domingo, 24 de noviembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXXII) Isaías

El Profeta prosigue describiendo las cualidades del rey judío, tal como se lo encomienda Dios. Como hemos señalado en comentarios anteriores, estas cualidades también son inherentes a cada judío debido al Pacto con el Creador. La Torá encomienda a cada judío estar unido a Dios mediante el estudio de la Torá y el cumplimiento de Sus Mandamientos. Este es el Pacto que aceptamos incondicionalmente cuando Dios dio la Torá al pueblo hebreo. Seamos conscientes siempre de que este Pacto es eterno. Nuestros ancestros querían tener un rey como las demás naciones, y Dios en la Torá dio Mandamientos específicos para el rey de Israel. Estos incluyen ser un guardián del Pacto, y tanto aprender como enseñar la Torá, entre otros deberes y restricciones.

Los reyes de Israel son también herederos de estos Mandamientos, y son puntos focales de los compromisos de Israel con el Creador. De ahí que todos compartamos las cualidades, deberes y obligaciones inherentes a nuestra conexión permanente con Dios. Debemos entender la Era Mesiánica como un conocimiento judío del Plan de Dios para la Redención Final.

Este conocimiento no pertenece a una sola persona sino a todo Israel. Dependemos exclusivamente de la voluntad del Creador, y no de un individuo. La Torá y las Escrituras Hebreas repiten una y otra vez que Dios es nuestro Único Redentor, por lo cual debemos entender el rey judío mesías como el punto focal de nuestra Redención Final colectiva. Este rey es el paradigma y referencia de lo que es y será la Conciencia Mesiánica y para todos eternamente.

"Y saldrá una rama del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu del Eterno; espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y reverencia del Eterno." (11:1-2)

El Profeta nos recuerda que el rey David es la principal referencia del rey judío mesías, como extensión del salmista, hijo del recto Isaí. Rectitud es linaje, el rasgo y la cualidad de donde todos somos redimidos. De ahí que los cimientos de la Conciencia Mesiánica son el poder de voluntad y determinación de siempre elgir la bondad en vez de la maldad. Esto es lo que hacen las personas rectas todo el tiempo. Esta es la premisa de nuestra conexión con Dios para ser la vasija de Su espíritu en nosotros. Al elegir lo bueno en todo momento, el espíritu del Creador está con nosotros. Así las cualidades de lo bueno están con nosotros como sabiduría, entendimiento, dirección y fortaleza, conocimiento y reverencia de la voluntad de Dios.

"Y su deleite estará en la reverencia del Eterno, y él no juzgará tras lo que ven sus ojos, ni decidirá tras lo que oigan sus oídos." (11:3)

La reverencia del Creador -- a lo que nuestros Sabios se refieren como el "temor" de Dios -- es lo que experimentamos en nuestro Amor a Dios, como asombroso e impresionante ante nuestra incapacidad de concebirlo a Él. Entre más sabemos de Sus caminos y atributos, más lo amamos y reverenciamos como nuestro más sublime deleite. En este conocimiento de reverenciarlo podemos sólo discernir a través de Su Torá. Nuestra voluntad se convierte en la vasija y la carroza de Su voluntad. En esta conexión permanente con el Creador no hay espacio para agendas personales ni fantasías e ilusiones de ego. Estas son lo que vemos con nuestros ojos y Io que oímos con nuestros oídos.

"Sino que con rectitud él juzgará el pobre, y decidirá con equidad para el dócil de la tierra; y él herirá la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios él matará al malvado." (11:4)

Otra vez Dios nos recuerda mediante el Profeta que elegir y procurar lo bueno es el fundamento de Su Torá y de Su voluntad. Esta es la rectitud que debemos plantar en la tierra que es nuestra vida, como individuos y como la Nación que Dios nos encomienda tener y ser. En términos prácticos, tenemos que cuidar unos de otros como el principal propósito de lo que es bueno, haciendo lo que es correcto. Tenemos que integrar a todo Israel como una Nación unida, juntando al pobre y al rico, al dócil y al rebelde, al apasionado y al pasivo, aguateros y guerreros, sabios e ignorantes, y a todos los diversos y multifacéticos judíos.

La voz de rectitud, la vara que sale de nuestras bocas -- como resultado de lo bueno y de las expresiones de los modos y atributos de Amor -- es la guía y dirección de todos los aspectos de la vida, y prevalecerá sobre las tendencias negativas en la conciencia humana. Esta voz es el lenguage y expresión de lo bueno, como la Luz que convierte las tinieblas en Luz.

