lunes, 27 de mayo de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (VI) Sofonías

Hemos dicho que los mensajes de los Profetas hebreos están divididos en tres aspectos o niveles. En general están presentados en el orden siguiente: La separación de Israel de Dios y sus consecuencias, el comienzo de su retorno a Él como resultado de esas consecuencias (también conocido como "arrepentimiento"), y la reunificación con Él como culminación de la Redención Final (lo que aquí llamamos la Conciencia Mesiánica). Viéndolo con una perspectiva más amplia, estos tres niveles abarcan un proceso de aprendizaje mediante el cual nos hacemos conscientes de la conexión con el Creador y nuestra relación con Él. También hemos mencionado que todo este proceso depende completamente del libre albedrío que Dios puso en nuestra conciencia. En este contexto, el libre albedrío es una de las cualidades esenciales que honran nuestra imagen y semejanza de Él.

Con libre albedrío elegimos separarnos de nuestro Creador, Sus caminos y atributos con los que Él se relaciona con nosotros; y también con libre albedrío elegimos regresar a aquellos. Sin embargo debemos ser conscientes de que la dinámica del libre albedrío está ligada a causa y efecto, no como una ley inmutable sino como un proceso de aprendizaje. Así la conciencia humana se desenvuelve dentro de los parámetros de causa y efecto. Igualmente hemos dicho que lo que experimentamos como negativo, inicuo, destrucitvo, restringente y substrayente, existe como referencias para elegir lo opuesto a ellos. Son referencias y no opciones. Este proceso de aprendizaje está diseñado para que finalmente conozcamos y vivamos lo que es bueno y positivo, como modos y atributos que el Creador quiere que elijamos para cada aspecto y dimensión de la vida en el mundo material. El Profeta nos lo recuerda.

“Y Yo dejaré entre vosotros un pueblo afligido y pobre, y ellos se refugiarán en el Nombre de Dios” (Sofonías 3:12)

Nuestra separación de Dios es el resultado directo de inclinarnos a las fantasías e ilusiones de ego, que terminan afligiéndonos y empobreciéndonos a expensas de Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Esto es un recordatorio del segundo Mandamiento del Decálogo, el cual es una advertencia contra servir a otros dioses e ídolos ante la Presencia de Dios. Esto significa que Su Presencia ante la que vivimos, que nos creó y nos sustenta, no cohabita con nada diferente a Sus modos y atributos hacia nosotros. Al vivir el dolor y el sufrimiento derivados de las fantasías e ilusiones que nos afligen, el Amor de Dios aguarda nuestro retorno a Él en el refugio de Su Nombre.

“El remanente de Israel no hará maldad, ni hablará mentiras, ni tampoco una lengua engañosa habrá en su boca; porque ellos comerán y descansarán, y no habrá quien los atemorice” (3:13)

Una vez más el segundo nivel nos conduce en un proceso de limpieza donde removemos individualmente y colectivamente las tendencias y los rasgos negativos de nuestra conciencia. Aquello que siempre permanece con nosotros, tras despojarnos de lo que no es necesario, es nuestra Esencia y verdadera identidad que comienza a revelar sus cualidades y atributos. Entonces Amor, como la manifestación material del Amor de Dios, expresa su bondad como lo opuesto a la maldad, la mentira y el engaño, derivados de las ilusiones de ego. Nutrimos nuestra bondad de los modos y atributos de Amor, y descansamos en paz y tranquilidad donde no hay espacio para temores, dudas o incertidumbres. Nos regocijamos en la paz de los atributos de Amor.

“Canta, oh hija de Sión, grita oh Israel; alégrate y regocíjate con todo tu corazón, oh hija de Jerusalén. El Eterno ha quitado tus juicios, Él ha expulsado a tu enemigo. El Eterno es Rey de Israel en medio de ti. Nunca más verás maldad” (3:14-15)

Como hemos indicado frecuentemente en este blog, Jerusalén representa nuestra conciencia de conexión permanente con Dios. En este contexto la hija de Jerusalén es el fruto de esta conciencia, la cual adquirimos al retornar a los caminos y atributos del Creador, que son Su voluntad hacia nosotros. Esto nos libera de nuestras fantasías e ilusiones.

