domingo, 29 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXIV) Isaías

El Profeta reprende a su pueblo por rechazar la Esencia e identidad que poseen. Nos referimos a este rechazo como el abandono de los modos y atributos de Amor con el fin de abrazar las fantasías e ilusiones de ego. Abandonamos las cualidades y rasgos positivos inherentes a la naturaleza humana para someternos a tendencias negativas en la conciencia.

Filósofos han debatido en torno a la naturaleza humana. Algunos creen que el hombre es bueno por naturaleza, pero corrompido por su ambiente social. Otros aseguran que nace malvado, y que su maldad se empieza a manifestar en la medida en que crece. Hay algo predominantemente real a partir de cada punto de vista. El bien y el mal de hecho definen la "naturaleza" humana, lo cual quiere decir -- como lo hemos mencionado en otros comentarios -- que el libre albedrío determina lo que eventualmente se va a manifestar en lo que somos y hacemos.

En este sentido la instrucción como educación es la clave para revelar lo que esencialmente somos. Si la premisa es que somos buenos y puros desde que nacemos, entonces deberá existir cierto camino o destino que confirme tal premisa. Un proceso mediante el cual revelamos nuestra bondad y pureza intrínsecas, a pesar de la abrasión de un entorno hostil y malvado. El camino hacia nuestro destino es la instrucción de los rasgos y cualidades que reclamamos como nuestros de nacimiento, para que podamos manifestarlos en lo que somos y hacemos. Como judíos sabemos que la instrucción de nuestro camino como destino es la Torá.

Con estas referencias podemos asimilar las palabras de nuestros Profetas. Abrazamos lo que reconocemos como nuestra Esencia y verdadera identidad, aquello intrínsecamente bueno de los modos y atributos de Amor, emanados del Amor de Dios. Esto a diferencia de los rasgos y modos que fabricamos como una falsa creencia de lo que queremos ser y hacer en el mundo material. La opción, obviamente, es sólo nuestra.

La buena noticia sobre la versión de Dios es que es la real, a pesar de las versiones que queramos hacer de nosotros. A pesar de lo que imaginemos, deseemos, fantaseemos o inventemos de nosotros mismos, seguimos siendo la emanación del Amor de Dios, a pesar de todo. Esto significa que siempre tenemos la opción de retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad. Esta es la buena  noticia que siempre será buena.

La mala noticia es la nada de la cual elaboramos la versión de ego de lo que ansiamos o deseamos "ser", "tener" y "hacer". Estas son la emanación de lo irreal y sus derivados. La "vanidad de vanidades" que nos advirtió el rey Salomón en su sabiduría. En verdad no de su sabiduría sino de su experiencia. Ciertamente él vivió con intensidad los dominios de las fantasías e ilusiones de ego para compartirnos su verdadera naturaleza. Así podemos aprender de ellas y evitar su predicamento vano e inútil.

El Profeta también penetra estos dominios para advertirnos otra vez acerca de vivir en la falsedad de las máscaras que tallamos con nuestras propias manos. "Máscara es persona" solían decir los griegos y los romanos refiriéndose a la semántica de la personalidad. Esta como máscara que creamos individualmente para llevar los días de nuestra vida. De ahí que algunos digan que la vida es una mascarada, la confección de nuestras manos, lo que hacemos de esta. En este sentido podemos finalmente asimilar el papel del ego en el drama de la vida.

"Porque Tú has abandonado a Tu pueblo, la casa de Jacob; porque ellos se han llenado del oriente, y con adivinos de Filistea, y se complacen con la prole de extranjeros." (2:6)

El Profeta apela a Dios por abandonar a Su pueblo debido a su elección de vivir en los dominios de los deseos de ego, en el estilo de vida materialista típico del oriente en aquellos tiempos. También la ilusión obsesiva y compulsiva de controlar todos los aspectos de la vida, representada por los filisteos, y aprendida de los egipcios. Todas estas fantasías acompañadas por costumbres y hábitos ajenos a nuestra Esencia y verdadera identidad ["la prole de extranjeros"]. Comenzamos a desprendernos de lo que realmente somos cuando vendemos nuestra conciencia a algo completamente ajeno a nuestra alma y corazón.

"Su tierra también está llena de plata y oro, y son innumerables sus tesoros; su tierra está llena de caballos, y son innumerables sus carrozas." (2:7)

Vendemos nuestra conciencia por plata y oro, los valores imaginarios que damos a las posesiones materiales. Nos hacemos presa de la obsesiva ilusión de que nunca habrá suficiente espacio para tenerlas todas. La ambición nunca es satisfecha en los dominios de ego. Rápidamente se convierte en lujuria, porque ambas provienen de la misma ilusión para el mismo vano propósito. Los deseos sensuales son los medios y el fin de la ambición y la lujuria, engendradas a su vez por la invención de una falsa creencia o sentimiento de carencia.

Para esa lujuria se requiere vitalidad para desperdiciar, representada por los caballos que compramos de Egipto. Estos son el impulso sexual que sustraemos de nuestra vitalidad para someter la vida exclusivamente a los deseos y placeres sensuales. El sexo se convierte en un valor mercantil como lo son la plata y el oro, para los que no encontramos suficiente espacio para acumularlos. Así acaban volviéndose en los ídolos que son obra de nuestras manos.

"Su tierra también está llena de ídolos; cada uno adora la obra de sus propias manos, aquello que sus dedos han tallado. Y el hombre se prostra, y el hombre se rebaja; y Tú no los soportas." (2:8-9)

En este punto una vez más se nos recuerda darnos cuenta de lo que guardamos en nuestra mente, pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. De lo que hacemos de estos y para cuál propósito. Al llenarlos con fantasías e ilusiones de ego, actúan en consecuencia. Entonces en vez de servirnos, nos volvemos sus sirvientes. Rebajamos nuestro discernimiento, intelecto y sentido común -- que están designados para conducir los demás niveles de la conciencia -- a sentimientos negativos, emociones dañinas, pasiones destructivas, e instintos fuera de control. Este predicamento es contrario a la versión de Dios de lo que somos. De ahí que Él no lo soporte, porque Dios no cohabita con lo inicuo. Pero nosotros sí.

