) Como mencionamos en nuestros comentarios sobre el libro del Éxodo (ver entre 2010 y 2011 en este blog), Moisés representa nuestro más elevado conocimiento del Creador y Aarón el mayor conocimiento de nuestra conexión con Él. Estas dos cualidades son las premisas para relacionarnos con Él: “Que es Aarón y Moisés a quienes el Eterno dijo, 'Saca a los hijos de Israel de la tierra de Egipto con sus legiones'.” (6:26) porque ambas son las cualidades que nos fortalecen para romper con las fantasías e ilusiones materialistas mediante la conciencia total de los atributos de Amor como las verdaderas referencias para abordar la vida y el mundo material: “Ellos son los que hablaron al faraón, el rey de Egipto, para dejar salir a los hijos de Israel de Egipto; ellos son Moisés y Aarón” (6:27) Amor está nombrado y destinado a dirigir y guiar todas las fuerzas que mueven la vida, ego incluido.

El Amor de Dios nos da vida para fortalecerla con Amor como nuestra Esencia e identidad, y nuestro mayor conocimiento del Creador nos autoriza a entronizar Amor como el destinado regente de todos los niveles de conciencia: “El Eterno dijo a Moisés, '¡Mira! Te He hecho un amo [lit. un dios] sobre el faraón, y Aarón tu hermano será tu portavoz'.” (7:1)

Si en tiempos actuales se nos hace dificilísimo someter el ego a nuestro albedrío, no podemos imaginarnos cuán duro era entonces bajo la esclavitud en una sociedad considerada la más depravada de la antigüedad. En este sentido entendemos la necesidad de “golpear” al faraón, a los egipcios y a su tierra, no con una o dos, sino con diez plagas. Sabios místicos explican que cada plaga representa un paso hacia la “sensibilización” de la conciencia humana mediante el reconocimiento de que todo proviene del Creador y está bajo Su control.

Ellos relacionan sangre con sentimientos cálidos y afectuosos, como portadora y sustentadora de vida, contraria al agua que es inorgánica y fría como nuestra actitud materialista y egoísta de la vida. El río Nilo era y sigue siendo la fuente de vida para Egipto, y los egipcios recibían su beneficio como algo “natural” y no proveniente del Creador. Al convertir sus aguas en sangre se vieron obligados a cavar pozos para beber de ellos. Los sapos también tienen sangre fría, y saliendo del agua para saltar dentro de hornos fue otra lección para aprender que, sin importar lo fríos que lleguemos a ser, debemos atemperarnos en el calor de nuestras casas y ese calor representa el corazón como Amor. Los piojos como succionadores de sangre también representan el consumo despiadado de la fuerza vital por parte del ego para satisfacer deseos materialistas, también a expensas de otros y de su sufrimiento. Los animales salvajes representan pensamientos crueles, emociones dañinas, pasiones destructivas e instintos fuera de control, los cuales caracterizan los aspectos negativos de la conciencia instigados por la agenda de ego. La pestilencia es el resultado de la destrucción que deja el engaño de las fantasías e ilusiones de ego, al igual que las erupciones cutáneas como efecto del ardor de los deseos de ego fuera de control. El granizo mezclado con fuego descendiendo del cielo nos enseña que cualidades opuestas como agua y fuego pueden coexistir juntas bajo la voluntad del Creador, al igual que el fuego que arde pero que no se consume y que simboliza Su Amor.

Las plagas son lecciones y pasos para someter el ego a la conciencia superior de Amor, y son recordatorios de que el Amor de Dios es nuestro Creador. Al ser y manifestar Amor como el regidor y conductor de nuestra conciencia dejamos atrás nuestro exilio y cautiverio bajo una vida sin propósito, y abordamos el destino significante y trascendental que el Creador nos depara. Nuestro Éxodo individual y colectivo comienza cuando hacemos la elección de abrazar Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, y al Amor de Dios como nuestro único Creador y sustento.

En Torno a la Concepción Judía de Ego

Sabemos que el ego es una de las fuerzas motrices fundamentales de la vida humana, junto al intelecto, mente, emociones, pasiones e instintos. Ego en realidad pertenece a una categoría diferente, ya que actúa independientemente de los otros y los usa para realizar su agenda. En este sentido, ego usa los otros aspectos de la conciencia para satisfacer sus "deseos", lo que aquí comúnmente llamamos "fantasías" e "ilusiones" materiales. Nuestros Sabios definen lo que llamamos ego con dos términos intercambiables y complementarios, que son lo que llaman "alma animal" o nefesh y la "inclinación negativa" o yetzer ha'ra. Dicho de otra forma, ellos se refieren al alma animal como la fuente de toda potencial actividad negativa en la conciencia humana. La comparan con un buey salvaje con la fuerza, ya sea para sembrar un campo o para destruirlo, y señalan que su "asiento" es el corazón. Basados en esta alegoría, algunos explican que el alma animal tiene el potencial para la "inclinación positiva" cuando uno logra dirigirla hacia un fin constructivo.