"Y será la rectitud cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura." 11:5)

Esta voz es la expresión de lo que es bueno como guía y dirección de cada aspecto de la vida. Esta voz proviene de la rectitud -- esta como expresión de la bondad de los modos y atributos de Amor -- que abarca e integra todos los niveles y dimensiones de la conciencia.

"Y el lobo morará con el cordero, y el tigre se recostará con el cabrito; y el becerro con el cachorro de león y el animal doméstico juntos; y un niño los conducirá." (11:6)

Al integrar y unir todos los aspectos y niveles de la conciencia, la armonía prevalece en todas las facetas de la vida. El Profeta hace reflejar la Conciencia Mesiánica en el mundo material también como el lugar donde animales dóciles y salvajes coexisten en armonía. Podemos asimilar este estado de conciencia como la rectitud guiando y conduciendo nuestro discernimiento, pensamiento, sentimientos, emociones, pasiones e instintos a través de los modos y atributos de Amor.

La Conciencia Mesiánica es la fase en la que las tendencias negativas se convierten en expresiones positivas. De ahí que la maldad en todas sus manifestaciones sea removida de lo que somos, tenemos y hacemos. La envidia se convierte en cooperación, la ira en alegría, la codicia en generosidad, la indiferencia en compasión, la indolencia en solidaridad, la crueldad en ayuda.

La conducción de los modos y atributos de Amor regirá cada vida en este mundo, como la premisa para entrar en la Era Mesiánica. Esta es la fase final en la que el único interés será conocer a nuestro Creador.

domingo, 17 de noviembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXXI) Isaías

En sus tres capítulos siguientes (7-10) el Profeta se refiere a la situación de Israel en su tiempo, dividido en dos reinos enfrentados en guerra. La idolatría conlleva a la hostilidad y la confrontación con sus devastadores efectos. Los reyes de Judá en el sur, y los reyes de Israel en el norte encontraron su destrucción, caída y cautiverio. Vemos los nefastos resultados de las fantasías e ilusiones de ego. Estas como los ídolos que separan, dividen, corrompen y subyugan todos los aspectos y dimensiones de la vida.

Aún en ese predicamento, nuestro Creador procura la paz y la hermandad para todo Israel, estar unido por y en aras de la Torá como el medio integrador y armonizador para cumplir la voluntad de Dios. A través del Profeta, el Creador habla a los reyes corruptos para hacer prevalecer la rectitud y la justicia como las directrices, y también estas como nuestro nexo común con Él.

"Y el Eterno habló otra vez a [el rey] Ajaz, diciendo: 'Pide tú mismo una señal del Eterno tu Dios: pídela en lo profundo, o arriba en las alturas'. Pero Ajaz dijo: 'No [la] pediré, ni trataré al Eterno'. Y él [Isaías] dijo: 'Oye tú ahora, oh casa de David: ¿Acaso no es suficiente que desprecies a otros [los Profetas], y que también desprecies a mi Dios'?" (Isaías 7:10-13)

Dios da Su mensaje para Ajaz a través del Profeta, a quien el rey contesta con desdén. Isaías responde a su insolencia. Aunque estos versículos se refieren a una situación específica en torno a un malvado monarca judío, podemos entenderlos en el contexto de la Conciencia Mesiánica. El Mesías judío desciende del linaje del rey David, por lo tanto todas las referencias a este linaje están relacionadas con los tiempos mesiánicos. Dios quiere que Israel, como la conciencia integradora que proclama la Redención Final, esté en permanentemente conexión con Él. Aún en el caso de Ajaz, un rey idólatra de Judá, Dios quiere corregir esta conexión con el aspecto regente de Israel.

Dios conoce toda Su Creación. Nos dio libre albedrío, y sabe de lo que somos capaces. Nos deja experimentar las decisiones que tomamos y sus consecuencias. Nos dio discernimiento para aprender de las experiencias. En circunstancias negativas espera que aprendamos, salgamos de estas y regresemos a lo que es bueno. Dios también espera lo mismo de Ajaz, quien se niega retornar a Él.

El Profeta en este caso representa la voz de la Redención, la cual llama a nuestro discernimiento y sentido común. En algún momento en nuestras vidas escuchamos su voz, y nosotros elegimos ignorarla o rechazarla. El mismo desdén expresamos a nuestro Creador. En Su infinita compasión Él nos recuerda los rasgos y cualidades de la conexión que tiene con nosotros, y espera de nosotros.