"Entra dentro de la roca, y ocúltate en el polvo, [ocúltate] del temor del Eterno, y de la gloria de Su majestad." (2:10)

Seguimos atrapados en las fantasías e ilusiones de ego como viviendo en las tinieblas dentro de una roca. Penetramos dominios carentes de la Luz con la que nos hizo el Creador. Carentes de nuestras propia Luz, como los muertos en el polvo. Aquí nuevamente asimilamos la futilidad de las fantasías e ilusiones que hemos estado viviendo por tanto tiempo, a expensas de la Fuente de nuestra vida. Necesitamos de Dios para vivir, ya que Él nos hizo de Su Amor.

Aún así tenemos la audacia de desperdiciar Su sustento en la nada de lo que podamos presumir como algo nuestro. No podemos argüir que aprendemos de vanidades y sus fugaces placeres imaginados. Después de todo, lo que perseguimos como placeres emocionales y sensuales son previamente fabricados en nuestra imaginación, a partir de fantasías e ilusiones de ego. Sin embargo sí aprendemos del abrumador vacío que nos dejan y que clama por más. Un ejemplo para asimilar esto son los juegos de azar. Caemos en la ilusión de que tenemos algo que podríamos multiplicar fácilmente. En algún momento llegamos a creer que lo tenemos, hasta que lo perdemos todo. La emoción de creer tenerlo seguida por la desolación de haberlo perdido.

En las tinieblas del vacío que sentimos tememos regresar a la Fuente de nuestra vida. La frustración, la soledad, la depresión y el abandono de sentirse vacío se vuelven nuestros azotes. Estos son los rastros que deja a su paso la carroza que arrastra nuestra esclavitud bajo las fantasías de ego, ahora institucionalizadas como los estilos de vida reinantes en este mundo.

La antiquísima pirámide del faraón de Egipto sigue campante gobernando nuestra conciencia. Hemos vivido por siglos explotándonos unos a otros para alimentar las mismas ilusiones que todos compartimos, y soñamos vivir y poseer. Escalar la pirámide tratando de llegar a la cima. Preferimos seguir esclavos que regresar al círculo de los modos y atributos de Amor, que reverencian y honran el Amor de Dios, que es Su Gloria.

El temor de Dios reemplaza el Amor de Dios. Preferimos las ilusiones de ego, ya que mejor estamos con ellas que temerle a Dios. Nuestra culpa, resentimiento, remordimiento y vergüenza se convierten en nuestro temor de Dios. Igual como le pasó a Adán cuando eligió las ilusiones de ego, temeroso en su desnudez. La elección de Adán, que es también nuestra misma elección, nos arroja afuera del Paraíso de donde hemos pertenecido desde siempre. Este Paraíso sigue intacto dentro de nosotros, en nuestra Esencia y verdadera identidad, en el Amor de Dios que también es nuestro Amor en espera de retornar a Sus caminos y atributos. Este es nuestro verdadero hogar, la Gloria de Su Majestad.  

Una y otra vez nos toca elegir. Extendemos la interminable futilidad de las fantasías e ilusiones de ego, con sus consecuencias negativas, o decimos basta ya. De hecho ha sido un predicamento demasido prolongado de desperdicio deliberado. Ya es tiempo de abandonar para siempre la falsedad y retornar a la verdad. Este es el comienzo de todos los comienzos. El primer paso para despertar a la Conciencia Mesiánica que nos conduce a la Redención Final, la versión que Dios hizo de nosotros.

domingo, 22 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXIII) Isaías

"Y acontecerá en el final de los días, que la montaña de la casa del Eterno será establecida como la cabeza de las montañas, y será exaltada por sobre las colinas; y las naciones correrán hacia ella." (2:2)

Esta declaración es emblemática de la Redención Final y la Era Mesiánica. Podemos entender "el final de los días" de dos maneras. Podemos verlo como el final de la conciencia humana fraccionada, atrapada en la opresión de las ilusiones materialistas de ego, en las que hemos vivido millares de años. También como los infinitos días "finales" que viviremos eternamente conociendo la Presencia Eterna de lo Divino. El tiempo y lugar multidimensionales -- donde el final de los días acontece -- tienen un punto focal, tanto en la conciencia como en el mundo material, llamado Sión, donde se erige el Templo de Jerusalén.

Nuestras Escrituras Hebreas se refieren a este como la montaña del Eterno, la casa de Dios, Luz, el monte Moriáh (lit. de la Luz de Dios). Abraham nuestro padre lo llamaba "Dios Se aparecerá" (que también quiere decir en hebreo Dios verá), y Jacob lo llamó la casa de Dios (Bet El). Este lugar está rodeado por una ciudad llamada Yierushalayim ([Dios] verá paz, la paz [de Dios] se aparecerá). Todos juntos, la montaña del Eterno, Sión, Jerusalén y su Templo, son parte de este punto focal.

Los significados de cada uno se complementan entre sí. La montaña del Eterno es el lugar de Dios en el mundo, y tengamos en cuenta que nuestros Sabios dicen que "Dios es el lugar del mundo, y el mundo no es el lugar de Dios." (Bereshit Rabá 68:9). Así comprendemos que la montaña del Eterno es el punto que conecta el mundo con su Creador. Esta proclamación de nuestra tradición destaca que nuestro lugar es Dios. De ahí se explica que uno de Sus Nombres en hebreo es HaMakom, El Lugar. 

Como forma humana del mundo procuramos extendernos a nuestro Creador, porque venimos de Él y le pertenecemos: Dios es nuestro lugar porque Él es El Lugar. En un significado más profundo aprendemos que, considerando que Dios es nuestro lugar, nos sentimos urgidos a conocer también Su lugar. Como un proceso de aprendizaje para asimilar nuestra Esencia y verdadera identidad, debemos conocer nuestro Creador. Conociéndolo mediante Sus caminos y atributos llegamos a realizar nuestro nexo común con Él. Este es el principio del destino eterno de conocer a Dios, lo que aquí llamamos la Conciencia Mesiánica.

