sábado, 28 de abril de 2012

Emor: Consagrando al Creador en Nosotros

La santidad que el Creador exige de los hijos de Israel incluye a los sacerdotes, y esta porción de la Torá se refiere al servicio que estos últimos realizan en el Santuario o Templo.

La separación de funciones para los sacerdotes de ninguna manera implica que haya diferencias o categorías de santidad entre los hijos de Israel. Sin embargo esta santidad es enfatizada para los sacerdotes porque ellos representan la plena conciencia de nuestra conexión permanente con el Creador y Su Amor, del cual somos creados y sustentados.

Debido a su naturaleza esta conciencia es sagrada, ya que nuestro apego a Su Amor depende de ella.

“Ellos serán sagrados para su Dios, y ellos no profanarán el Nombre de Su Dios, por lo tanto ellos serán sagrados.” (Levítico 21:6)

Hemos dicho en comentarios pasados (ver en este blog Parshat Emor: “Restituir Vida con Vida” del 25 de marzo 2010 y “Entrega Total al Amor de Dios” del 1 de mayo 2011) que a través de nuestras ofrendas, que son nuestros mejores pensamientos, sentimientos y acciones, nos santificamos nosotros mismos y consecuentemente nuestra relación con Dios. 

Este conocimiento mayor, que es la conciencia representada por el sacerdote, debemos santificarlo todo el tiempo.

Tú lo santificarás [al sumo sacerdoteporque él trae la ofrenda del pan de tu Diosél será sagrado para ti porque Yo, el Eterno que te santifica, soy sagrado” (21:8)

El pan de nuestro Dios es Su Amor.

Esta conciencia sublime es encendida por el conocimiento que el Creador nos da para elevar todos nuestros niveles y dimensiones a Su servicio, el cual realizamos mediante los caminos y atributos de Amor. Dios sustenta toda Su Creación, y nosotros también debemos nutrir nuestras vidas y el mundo material donde vivimos con Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, la manifestación material del Amor de Dios, Su pan para nosotros.

Ese es nuestro servicio en el mundo para rendir honor a Su Amor por nosotros.

“(...) porque la corona del aceite de unción de su Dios está sobre él [el sacerdote]. Yo soy el Eterno” (21:12)

Otra vez el Creador reafirma Sus caminos y medios para seguirlo y emularlo a Él cuando nos dice “Yo soy el Eterno”. En esta declaración nos está diciendo “Haz como te digo porque te lo estoy diciendo”. Esto también significa que todo lo que hacemos en nuestras vidas debe tener como único fin santificarlo a Él.

“No profanaréis Mi Sagrado Nombre. Yo seré santificado en los hijos de Israel. Yo soy el Eterno que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Yo soy el Eterno.” (22:32-33)

Ya mencionamos el versículo donde el Creador unge (ilumina nuestra conciencia elevada con el conocimiento de Él) al sacerdote con Su aceite, y en el último capítulo (24) de esta porción Él expande esta iluminación para todo Israel habilitándonos también para encender la menorá del Santuario.

“Ordena a los hijos de Israel y que ellos tomen para ti aceite puro de oliva, triturada para iluminar, para encender las lámparas [de la menorácontinuamente.” (24:1)

Esto también quiere decir que el mayor potencial de amor y bondad en todos los niveles de conciencia (los hijos de Israel) están encomendados por el Creador para proveer y traer el aceite, la iluminación para el sacerdote. En otras palabras, la motivación para vivir y disfrutar nuestra conexión permanente con Él debe provenir del Amor y la bondad que infundamos en nuestro intelecto, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, palabras y acciones. Todas las dimensiones y cualidades están convocadas para este propósito.

Esta conciencia mayor tiene el propósito de guiar y dirigir, como está reiterado.

Y para Mi pueblo ellos [los sacerdotesles enseñarán la diferencia entre lo sagrado y lo profano, y les harán discernir entre lo puro y lo impuro.” (Ezequiel 44:23)

La manera práctica de hacerlo es siguiendo los modos y atributos de Amor como medios para santificar nuestra conciencia y nuestro entorno inmediato. Es importante destacar que la conciencia que Israel representa es multidimensional y abarca cualidades, rasgos, aspectos y atributos que están destinados a revelar totalmente la Presencia Divina en el mundo material.