"Por lo tanto el Eterno mismo te dará una señal: he aquí, la joven mujer concebirá, y tendrá un hijo, y lo llamará Immanuel." (7:14)

Nuestros Sabios se refieren a esta mujer en particular, la joven mujer, como la madre del futuro rey Jezequías, hijo honorable de Ajaz. La señal incluye el nombre como la identidad de un rey judío que está con Dios (Immanuel). Israel y su rey son distinguidos por su nexo con Dios, de ahí que el nombre de cada judío es Immanuel, que significa Dios está conmigo. Israel está destinado por la Torá a ser una Nación justa con un rey justo. Isaías más adelante se referirá a Israel y a su rey como una sola entidad, que el Profeta llama "el cordero".

"Crema y miel él comerá, cuando sepa rechazar el mal y elegir el bien. Así es, antes de que el niño sepa desechar el mal y elegir el bien, abandonada será la tierra que está atormentada a causa de sus dos reyes." (7:15-16)

Otra vez, como dijimos antes, estos versículos se refieren no solamente a los rasgos positivos del futuro rey Jezequías sino también al linaje del rey David. Crema y miel son las cualidades de la tierra de Israel, que es la Tierra Prometida que emana leche y miel. Estas son alegorías de la bondad nutritiva de la vida junto a la felicidad y dicha de esta. Las buenas cualidades de la tierra como la vida buena son parte del pueblo de Israel, y destacadas por su rey.

Al hacernos conscientes de que lo bueno de los modos y atributos de Amor es nuestra Esencia y verdadera identidad, rechazamos y negamos la maldad en todas sus formas. Refiriéndose a la dividida tierra de Israel en aquellos tiempos, la misma sería abandonada al caer bajo sus enemigos vecinos.

"Porque un niño nace para nosotros, un hijo es dado a nosotros; y el gobierno estará sobre su hombro. El Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, ha llamado [a Jezequías] Príncipe de Paz. Sobre aquel con la grandeza en dominio y la paz sin límites que prevalecerán en el trono de David, y en su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud, desde ahora hasta la eternidad. El celo del Eterno logra esto." (9:5-6)

Dos capítulos más tarde el Profeta continúa describiendo las cualidades del linaje de David en sus tiempos, y también en los tiempos mesiánicos. Durante la mayor parte del reinado de Jezequías, la abundancia y la prosperidad retornaron a su tierra como señal de que del mismo modo ocurrirá en la Redención Final. La principal cualidad de la Conciencia Mesiánica es la paz, como causa y como efecto. Del mismo modo como concebimos Amor, concebimos paz como algo destinado a prevalecer. Somos pacíficos con el fin de hacer que la paz reine.

El Creador en Su Torá encomienda a Israel ser un pueblo pacífico: "y tú, tú serás para Mí un reino de sacerdotes y una Nación sagrada." (Éxodo 19:6). Israel es el príncipe de paz, e igualmente sus reyes son príncipes de paz como resultado de la justicia y la rectitud. Sin estas no hay paz, y Dios quiere que las amemos y las procuremos, tal como Él lo hace: "Él ama la rectitud y la justicia, la Tierra está llena de la amorosa bondad del Eterno." (Salmos 33:5)

Debemos asimilar esto en la conciencia. Nuestra paz depende de cuán justos y correctos somos, de acuerdo a lo que nos exige nuestra identidad judía tanto en lo individual como en lo colectivo. Estas dos cualidades son las maneras como implementamos los modos y atributos de Amor. No es suficiente proclamar Amor como la manifestación tangible del Amor de Dios. Lo realizamos siendo y haciendo lo justo y lo correcto como expresiones éticas y morales de los modos y atributos de Amor.

La Redención Final y la Era Mesiánica comienzan con esto, y permanecerán de aquí hasta la eternidad al establecer y sostener la paz a través de justicia y rectitud. Como dice el Profeta, el celo de Dios -- el cual es Su Amor -- logra esto mientras abracemos ese celo como nuestro.

"Y acontecerá en ese día, que el remanente de Israel y los sobrevivientes de la casa de Jacob, no dependerán de él [su opresor] que los afligió; sino que dependerán del Eterno, el Sagrado de Israel, en verdad." (10:20)

Podemos identificar a nuestro opresor como el aspecto negativo del ego. De ahí provienen todos nuestros ídolos. En nuestra conciencia estos son las fantasías e ilusiones de ego. Una vez sobrevivamos aquello que oprime lo bueno que somos como la casa de Jacob, nos reconoceremos como el remanente de Israel que abraza la verdad del Amor de Dios en lo que verdaderamente somos, y estamos destinados a hacer en la Era Mesiánica.