Este conocimiento como nuestra conexión permanente con Dios es la máxima de todas las sabidurías. Aquello que hemos aprendido en la vida está subordinado a esta conexión, porque es la cabeza de las montañas y colinas que simbolizan principios, creencias, ideologías, filosofías, ciencias, ideas y valores, a través de los cuales pensamos, hablamos y actuamos. En este sentido las "naciones" representan cualidades emocionales que imprimimos en las "montañas" y "colinas" a las que nos acabamos de referir. Juntas todas corren a la montaña del Eterno para servirle a esta.

"Y muchos pueblos irán y dirán: 'Venid vosotros, vayamos y subamos a la montaña del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y Él nos enseñará de Sus caminos, y caminaremos en Sus senderos'. Porque de Sión saldrá la Torá, y la palabra del Eterno de Jerusalén." (2:3)

Las naciones al igual que los pueblos representan aspectos emocionales y niveles de la conciencia usualmente seducidos por fantasías e ilusiones de ego, e impregnados con sus tendencias negativas. En la Redención Final todos los aspectos, niveles y dimensiones de la vida estarán unidos y dirigidos por nuestro nexo permanente con el Creador -- la casa del Dios de Jacob --, para conocerlo al asimilar Sus caminos y andar en Sus senderos. Esto es Sión, nuestra conexión con Él y de donde Su conocimiento es revelado a nosotros. Este conocimiento ciertamente es Su instrucción, Su Torá, la palabra que emana de Jerusalén.

Nuestros Sabios también interpretan esta declaración, señalando que Jacob (Israel) enseña a las naciones y pueblos los modos del Creador para que anden en Sus caminos. Sión, Jerusalén, la Tierra Prometida y la Torá pertenecen a Israel. La Torá fue dada a Israel como herencia eterna: "Moisés nos encomendó la Torá, una herencia para la congregación de Jacob." (Deuteronomio 33:4).

Así nosotros, el pueblo hebreo, estamos investidos con el privilegio, el derecho y la obligación de enseñar la Torá a las naciones. Cuando estas cumplan el contenido de este versículo (Isaías 2:3) por su propio albedrío y acuerdo vendrán a Jerusalén a aprender de nosotros. Conduciremos a las naciones y pueblos hacia la Conciencia Mesiánica para hacerlos también parte del conocimiento infinito del Creador.

Tenemos que destacar otra vez que Jerusalén es la ciudad, el principio fundamental en el que se erige nuestra conexión permanente con Dios, el Templo. Este principio no sólo sostiene esta conexión sino que la alimenta, y este principio rector es Amor. Continuamente citamos a Maimónides, el Rambam, indicando que el Primer Templo fue destruido debido al homicidio, el incesto y la idolatría; el Segundo Templo desolado debido al odio gratuito; y el Tercer y final Templo será erigido sobre Amor gratuito. Reiteramos otra vez que Amor es nuestro nexo común con Dios, y que el Templo de Jerusalén en la Era Mesiánica está erigido por la conexión permanente de nuestro Amor con el Amor de Dios.

En la Unicidad de nuestra unidad con el Creador nos hacemos conscientes del nexo eterno con Él. Así asimilamos que Jerusalén es la realización constante de Amor, en la que todos los aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia están colmados de Amor y conducidos por sus modos y atributos. En este sentido Israel es el elegido. Históricamente somos el pueblo que es y representa la bondad de Amor como manifestación material del Amor de Dios. Todo lo relacionado con Israel trata de Amor. La Tierra Prometida que Dios nos dio es lo bueno de la vida y para la vida. La Torá es nuestra Esencia e identidad que nos encomienda amar, y amamos siendo y haciendo lo correcto, lo justo y lo que nos eleva. Hacer todo esto es un acto de Amor porque nos anima a ser buenos y hacer lo bueno.

Los modos y atributos de Amor nos obligan a oponernos a todo lo negativo, abusivo, corrupto, denigrante, humillante, opresivo y destructivo; todo lo que atenta contra la dignidad humana. El pueblo de Israel como herederos y portadores de lo bueno proveniente de Amor que el Creador quiere que prevalezca, estamos destinados a revelar el Amor de Dios -- la Presencia Divina -- en el mundo material. Muy a pesar de las incesantes persecuciones, masacres y genocidios que nuestro pueblo ha sufrido, lo bueno de nuestras múltiples contribuciones al mejoramiento de la humanidad, no ha tenido paralelo en la historia. Hemos cumplido el Mandamiento de Dios de que seamos Luz para las naciones, a pesar de estas. Cuando reconstruyamos y unamos a Jerusalén dentro de nosotros y en nuestra tierra, el Estado de Israel, haremos aún mucho más y en grande, en nuestro destino dispuesto por el Creador.

Esto lo realizamos expulsando y removiendo todo y todos los que se oponen a lo que significan la Torá, Israel, Jerusalén, la Tierra Prometida, y la Redención Final. Estos son los pueblos prisioneros y esclavos de creencias, ideologías, filosofías y religiones destructivas. Estamos obligados a expulsarlos de nuestro entorno desde que nuestros ancestros recibieron la Torá y la Tierra Prometida, la vida en lo bueno que es Amor. En la Jerusalén unida e indivisible seremos redimidos como lo proclaman nuestros Profetas. Debemos unir nuestra conciencia mediante el poder integrador y unificador de Amor, como el primer paso en nuestra Redención Final, guiados con sus modos y atributos hacia el Amor de Dios.

"Y Él hará justicia entre las naciones, y decidirá para muchos pueblos; y ellos convertirán sus espadas en arados, y sus lanzas en rastrillos; ninguna nación levantará su espada contra otra nación, ni aprenderán a hacer guerra nunca más."  (2:4)

El Amor de Dios es el fuego que arde pero no consume. Es el fuego que transforma nuestra conciencia mediante los modos de Amor para ser guiada por estos. Así es como el Amor de Dios imparte rectitud en las naciones, la manera como Él las juzga, y establece un camino para los pueblos. Amor transforma violencia en paz, las tendencias negativas y destructivas en campos de potenciales creativos positivos y buenas acciones. Cuando reina Amor no hay guerras, disputas ni conflictos; y todos los actos, deberes y empeños humanos tienen lo bueno como propósito y finalidad.