La revelación de Dios a Israel en Sinaí sirve un doble propósito. Uno es para que los hijos de Israel asumieran su verdadera Esencia e identidad desde ese entonces, y el otro es para que a partir de su identidad desde ese entonces revelen la Presencia Divina en el mundo.

Una vez Israel tuvo la experiencia del Creador, Sus caminos y atributos en Sinaí, nuestro destino es proclamar en la tierra Su soberanía y Su gloria, que están manifiestas en los atributos de Amor que deben ser los únicos conductores de la conciencia humana.

Este conocimiento nos enseña a unificar todas las dimensiones de la conciencia en el servicio del Amor de Dios, y este servicio significa manifestar los modos y atributos de Amor como los únicos medios para remover lo inmundo y lo impuro con el fin de hacer prevalecer Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad. En este sentido los hijos de Israel están unidos bajo el conocimiento permanente de nuestra conexión con el Creador, y este conocimiento nos hace sacerdotes.

Es así como entendemos el Mandamiento de Dios, “y seréis para Mí un reino de sacerdotes, y una nación sagrada” (Éxodo 19:6) y esta identidad nos diferencia de las demás naciones. La Torá es la instrucción con la que nuestra identidad judía enseña a las naciones, las cuales representan rasgos y cualidades sometidas a las fantasías e ilusiones de ego.


La Torá enseña a toda la humanidad la diferencia entre las ilusiones de ego y Amor como Verdad, y es así como iluminamos a la conciencia para disipar las tinieblas en todas sus dimensiones. Nos damos cuenta de esto e implementamos esas enseñanzas bajo la dirección de nuestra conexión con el Amor de Dios, de donde proviene todo lo que es. En esta realización y experiencia somos sacerdotes, ya que santificamos todo lo que somos, tenemos y hacemos con la santidad de Amor sabiendo que estamos permanente conscientes de nuestra verdadera Esencia e identidad que es el Amor de Dios.

domingo, 22 de abril de 2012

Ajarei-Kedoshim: La Santidad del Amor de Dios

La descripción de pureza e impureza continúa en Ajarei-Kedoshim ya que es relevante en la Torá contextualizar sus aspectos y todos sus mensajes, y el énfasis está tanto en evitar lo impuro en todos los niveles de conciencia como en procurar la pureza como el medio para mantenernos cerca del Creador.

Esto otra vez es reiterado al comienzo de Kedoshim.

Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles a ellos, 'Vosotros seréis sagrados, porque Yo, el Eterno vuestro Dios, soy sagrado'.” (Levítico 19:2)

Esta es la premisa y precedente para la segunda mención en la Torá de los Diez Mandamientos (ver en este blog nuestros comentarios sobre la parshat Kedoshim en 2010 y 2011).

Sabemos que los 248 Mandamientos positivos y los 365 negativos de la Torá tienen como propósito purificarnos y limpiarnos en nuestro tránsito por el mundo material. De ahí que debamos evaluar constantemente la naturaleza de nuestra realidad o realidades individuales, lo que abarcan, su origen y su fin. Así sacamos las conclusiones respecto a lo que consideramos positivo y negativo en nuestra vida.

Hemos dicho innumerables veces en este blog que nuestro predicamento en el mundo material es ejercer el libre albedrío ante lo falso y lo verdadero, útil e inútil, positivo y negativo, etc. También dijimos que el discernimiento es una condición obligada para para verdaderamente poder elegir entre verdad e ilusión.

En este conocimiento podemos ser capaces de asimilar lo que la Torá nos dice en torno a lo puro e impuro, y también nos instruye a hacerlo con relación a nuestros congéneres. Nuestros Sabios dedicaron una buena parte de sus vidas para enseñarnos cómo conducirnos ante el prójimo y nuestro entorno inmediato. Estas son las circunstancias en las que observamos no sólo los Diez Mandamientos, sino todos los Mandamientos de la Torá.

Debemos entender la santidad de nuestro Creador con relación a lo que es sagrado en nosotros. Proclamar que Él es nuestro Dios no es un asunto unilateral. Esta es una de las razones que en hebreo el verbo rezar sea reflexivo, y no una expresión activa o pasiva. Se trata de algo que hacemos con nosotros mismos y para nosotros, por nuestro beneficio.