Esta es el tiempo y espacio eternos en nuestra conciencia y en la vida, cuando dependemos únicamente de los caminos y atributos de Dios, que son la verdad. Así vivimos en Su verdad y nos hacemos conscientes de que Dios es el Sagrado de Israel.

domingo, 10 de noviembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXX) Isaías

La visión de Isaías en el Cielo es uno de los mensajes trascendentes que tenemos en el judaísmo. Trascendente en muchos modos. La misma ocurrió en un tiempo y espacio que de hecho no lo son, y ello no lo podemos asimilar en nuestra conciencia. En este sentido lo paradójico es una de las premisas de lo trascendente. En el judaísmo, la imposibilidad de concebir a nuestro Creador también es una paradoja, porque el hecho de no poder concebirlo no implica que Él no exista.

Nuestra concepción judía de Dios trasciende los límites del entendimiento humano. De ahí que nuestros Sabios enseñen que la Torá tiene setenta caras, que realmente son infinitas porque esta es eterna como su Creador. Aún así nos la entregó en el lenguaje humano como la puerta para conocer Su Plan para el mundo material. Lo que quiere decir que debemos entender Sus mensajes dentro de las dimensiones de tiempo y espacio, y las limitaciones de la conciencia humana.

El Profeta tiene la difícil tarea de comunicar una visión y experiencia ajenas al entendimiento humano. La dinámica entre pensamiento y lenguaje es tan compleja como la conciencia misma. Desde que nacemos somos obligados a empadronar el pensamiento dentro de los límites del lenguaje para poder expresar algo potencialmente indescriptible en algo descriptible.

Nuestros Sabios hacen una analogía de esto, comparándolo con una persona invidente que nunca ha visto nada antes y que repentinamente puede ver. Sin tener referencias previas para describir una noche estrellada o un amanecer, comienza a describirlo con las formas de lo que solía tocar para conocerlas. El resultado de esta descripción de lo que "vio" no pudo ser comprendido por quienes podían ver y que estaban con esa persona. Dicho de otro modo, nuestro pensamiento y lenguaje humanos no poseen las referencias necesarias para asimilar una visión o experiencia celestial.

El Profeta no tiene otra opción sino describir su visión y experiencia en el Cielo tal como lo expresa en este mensaje. En esta paradoja de describir lo indescriptible debemos tratar de percibir lo que Isaías quiere dicirnos. Para ello utiliza palabras y situaciones que podemos comprender, como invitación para abrir nuestra conciencia a un mayor nivel de entendimiento. Una vez entramos en dimensiones sublimes, más allá de lo que podemos concebir, también debemos aprender cómo vivir en ellas, relacionarnos con ellas, y poder comunicarlas.

Hemos dicho en otros comentarios que el Mundo por Venir, al igual que la Era Mesiánica, tienen referencias distintas a las que tenemos en este mundo actual. Nuestros Profetas nos dan pocos detalles, indicándonos que la maldad y la negatividad no existen en esos tiempos y lugares, y que estas han sido reemplazadas por nuevas referencias que sólo conoceremos cuando lleguemos ahí.

Esta también es una manera de entender que las visiones o experiencias celestiales pertenecen al Cielo y tienen sentido allá, no aquí. Esto debemos tomarlo como una invitación a eliminar las referencias negativas que tenemos en la conciencia, y transformarlas en positivas para así vivir nuevas dimensiones y expresiones de la vida. El resultado de esto será toda una nueva manera de concebir, percibir, pensar y sentir, y su efecto en lo que hablemos y hagamos.

"(...) Yo vi al Eterno sentado sobre un trono alto y elevado, y el borde de Su manto llenaba el Templo." (Isaías 6:1)

En esta declaración nuestros Sabios identifican dos situaciones y dos lugares. El Creador en el Cielo y el Templo en la Tierra. El Profeta describe a Dios en nuestro lenguaje humano como alguien sentado en un trono no sólo alto sino también elevado. En el judaísmo podemos entender nuestro Creador como Uno, de hecho fuera de nuestro alcance en todo sentido. Alto y elevado son términos que ilustran este principio. Sin embargo este hecho no implica que Dios no se relacione con Su Creación, ya que el resto de la oración lo indica. Los bordes de Su manto llenan el Templo.

Manto, al igual que otras vestiduras, representan dos condiciones. Una es cubrir y la otra es identificar. En la oración el Profeta se refiere a un atributo del Creador (un manto) que se extiende cayendo en un lugar que es el Templo de Jerusalén. También es la conexión entre el Creador y nosotros. Este atributo llena completamente el Templo, este como el tiempo y lugar eternos donde estamos permanentemente conectados a Él. A este manto llamamos Su amorosa bondad, porque esta también cubre Su Creación: "Él ama la rectitud y la justicia, la Tierra está llena de la amorosa bondad del Eterno." (Salmos 33:5), "Dad gracias al Eterno, porque Él es bueno. Su amorosa bondad es eterna." (136:1, 100:5, I Crónicas 16:34).