“El Eterno tu Dios está en medio de ti, el Poderoso que te redimirá; Él se regocijará en ti, Él callará de amor, Él se regocijará en ti con cántico” (3:17)

En nuestro conocimiento de la Presencia de Dios como guía regente de la conciencia logramos la verdadera libertad como la Redención Final que añoramos. Ese es el jubileo final tras completar los años, semanas y días de nuestras vidas. Moisés nuestro maestro lo articuló de esta manera:

“Enséñanos a contar nuestros días, para que podamos adquirir un corazón sabio. ¡Vuélvete, Eterno! ¿Hasta cuándo será? Ten compasión de tus servidores. Sácianos en la mañana con tu amorosa bondad, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. Alégranos conforme a los días que Tú nos has afligido [con nuestra separación de Ti], por los años que vimos maldad. Que Tus obras se manifiesten a Tus servidores, y Tu esplendor sobre sus hijos. Y que la placidez del Eterno nuestro Dios esté sobre nosotros; y dispón para nosotros la obra de nuestras manos; confirma para nosotros la obra de nuestras manos” (Salmos 90:12-17)

Y confiamos que cumpla Su promesa de redimirnos pronto en nuestros días, mediante la gracia de Su Amor.

“Yo los reuniré a quienes están lejos de los días asignados, aquellos de Ti, quienes han llevado de ella la carga de oprobio.” (Sofonías 3:18)

Al integrar la Presencia Divina en todos los aspectos y facetas de la vida, a través de Sus caminos y atributos, entramos en la Conciencia Mesiánica como la promesa de Su Redención Final. Seremos todos congregados como Israel, integrados y unidos. La diversidad de nuestro potencial creativo multidimensional será completamente manifestada como los reunidos hijos de Israel.

“En ese tiempo Yo los traeré, y en ese tiempo Yo los reuniré; porque Yo haré que tú seas un nombre y una alabanza entre todos los pueblos de la Tierra, cuando Yo te haga retornar de tu cautiverio ante tus ojos, dice el Eterno” (3:20)

lunes, 20 de mayo de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (V) Sofonías

¡Ay de aquella que está ensuciada y corrompida, la ciudad opresora! No escuchó la voz, no fue corregida; no confió en el Eterno, no se acercó a su Dios.(Sofonías 3:1-2)

Hemos dicho que ciudades (creencias, principios), ciudadelas (apegos, adicciones, hábitos), montañas y colinas (ideas, ideales) todas representan aspectos de la conciencia. Del mismo modo, pueblos y naciones representan las tendencias hacia actuar de acuerdo malos pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos.

En la tercera parte de su mensaje a Israel, el Profeta se refiere a creencias negativas que ensucian, corrompen y oprimen todos los aspectos de la conciencia. Estas concepciones negativas se derivan de elegir las fantasías e ilusiones materialistas de ego como ídolos a servir, en lugar de los modos y atributos de Amor como manifestación material del Amor de Dios consignados en Su Torá y Mandamientos. Idolatría es la causa y efecto de nuestra separación de los atributos del Creador. Esto ocurre cuando confiamos más en los deseos y fantasías de ego que en los caminos de Dios.

Sus príncipes en medio de ella son leones que rugen, sus jueces son lobos del desierto que no dejan hueso para la mañana.” (3:3)

Las maneras como implementamos los deseos de ego están simbolizados por reyes, príncipes, gobernantes y jueces. Satisfacemos las ilusiones y fantasías de ego cuando nuestra conciencia está controlada por el orgullo y la soberbia, que actúan como leones y lobos que devoran completamente su presa. Su actitud y las circunstancias en las que actúan son desoladoras como un desierto. Fantasías, espejismos e ilusiones que provienen de la nada de donde las imaginamos. Todas provienen de una falsa creencia o sentimiento de carencia, de un lugar desolado en nuestra conciencia.

Sus Profetas son personas caprichosas y traicioneras; sus Sacerdotes han profanado lo que es sagrado, ellos falsearon la Torá.” (3:4)

En nuestra propia desolación no hay un claro discernimiento bajo creencias, ideas, pensamientos, emociones, pasiones e instintos negativos. Cualquier consejo posible para escapar de ellos se vuelve en contra nuestra, impidiéndonos la salida y oponiéndose a nuestra añoranza de liberarnos de ellos. Al negar y rechazar los modos y atributos de Amor, profanamos lo que es sagrado en nosotros. Nos hacemos traidores de nosotros mismos sin que lo sepamos.