"Oh casa of Jacob, venid vosotros, y caminemos en la Luz del Eterno." (2:5)

La bondad de los modos de Amor son la Luz en la que caminamos con nuestra conciencia redimida y renovada. Así somos conscientes de que la Luz, Amor, lo bueno, paz, alegría, plenitud, abundancia, prosperidad, solidaridad, justicia, compasión, rectitud, amorosa bondad, y las expresiones positivas de Amor son inherentes a sí mismas. Tenemos paz porque tenemos Amor, rectitud, compasión, amorosa bondad, etc. Vivimos prosperidad y felicidad porque tenemos todos sus complementos.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXII) Isaías

Nuestros Sabios llaman a Isaías el Profeta del consuelo, a pesar de las admoniciones y recriminaciones en la mayoría de sus mensajes. La razón parece obvia ya que sus palabras de Redención resuenan y abruman nuestra conciencia por dentro y por fuera. Dicho de otra manera, el Plan de Dios para Su Creación sobrepasa todo aquello que nos atrevamos a pensar o creer que es más fuerte que Su voluntad. "Muchos son los pensamientos en el corazón del hombre, más el consejo del Eterno es aquel que perdurará." (Proverbios 19:21).

No importa lo que deseemos ser, tener y hacer en el mundo material -- aquello que el ego nos dicte -- jamás impedirán el Plan Divino, simplemente porque nosotros fuimos hechos por Dios y de Él dependemos. Todo lo que creamos que somos y tenemos le pertenece a Él. Tener esto claro en todos los niveles y dimensiones de la conciencia es el comienzo para conocer quiénes somos realmente, nuestra Esencia y verdadera identidad. La Torá es el Plan Divino, y nuestros Profetas nos lo recuerdan. Eso es lo que somos aquí como el pueblo hebreo, los herederos de la Torá.

La Redención Final en el judaísmo es el propósito del Plan de Dios, la culminación de Su Creación. Pudimos haber alcanzado este destino más pronto que tarde, pero depende de nosotros. La premisa o precondición para cumplir ese destino es el libre albedrío. Así como tomamos decisiones momento a momento, ciertamente tendremos que elegir ya sea vivir en las vanidades y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego -- incluyendo su predicamento y consecuencias -- o vivir en los modos y atributos de Amor con lo bueno que tienen, que transciende las limitaciones del mundo material. En este sentido debemos entender y asimilar que la Redención Final y la Era Mesiánica pertenecen a una conciencia que trasciende los rasgos y cualidades impuestos por las limitaciones que implica vivir en una conciencia dualista.

Una vez superemos la opción limitada al bien y el mal, y dejemos atrás las "tentaciones" de vivir fantasías e ilusiones materialistas, seremos capaces de penetrar dimensiones sin fin. Esto nos lo presentó y propuso el Creador desde el comienzo de los tiempos. Dios nos ofreció la opción, pero elegimos las fantasías e ilusiones de nuestro propio ego, basadas en una falsa creencia o sentimiento de carencia.

El Jardín del Edén fue el punto de partida para el trayecto dentro de las dimensiones infinitas del Amor de Dios. Entonces elegimos entrar en las limitaciones del mundo tridimensional, restringido por tiempo y espacio. La buena noticia es que Dios nos dio la Torá como la salida y también como el retorno a lo que éramos, adonde verdaderamente pertenecemos.

Comenzamos a aprender que este retorno a nuestra Esencia y verdadera identidad es Amor como el nexo que nos une al Amor de Dios. Este es el conocimiento de Unidad con nuestro Creador, la cual proclamamos al menos dos veces todos los días. Aprendemos que el Amor de Dios está siempre con nosotros, y que debemos reciprocarlo siendo y haciendo Sus caminos y atributos. Dios se comunica con nosotros a través de Su Torá, que también es Su Plan. De ahí que debemos escuchar y entender lo que Él nos encomienda. Así reconocemos que Amor es la manifestación material del Amor de Dios. 

Mediante el poder y la fuerza de Amor nacemos y sobrevivimos las limitaciones de lo material. No podemos vivir sin Amor y tampoco sin el Amor de Dios. Él es de donde proviene todo lo que existe. No podemos vivir sin Él. La Torá también nos recuerda esto diciéndonos que Él es nuestra vida. Por lo tanto debemos elegir los modos y atributos de Amor, como medios para conocer el Amor de Dios y las infinitas dimensiones que Él nos ha prometido desde el principio al entrar en la Redención Final.

A su propio tiempo Isaías y otros Profetas judíos nos lo dicen, cuando señalan que en la Era Mesiánica nuestro único y exclusivo interés será el conocimiento del Creador. Y Él es Eterno. Con este preámbulo reflexionemos en torno a los mensajes que Dios nos presenta mediante el Profeta, quien comienza llamando por testigos a los cielos y la tierra de las palabras del Creador.

"Oíd oh cielos, y escuchad oh tierra, porque el Eterno ha hablado: Hijos crié y los engrandecí, y ellos se han revelado contra Mí." (Isaías 1:2)

Estas palabras fácilmente pueden ser aplicadas a Adán y Eva en el Jardín del Edén. Lo mínimo que Dios espera de nosotros es usar el sentido común, tras habernos dotado con libre albedrío, y también con conocimiento acerca de lo bueno de Amor y la futilidad de las creencias y sentimientos de carencia de ego.

En Amor no hay carencia, porque este abarca e impregna todo. Amor es su causa y su efecto. ¿Por qué entonces rebelarnos contra lo que es nuestra satisfacción y plenitud, la fuente de nuestra vida de principio a fin? Aquí entendemos que rebelarnos contra Dios es separarnos de Su Amor, de donde proviene todo. En consecuencia nos separamos también de los modos y atributos de Amor cuando abrazamos nuestras fantasías e ilusiones de ego.