Esta acción requiere una actitud concienzuda y sensata en relación con nuestro Creador, y quiere decir que en nuestro rezo estamos juntos como Uno con Él. En este sentido, el Primer Mandamiento del Decálogo es no sólo referente a Dios sino acerca de nuestra conexión con Él que nos sacó de Egipto, la casa de esclavitud.

Dios es el Creador de todo, que por Su Amor nos redime de lo que nos mantiene atados y cautivos a aquello que niega, oprime, explota y denigra lo que realmente somosNuestro Dios Se define para nosotros en Su Primer Mandamiento, no como un Dios abstracto para Su pueblo, ya que nos dice en Su Torá cómo conocerlo mediante Sus obras, modos y atributos: Él es nuestro único Redentor, y nos muestra cómo lo hace. Él no es solamente nuestro Dios, Él es quien nos libera de todos los cautiverios y exilios.

Dios, el Creador de todo, es único y por tanto no hay espacio en nuestra conciencia para atrevernos a concebir “otros dioses”, y ello incluye “ídolos por los cuales os desviáis”Hemos dicho que la raíz semántica hebrea de la palabra “ídolos” también significa moldes en el sentido de máscaras, y de ahí aprendemos que las máscaras como moldes adoptados para pensar, sentir, hablar y actuar, simplemente representan lo que en esencia no somos.

Dicho de otro modo, el Segundo Mandamiento de no tener ídolos o dioses quiere decir que nuestra identidad se define a partir de nuestra relación con el único y exclusivo Dios, como lo proclama el Primer Mandamiento. Esto implica que aquello diferente a Sus modos y atributos debe ser rechazado por nosotros.

En este sentido los ídolos son todo aquello que consideramos, creemos, suponemos o sentimos que son superiores a nosotros y por lo tanto merecen ser seguidos, reverenciados y hasta temidos. Este predicamento es precisamente nuestro mayor problema, ya que esa mentalidad es la causante de nuestro aislamiento, dolor, sufrimiento, y caída.

Para liberarnos de tal predicamento tenemos que volver a recurrir al discernimiento e identificar plenamente la naturaleza de nuestros “ídolos”, las adicciones a fantasías e ilusiones creadas ya sea por ignorancia o por el mero deseo materialista de ego. ¿Es acaso glamour, moda, sofisticación, pretensión, arrogancia, lujuria, ambición, desvergüenza, indolencia, avaricia y sus derivadosY de ser así, ¿de dónde surgieron? ¿Acaso de una impresión o sentimiento de carencia¿O de deseos descontroladosY de ser así, ¿acaso son parte de quienes realmente somos, de nuestra verdadera Esencia e identidad¿Qué salió mal que nos desvió de nuestro exclusivo Dios y único Redentor¿Es acaso el establecimiento social, ideológico y cultural el que nos dicta quiénes somos, lo que pensamos, sentimos, deseamos, decimos y actuamos, al igual que lo hacen las escuelas y universidades que nos educanTiene que estar por ahí en algún lado, ya que nada de eso está en la Torá ni en los modos y atributos del Creador.

En ese estado de cosas es donde debemos discernir acerca de lo limpio y lo inmundo, lo sagrado y lo profano. En este discernimiento de hecho entendemos lo que significa Seréis sagrados porque Yo, el Eterno vuestro Dios, soy sagrado”. Es así como finalmente asimilamos aquello de que Dios los creó en Su imagen y semejanza”, porque Sus obras, modos y atributos son tal imagen y semejanza que estamos destinados a ser, tener y manifestar mientras seamos plenamente conscientes de que el Eterno es nuestro Dios.

En este conocimiento nos damos cuenta de lo que significa ser sagrados. De ahí que el Mandamiento de ser sagrados preceda a los Diez Mandamientos como la premisa obvia para afrontar nuestra conexión con Dios en general, y nuestra relación con el prójimo en particularEn todo esto conocemos la santidad del Amor de Dios y Sus caminos y atributos, y nuestro Amor por Él y por nuestros congéneres como la manifestación de Su Amor en el mundo material.

Dios nos creó como emanación de Su Amor, y a través de Su Amor podemos emular sus modos y atributos como están descritos en la Torá. Así nos hacemos conscientes de la santidad de Su Amor y nuestro Amor, y así comprendemos que Él es nuestro Dios que nos sacó de Egipto, la casa de esclavitud, porque Él nos ama. En Su Amor también nos dice que aquello distinto a Sus modos y atributos son ídolos con los que negamos Amor como nuestro nexo común con Él.

