domingo, 3 de marzo de 2013

Vayajel-Pekudei: Reafirmando el Nexo con Nuestro Creador

Nuestro mayor conocimiento del Creador nos habilita para compenetrarnos con Él. Suena obvio que entre más conozcamos algo o a alguien, más estemos relacionados con aquello o aquel. De lo que se trata aquí es de aplicar este hecho obvio a algo real y práctico. Eso quiere decir que hay veces en las que nuestro conocimiento de algo no necesariamente implica que estemos suficientemente ligados a ello. En este sentido nos referimos al conocimiento de Dios como nuestra conexión continua con Él. Esto es lo que queremos dar a entender cuando llamamos a Moisés nuestro mayor conocimiento del Creador, ya que él personifica nuestra relación con Él. Esto explica el papel de Moisés a lo largo de su vida junto con los hijos de Israel, como lo narran las dos últimas porciones del libro del Éxodo: “Todo el trabajo del [la construcción del] Tabernáculo de la Tienda de Asamblea fue completado; los hijos de Israel [lo] habían hecho según lo que el Eterno había encomendado a Moisés, entonces lo habían hecho”, “De acuerdo con todo lo que el Eterno había encomendado a Moisés, lo hicieron los hijos de Israel todo el trabajo. Moisés vio todo el trabajo y ¡he aquí! Ellos lo hicieron tal como el Eterno había encomendado, así lo habían hecho. Entonces Moisés los bendijo a ellos” (Éxodo 39:32, 42-43)

Moisés nuestro maestro nos muestra cómo funciona la conexión con el Creador: “Así hizo Moisés de acuerdo a todo lo que el Eterno le había encomendado, así él [lo] hizo” (40:16) Nuestra conexión con Dios es toda la razón de nuestra vida porque provenimos de Él y hacia Él retornamos de las fantasías e ilusiones de ego. Nuestro conocimiento del Creador es directamente proporcional a nuestra separación de la agenda de ego. Dicho de otro modo, entre más vivimos en nuestras ilusiones de grandeza, más lejos estamos de nuestra verdadera Esencia e identidad. Podría sonar bastante obvia y lógica la manera en la que debemos abordar nuestra relación con Dios, pero de hecho depende de nuestro conocimiento de los modos y atributos con los que Él se relaciona con nosotros y toda Su Creación. Estas son las maneras como Él revela Su Presencia en nosotros, porque nuestra Esencia y verdadera identidad emanan de Sus caminos y atributos que aquí llamamos el Amor de Dios.

Esto se trata de algo práctico, ya que que nuestra relación con Dios no es para nada teórica. La Torá nos indica los medios y arbitrios para vivir plenamente nuestro nexo permanente con Dios. En el primer Mandamiento que Él nos dio en la salida de Egipto está el punto de partida: “Aconteció [que] en el primer mes, en el segundo año, en el primer día del mes, que el Tabernáculo fue establecido” (40:17) Dijimos en otros comentarios en este blog que la renovación de la luna también representa nuestra renovación como individuos y como Nación. Esto implica que no hay comienzos ni finales sino renovaciones constantes en nuestras vidas cuando las consagramos al Creador. Esto explica la inauguración del Templo en el novilunio del mes cuando el Eterno nos liberó de Egipto, de la casa de esclavitud. Hay una conexión entre nuestro nexo permanente con Dios (representado por el Tabernáculo) y la constante renovación de nuestra relación con Él, como premisa para abordar la vida en el mundo material. La Torá nos recuerda frecuentemente que una vez establecemos nuestra conexión con Dios, Él también está constantemente con nosotros: “Porque la nube del Eterno estaba sobre el Tabernáculo de día, y había fuego en ella de noche, ante los ojos de toda la casa de Israel en todas sus jornadas” (40:38)

Vayajel y Pekudei narran los detalles de la construcción del Tabernáculo para enfatizar la importancia de nuestra relación con Dios, porque sin esta la vida carece de verdadero significado. Los detalles parecen inclusive redundantes, pero debemos entenderlos mediante lo que significan respecto a los aspectos y dimensiones de la conciencia que debemos dirigir y dedicar a nuestra relación con Dios. La idea no es repetir por repetir, sino destacar y enfatizar el entero propósito de nuestra existencia. El Tabernáculo como nuestra conexión permanente con el Creador es precisamente ese propósito. De ahí que también tengamos que repetir lo que ya hemos dicho anteriormente respecto a esto. De hecho ese ha sido y es el propósito de nuestro blog. Queremos llamar nuestra atención sobre la identidad judía, sus orígenes, sus significados, y especialmente sus propósitos. La Torá los contiene e integra a todos para que como judíos reconozcamos, abracemos y realicemos nuestra Esencia y verdadera identidad. Esto a diferencia de las ilusiones y fantasías de ego, como los ídolos que estamos destinados a derrotar con el fin de entronizar los modos y atributos de Amor en todos los niveles y dimensiones de la conciencia.

Debemos insistir en que nuestra relación con Dios se basa en Amor como nuestro nexo común con Él. Proclamamos este principio antes y después de recitar “Escucha [entiende] oh Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno [y Único]”. Entonces citemos el libro de rezos judíos con la bendición introductoria en la mañana: “Tú [Dios] nos amas con un amor infinito, oh Eterno nuestro Dios (...) Haz que nuestros corazones entiendan, escuchen, enseñen, cuiden, realicen y mantengan todas las enseñanzas de Tu Torá con amor (…) Y Tú nos has acercado a Tu gran Nombre por siempre en verdad, para agradecerte a Ti, y proclamar Tu Unicidad con amor. Bendito eres Tú, Eterno, que elige a Su pueblo Israel con amor”. En la noche proclamamos, “Con amor eterno Tú has amado la casa de Israel, tu pueblo. (…) Que Tu amor nunca se aparte de nosotros. Bendito eres Tú, Eterno, que ama a Su pueblo Israel”. Y después decimos “Amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas”. Al proclamar la Unicidad de Dios también nos proclamamos como parte de Él con Amor.

Así es como tenemos que entender el Tabernáculo como el tiempo y espacio más allá de toda comprensión, en donde conocemos nuestra Esencia e identidad como parte de nuestro Creador. Nos damos cuenta de ellos a través de Amor como nuestro nexo común con Él. En este conocimiento no hay fantasías ni ilusiones, porque la única Verdad en que vivimos es Dios. Y nada más. De ahí que debamos conocerlo a Él como la Fuente de la que emana todo. Por eso es que estamos aquí. Esa es nuestra identidad. Ese es nuestro destino.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.