"Serafines estaban parados de sobre Él, cada uno tenía seis alas: con dos cubrían su rostro, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y uno a otro llamaban, diciendo: Sagrado, sagrado, sagrado, es el Eterno de las multitudes; toda la Tierra está llena de Su gloria." (Isaías 6:2-3)

Los ángeles también pertenecen a esta dimensión elevada que llamamos Cielo. Nuestros Sabios se refieren a ellos como mensajeros que realizan tareas o misiones específicas para cumplir con la voluntad de Dios. Estas misiones representan lecciones éticas y morales que reflejan los caminos y atributos de Dios, con los que Él se relaciona con Su Creación. Estos mensajeros proclaman y reafirman lo sagrado del Creador como algo que igualmente está lejos de nuestro entendimiento.

En ese sentido asimilamos que sagrado significa lo separado como algo inalcanzable para nuestro discernimiento. Aún así lo paradójico persiste, ya que Su gloria cubre Su Creación y esta abarca todo lo que percibimos y lo que no. Nos damos cuenta en estos versículos que Su gloria es Su amorosa bondad, de la que debemos estar conscientes. Si Su Amor llena Su Creación, también somos llenados por Su Amor, por lo tanto somos una emanación y extensión de Su Amor. De ahí nos damos cuenta de lo sagrado que es Dios y Su Amor.

Esta triple proclamación debe resonar en todos los niveles de conciencia, ya que nuestra Esencia e identidad están formadas y definidas por el Amor de Dios. Esta realización impacta al Profeta. Tras oír esta proclamación, Isaías cuestiona su propia identidad ya que nota la diferencia entre sus atributos y los de la Esencia de la que Dios nos creó.

"Entonces dije yo: ¡ay de mí! porque estoy deshecho; porque soy un hombre de labios impuros, y vivo en un pueblo de labios impuros; ya que mis ojos han visto al Rey, el Eterno de las multitudes." (6:5)

Al llegar a este conocimiento nos damos cuenta de lo que es real e irreal, verdadero y falso, correcto e incorrecto. Hacemos una clara diferencia entre las fantasías e ilusiones de ego, y los modos y atributos de Amor. Nos hacemos conscientes de las trampas que hemos hecho para someter nuestra conciencia a lo opuesto de lo que verdaderamente somos. Cuando vemos y vivimos los caminos y atributos del Creador nos damos cuenta que estos son nuestra Esencia e identidad. Así es como retornamos a donde pertenecemos. Este es momento decisivo en que el arrepentimiento nos hace ver lo que realmente somos: ¿cómo pude haber sido, tenido y hecho algo que no soy? Este es el primer paso de nuestro retorno al Creador.

El Profeta se reconoce como una persona deshecha, alguien incompleto mientras viva en las fantasías, ilusiones y espejismos del mundo material. Menciona los labios como los portadores de impureza. Como hemos señalado arriba, el pensamiento precede a la acción como expresión de lo que concebimos, creemos o sentimos. Lo que sentimos es el resultado de lo que pensamos o creemos, de ahí que debamos ser conscientes de lo que ponemos en nuestra mente. En este sentido los labios no solamente son lo que hablamos sino también lo que hacemos.

"Entonces uno de los serafines voló hacia mí con una piedra radiante en su mano, que había tomado con unas tenazas del altar; y él tocó mi boca con aquella, y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios, y quitada tu iniquidad, y expiada tu impureza." (6:6-7)

Ante la Presencia del Creador el Profeta tiene el privilegio de ser limpiado por el fuego divino que aquí llamamos el Amor de Dios. Este fuego no sólo limpia nuestras acciones negativas sino también aquello que las causa. Mientras vivamos en, por, de y para este fuego, viviremos ante la Presencia de Dios. Este es el fuego que transforma nuestras vidas, eliminando las tendencias y aspectos negativos en la conciencia, anunciando el comienzo de la Redención Final y la Era Mesiánica.

"Y escuché la voz del Eterno diciendo: '¿A quién Yo enviaré, y quién irá por nosotros?' Entonces dije: 'Aquí estoy, envíame a mí'." (6:8)

Cuando dejamos que los modos y atributos de Amor conduzcan y guíen todas las dimensiones y facetas de la vida, que unan y armonicen la diversidad y los potenciales creativos de la conciencia humana hacia los caminos y atributos del Creador, ya estamos listos para ser socios plenos en el Plan de Dios.