En este nexo no tomamos Su Nombre en vano, guardamos el Shabat, honramos a nuestros padres y madres, no asesinamos, no robamos, no damos falso testimonio, no codiciamos y seguimos los demás Mandamientos de la Torá con la misma santidad.

Esta realización es la que representa Jerusalén como el mayor conocimiento de nuestro nexo con el Creador, y es por ello que tenemos que reconstruir nuestra conciencia a partir de Su Amor, tal como está escrito.

“En ese día Yo levantaré la cabaña caída de [el rey] David, Yo restauraré sus ramas y erigiré sus ruinas, y Yo la reconstruiré como en los días de antaño, para que ellos [los hijos de Israelconquisten los vestigios de Edom y todas las naciones, porque Mi Nombre está sobre ellos; las palabras del Eterno que trae esto.” (Amos 9:11-12)

De ahí que dejemos que sean Sus modos y atributos los cimientos y conductores de todos los niveles de conciencia, nuestra cabaña. En el conocimiento de Su Amor como nuestra Esencia e identidad tenemos la fortaleza para conquistar y rectificar los aspectos negativos remanentes en nuestra conciencia (Edom y las naciones). Así es como sabemos que Su Nombre, Su Amor, está sobre nosotros como lo que somos. Es así como somos sagrados, porque Dios es sagrado.

domingo, 15 de abril de 2012

Tazria-Metzorá: Limpiando Nuestra Conciencia con en Amor de Dios

A veces Pésaj cae entre la parshat Sheminí y la parshat Tazria-Metzorá y sus contenidos están relacionados con el Éxodo de Egipto. Sus referencias específicas se tratan de lo limpio y lo inmundo, y al final de Sheminí leemos “Porque Yo soy el Eterno que te sacó de la tierra de Egipto para ser tu Dios. Por lo tanto, serás sagrado porque Yo soy sagrado (Levítico 11:45).

El Creador nos saca de Egipto, que representa la manera impura de afrontar el mundo, y esa salida es la premisa para Él y para que sea nuestro Dios. Mientras estemos bajo el dominio negativo de creencias, pensamientos, emociones, pasiones e instintos, vivimos sin Dios como conocimiento de nuestra verdadera Esencia e identidad. Dicho de otra manera, no hay Amor ni sus caminos y atributos en medio de circunstancias negativas, porque Amor no cohabita con nada diferente a sus modos.

Los hijos de Israel eran conscientes de que sus antepasados sabían que había un solo Dios con el que estaban estrechamente relacionados, pero bajo la opresión de los peores rasgos de la conciencia humana dudaban que existiera el Dios de sus ancestros. Si nos pusiéramos en su lugar, tampoco creeríamos que hay un Creador compasivo, benévolo y amoroso.

Esto lo sentimos cuando atravesamos por circunstancias difíciles en nuestro esfuerzo por sobrevivir y satisfacer nuestras necesidades básicas, en medio de un ambiente cada vez más adverso y hostil. En el caso de nuestros ancestros, ellos dependían totalmente de los egipcios para su supervivencia y no conocían otra tierra adonde ir. De ahí que su liberación dependiera exclusivamente del Dios de sus antepasados, y ocurrió gracias a Él. Dios los envió a Egipto y luego los sacó como parte de Su plan para Israel.

Las circunstancias ahora son diferentes porque estamos bajo el dominio de nuestras propias ilusiones materiales que nos separan del Creador, ya que elegimos seguirlas en vez de Sus modos y atributos. Ahora nuestra liberación depende de nosotros y no de Él.

Tomar la decisión de retornar a Él implica separar nuestra conciencia de las circunstancias negativas y adversas que hemos hecho reales en nuestra vidas. Esto mismo ocurre con las llamadas “revoluciones” a través de la historia, de las que la gente simplemente se harta del status quo, de la opresión ideológica del establecimiento, al igual que de los patrones sociales, económicos y culturales que deshumanizan nuestra conciencia.

En el judaísmo la diferencia entre esas revoluciones y la Redención Final es que en esta última la maldad y la negatividad estarán erradicadas, y estaremos viviendo solo con el fin de conocer los caminos y atributos del Creador.