"(...) La cabeza entera está enferma, y el corazón entero desmaya. Desde la planta de los pies y aún hasta la cabeza no hay coherencia en este; sino heridas y moretones, y llagas abiertas que no han sido curadas, ni vendadas, ni aliviados con bálsamo." (1:5-6)

Dios las llama (a nuestras fantasías e ilusiones) la enfermedad de la cabeza, y con ella nuestro discernimiento, creencias, ideas y pensamientos. Al dejar que nos controlen con sus tendencias negativas, las emociones y sentimientos en nuestro corazón hacen que este desmaye. Repetidamente citamos a nuestros Sabios místicos jasídicos diciendo que todos los niveles de la conciencia (discernimiento, intelecto, mente, sentimientos, emociones, pasiones e instintos) son vasijas en espera de ser llenadas. También enseñan que debemos llenarlas con la voluntad de Dios, aquello que Él nos encomienda ser y hacer.

Si llenamos nuestros pensamientos con fantasías e ilusiones materialistas, estos también llenarán con lo mismo a nuestros sentimientos y emociones, al igual que a nuestras pasiones e instintos. Entonces acabamos poniendo en acción dentro de nosotros y nuestro entorno aquello que creemos y sentimos producto de envidia, lujuria, codicia, soberbia, ira, indolencia e indiferencia. Estas crean las heridas, los golpes y los dolores que sólo son curados y aliviados por el bálsamo de los modos de Amor. Así nos damos cuenta que los atributos de Amor se oponen a la agenda de ego, y que Amor no cohabita con nada diferente a lo inherente a este.

"Tu tierra está desolada, tus ciudades quemadas con fuego; tu tierra extraños la devoran en tu presencia, y está desolada como [si hubiese sido] arrasada por inundaciones. Y la hija de Sión dejada como una cabaña en un viñedo, como una choza en un huerto de pepinos, como ciudad sitiada." (1:7-8)

Hemos dicho que la vida es nuestra tierra, ciudades nuestros valores éticos y principios morales, y extraños o extranjeros las fantasías e ilusiones a las que damos poder para controlar nuestro intelecto, mente, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. Todos estos acaban desolados por el predicamento de ego. Obsesiones, apegos y adicciones que generan angustia, ansiedad, depresión y frustración son las inundaciones y las aguas agitadas. Este escenario es el actual estado de conciencia que vemos alrededor del mundo.

Este es el resultado de seguir los falsos dioses e ídolos de la sociedad de consumo y el capitalismo salvaje, con sus vanidades impuestas al eterno sentimiento de carencia del ego, dejando muy poco espacio para Amor en nuestras vidas. Terminamos sometiendo Amor a la agenda de ego. Hacemos de Amor lo nos dictan nuestras fantasías e ilusiones materialistas. Este es el cautiverio de Jerusalén, el sitio de Sión en medio de un huerto de pepinos que representan la sensualidad en la que quedamos atrapados por nuestros deseos materialistas.

"Excepto que el Eterno de las multitudes ha dejado en nosotros un pequeño remanente, debimos haber sido como Sodoma, debimos haber sido como Gomorra. Oíd la palabra del Eterno, vosotros gobernantes de Sodoma; escuchad en la Torá de nuestro Dios, vosotros pueblo de Gomorra." (1:9-10)

Si elegimos retornar al Creador para cumplir Su Redención Final, tenemos que oír Su voz que nos habla cada momento, porque Él siempre está con nosotros en Su Amor por toda Su Creación. Debemos reiterar que regresamos al Amor de Dios mediante nuestro Amor. Ya sabemos bien que Amor es nuestro sustento y también nuestra verdadera identidad. Amamos porque somos Amor, es parte de nosotros. Existe un Amor más grande, el más grande Amor de todos, que es el Amor de Dios.

Se trata de nuestra Esencia y lo que verdaderamente somos. De ahí que nuestra liberación de los deseos sensuales y la lujuria como ambición de ego -- los gobernantes de Sodoma y Gomorra -- dependa del retorno a los modos de Amor como manifestación material de los caminos de Dios, de la ley de nuestro Dios que es la Torá. El Plan Divino para la humanidad es la Redención total y permanente en la Era Mesiánica.

El Creador prosigue confrontándonos por las decisiones negativas que hemos tomado a lo largo del tiempo, y aún peor ya que hemos tenido el descaro de ofrecérselas a Él. Hemos vivido en el espejismo de que nuestras fantasías e ilusiones de ego complacen a Dios. Él creó la realidad trascendente de Amor como causa y motivación para amarlo a Él, Sus caminos y atributos. Esto es lo que Él también quiere que le ofrendemos y elevemos a Él. Lo bueno que somos y que también manifestemos en lo que pensamos, decimos y hacemos.

Nuestras buenas acciones y las primicias de sus frutos son las maneras como honramos al Creador. La amorosa bondad de Su gloria, Su Amor que cubre la Tierra y toda Su Creación. Por ello también tenemos que cubrir nuestra vida y actos con la misma amorosa bondad. Debemos ser conscientes de que no podemos amar, honrar ni glorificar a Dios con nada diferente de lo que Él es y hace para nosotros y Su Creación.

"Vuestros novilunios y festivales designados aborrece Mi Alma. Ellos son una carga en Mí, cansado Estoy de soportarlas." (1:14) "Laváros vosotros, limpiáros vosotros, quitad la maldad de vuestros actos de ante Mis ojos, cesad de hacer maldad. Aprended a hacer bien, procurad hacer justicia, aliviad al oprimido, haced lo [que es] correcto para el huérfano, amparad a la viuda." (1:16-17)

Comenzamos nuestro retorno a Dios cuando eliminamos las tendencias negativas en la conciencia. Sabemos que no podemos mantener fantasías de ego ante el Amor de Dios, y esperar que Él sea partícipe de aquellas. Regresamos al Creador cuando reclamamos y abrazamos los modos de Amor como nuestro nexo común con Él. Esto significa ser y hacer bondad, haciendo prevalecer lo que es justo y correcto. Traemos esto a la vida liberando a aquellos cautivos en su miseria y oprimidos en su desgracia.