"Y Él dijo: 'Ve y dile a este pueblo: Oíd para oír, pero no entendéis; y ved para ver, pero no sabéis. Engorda el corazón de este pueblo, y endurece sus oídos, y encandila sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos; y su corazón vuelva a entender otra vez, y sea curado'." (6:9-10)

Aquí el Profeta es encomendado a hacernos conscientes de nuestra obstinación en rechazar lo bueno de los caminos y atributos de Dios, y preferir las fantasías e ilusiones de ego. Deseamos poder en vez de Amor, control en vez de libertad, adicción en vez de desapego, ira en vez de alegría, carencia en vez de abundancia, crueldad en vez de compasión, indiferencia en vez de solidaridad. Estos estados negativos de conciencia son nuestros propios castigos, de los que no tenemos otra opción sino aprender de ellos.

Acá Dios dice al Profeta que esos rasgos negativos endurecen y hacen pesados nuestros corazones ("engordar"), obstruyen nuestro entendimiento (los "oídos"), e inutilizan nuestro conocimiento (los "ojos"). Al llegar a este callejón sin salida, tarde o temprano nos damos cuenta que es vano vivir en un predicamento negativo. Entonces retornamos a lo que realmente somos y pertenecemos, como una transición curativa.

"Entonces dije yo: '¿Hasta cuándo, Eterno?' Y Él respondió: 'Hasta que ciudades queden sin habitantes, y viviendas sin nadie, y la tierra esté completamente desolada." (6:11)

El retorno siempre depende de nosotros. Sin embargo hay un punto en el que nos hartamos de vivir en el lado opuesto a los modos y atributos de Amor. Ese es el lado donde están las ciudades y tierras desoladas. Hemos dicho que ciudades, tierra, montañas y colinas, representan creencias, ideologías, estilos de vida, costumbres, hábitos y comportamientos. Estos pueden llegar a ser destrucciones y desolaciones, lo suficientes para vernos obligados a transformarlos en tendencias y aspectos positivos en nuestra conciencia, y en nuestras vidas.

"Y el Eterno haya echado lejos al hombre, y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra." (6:12)

La terquedad nos hace perder el libre albedrío. Perdemos nuestro más elevado conocimiento a manos de las fantasías e ilusiones de ego. Al apartar el conocimiento de nuestra conexión permanente con el Creador, apartamos nuestra conciencia de Él para entrar en los muchos lugares abandonados de nuestras tendencias y decisiones negativas.

"Pues aún quedará en ella una décima parte, y volverá; que habrá sido quemada como la encina y como el roble, cuya cepa queda; la semilla sagrada es su cepa'." (6:13)

Nuestros Sabios se refieren a este versículo como la minoría de Israel que permanece a pesar de la maldad en su entorno. La minoría que es devorada por los enemigos de la bondad y la verdadera libertad en la humanidad. Los pocos cuya sepa queda, y cuya semilla crecerá y fructificará al final. Esta es la semilla sagrada que prevalecerá eternamente en la Era Mesiánica.

Este versículo podría parecer ambiguo pero no lo es. Por un lado el Creador nos recuerda el predicamento negativo como la causa de nuestra destrucción, y por otro nos dice que a pesar de ello lo bueno en nosotros prevalecerá. Dios quiere hacernos conscientes de lo que es nuestra cepa y nuestra simiente. Nosotros también somos aquellos que proclaman lo sagrado de Él, de donde nos creó.

Somos buenos porque venimos de lo bueno de Dios, por lo tanto lo bueno siempre prevalece. Esto que es bueno nos dota de libre albedrío para tomar decisiones de libertad, no de control ni de cautiverio. No debemos dejar que la conciencia pierda nuestro libre albedrío. Así sabremos que nuestra libertad se fundamenta en los modos y atributos de Amor, la cepa y la simiente sagradas que siempre prevalecerán.

domingo, 3 de noviembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXIX) Isaías

Indicamos al inicio de estos comentarios sobre la Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía que hay tres partes en las que están divididos los mensajes de nuestros Profetas. Estas son nuestra separación de Dios y sus consecuencias, el proceso de retorno a Él -- conocido comúnmente como arrepentimiento --, y la Redención Final entendida como nuestra conexión permanente con Él. Estas tres fases también están profetizadas en el último libro de la Torá, y el Creador nos envía a Sus Profetas para recordárnoslas. De ahí que veamos los mismos mensajes declarados repetidamente en sus escritos. Están expresados de muchas maneras, tanto en forma directa con lenguaje severo como con alusiones alegóricas y algunas veces poéticas.