Esto significa que, además de ser una poderosa fuerza motriz, ego puede ayudarnos a destruir o a construir el campo que llamamos vida. En la Torá los personajes que eligieron conducir sus vidas basados en su agenda personal o su "interés", tales como Caín, Jam, Nimrod, Esaú, Labán, y el faraón entre otros, son por definición enemigos de aquello o de quienes cuestionen sus "caminos", incluyendo a su propio Creador. Esta actitud antagonista hacia lo bueno y lo positivo rechaza e inclusive combate el propósito del Amor de Dios en Su Creación, y por extensión la bondad derivada de los caminos y atributos de Amor. Esta actitud negativa convierte la vida en algo vano y carente de sentido, que se asemeja más a estar muerto. Hemos dicho que nuestro discernimiento nos hace entender que la vida es el propósito de la Creación como emanación del Amor de Dios, el cual siempre debe prevalecer a pesar de la oposición de quienes quieren hacer del sufrimiento, el odio, el hambre, el dolor, la enfermedad y la muerte los regidores del mundo material. Amor siempre prevalece porque, como manifestación humana del Amor de Dios, es la verdadera fuente de vida y la fuerza motriz real en la conciencia humana. Todos sabemos, inclusive aquellos que lo niegan, que nadie puede vivir sin Amor.

En este contexto hemos dicho (ver comentarios sobre Bereshit y Noé en este blog) que el Diluvio, la torre de Babel, Sodoma y Gomorra, y Egipto durante el Éxodo, fueron episodios en nuestra historia en los que el Amor de Dios hizo prevalecer la libertad real en aras de los caminos y atributos de Amor por encima de las tinieblas de la idolatría de ego. Debemos percibir lo que ocurrió en aquellos tiempos y lugares no como destrucciones sino como transiciones para hacernos valorar, apreciar y proteger la libertad que sólo Amor nos puede dar. Como individuos y como humanidad hemos padecido más dolor que plenitud en el proceso de aprender lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas.

Parece de veras increíble que todavía sigamos viviendo como en los tiempos del Diluvio, cuando la gente no creía en nada excepto sus ilusiones de ego y vivía para robar a otros o secuestrarlos para adquirir sus posesiones. Hace apenas 70 años más de 55 millones de personas murieron luchando contra la amenaza del totalitarismo como aconteció en los tiempos de la torre de Babel, cuando Nimrod fue emulado por Hitler y los "militantes" fundamentalistas islámicos. Seguimos padeciendo racismo, discriminación, xenofobia, tortura y crueldad como en Sodoma y Gomorra, sin mencionar la depravación sexual e inmoralidad como las de fanáticos religiosos que se "casan" con niñas de diez años de edad. Seguimos viendo tráfico de esclavos y servidumbre forzada en muchos países, en su mayoría islámicos, además de otras formas de esclavitud incluyendo la más conspicua de todas, la sociedad de consumo.

Las primeras cuatro porciones del libro del Éxodo tienen dos personajes centrales que son Moisés y el faraón. Cada uno representa características opuestas. El faraón es la personificación de la actitud egocéntrica ante la vida y el mundo material, mientras que Moisés representa el mayor conocimiento del Amor de Dios en Su Creación. Moisés, el más humilde de todos los humanos que jamás haya existido y el faraón como el más arrogante de todos los personajes bíblicos. Uno, cuyos deseos delirantes pretenden subyugar y explotar todos los niveles y dimensiones de la conciencia, y el otro cuya misión es dirigirlos bajo la conducción de los atributos de Amor. Con estas cualidades contrarias podemos hacernos una idea de quién es quién.