En este sentido tenemos que comenzar con nosotros individualmente. No podemos liberar a otros estando prisioneros en nuestra propia miseria. Al acercarnos a la verdad de quienes realmente somos y nuestro propósito en el Plan Divino, podremos traer otros al destino común colectivo que el Creador quiere para nosotros. Estos otros son aquellos que sufren la opresión de no tener la dirección amorosa hacia nuestro destino, como huérfanos sin padres y viudas sin esposos.

"Venid ahora, razonemos juntos, dice el Eterno; aunque vuestros pecados sean como escarlata, ellos serán blancos como la nieve; aunque sean rojos como el carmesí, serán [blancos] como la lana. Si quisiéreis y oyereis, comeréis de lo bueno de la tierra." (1:18-19)

Elegimos el Amor de Dios eligiendo nuestro propio Amor. Este es el resultado de poner nuestro intelecto y discernimiento en consonancia con el sentido común que Dios nos dio. Este es nuestro razonamiento juntos con Él. Como ya hemos dicho, Amor es nuestro nexo común con Dios. Su Amor y nuestro Amor juntos, razonando y actuando en mutuo acuerdo.

En este acuerdo mutuo lo que no pertenece es transformado para que pertenezca. Nuestras transgresiones derivadas de los falsos sentimientos de carencia de ego son transmutados en atributos de Amor. Dejamos de ser egoístas y comenzamos a ser generosos con este Amor unido permanentemente al Amor de Dios. Así comenzamos a vivir en la bondad de Amor, que también es lo bueno de la tierra, lo bueno de la vida.

Los últimos versículos del primer capítulo en el libro de Isaías reiteran el llamado incesante de Dios para que despertemos de las ilusiones y espejismos que hemos creado en el mundo material. El Creador denuncia una y otra vez nuestra terquedad de estar apegados a obsesiones, adicciones, falsas creencias, sentimientos negativos y bajas pasiones. Estos son la espada que devora la felicidad en la abundancia de lo bueno (1:22-25). El capítulo termina con la promesa de restaurar nuestra conciencia como era originalmente antes de tomar la decisión de separarse de Él.

"Y Yo restauraré a vuestros jueces como antes, y a vuestros consejeros como al principio. Entonces tú serás llamada la ciudad de rectitud, la ciudad de fidelidad. Sión será redimida con justicia, y aquellos de ella que retornen con rectitud. Y la destrucción de los transgresores y los pecadores será toda junta, y aquellos que abandonan al Eterno serán consumidos." (1:26-28)

Esta es la promesa de Dios cuando tomemos la decisión de retornar a Sus caminos: las infinitas dimensiones que descubriremos en Su Amor. Descubriremos y viviremos plenamente en nuestro conocimiento de Él, al elevar nuestro Amor a Él en nuestras buenas acciones. Estas son nuestros jueces y consejeros que nos condujeron cuando sólo bondad era la ley de la tierra, el Paraíso que una vez perdimos.

Los modos y atributos de Amor dirigirán e inspirarán lo que somos y hagamos en nuestra conciencia, en su conexión permanente con el Creador. Este tipo de conciencia es la ciudad de rectitud y fidelidad que es redimida en los medios y arbitrios de la bondad de Amor. En esta conciencia no hay espacio para nada diferente de los modos y atributos de Amor, porque todas las tendencias negativas serán consumidas por el fuego del Amor de Dios.

domingo, 8 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXI) Jeremías

"Escuchando, He oído a Efraín lamentarse [diciendo]: 'Me has castigado y castigado fui como novillo indómito; regresa Tú a mí, y yo regresaré [a Ti], porque Tú eres el Eterno mi Dios." (31:17)

Los pasajes redentores de las profecías de Jeremías hablan de Israel como el hijo de Dios, y de Efraín como Su primogénito [(...) "porque Yo soy un padre para Israel, y Efraín es Mi primogénito." (31:8)]. Esto nos hace reflexionar acerca de la línea que los conecta a todos. En nuestros comentarios sobre las últimas cuatro porciones del Génesis destacamos los significados del versículo, "Estas son las generaciones de Jacob: José (...)" (Génesis 37:2) que presenta a José como el heredero de la primogenitura. De ahí que Jacob, José y Efraín integren el mismo principio representado por el primogénito. Cuando el Creador nos dice que Israel es Su primogénito nos damos cuenta de lo que esto significa. 

Reunimos los rasgos que caracterizan a Jacob y José, y vemos que se complementan como lo bueno derivado de los modos y atributos de Amor. Estas son las cualidades heredadas por Efraín (representando aquí a todo Israel) del Creador, las cuales estamos destinados a manifestar en el mundo material.

Históricamente, Efraín caracteriza nuestra rebeldía judía que nos separa del Amor de Dios hacia nosotros. En este nos deleitamos con Sus Mandamientos, contrarios a los falsos dioses e ídolos producto de las fantasías e ilusiones de ego. Estas son las decisiones de tomamos, que a su vez se convierten en los castigos por nuestra separación de los modos y atributos de Amor. Somos los hijos rebeldes que culpan a Dios por las decisiones negativas que nosotros tomamos, los novillos indomables en espera de recibir la yunta Divina. Tras millares de años sufriendo el engaño de los ídolos creados por nuestras manos, nuevamente clamamos gritando para retornar a lo bueno que Dios es. 

En este sentido debemos dar el primer paso en esa dirección, regresando a la bondad de Amor que es el reflejo material del Amor de Dios. Tenemos que retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad, que nos hacen imagen y semejanza del Creador de todo. No hay otra manera. Primero abrazamos lo bueno para poder abrazar lo bueno que es Dios.