Nuestro mejor discernimiento y juicio (representados por los Profetas y Sacerdotes), capaces de acercar nuestra conciencia al Creador, se mueven contra nosotros. Los aspectos adulterados, corrompidos y opresores de la conciencia transgreden y falsean los caminos y atributos del Creador, que Él nos instruye en la Torá.

El Eterno es justo en medio de ella, Él no contraviene lo justo; cada mañana Él trae Su rectitud a la Luz, la cual no falla; pero los malvados no conocen la vergüenza.” (3:5)

Este versículo significa que Dios mantiene Su amorosa bondad y rectitud, y jamás se separa de nosotros. No actúa traicioneramente como nosotros, porque Sus modos no son los nuestros. Él hace que el sol salga cada mañana en Su Amor incondicional, pero nosotros no reciprocamos con la misma amorosa bondad. No tenemos vergüenza al rechazar Su Amor en los caminos y atributos que Él nos instruye.

Hice cortar naciones, sus confines están desolados; hice desiertas sus calles para que nadie pase por ellas; sus ciudades están destruidas para que no haya ningún hombre, para que no haya habitante.” (3:6)

El Amor de Dios disipa la negatividad que acumulamos en nuestra conciencia. La metáfora del desierto tiene doble sentido. Por un lado representa la desolación que creamos en nuestra vida cuando reina la negatividad. Por el otro simboliza el vacío que debemos crear en cada aspecto y dimensión de la conciencia para ser llenado con los modos y atributos de Dios. Nuestros antepasados pasaron cuarenta años en el desierto para transformar su conciencia en vasijas para que el Creador revele Su Presencia en el mundo material. El Profeta destaca esto como el preludio para invitar al Amor de Dios a que habite permanentemente en nuestra conciencia.

Por lo tanto esperad por Mí, dice el Eterno, hasta el día en que Me levantaré a la presa; porque Mi determinación es reunir las naciones, que Yo congregaré reinos, para poner sobre ellos Mi indignación, hasta todo el fuego de Mi ira; porque toda la tierra será devorada por el fuego de Mi celo.” (3:8)

Una vez más es reiterado el principio de que los caminos del Creador no cohabitan con nada diferente a ellos. Todos los aspectos, potenciales y tendencias de la conciencia, representados por naciones y reinos, deben ser congregados por los caminos de Dios. Este es el inicio de la Redención. El proceso comienza cuando nos damos cuenta que debemos transformar nuestra conciencia a través del fuego de Amor. Amándonos unos a otros y cumpliendo los demás Mandamientos del Creador en Su Torá estaremos cerca de Él. En esta cercanía no hay celos, porque no hay separación.

Porque entonces Yo haré para los pueblos una lengua limpia, para que ellos puedan llamar el Nombre del Eterno, para servir a Él en un solo consentimiento.” (3:9)

Somos devorados y desolados por nuestra separación del Amor de Dios. Al darnos cuenta de esto comenzamos a retornar a Su Unidad. Esto significa una conexión permanente con nuestro Creador en un solo lenguaje, un solo acuerdo en el que andamos no sólo en los caminos de Dios sino que lo hacemos con Él.

Iniciamos nuestra Redención individual y colectiva al unificar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia en lo que somos, tenemos y hacemos. Esta unificación surge al permitir que Amor dirija y guíe todas las facetas de la vida. Así es como llamamos en Nombre del Creador. Hemos dicho que el Nombre de Dios y la Gloria de Dios son el Amor de Dios: Toda la Tierra (al igual que toda Su Creación) está llena de Su Gloria.

En ese día no serás avergonzada por ninguna de las cosas que transgrediste contra Mí; porque entonces Yo quitaré de en medio de ti tus soberbios, y tú nunca más tendrás soberbia en Mi montaña sagrada” (3:11)

Solamente Amor, como la manifestación del Amor de Dios en el mundo material, tiene el poder para transformar las tendencias negativas en la conciencia (nuestras transgresiones contra Él). Para que el Amor de Dios nos redima debemos eliminar las fantasías e ilusiones de ego. Estas son los soberbios, los arrogantes que no pueden coexistir con los modos y atributos del Creador. Debemos ser conscientes que en el tiempo y lugar donde nos compenetramos con Dios, Su montaña sagrada (Sión, el Templo de Jerusalén), no hay espacio para la agenda de ego.

domingo, 12 de mayo de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (IV) Oseas

El mensaje de Oseas destaca la deserción de la Tribu de Efraim del plan del Creador para Israel. Recordemos que Efraim representa la línea del primogénito que heredó de su padre José. En este sentido Efraim personifica la extensión de la intención que encarna Israel en nuestro Pacto con Dios. Efraim simboliza rebeldía en la conciencia, la cual rechaza la unidad del Creador con Israel y prefiere abrazar la idolatría. Su rebelión antagoniza con la lealtad de la Tribu de Judá, coronada con la realeza, que decide permanecer en Jerusalén.