Esto quiere decir que no lo esperamos como un milagro repentino y sin ser anunciado, sino como algo que debemos perseguir con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas. Esto lo hacemos amando a Dios con tal intensidad que sea para conducir todos los niveles de la conciencia en los caminos y atributos de Amor, como la manifestación material del Amor de Dios.

Es así como entonces nosotros haremos posible el milagro de revelar Su Presencia en el mundo y convertirlo en un lugar para que Él habite entre nosotros. Nuestros antepasados en Egipto tuvieron que abandonar la inmundicia de los rasgos negativos de la conciencia con el fin de tener a Dios, para que pudieran llegar a ser sagrados porque Él es sagrado.

Así vuelve a ser reiterado que Amor como santidad no cohabita con nada distinto a sus modos y atributos. Es por ello que debemos reflexionar en lo que es limpio y en lo que es inmundo para conocer la diferencia entre las cualidades de Amor y las fantasías e ilusiones de ego (ver nuestros comentarios sobre la Parshat Tazria: “Sembrar en el Amor de Dios” del 4 de abril 2010 y “Viviendo en el Pacto de Amor Divino” del 27 de marzo de 2011).

Todas las leyes de la Torá respecto a la pureza individual y colectiva tienen como propósito indicarnos lo puro y lo contaminado en nuestra conciencia. Hemos dicho con frecuencia que nuestros niveles de conciencia son vasijas que llenamos con pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Se trata de que estén vacías para ser llenadas con los atributos de Amor, por lo tanto tenemos primero que remover toda agenda de ego en ellas.

No es una tarea sencilla, ya que nos hemos pasado la vida llenando cada aspecto de la conciencia con los ingredientes equivocados. Somos lo que hemos puesto en nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.

Una manera de verlo negativamente sería mirándonos en un espejo y preguntarnos si nos gusta lo que vemos, ya que se trata sólo de una reflexión del exterior de la vasija. Lo que tenemos que evaluar es lo que esta contiene. Entonces comenzamos a hacer el inventario para identificar lo correcto y lo incorrecto, lo positivo y lo negativo, lo falso y lo verdadero, y todo lo demás.

No se trata de juzgar sino de discernir con el fin de poner a prueba nuestro libre albedrío. Discernimiento y libre albedrío están juntos en esto porque si no somos capaces de discernir jamás seremos capaces de tomar las decisiones correctas. Tenemos que saber primero antes de tomar decisiones, y esto lo tenemos claro.

La Torá nos instruye a discernir acerca de todo, porque esa es la manera en que adquirimos conocimiento. Dicho de otro modo, tenemos que ser listos antes de elegir, y lo más listos que podemos ser es discerniendo en, con, para y mediante los atributos de Amor.

No se trata de que nuestra pureza interna refleje nada, sino de que nos conduzcamos con los medios y arbitrios de Amor en lo que creamos, pensemos, sintamos, hablemos y hagamos.

La conciencia contiene vasijas diseñadas para ser llenadas todo el tiempo, y constantemente debemos revisar si su contenido es puro o impuro, agradable o desagradable, feliz o triste. Seamos conscientes de que en los modos de Amor no hay espacio para nada negativo, así que no hay tal cosa como “no hay nada malo con estar triste” o “está bien ser iracundo”, porque una vez llenemos nuestras vasijas con tales sentimientos son estos los que nos dirigirán a su manera.

Entonces no hay que culpar a Dios ni a nadie por nuestras frustraciones como resultado directo de nuestras fantasías e ilusiones, ya sean reales o imaginarias. Hay quienes dicen que el camino de la rectitud que nos conduce a la verdadera libertad es derecho y estrecho, y tienen razón.

Cuando andamos en los caminos de Amor no hay que mirar a los lados porque los únicos lados que hay son de Amor. También otros dicen que hay que estar eternamente vigilantes al andarlos, ya que podemos caer en las ilusiones de ego.

Es evidente que no es nada fácil evitarlo, pero no tenemos otra opción. Mientras estemos completamente conscientes del Amor de Dios y Su bondad como la experiencia real que son momento a momento, comenzamos a vivir nuestra propia Redención individual.