Nuestra tradición oral cuenta que Moisés vivió 40 años en Egipto en el palacio del gobernante de la nación más depravada de su tiempo, 40 años entre idólatras en Midián, y 40 años como el hombre que ha estado más cerca del Creador. Estos tres períodos quieren decir que Moisés vivió transiciones que lo llevarían a convertirse en el elegido para redimir a Israel en Egipto. Esto nos enseña que todos, tarde o temprano, vamos de una etapa a la otra en el proceso de lograr un pleno conocimiento del Creador. En algún punto nos hartamos de una vida vana y sin significado bajo las ilusiones y fantasías de ego. Entonces comenzamos a reflexionar y meditar sobre aquello realmente relevante en la vida, como solían hacer nuestros antepasados pastores cuando cuidaban sus rebaños. Finalmente, cuando logremos vivir libres y lejos de las ilusiones materialistas, estaremos preparados para encontrarnos con la Presencia Divina ocultada bajo tales ilusiones.

Sabios dicen que quienes quieren ser redimidos deben prepararse para la Redención. Dicho de otro modo, como siempre es, la decisión es sólo nuestra. Moisés o el faraón, la Tierra Prometida o Egipto.

domingo, 8 de enero de 2012

Shemot: Nuestra Verdadera Identidad como Redención


Esclavitud y libertad son dos temas primordiales en el libro del Éxodo, ambos ligados a nuestra relación con el Creador. Aunque nuestros Sabios se refieren a la traducción general como esclavitud, señalan que el término en hebreo sugiere servidumbre o servicio, dependiendo del contexto en que se mencione. De ahí que podamos servir a Dios ya sea como Sus sirvientes o Sus esclavos, y la mayoría de nuestros Sabios prefieren la idea de servicio cuando hay un acuerdo común entre quien sirve y quien es servido. Al servir, uno tiene un relativo grado de independencia, y su trabajo es el resultado de lo que eligió hacer basado en un acuerdo de conveniencia mutua. Esto a diferencia de la esclavitud que implica servicio o trabajo forzado en contra de la voluntad de quien provee su labor. Todos conocemos la diferencia, y debemos resaltar esa distinción para apreciar este período fundamental de nuestra historia judía.

Esclavitud o servidumbre se mencionan como maldición cuando Noé sentenció que Jam serviría a sus hermanos Shem y Jafet, y como profecía revelada a Rebeca acerca de sus hijos, indicando que el mayor servirá al menor. Respecto a Jam, nuestros Sabios dicen que su apego a las bajas pasiones, las emociones negativas y los instintos sin control lo hicieron esclavo de estos, y ese predicamento también lo hizo sirviente de aquellos que tienen mayor capacidad de dominar los aspectos inferiores de la conciencia. Nuestra tradición oral cuenta que Jam, el cuervo y el perro fueron los únicos que transgredieron la orden del Creador de abstenerse de relaciones sexuales dentro del arca durante el Diluvio. Esaú compartía rasgos similares que lo destinaron a servir para la conciencia mayor representada por Jacob. Estos precedentes sobre esclavitud o servidumbre son referencias claras para examinar el cautiverio de nuestros ancestros en Egipto.

Aprendemos de estos pasajes bíblicos que nuestra identidad define en mayor o menor proporción cómo ejercemos el libre albedrío, en torno a qué y a quién servimos, o para qué o para quién dedicamos nuestra vida. En este sentido comprendemos que la saga del Éxodo comienza con los nombres (shemot) de los hijos de Israel como sus respectivas identidades. Estos nombres están mencionados para enseñarnos que nuestra conciencia de quiénes somos y de dónde venimos determina para Quien y para qué vivimos en este mundo, ya sea en el exilio o en nuestra propia Tierra Prometida. Cada pasaje en la primera porción de Shemot revela dos aspectos de la esclavitud: Entre más nos asimilamos a una realidad ajena o contraria a nuestra verdadera Esencia e identidad, más esclavizamos nuestra conciencia a valores, patrones y estilos de vida que niegan nuestro propósito real en este mundo. Irónicamente, como lo hemos venido diciendo antes, a partir de las tinieblas en la realidad ajena del exilio --equivalente a las fantasías e ilusiones materialistas de ego-- nos vemos obligados a buscar nuestra liberación.

Nuestros Sabios dicen que Egipto es el prototipo de todos los exilios judíos, y es por ello que rezamos tres veces al día por nuestra redención de aquel. A pesar de haber ocurrido hace muchos siglos, seguimos clamando al Amor de Dios para que nos libre de la servidumbre bajo las ilusiones del mundo material, derivadas de la conciencia egocéntrica representada por el faraón. No muchos entre siete mil millones de humanos podemos alardear de vivir de acuerdo a lo que deseamos o que nos guste hacer como trabajo para sobrevivir. El lema ideal de “el mejor trabajo es el mejor juego” es un recuerdo remoto de la infancia cuando cortar el césped, pintar la cerca y lustrar los zapatos de papá eran los juegos más divertidos, simplemente porque nos gustaba hacerlo y con cariño. Amor es lo que nos recuerda nuestra verdadera identidad y razón de la Creación de Dios, porque no encontramos significado en nada de lo que hagamos o tengamos si Amor no es su causa y efecto.