"Ciertamente después que regresé me arrepentí, y después de ser instruido me golpeé mi muslo; me avergoncé, sí, me confundí porque he cargado el reproche de mi juventud." (31:18)

El retorno a Amor comienza cuando aprendemos a fondo de las fantasías de ego y las decisiones negativas que tomamos. A través de los ojos de Amor encontramos suficiente compasión para perdonarnos a nosotros mismos, y procurar vivir en sus modos y atributos. Abrazamos Amor como nuestra verdadera identidad, con la que somos y hacemos. Nos damos cuenta que Amor es el maestro que instruye nuestro discernimiento, intelecto, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Aun más allá de lo que sabemos y no sabemos en nuestra conciencia.

Este versículo contiene la previsión fundamental de perdonarnos a nosotros mismos. Vergüenza, reproche y recriminación son los azotes que infligimos en nuestro sublime deseo de retornar a Amor. De ahí que la confusión tome control para que continuemos en el círculo vicioso del ir y venir de las fantasías e ilusiones de ego. 

Estas son las transgresiones y pecados que cometemos debido a la ignorancia en nuestra juventud, como estado sin refinación. Una vez asimilemos que la vida también es un proceso de aprendizaje para elegir lo bueno de sus bendiciones, nos daremos cuenta de que perdonarse a sí mismo es la puerta hacia el retorno a Amor. Nos perdonamos como el comienzo del regreso a lo que verdaderamente somos y poseemos.

"¿No es Efraín Mi hijo amado? ¿No es un niño encantador? Pues siempre que hablo contra él, lo recuerdo aun más; por eso Mis entrañas se conmueven por él, ciertamente tendré compasión de él, dice el Eterno." (31:19)

Aquí igualmente nos damos cuenta que el Amor de Dios también nos perdona, porque Él no cesa de amarnos junto a toda Su Creación. Su Amor añora nuestro Amor que es nuestro nexo con Él.  Además sabe que podemos aprender de nuestros errores y del sufrimiento que nos causan. Dios entiende nuestra rebeldía porque Él nos dio libre albedrío para aprender de nuestras decisiones. No se complace con las desgracias que cargamos en el círculo vicioso de los deseos materialistas de ego. En Su compasión siente nuestras tribulaciones, confiando en que elijamos retornar a Él.

"Establece para ti señales de camino, házte para ti orientaciones; dirige tu corazón hacia el gran camino, el camino por donde te fuiste; retorna, oh virgen de Israel, regresa a estas tus ciudades." (31:20)

Regresamos a Amor a través de sus caminos, sus señales y orientación, que son sus modos y atributos. Los conocemos porque hemos ido a ellos desde que nacimos, y andado en sus caminos. Conocemos lo que Amor es porque es la parte Esencial de lo que somos. A través de sus cualidades y atributos regresamos a todo lo que este representa, como cuidades edificadas con el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios. Este nexo es Jerusalén, la virgen de Israel.

"Y acontecerá, que así como los he visto para arrancar y para romper, y para derrumbar y para destruir y para afligir, así también los veré para construir y para plantar, dijo el Eterno." (31:27)

Como mencionamos atrás, nuestras decisiones nos llevan a un proceso de aprendizaje desde lo malo hacia lo bueno. La compasión del Creador ofrece Su constante Redención para que la abracemos eternamente. Así como Él ve nuestras trangresiones e iniquidad con las que arrancamos, rompemos, derrumbamos, destruimos y afligimos nuestras vidas, Él también ve que lo bueno en nuestro potencial para construir y plantar. Esta es la decisión que Él quiere que tomemos como el comienzo de la próxima fase de nuestro destino. Lo que aquí llamamos la Conciencia Mesiánica en la Redención Final.

"He aquí que días vendrán, dijo el Eterno, en que Yo haré un nuevo Pacto con la casa de Israel, y con la casa de Judá; no de acuerdo al Pacto que Yo hice con sus padres en el día cuando los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; y aunque rompieron Mi Pacto, Yo fui un marido para ellos, dijo el Eterno." (31:31-32)

Esta es la profecía que nos aguarda para el final de los tiempos, en el día del Eterno, cuando la maldad será completamente erradicada de la faz de la tierra, y solamente prevalecerá el bien. Esta es la amorosa bondad de Dios que será revelada a nosotros al dedicar nuestras vidas exclusivamente para conocerlo a Él.

"Pero este es el Pacto que Yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dijo el Eterno. Yo pondré Mi ley en sus entrañas, y en su corazón la escribiré; y Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Y ellos no enseñarán más a cada hombre su prójimo, y cada hombre a su hermano, diciendo: 'Conoce al Eterno'; porque todos ellos Me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor de ellos, dijo el Eterno; porque Yo perdonaré su iniquidad, y su pecado Yo nunca más recordaré." (31:32-33)

domingo, 1 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XX) Jeremías

"Así dijo el Eterno, el Dios de Israel: 'Maldito sea el hombre que no escuchó las palabras de este Pacto, (...) Para que confirme el juramento que hice a vuestros padres, que les daría la tierra que emana leche y miel, como este día." (Jeremías 11:3, 5)

El Pacto de Dios e Israel es uno de los pilares del Plan del Creador para el mundo material. Reflexionemos en torno a este Pacto. Comienza en un lugar y tiempo que Dios llama una tierra que emana leche y miel como en este día, que significan lo permanentemente bueno en el permanente hoy. Esta es la tierra como la vida que estamos destinados a vivir de acuerdo al Plan Divino. Comenzamos a habitar en su bendición, su leche y su miel, cuando vivimos oyendo, entendiendo e implementando las palabras de nuestro Pacto. Este en realidad es una alianza que convierte en Uno las partes del pacto, el Creador e Israel. 

Nos hacemos enteramente conscientes de nuestro nexo y conexión permanente con Dios al darnos cuenta de qué se trata este Pacto. Esto ocurre viviendo lo bueno en el constante aquí y ahora. Lo bueno derivado de los modos y atributos de Amor son las palabras de este Pacto prometido por el Amor de Dios a nuestros padres para nosotros, sus descendientes. Como hebreos somos los herederos de este legado eterno que se revela y manifiesta completamente como la Conciencia Mesiánica.