Efraim se entregó a ídolos, déjalo” (Oseas 4:17)

En un sentido más profundo, la fuerza de nuestra intención de cumplir el destino de Israel – la primogenitura heredada por Efraim – tiene el poder para dominar y controlar los demás aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia, representados por las Tribus de Israel, excepto el sacerdocio (Leví) y el reinado (Judá) que permanecieron en Jerusalén.

El reinado es la culminación de la voluntad de Dios. Es por ello que Judá contiene la Conciencia Mesiánica que es la realización de la Redención Final del Creador en el mundo material. La Conciencia Mesiánica prevalece sobre todo. Judá y Leví permanecieron leales al destino de Israel y se mantuvieron en Jerusalén, mientras que Efraim se rebeló y arrastró consigo las Tribus restantes hacia la idolatría.

Yo, hasta Yo, conozco a Efraim, e Israel no se esconde de Mí; por ahora, oh Efraim, tú te has prostituido, Israel está manchado” (5:3)

Si uno de los aspectos de nuestra conciencia se adultera por las fantasías de ego y los modos negativos, el resto también se contamina. De ahí que no haya separación porque la conciencia es una a pesar de la diversidad de sus rasgos, niveles y dimensiones. Esto implica que, aun si Judá y Leví permanecieron en Jerusalén, también acabaron corrompidos por la idolatría y la iniquidad.

Pero la soberbia de Israel se verá en su cara; e Israel y Efraim tropezarán en su iniquidad, Judá también tropezará con ellos” (5:5)

Nuestra Esencia y verdadera identidad se corrompen cuando sucumben a la codicia y el egocentrismo bajo un falso sentimiento o creencia de carencia, que termina saciado a expensas de nuestra vida y la de los demás. Así entendemos lo que el Rey David quiere decir cuando escribió que los hacedores de ídolos se convertirán en sus ídolos, la obra de sus manos. Oseas ilustra con elocuencia el destino de Efraim y Judá cuando eligen abandonar el Pacto de Dios con Israel. De ahí que dependa de nosotros retornar a Él, porque cura las heridas que deja nuestra actitud negativa ante la vida.

Yo iré y volveré a Mi lugar, hasta que ellos reconozcan su culpa y busquen Mi rostro. En su tribulación Me buscarán con pasión: 'Venid y regresemos al Eterno; porque Él ha quitado y Él nos curará, Él ha golpeado y Él nos vendará. Nos dará vida después de dos días, en el tercer día nos levantará para que vivamos en Su Presencia” (5:15, 6:1-2)

Nuestra separación del Creador no es prolongada. Podría tomar tan sólo unos días siempre y cuando queramos retornar a Él. Dos días representan los dos primeros templos de Jerusalén. En el tercero y definitivo vivimos en  Él. Al añorar el Amor de Dios, Él también añora nuestro Amor como el nexo común con Él.

Porque Yo deseo la amorosa bondad y no los sacrificios, y el conocimiento del Eterno en vez de ofrendas” (6:6)

Entre más conozcamos a nuestro Creador, más lo amamos y nos apegamos a Él. La fundación de la Conciencia Mesiánica es el conocimiento de Dios, y también su propósito como lo escribió Isaías. El Pacto de Dios con nosotros es eterno, y siempre debemos estar conscientes de ello. Ahí radica nuestra verdadera Redención como la prometió Dios mucho antes de nuestra separación de Su Amor. 

Y será que en ese día, dice el Eterno, que tú me llamarás Esposo, y nunca más Baalí [mi ídolo]. Porque Yo quitaré los nombres de los Baalim [ídolos] de tu boca, y estos nunca más serán mencionados por su nombre” (2:18-19)

En nuestro conocimiento del Amor de Dios en todas las dimensiones de la conciencia, Él las libera de las tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego. Nuestra conciencia es liberada de tendencias y rasgos negativos, simbolizados por las bestias salvajes como pasiones y deseos de los sentidos; pensamientos y sentimientos destructivos ilustrados como aves de rapiña; y los bajos instintos descritos como reptiles.