Estas repeticiones están dirigidas a despertar todos los niveles de la conciencia en torno a nuestra relación con Dios, ya que están destinados a estar unidos y armonizados hacia Su Plan llamado Era Mesiánica. Por ello la Torá y las Escrituras Hebreas nos hablan en muchos niveles y dimensiones para conducir nuestro intelecto, discernimiento, pensamientos, mente, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. Así comprendemos por qué los mensajes del Creador están articulados y expresados de muchas formas y maneras. Debemos asimilar las palabras de Dios para hacernos plenamente conscientes de que nuestras decisiones -- no Él -- nos han llevado adonde estamos aquí y ahora.

Tenemos que abrir nuestra entera conciencia para saber lo que verdaderamente somos ante el Creador. Así realizaremos nuestro regreso a Él, Sus caminos y atributos. El quinto capítulo de los mensajes de Isaías se concentra otra vez en nuestro nexo con Dios, seguido por nuestra separación de Él al elegir las fantasías e ilusiones de ego en lugar de los modos y atributos de Amor.

"Cantaré para mi amado el canto de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una colina fértil." (Isaías 5:1)

Comienza alabando a nuestro amado Creador por Su nexo con nosotros, Su viñedo. Él nos exalta en una colina fértil, la cual es el conocimiento permanente de nuestra conexión con Él. Esta colina fértil es Sión, Jerusalén y el Templo. Se trata aquí de lo que somos, tenemos y hacemos en este lugar especial exaltado por Dios. Nuestro nexo con Él es aquello que no podemos asimilar con nuestro discernimiento o comprensión, porque está más allá de lo que podamos concebir. De ahí que solamente tengamos las referencias que el Creador nos señala en Su Torá como Sus atributos. Estos son señales como tierra fértil para fructificar en el mundo material. La colina fértil que es la bondad que cosechamos de los modos y atributos de Amor. A partir de aquí tomamos la decisión de hacer o no que el viñedo de nuestra conciencia fructifique en la amorosa bondad del Creador.   

"La había cercado, y la despedregó, y la plantó de vides escogidas: había edificado en medio de ella una torre, y también asentado un lagar en ella: y esperaba que diese uvas, y dio uvas amargas." (5:2)

Dios nos dio Sus Mandamientos para remover los rasgos y tendencias negativas en la conciencia, y permtir sólo amorosa bondad en todas las facetas de la vida. Cosechamos de lo que decidimos, recogemos de lo que sembramos. La amorosa bondad manifiesta su justa queja.

"Y ahora, oh habitante de Jerusalén y hombre de Judá, por favor juzga entre mí y mi viñedo." (5:3)

El Profeta se dirige individualmente a nosotros como uno que mora en Jerusalén, la cual es el conocimiento de nuestro nexo permanente con Dios. También como judío que tiene un Pacto eterno con Él. Nuestra conciencia es convocada para discernir y juzgar a partir de causa y efecto. Ya sabemos que Amor es su propia causa y efecto, y que Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. Entonces, ¿si Amor no es el efecto, cuál es la causa? Dios nos llama a reflexionar y usar nuestro juicio como discernimiento. Él habla a nuestro sentido común al nivel básico de causa y efecto. Por lo tanto tenemos que responder por lo que pensamos, creemos, sentimos, decimos y hacemos.

Hemos indicado frecuentemente que nuestros Sabios jasídicos llaman "vasijas" a todos los niveles y dimensiones de la conciencia. Con razón describen al intelecto, mente, emociones, sentimientos y pasiones como recipientes vacíos en espera de ser llenados con lo que elijamos derramar dentro de ellos. También sabemos que el pensamiento precede a la acción, aunque algunos de nosotros actuamos sin primero pensar. La idea es ser conscientes de los rasgos y cualidades de las creencias o ideologías que acariciemos en el pensamiento, del tipo de tendencias que imponemos en las emociones, las sensaciones que imprimimos en los sentimientos, y las expresiones de damos a nuestras pasiones. Todo se vuelve un asunto de decisiones. 

"¿Qué pude haber hecho mejor para mi viñedo que no hice? ¿Por qué cuando procuré que me diera uvas, me las dio malas?" (5:4)

El Creador nos responsabiliza de nuestras decisiones, porque de hecho somos un asunto de causa y efecto. La lección aquí es elegir Amor como la causa porque sabemos que Amor es el efecto. Amor aparta lo que es diferente, opuesto o contrario a sus modos y atributos. Para hacer que Amor rija y prevalezca en todos los niveles de conciencia, primero debemos retornar al Amor de Dios. Debemos añorar Su amor lo suficiente para que retornemos a Él, a Sus caminos y atributos.