"Ellos retornaron a las iniquidades de sus antepasados, que se negaron a oír Mis palabras; y se fueron tras otros dioses para servirles a estos, la casa de Israel y la casa de Judá han roto Mi Pacto que Yo hice con sus padres." (11:10)

Nuestro Creador nos recuerda una y otra vez mediante Su Tora y Sus Profetas las decisiones que nos hacen rechazar Sus palabras. Estas decisiones son los deseos de fantasías e ilusiones de ego, los otros dioses a los que servimos, por los que rompemos nuestro nexo con los modos y atributos de Amor como manifestación material de los modos y atributos del Amor de Dios. Al quebrar este vínculo nos separamos de nuestra Esencia y verdadera identidad, y del destino que Dios nos prometió para vivir solamente en lo bueno de la vida.

Estos recordatorios son repetidos en los capítulos siguientes, indicando las consecuencias de vivir para ídolos que creamos con la vanidad y futilidad de nuestros apegos, obsesiones, adicciones y patrones negativos, que convierten nuestra vida en un sonido fugaz, "(...) que son sólo afán y futilidad, iéndose en vuelo como un sonido fugaz." (Salmos 90:10); y el Profeta apela valientemente a Dios para erradicar las tendencias negativas en la conciencia humana, como la causa y efecto de todos los males e iniquidades que infligimos en nosotros y nuestro entorno.

"¿Por qué prospera el camino de los malvados? ¿Por qué viven seguros los que tratan con traición? (...) ¿Por cuánto tiempo se lamentará la tierra, y se marchita el campo entero? Por la maldad de ellos que vive en este, las bestias son consumidas, y las aves; porque ellos dijeron: 'Él [el Eterno] no ve nuestro fin'." (Jeremías 12:1, 4)

Pero sabemos en nuestro libre albedrío que elegimos tendencias negativas. Si imploramos a Dios completa libertad en nuestra conciencia, Él crea el mal para que elijamos lo bueno. Ahora nos quejamos a Él rogándole que elimine el mal y la iniquidad de la vida, la tierra que asolamos con fantasías e ilusiones de ego que son ídolos y falsos dioses. Dios responde el mismo mensaje que proclaman todos nuestros Profetas.

"Y acontecerá, después que los haya dispersado, que Yo tendré otra vez compasión de ellos; y Yo los traeré de vuelta, cada hombre a su heredad, y cada hombre a su tierra." (12:15)

La eliminación de la maldad de la faz de la tierra es uno de los cimientos de la Redención Final en el judaísmo. En Su Amor eterno y compasión por toda Su Creación, Dios dice en la Torá y a través de Sus Profetas que es Él quien nos castiga. Sabemos perfectamente que somos quienes nos castigamos con las consecuencias de nuestras decisiones negativas. Solamente el más grande Amor de todos se apresta a cargar el peso de nuestras transgresiones contra lo bueno que Él hace de la vida.

En los capítulos que siguen el Profeta nos refiere más alegorías sobre nuestra separación del Creador (el cinto ocultado, la vasija llena de vino), el exilio en Babilonia y la sequía en ciernes, la ira como celo de Dios por las transgresiones de Israel incluyendo la profanación del Shabat, y la dulce metáfora redentora del alfarero, "Oh casa de Israel, ¿acaso no soy Yo para ti como este alfarero? dijo el Eterno. He aquí que, como la arcilla en la mano del alfarero, así eres tú en Mi mano, oh casa de Israel." (18:6) para hacernos conscientes de que Él es nuestro Creador, que todo lo que somos y tenemos es de Él, y que estamos destinados a vivir de acuerdo a Su Amor por nosotros. 

Más admoniciones contra la idolatría y la corrupción de reyes son traídas entre profecías que anuncian la destrucción de Jerusalén y el consecuente exilio. Esto hace que Jeremías repudie su misión como Profeta del desastre. Estos capítulos (13 al 30) preceden al mensaje de Redención con el retorno de los cautivos a su tierra.

"¡Celebrad! porque ese día es grandioso, porque ningún otro es como este; y es un tiempo de tribulación para Jacob, pero de este será él redimido. Y acontecerá que en ese día, dijo el Eterno de las multitudes, que Yo quebraré la yunta de tu cuello, y romperé tus ataduras, y extraños nunca más te harán cautivo de ellos. Sino que ellos servirán al Eterno su Dios, y a David su rey, a quien elevaré para ellos." (30:7-9)

Ciertamente es un día grandioso y único cuando veamos en nuestra conciencia y entorno desaparecer todas las formas del mal. El día en que no habrá más seducción de las fantasías e ilusiones de ego, y abracemos los modos y atributos de Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. El día que abandonemos para siempre millares de años de miseria y entremos al comienzo de la vida eterna, conducida exclusivamente por el Amor de Dios, hacia dimensiones sin fin donde nuestro único propósito será el conocimiento del Creador.

"(...) Yo haré que ellos caminen sobre ríos de agua, en un sendero recto donde no resbalarán, porque Yo he sido un padre para Israel, y Efraín es Mi primogénito. (...) Porque el Eterno ha rescatado a Jacob, y Él lo redimió de una mano más fuerte que él. (...) Y ellos vendrán y cantarán en la cumbre de Sión, y se llenarán de la bondad del Eterno (...). (...)  y Mi pueblo se saciará con Mi amorosa bondad, dijo el Eterno." (31:8, 10, 11, 13)

No tenemos que esperar a que se manifiesten completamente las profecías hebreas, porque nosotros podemos y tenemos que hacerlo iniciando nuestra propia entrada a la Redención Final, abrazando la bondad del Creador, la cual estamos destinados a manifestar mediante los modos y atributos de Amor. Permitamos que Amor sea el maestro, el guía, la intención, la motivación, la razón y el propósito en todo lo que discernamos, pensemos, sintamos, expresemos y creemos, en el aquí y ahora de la vida. 

Esta es la amorosa bondad que Dios quiere que vivamos. Esta son los ríos de aguas donde no resbalamos, porque somos llevados por la mano de nuestro Padre que nos redime. Somos Su primógenito con quien Él selló Su Pacto. Entonces cantaremos en las alturas de Sión, en la cumbre del conocimiento de nuestra conexión permanente con la bondad de Dios, que es Su Amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.