Nos damos cuenta de ello cuando iniciamos la limpieza de lo que somos y tenemos para abrazar a nuestro Dios, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Israel.

domingo, 1 de abril de 2012

Shemini: Santificando nuestra unión con el Creador

Hemos aprendido que la preparación del Santuario, del Sumo Sacerdote y de las ofrendas son el medio para estar cerca del Creador.

“Esto es lo que el Eterno habló, diciendo: 'Yo seré santificado en aquellos que están cerca de Mí, y ante todo el pueblo Yo seré glorificado'." (Levítico 10:3)

Al conducir todas las dimensiones de la conciencia (“todo el pueblo”) en los caminos y atributos de Amor, el Amor de Dios será glorificado, porque lo veremos manifestado en todas las dimensiones de Su Creación.

Reflexionemos en el significado de santificar glorificar al Creador. El salmista nos ayuda a entenderlos mediante lo que él se refiere como alabanzas. Los Salmos (alabanzas) del rey David explican que lo hacemos al seguir los caminos de Dios y al emular Sus atributos, que son Su Amor por Su Creación. Lo hacemos al estar totalmente liberados de las ilusiones y fantasías de ego (“las naciones”), y el salmista también nos recuerda que tenemos que hacerlo con todas las dimensiones de la conciencia.

Alabad al Eterno desde la tierra [la vida material], monstruos marinos y todo lo que vive en los abismos [los niveles inferiores de la conciencia], fuego y granizo [pasión y pasividad]nieve y vapor [frialdad y calidez], vientos tempestuosos que cumplen Su voluntad [pensamientos liberadores], montañas y todas las colinas [creencias e ideas], árboles frutales y todos los cedros [caminos de la verdad y todas las convicciones de rectitud], bestias y todo ganado [instintos y pasiones], reptiles y pájaros alados [bajas pasiones y sentimientos edificadores], reyes de la tierra [hábitos y costumbres] y todos los pueblos [bajas emociones y sentimientos], príncipes [arrogancia, soberbia, control de ilusiones de ego] y todos los jueces de la tierra [principios éticos y morales], mancebos [avidez, ímpetu] como también doncellas [pureza, modestia y pudor], ancianos [experiencia y sabiduríajunto a niños [inocencia y reverencia]. Que ellos [todosalaben [eleven, ofrenden, sean y manifiesten el Amor de Diosel Nombre del Eterno, porque solo Su Nombre es exaltadoSu Gloria está sobre la Tierra y los Cielos” (Salmos 148:7-13)

Todo lo que existe emana de Él y es sostenido por Él.

Respecto a la conciencia, todas sus dimensiones que nos llevan a discernir, pensar, sentir y actuar, deben ser dirigidas y guiadas para vivir el Amor de Dios en nosotros y en todo lo que Él creó para nosotros. Ya sabemos que loque percibimos como aspectos “negativos” de Su Creación, aquellos en que Su Presencia no está revelada a nosotros, están ahí como referencias para procurar lo positivo.

Al aprender de lo bueno nos preparamos para transformar lo negativo en positivo, y es así como revelamos la Presencia Divina en el mundo material. Tengamos presente en mente y corazón que el mundo existe para que nosotros revelemos la Presencia del Creador, y eso lo hacemos solamente siendo y manifestando Su Amor, y la bondad de Sus modos y atributos.

Santificamos y glorificamos Su Nombre siendo y expresando nuestra verdadera Esencia e identidad, que es nada menos que Su Amor, y esa es la manera en que elevamos nuestra vida para estar cerca de Él. En este proceso vivimos plenamente Su Gloria, que es Su Amor.

“Y Moisés dijo: 'Esto es lo que el Eterno os encomienda hacer; y la Gloria del Eterno se aparecerá a vosotros'.” (Levítico 9:6)

La narrativa de Sheminí prosigue haciéndonos saber que este proceso implica nuestro pleno conocimiento de la diferencia entre las fantasías e ilusiones de ego y los modos y atributos de Amor.

“Con el fin de distinguir entre lo sagrado y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio; y [paraque tú [Aaróninstruyas a los hijos de Israel todos los estatutos que el Eterno ha hablado a ellos por la mano de Moisés.” (10:10-11)

El que lo hace es Aarón el Sumo Sacerdote, el mayor conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios; a través de Moisés, el mayor conocimiento del Creador. Tengamos claro que la conciencia que representa Moisés es nuestro medio para aprender los caminos y atributos para estar siempre cerca de Dios y Su Amor (ver nuestros comentarios sobre Sheminí: “Consagrar la Vida al Amor de Dios” del 2 de abril, 2010 “Siendo Verdad ante el Amor de Dios” del 20 de marzo, 2011 en este blog).