Moisés y Aarón se pararon ante el faraón pidiéndole permiso para que los israelitas salieran al desierto para un festival en honor a su Dios, el cual fue negado arguyendo que él no conocía a Dios. Esto porque el faraón, como personificación del ego, cree que él es su propio dios. Nuestros Sabios analizan la palabra hebrea para festival explicando que su raíz semántica significa círculo, entendido como reunión circular de personas dentro del cual el Creador está en el centro. Esto nos invita a discernir nuevamente sobre el círculo y la pirámide como modelos opuestos respecto a cómo nos relacionamos como individuos y como sociedad. El círculo rechaza categorías, niveles, castas, superior o inferior, porque todos somos iguales ante los ojos del Creador, quien nos encomienda seguir Sus caminos e imitar Sus atributos. Este es uno de los principios esenciales del judaísmo, y la Torá presenta a los hijos de Israel como la familia cuyo círculo es la Luz para que las naciones reproduzcan ese modelo. Este es resultado de los caminos y atributos de Amor como proyecciones materiales del Amor de Dios, y lo entendemos al seguir Sus Mandamientos.

Tenemos nombres que identifican lo que somos como hijos de Israel donde sea que estemos. Mientras mantengamos este conocimiento sabremos por Quien vivimos y para Quien vivimos. Se trata de una parte fundamental del legado de José para nosotros, porque él no sólo afirmó que era un hebreo sino que actuó como tal siendo sirviente y siendo gobernante. La afirmación de su identidad lo hizo siempre regir en su entorno como esclavo y como virrey. La conciencia de nuestra verdadera identidad garantiza nuestra autonomía, y esta libertad interna nos conduce a la Redención. Todo lo que somos y hacemos con Amor como nuestra Esencia e identidad es el verdadero servicio que estamos destinados a realizar. El Amor de Dios redimió a nuestros ancestros de la esclavitud bajo los niveles de conciencia inferiores, para hacerlos servir a Él arriba en lo más elevado de nuestra conciencia donde mora la libertad real. Desde ahí servimos solamente con nuestro Amor y por la gracia de Amor como libertad real. 

En esta realización no existe sometimiento a los aspectos negativos de pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, porque Amor es nuestra libertad y Redención como manifestación material del Amor de Dios: “Harán guerra contra ti pero no podrán vencerte, porque Yo estoy contigo, dice el Eterno que te redime” (Jeremías 1:19) y “Días vienen cuando Jacob echará raíces, Israel retoñará y florecerá, y llenará la faz de la Tierra como fruto” (Isaías 27:6)

El Principio Femenino

El Principio Femenino de la Creación es la Presencia del Creador revelada en el mundo material, mientras que el Principio Masculino es Su Presencia ocultada. La misión conjunta de hombres y mujeres como representantes de la humanidad es revelar la Presencia Divina ocultada en la Creación, a lo que se refiere la Torá respecto a crear un lugar en el mundo donde el Creador more entre nosotros, en cada dimensión de la conciencia. Comencemos con el principio fundamental del judaísmo de la Unicidad del Creador, la cual percibimos parcialmente en nuestro discernimiento humano. Esta comprensión parcial nos hace captar la realidad material de manera fraccionada en forma de divisiones, separaciones y dualismos, y una de sus razones es para que podamos ejercer el libre albedrío que nos dotó el Creador. En este sentido también percibimos lo no revelado como si estuviera "separado" de la totalidad que abarca lo Divino. En el proceso de entender Unicidad nos vemos obligados a asimilar tanto lo revelado y lo ocultado como partes de lo mismo.

El misticismo judío explica la Creación como el resultado de emanaciones Divinas también parcialmente reveladas a la percepción y comprensión humanas. Sabios místicos las ilustran como esferas (sfirot) concéntricas y al mismo tiempo proyecciones de las anteriores, ya que todas son parte de la misma unidad. También las podemos concebir visualmente como planos en secuencia vertical, y la base o plano inferior (maljut) corresponde a la Creación material que conocemos como plano físico o realidad material. En nuestra percepción, todo lo que pueden captar nuestros sentidos e intelecto no es nada más que la Creación en su perfección, la cual captamos de manera parcial, y es lo que trataremos de definir como Principio Femenino. Todo lo que captan los sentidos revela un Plan Divino en el que la vida y el conocimiento del Creador son el principal propósito. Todos los elementos que integran la Creación material existen para generar vida y sustentarla. Lo mineral, vegetal, animal y humano existen e interactúan para dar expresión a lo viviente, y esa función es la manifestación material del Principio que buscamos definir como Femenino. Lo llamamos así porque, como nos hemos dado cuenta en el curso de la historia humana, es la fuerza generadora de vida.