Y en ese día Yo haré un pacto para ellos con las bestias del campo, y con las aves del cielo, y con lo que repta sobre la tierra; y Yo romperé el arco y la espada y la batalla en la tierra, y Yo los haré habitar seguros” (2:20)

Nuestras creencias, ideas y pensamientos potencialmente violentos que generan conflicto, rebelión, confrontación y antagonismo son los arcos y espadas que convierten la vida en un campo de batalla. Al permitir que los modos, medios, arbitrios, atributos y fines de Amor guíen y dirijan todos los niveles de la conciencia, comenzamos a entrar en nuestra Redención individual y colectiva. Empezamos a vivir nuestra Redención cuando casamos nuestra conciencia con Amor, como la manifestación material del Amor de Dios.

Y Yo te desposaré para Mí por siempre; sí, Yo te desposaré para Mí en rectitud, y en justicia, y en amorosa bondad, y en compasión. Y Yo te desposaré para Mí en fidelidad, y conocerás al Eterno” (2:21-22)

En el conocimiento del Creador redimimos nuestra existencia en la libertad de los modos y atributos de Su Amor, que son los heraldos de la Conciencia Mesiánica. Al reconocer y abrazar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad, y lo vivimos como lo que somos, tenemos y hacemos, comenzaremos a vivir el Cielo en la Tierra.

domingo, 5 de mayo de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (III) Joel y Oseas

Hemos dicho que los mensajes de los Profetas hebreos tienen tres niveles para discernir. En Joel, el primer nivel relacionado con nuestra separación del Creador es duro con sus palabras. Esta dureza de hecho es la que experimentamos mientras vivimos sin estar compenetrados con Dios. Sin embargo Él no olvida Su Pacto con Israel.

Y sabréis que Yo estoy en medio de Israel, y que Yo soy el Eterno vuestro Dios, y que no hay nada más; y Mi pueblo nunca más será avergonzado” (Joel 2:27)

También hemos dicho que nuestra Redención Final se revela cuando tomamos la decisión de retornar a Sus caminos y Mandamientos, realizando bondad y los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amod de Amor. Al permitir que Amor conduzca todos los aspectos y facetas de la vida, el Amor de Dios es revelado a nosotros completamente.

Y acontecerá después que Yo derramaré Mi Espíritu sobre toda carne; y tus hijos y tus hijas profetizarán, tus ancianos tendrán sueños, tus jóvenes tendrán visiones. Y también sobre los sirvientes y sobre las sirvientas en esos días Yo derramaré Mi Espíritu.” (3:1-2)

Entonces no habrá fantasías ni ilusiones que empañen nuestro discernimiento, pensamientos, creencias, ideas, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Todos estos pertenecen a la carne, a la conciencia material que Dios implantó en nosotros. El Espíritu de Dios, que proviene de Su Amor, los llenará a todos. Todo lo que somos, tenemos y hacemos, simbolizado en nuestros hijos e hijas, finalmente servirá el propósito de nuestra verdadera Esencia e identidad.

Profecía es lo que nos hace ver con claridad. Lo que hemos aprendido (nuestros ancianos) a lo largo de la vida y de nuestra historia tendrá múltiples dimensiones que nunca antes imaginamos. Nuevos pensamientos y nuevas expresiones (nuestros jóvenes) verán y afrontarán la vida con visión diferente. Todos nuestros talentos, destrezas, rasgos y cualidades (nuestros sirvientes y sirvientas) estarán llenos de los modos, medios y propósitos del Creador.

Para poder entrar en la dimensión del Espíritu de Dios tenemos que abandonar nuestros modos anacrónicos, inútiles y negativos. Estos son las amantes, esposas y maridos a los que hemos estado apegados por demasiado tiempo, y que nos han mantenido alejados de lo que realmente somos. El Amor de Dios nos habla cada momento para hacernos conscientes de nuestra verdadera Esencia e identidad. Dios constantemente nos recuerda quién es Él para nosotros. Él es nuestro Creador cuyo Amor forma y sustenta todo. A través de la profecía de Oseas, Dios amorosamente nos pide retornar a Él.