Najmánides, el Rambánnos enseña que los animales inmundos cuyo consumo es prohibido por la Torá son depredadores, y su naturaleza es una influencia negativa para nosotros. No nos podemos imaginar comportarnos como serpientes, escorpiones, cuervos, buitres o bestias salvajes, aunque sabemos que hay gente como ellos.

Nuestros Profetas y Sabios cuentan que en los tiempos de nuestra Redención Final todo árbol producirá frutos y todas las bestias serán pacíficas y amorosas, porque la raíz de toda maldad será completamente erradicada de la tierra. Hemos dicho muchas veces que la conciencia mesiánica es algo que tenemos que generar, como ocurrió con nuestros ancestros bajo la esclavitud en Egipto. Clamaron por su Redención a viva voz, y nuestro Dios oyó y los liberó con la fuerza redentora de Su diestrael infinito poder de Su Amor.

Algunos creen que nuestra Redención Final vendrá milagrosamente y sin que tengamos que mover un dedo para que ocurra. Deben aprender de nuestra historia y del Holocausto en el que el pueblo judío estuvo cerca de ser exterminado. Casi nadie movió un dedo para evitarlo, y ahora sabemos qué hacer para que nunca vuelva a ocurrir, nunca másEs una lección que costó más de seis millones de vidas aprender, y esto significa que tenemos que hacer más que mover un dedo.

Lo más fácil es culpar a Dios luego de evadir nuestras responsabilidades y nuestra parte del Pacto que Él nos ofreció a través de nuestros Patriarcas. ¡Aún peor cuando lo culpamos a Él por los resultados de las decisiones que tomamos! Alegamos y reclamamos que libertad real radica en nuestro total libre albedrío, y cuando la maldad aparece para que podamos realmente ejercer nuestro albedrío terminamos tomando decisiones negativas con sus consecuencias... y volvemos a culpar a Dios.

Ya es tiempo de darnos cuenta que si realmente deseamos nuestra Redención Final de toda maldad y negatividad, será mejor que comencemos a tomar las decisiones correctas, conscientes de los efectos positivos que nos esperan cuando elegimos los modos y atributos de Amor. Después de todo, Amor es nuestra verdadera Esencia e identidad porque todos venimos del Amor de Dios.

Iniciemos nuestra Redención trayendo a Él nuestras ofrendas, nuestro Amor en lo que somos y hacemos.

“(...) atribuid al Eterno honor y fortaleza. Atribuid al Eterno la gloria debido a Su Nombre; traed una ofrenda y venid ante Él, alabad al Eterno con resplandeciente santidad. Vibrad ante Él, toda la Tierra; el mundo también fue firmemente establecido para que no tambalee. ¡Alégrense los Cielos, regocíjese la Tierra, y entre las naciones proclamen: 'El Eterno reina'!” (I Crónicas 16:28-31)

Cuando reconozcamos y aprendamos Sus caminos y atributos, podremos traer a Él las obras de lo que somos y hacemos. En esta realización, que todos los aspectos de nuestra conciencia reconozcan que Su Amor rige en Su Creación. En la firmeza de nuestro Amor encontramos Su Amor.

El salmista también nos advierte sobre las consecuencias de nuestras decisiones.

“Pero Mi pueblo no Me escuchó, e Israel no consintió Conmigo. Entonces los entregué a sus corazones porfiados en seguir sus propios consejos. Si Mi pueblo Me escuchara, si tan sólo Israel siguiera Mis caminos, ¡rápido subyugaría a sus enemigos y volvería Mi mano contra sus adversarios!” (Salmos 81:11-14)

Entonces escuchemos otra vez a Su Amor, y con nuestro propio Amor derrotemos el predicamento negativo en las ilusiones y fantasías materialistas de ego. Despertemos en la Luz de Amor a nuestra Redención individual y colectiva, y en el Amor de Dios revelemos totalmente Su Presencia en el mundo material.

Entonces proclamaremos, “¡El Eterno reina!”.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.