En este contexto podemos entender el Principio Femenino como la Esencia misma de lo que crea, genera y sustenta la Creación material como resultado del Amor de Dios. Nuestra percepción y discernimiento nos ayudan a determinar lo que genera vida y lo que no. Podemos decir que todo lo que existe como vida es el Principio Femenino como expresión material del Amor Divino, y la Mujer es tanto la manifestación alegórica como específica de este Principio. Alegórica porque ella representa la vida en potencia y la concepción de la vida, de la misma manera que el Amor de Dios lo es con Su Creación. Específica porque ella gesta la vida y da luz a la vida. La Mujer entonces está dotada para gestar el milagro de la vida, vista esta como resultado material de Amor.

Este versículo se refiere al Principio Femenino contenido en la Mujer: "Y el hombre llamó a su mujer Eva, porque ella era la madre de todo lo viviente" (Génesis 3:20) y el hecho de que ella sea toda vida es confirmado en la Biblia Hebrea, la cual menciona por primera vez el Principio Femenino en el versículo, "(…) y el Eterno creó al hombre en Su imagen, en la imagen del Eterno él fue creado; hombre [masculino] y mujer [femenino] Él los creó" (1:27) como elementos esenciales para la revelación de la Presencia Divina en la Creación. "Y Dios el Eterno dijo, 'No es bueno que el hombre esté solo, Yo le haré ayudante, su opuesto a él'." (2:18), "(...) pero no encontró ayudante para Adán, opuesto a él" (2:20) opuesto en sentido complementario, ya que ambos fueron creados inicialmente como uno (1:27) y es por lo que Adán dijo, "Esta vez [ella] es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Por esto será llamada mujer, porque del hombre fue sacada" y la narración prosigue diciendo, "Por lo tanto el hombre dejará a su padre y madre, y estará unido a su mujer y ellos serán una sola carne" (2:23-24) porque uno es parte del otro. Esta igualmente es una unidad tanto en lo integral como en lo cooperativo, ya que juntos es como ambos cumplen su misión en el mundo. Aquí subrayamos la palabra "ayudante" como esencial para el Principio Masculino en nuestro destino común de revelar la Presencia Divina ocultada en la Creación. El mensaje primordial de la Biblia Hebrea es la cooperación y ayuda mutua entre los seres humanos, como principio ético y Mandamiento obligante de amarnos unos a otros.

Las mujeres en la historia hebrea nos hacen entender la misión encomendada al pueblo judío por el Creador, en particular a sus hombres. Su misión como "ayudantes" es, como lo hemos mencionado, la expresión vital de Amor como lo que genera y sustenta la vida. De ahí que las mujeres sean la personificación del Principio Femenino: "El hombre [Adán] llamó a su mujer Eva, porque ella era la madre de todo lo viviente" (3:20) porque de ella emana vida, de la misma manera que toda existencia emana del Creador. Así entendemos que ella sea "una corona para su esposo" y "una perla preciosa para su vida" (Proverbios 12:4, 31:10). Nuestros Sabios dicen acerca de ella que "la esposa es la casa", y en un significado más profundo quiere decir que a través de ella el Hombre construye su conciencia para realizar juntos su destino de revelar la Presencia Divina ocultada.

La mayoría de las mujeres en la historia judía han personificado fielmente la ayuda y apoyo requeridos para revelar la Presencia Divina en el mundo material. Este apoyo abarca muchos y variados aspectos que hacen de los atributos de Amor la manifestación material del Amor Divino. Sabemos que el amor filial es incondicional y de la manera en que nos dirige para forjar la personalidad y el carácter humano en aras de los valores éticos inherentes a Amor. Sara y Rebeca eran ambas arquetipos del mismo paradigma. Sara fue para Abraham e Isaac, lo que Rebeca fue para Isaac y Jacob. Estos arquetipos se hacen más complejos con Lea y Raquel junto con Zilpa y Bila, porque de ellas se derivan otros rasgos y cualidades que determinan la identidad de Israel como el pueblo judío. Nuestra tradición oral destaca la belleza física de las Matriarcas judías para enseñarnos que tal cualidad es un reflejo de la belleza espiritual. De ahí que fuesen codiciadas por reyes e inclusive por los enemigos de nuestros Patriarcas. En este sentido debemos entender la belleza como cualidad espiritual en vez de rasgo físico, y no rendirse a la belleza exterior carente de substancia espiritual. Esto define la diferencia entre la concepción judía de belleza respecto la definición helénica.