Dios nos dice mediante el Profeta que Él cumple Su promesa de Redención Final mientras comencemos permitiendo a nuestro Amor eliminar lo que no es necesario en nuestra conciencia. Haciendo prevalecer los modos y atributos de Amor sobre las fantasías e ilusiones de ego.

"Os mostraré pues ahora lo que haré Yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será para ser consumida; aportillaré su cerca, y será para ser hollada. Haré que quede desolada; no será podada ni cavada, y crecerá el cardo y las espinas: aún a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella." (5:5-6)

La Redención Final en el judaísmo se trata de la completa eliminación de las tendencias negativas en la conciencia, y también en el mundo material. Debemos entenderla como un proceso individual y colectivo que tenemos que iniciar. Cuando decimos "que haya paz y que empiece conmigo", igualmente permitamos que Amor y lo bueno de sus modos y atributos comiencen a manifestarse en todos los niveles de conciencia. A través de la historia no hemos permitido esta Redención total por razones de elección. El Creador nos dio libre albedrío para elegir lo bueno y correcto, no lo opuesto. La Torá nos invita a entender la maldad como referencia y no como elección, de ahí que sea un Mandamiento elegir la bendición como lo bueno, como vida.

"Porque la viña del Eterno de las multitudes es la casa de Israel, y los hombres de Judá la planta de Su deleite. Y Él procuró lo justo, pero halló violencia; rectitud, pero halló clamor." (5:7)

Como mencionamos atrás, la colina fértil y fructífera es nuestra conexión con Dios. Nosotros como Israel estamos plantados por Él. Somos el otro lado de esta conexión en el mundo material, Su deleite en la tierra, ya que somos encomendados por Él y destinados a hacer prevalecer Su rectitud y justicia. Ambas resumen Su Torá como la entera instrucción para erradicar la violencia y el sufrimiento del mundo.

Dios ha honrado a Israel para hacer que la rectitud y la justicia prevalezcan como resultado de la bondad de Su Amor. Una vez más debemos entender nuestros imperativos éticos y morales, no sólo como producto de lo justo para hacer lo correcto sino como efecto de Amor. Dios ama la rectitud y la justicia. Se deleita en ellas, ya que provienen de Su Amor. De ahí que honremos Su Amor por hacer de nuestro Amor la motivación y la causa de justicia y rectitud.

En este contexto somos el pueblo elegido que responde a Amor como  la manifestación material del Amor de Dios. El resto de este capítulo reitera que somos responsables de nuestra conexión permanente con el Creador. Mediante el Profeta, Él señala las tendencias negativas de la conciencia que despojan y oprimen a los débiles de nuestro pueblo.

Egoísmo, codicia, indiferencia, crueldad e indolencia devastan la bondad de Amor, dejando desgracia y sufrimiento. La vanidad y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego que llaman bien al mal, y al mal bien. El Creador reafirma una y otra vez que la maldad y la iniquidad desaparecerán cuando cumpla Su promesa de redimirnos de ellas.

El Profeta cita la ira de Dios. Debemos entenderla como el enojo que sentimos producto de la frustración y el vacío que dejan las fantasías e ilusiones de ego. Ira es lo que sentimos en nuestra separación del Amor de Dios. No hay ira en el Creador sino lo que Él nos dice acerca de nuestra ira, para hacernos retornar a Sus caminos y atributos.

Nuestra ira y frustración nos impulsan a regresar a Él. El dolor y las desgracias que sufrimos como resultado de nuestras elecciones negativas golpean nuestros sentimientos y emociones, llenándolos de ira, frustración, enojo, depresión, indolencia e indiferencia. Estos son los enemigos que amenazan nuestra conciencia y desprecian nuestra Esencia y verdadera identidad.

El mensaje en este capítulo puede ser sintetizado diciendo que cuando no cuidamos nuestro viñedo -- la amorosa bondad que Dios ha plantado en nuestra conciencia --, y abrazamos las tendencias negativas, estas se convierten en los enemigos que buscan nuestra destrucción. Esto nos ocurrió en tiempos de nuestros Profetas, e igualmente lo asimilamos ahora en nuestros tiempos actuales. Nuestros enemigos aumentan contra nosotros mientras permitamos que tendencias negativas controlen nuestra conciencia.

"Y rugirán sobre ellos en aquel día como bramido del mar. Entonces mirarán hacia la tierra, y hallarán tinieblas de tribulación, y en sus cielos se oscurecerá la luz." (5:30)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.