Apelad con vuestra madre, porque ella no es Mi esposa ni Yo soy su marido; y que ella separe su prostitución de su rostro, y sus adulterios de entre sus pechos” (Oseas 2:4)

Nuestra madre es nuestra conciencia, y en particular el aspecto de esta que sabe pertenecemos a nuestro Creador. En este contexto el conocimiento de nuestra conexión con Dios está representado por Jerusalén. Aquí el Profeta alegóricamente la llama nuestra madre. Mientras estemos “casados” y “prostituidos” con los aspectos inferiores de la conciencia y las fantasías e ilusiones materialistas de ego, sabemos que la bondad de los modos y atributos de Amor están lejos de nosotros.

Hemos indicado frecuentemente en nuestros comentarios es este blog que, de la misma manera que Dios no cohabita con nada diferente de Sus modos y atributos que Él nos muestra en este mundo, lo mismo pasa con los modos y atributos de Amor. Esto quiere decir que Él, ni está casado con nuestra conciencia prostituida, ni esta con Él. En Su amorosa bondad y compasión, Dios nunca olvida ni anula Su Pacto con nosotros. Retornamos al Creador cuando le permitimos limpiar nuestra conciencia de lo que no necesitamos.

A menos que Yo la desnude, y la ponga como en el día cuando ella nació, y la haga como como un desierto, y la ponga como tierra seca, y la mate de sed” (2:5)

Damos los primeros pasos en nuestro retorno a Dios cuando removemos los modos negativos y las fantasías de ego como vestiduras que nos mantienen apegados, adictos y cautivos a lo que niega nuestra verdadera libertad, que es con Dios. Una vez vaciemos todo lo que niega los modos de Amor, tendremos sed de los modos del Creador como nuestro verdadero hogar.

Y Yo no tendré compasión de sus hijos, porque son hijos de prostitución. Porque su madre se prostituyó, aquella que los concibió sin pudor; porque ella dijo: 'Yo iré tras mis amantes, que me dieron mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida'.” (2:6-7)

Si no añoramos estar en nuestra verdadera casa ni damos los pasos hacia nuestro retorno, seguimos en el reino de las fantasías e ilusiones de ego. Estas son los hijos de los aspectos negativos de la conciencia, el resultado de cohabitar con lo contrario a los modos y atributos de Amor. Vivimos en las ilusiones de ego creyendo que sustentan y nutren nuestra vida. Es exactamente lo contrario. Las alimentamos con la energía que proviene de nuestra verdadera Esencia e identidad, el alma que el Creador nos dio para vivir. Desperdiciamos nuestro Amor y bondad para sostener las fantasías e ilusiones de ego.

Y ella correrá hacia sus amantes, pero no los alcanzará, y los buscará pero nos los encontrará; entonces ella dirá: 'Iré y regresaré a mi primer esposo, porque entonces era mejor que ahora'.” (2:9)

El reconocimiento de que el Amor de Dios es nuestra verdadera Esencia e identidad tiene el poder de urgir a nuestra conciencia regresar a Él.

Porque ella no sabía que era Yo quien le daba su grano, y su vino, y el aceite, y multipliqué para ella plata y oro, que ellos [los hijos de Israel] usaron para Baal” (2:10)

Tengamos presente que las Tribus de Israel son cualidades y rasgos diversos, impresos en la conciencia de cada judío. La Torá, que define nuestra identidad hebrea, nos enseña que todas las Tribus deben estar unidas para servir a Dios según sus capacidades y potenciales individuales.

Hacemos honor a nuestra identidad sirviendo de acuerdo a los caminos del Creador, y no según las fantasías e ilusiones de ego. Estas son los ídolos, los Baal y Baalim, en los que desperdiciamos nuestra vitalidad (grano, trigo), bienestar y felicidad (vino, mosto), nuestro intelecto y conocimiento (aceite), y lo bueno de la vida representados por la plata y el oro.

Y Yo visitaré en ella los días de los Baalim [ídolos], a los que ella se ofreció, y se adornó con sus aretes y joyas; y fue tras sus amantes y se olvidó de Mí, dice el Eterno. Por ello he aquí que Yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a ella con ternura” (2:15-16)

Al dejar atrás todas nuestras fantasías, ilusiones y deseos materiales, y abrazamos los modos y atributos de Amor, el Amor de Dios nos hablará al corazón con ternura. Cuando nuestro Amor abrace al Amor de Dios, Él llenará todos los aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia con Su Redención. La Conciencia Mesiánica se manifiesta en nosotros a partir de esto.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.