Tamar y Ruth, conversas al judaísmo como todas nuestras Matriarcas, representan el mismo arquetipo mencionado antes, ambas con el destino específico de la total y final revelación de la Presencia Divina. Esta es la proclamación de la soberanía del Creador y Regente de Su Creación. Esta proclamación es la misión y destino de Israel como el pueblo que principalmente desciende de la Tribu de Judá, visto como cualidad de realeza requerida para entronizar el Reino del Creador en el mundo material. Debemos concebir al Creador tanto como Padre como Rey, y es primordial referirnos a Él y relacionarnos con Él mediante un protocolo que en la Torá contiene 613 cláusulas, de las cuales 248 tenemos que cumplir y 365 de las que debemos abstenernos.

Como judíos tenemos que relacionarnos con nuestras mujeres en plena conciencia de nuestra identidad, como premisa fundamental para realizar nuestro destino como hombres y como pueblo. Lo mismo se aplica para las mujeres judías. Fortalecemos nuestra identidad judía a partir de los atributos del Creador que la Torá nos instruye a seguir e imitar, los cuales también emanan de nuestro propio Amor como manifestación material del Amor de Dios. Así comprendemos la preeminencia de Amor derivado del Principio Femenino como referencia para expresar el Principio Masculino.

Hombres y mujeres compartimos en diferente proporción ambos Principios, y las mujeres revelan aun más Amor en el mundo material por su capacidad de gestar y crear vida. Muchas culturas aborígenes igualan la tierra a la Mujer, y esta igualdad es axiomática. Por tanto en sus tradiciones y rituales la Mujer es la figura central como expresión tangible de vida, al igual que de Amor como la Esencia que crea vida. Entonces es comprensible que lo femenino ocupe un lugar prominente. La atracción emocional y sensual unida a la dependencia de lo femenino llena la mayor parte del lenguaje lírico de la música popular. Este hecho confirma el predominio del Principio Femenino al que debemos referirnos como medio y no como fin, en el proceso de revelar totalmente la Presencia Divina a través del Principio Masculino. En este aspecto es crucial que el Hombre obtenga el apoyo de la Mujer como portadora y proveedora de Amor como vida, con el fin de integrarlo en la conciencia masculina. Una vez el hombre entronice Amor en su conciencia como el guía de todos sus rasgos, cualidades, niveles y dimensiones, la Presencia Divina será plenamente revelada como la manifestación de nuestra Redención Final.

Debemos amar como lo hacen las mujeres, y como hombres dirigir nuestro Amor como la base de nuestra relación con el Creador, y por extensión con nuestro prójimo. Amor, como nuestra verdadera Esencia e identidad, pertenece por igual a Hombre y Mujer porque ambos fuimos creados a imagen y semejanza del Creador, y como emanación de Su Amor. Como complemento y suplemento uno del otro, Hombre y Mujer están unidos por Amor como su Esencia común. En su unión, Amor revelado en la Mujer anima al Hombre a despertar su Amor y expresarlo; y en esa correspondencia mutua, Amor como vida se reproduce en toda tu capacidad, fuerza y poder. Así vemos Amor como la fuerza constructora sobre la cual construimos vida para generar vida, como la manifestación material del Amor Divino. Es imperativo que hombres y mujeres se reconozcan en su Esencia común.

A través de nuestra historia la Mujer ha mantenido su identidad como personificación de Amor, manteniéndose fiel y leal a él. Así entendemos su fidelidad y lealtad al Creador en las vicisitudes que el pueblo hebreo vivió durante su exilio en Egipto, en su transcurso por el desierto antes y después de la entrega de la Torá, en su asentamiento en la Tierra Prometida, en sus guerras y resistencias ante invasores, en el exilio en Persia y Babilonia, y en la Diáspora. Debemos prestar atención a nuestra historia desde el Pacto con el Creador hasta nuestros días, estudiados y evaluados como hombres y mujeres herederos del Pacto. Así comenzamos a conocer verdaderamente quiénes fuimos y quiénes somos como hombres y mujeres, como pueblo y como Nación. Está claro que en nuestra tradición las mujeres han mantenido su identidad femenina judía en mayor proporción que los hombres judíos. Esto nos hace considerar que el Principio Femenino ha sido prevalente y crucial para mantener y sustentar vida en el mundo material. Ya es tiempo de comenzar a hacer prevalecer en nuestra identidad masculina el Principio Femenino que por milenios hemos apartado y relegado como ajeno al Hombre y propio de la Mujer, ya que es el mismo Amor que nos da vida, nos protege, sustenta y procura lo mejor y más conveniente para nuestra supervivencia bajo las tinieblas de las ilusiones creadas por el ego como el falso conductor de nuestra conciencia.

En esta evaluación es fácil concluir que en mayor proporción los hombres hemos elevado al ego con sus fantasías e ilusiones como el dios individual que hemos hecho de él. Fantasías e ilusiones infladas con ideologías, creencias, ideas y modas que impregnadas con negatividad generan guerras, conflictos y sufrimiento como portadores de desolación y muerte. Todos ellos contrarios a lo que Amor y sus atributos pueden generar como vida y plenitud. Hombres y mujeres unidos debemos reconocernos y redescubrirnos unos a otros como complementos del mismo Principio que es la voluntad del Creador.

Nuestra Redención Final viene cuando reconstruimos lo que destruimos con inmoralidad, asesinato e idolatría, y odio infundado contra los demás, reemplazándolos por lo contrario a ellos. Esta reconstrucción acontece al ser y manifestar los atributos de Amor para reemplazar inmoralidad por integridad. Hacemos desaparecer el homicidio cuando protegemos y nutrimos la vida, y en vez de adorar las fantasías e ilusiones de ego seguimos los caminos y atributos de Amor. Como resultado de esto, reemplazamos el odio infundado de ego amándonos unos a otros al emular el Amor de Dios por nosotros.

Tenemos que forjar este destino que el Creador guarda para nosotros, ya que la Redención de Su Amor es un milagro que nosotros debemos iniciar en consonancia con Él. Sin Su Amor no hay Amor. De ahí que mujeres y hombres debamos reflexionar en nuestra propia identidad, y en esta conciencia como hombres abracemos la nuestra. Entonces ambos géneros unidos podremos comenzar a reconstruir la conciencia humana tras su destrucción durante tantos siglos. Al hacerlo, comenzamos a vivir la otra parte del Plan Divino mencionado al principio, el cual se trata de conocer al Creador como nunca lo hemos hecho antes. Una vez disipemos los aspectos negativos de la conciencia al entronizar Amor en todos sus niveles y dimensiones, nuestro único deseo e interés será el conocimiento de Dios. Tenemos que hacer de Amor nuestra conciencia individual y colectiva con la que juntos revelemos la Presencia Divina ocultada en el mundo material, y proclamar que "toda la Tierra está llena de Su Gloria", "la Gloria del Eterno será revelada, y toda la humanidad [toda carne] junta la verá" (Isaías 6:3, 40:5), "Porque la Tierra estará llena del conocimiento de la Gloria del Eterno, como las aguas cubren el mar" (Habacuc 2:14) y Su Gloria es Su Amor.

domingo, 1 de enero de 2012

Vayejí: La Bendición de la Unidad de Amor


La unidad de Israel como familia de Jacob y como Nación es el mensaje principal de Vayejí, y debemos tener completo conocimiento de las cualidades de esta unidad. Consideremos algunos versículos que nos ayudan a definir tales cualidades. E Israel dijo a José: 'Yo no creí posible [volver a] ver tu rostro; y he aquí que el Eterno me ha dejado verte a ti y también a tu simiente (Génesis 48:11) Nuestros Sabios ponderan el significado del verbo hebreo traducido aquí como creer posible”, el cual se refiere a rezar. Aunque rezar es un verbo reflexivo en hebreo, en este versículo no está conjugado como tal y podría indicar un sentido incompleto debido a la tristeza de Jacob por la desaparición de José. Este breve preámbulo nos lleva a estimar la totalidad que implica en hebreo el verbo rezar. Nuestros Sabios enseñan que el rezo como concentración para elevar todos los niveles de conciencia al Creador substituyó las ofrendas que nuestros antepasados elevaban en el Templo de Jerusalén. Pero, ¿por qué rezar es una acción reflexiva y no una dirigida a Él? Debe ser reflexiva porque al integrarnos uniendo todos los aspectos y dimensiones de la conciencia hacia Su Amor, (creemos posible que) logramos nuestra conexión, unidad y Unicidad con Él. Por lo tanto el rezo judío es integrarse uniéndose uno mismo con el Creador, y no un método para convocarlo a que nos conceda lo que necesitemos, queramos o nos urja para nuestro bienestar personal.

Jacob estaba interesado y preocupado de que sus hijos no estuvieran juntos ni unidos en torno a él y a su legado (Israel como el Pueblo de Dios) y nuestra tradición oral cuanta que todos ellos juntos le declararon: Escucha Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno (y Único)” para demostrarle que estaban plenamente conscientes del verdadero significado de unidad. Él los llamó ordenándoles estar unidos: “Y Jacob llamó a sus hijos, y dijo: 'Uníos vosotros juntos (…). Reuníos vosotros, y escuchad, vosotros hijos de Jacob; y obedeced a Israel vuestro padre” (49:1-2) y esta orden es la premisa, la condición, el prerrequisito, la provisión para que ellos reciban sus bendiciones. De ahí que nuestros Sabios concluyan que la bendición de cada Tribu es también la bendición de todas ellas. Tenemos que reiterar que las Tribus de Israel igualmente representan rasgos y cualidades de la conciencia, definidas para hacer cumplir la voluntad de Dios en quienes somos y en lo que hacemos. Hemos dicho en otros comentarios que José se convirtió en el Primogénito, Leví en el Sacerdote, y Judá en el Monarca, como las tres facetas del paradigma de Israel, mientras que los demás hermanos representan aspectos contribuyentes a aquel.

En nuestra conciencia ese paradigma integra intelecto, mente, pensamientos, emociones, pasiones e instintos, junto con talentos, destrezas, rasgos y cualidades dirigidos a enriquecer la diversidad existente en la vida. Esta variedad que vemos en el mundo material nos inspira a ser tan diversos como creativos en la misión común de proclamar la Presencia Divina como Su Amor manifiesto en Su Creación. En este sentido el Amor de Dios, como nuestra verdadera Esencia e identidad, es el paradigma de Israel para regir como el Soberano conductor y guía de quiénes somos, de lo que tenemos y de lo que hacemos. Así los caminos y atributos de Amor son los únicos medios para lograr unidad en nuestra conciencia como individuos, y consecuentemente unidad como colectividad en el mundo material.

En nuestros rezos evocamos el Amor de Dios mediante la elevación de nuestro Amor por Él, y cuando ambos se unen estamos preparados para proclamar Su Gloria, la cual llena la Tierra. En el mundo exterior realizamos nuestra misión de unificar lo que está separado, arreglar lo que se ha roto, rectificar lo incorrecto, sanar lo que está enfermo, aligerar lo pesado, desatar lo amarrado, liberar lo cautivo, dotar lo débil, enseñar al ignorante, reunir a los exiliados, todo mediante la unidad integradora que es Amor.

Jacob bendijo lo bueno que hay en nosotros y lo buenos que podemos llegar a ser, y sus bendiciones son tales que también se refieren a los rasgos negativos que amenazan lo bueno como nuestro fin común: “(…) instrumentos de violencia son sus armas. Que mi alma no venga a sus maquinaciones, que mi honor no se junte a sus reuniones; porque en su ira asesinaron hombres, y en su ímpetu quebrantaron bueyes. Maldito sea su enojo porque era ardiente, y su ira porque es cruel (…)” (49:5-7) Hemos dicho frecuentemente que Amor no coexiste con nada diferente a sus modos y atributos. Ira y soberbia son inherentes a la violencia. El Amor de Dios, como estandarte y alma de Israel, no puede asociarse con los aspectos negativos de la conciencia.

Nuestros Sabios destacan que la letra hebrea zayin, que también quiere decir armamento, no aparece en ninguna de las palabras de la bendición de Jacob para Judá porque en su misión para proclamar la Soberanía del Creador los judíos no necesitamos armas, como tampoco las necesita Amor como manifestación material del Amor de Dios. Nuestro Patriarca Jacob nos ordena cumplir nuestra misión como el pueblo judío, y nos dice que Amor es lo que nos unifica para entronizar la Presencia de Dios en nuestra conciencia individual y por extensión en todo el mundo.

Las cuatro porciones finales de Génesis comienzan con José  y terminan con él: “Estas son las generaciones de Jacob: José (…)” (37:2) y “José murió a la edad de ciento diez años (…)” (50:26) cerrando el primer libro de la Torá con el Primogénito del legado de Israel como paradigma del Amor de Dios manifiesto en la conciencia humana. Catorce capítulos que nos enseñan mediante José las cualidades de la mayor bendición del Creador para nosotros: Su Amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.