domingo, 29 de junio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXIII) Isaías

Dios nos recuerda (Isaías 41:1-3) que Él crea todo, y que además controla Su Creación.

“¿Quién ordenó e hizo esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo el Eterno, el primero, y Yo soy el mismo con los postreros.” (41:4)

El Dios Único revela algo que no podemos asimilar en nuestra conciencia, y es el hecho de que Él no cambia. Difícil de asimilar, considerando que todo lo que percibimos en el mundo material está en constante cambio. Otra cosa que tampoco podemos comprender es lo eterno, porque nada es eterno en nuestra percepción. Con este preámbulo Dios presenta Su nexo y conexión con Israel como lo bueno que Él quiere hacer prevalecer en el mundo material.

“Pero tú, Israel, siervo Mío eres. Tú, Jacob, a quien Yo escogí, simiente de Abraham mi amado. Tú, a quien tomé de los confines de la tierra, y desde sus lugares más remotos te llamé, y te dije: 'Mi siervo eres tú; Yo te he escogido y no te he rechazado'.” (41:8-9)

Lo bueno es creado para manifestar la bondad de Dios en Su Creación. Así entendemos que Israel sirve a la voluntad de Dios para el mundo. Por esto Él eligió a Su pueblo, cuya simiente espiritual es Abraham, el amado de Dios. El Amor de Dios es esencial en Su Creación, y especialmente en nuestra conexión con Él, porque en Amor encontramos y realizamos nuestra identidad y destino. Al elegirnos el Amor de Dios, Él nos acoge y no existe separación.

“No temas, porque Yo estoy contigo. No te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré. Sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia. He aquí que todos los disgustados contigo son avergonzados y confundidos. Ellos son como nada, y perecerán.” (41:10-11)

El Creador nos da la vida y también la fortaleza, no sólo para enfrentar y superar las adversidades, sino el ánimo para conocerlo a través de Sus caminos y atributos. Estos son lo bueno que está destinado a prevalacer sobre las fantasías e ilusiones que hemos creado para separarnos de Él, con el fin de convertirnos en dioses de nuestros dominios. Estas son la causa de nuestra vergüenza y confusión, aún a pesar de provenir de la nada a la que damos vida ilusoria.

“Los buscarás, y no los hallarás, los que tienen contienda contigo, serán como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen guerra. Porque Yo el Eterno soy tu Dios, que sostiene tu diestra, y te dice: 'No temas, Yo te ayudo'.” (41:12-13)

Hemos señalado frecuentemente que terminamos atrapados en nuestras propias ilusiones, creencias, deseos, apegos, obsesiones y adicciones. Estos se convierten en los ídolos que servimos y ante los cuales sometemos nuestro libre albedrío. Una vez nos hacemos sus cautivos, es casi imposible regresar a la libertad que tenemos en la Esencia e identidad que Dios nos dio de Su Amor, que es Su diestra. De ahí que no haya nada que temer, porque nuestra libertad le pertenece a Él.

“No temas, gusano de Jacob, vosotros hombres de Israel. Yo os he ayudado, dice el Eterno, y tu Redentor, el Sagrado de Israel.” (41:14)

No debemos temer en las tinieblas de nuestros rasgos y tendencias negativas, porque estos están destinados a desaparecer cuando comenzamos a abrazar lo bueno en los caminos y atributos de Dios como la diestra de nuestra Redención, porque el Creador es nuestro Redentor. Aquí nos damos cuenta que el bien es nuestro nexo sagrado con Él.

“Te he convertido en rastrillo nuevo, cortante, de doble filo. Trillarás las montañas y las harás llanos, y las colinas dejarás como afrecho. Los aventarás, y los llevará el viento, y los esparcirá el torbellino. Pero tú te regocijarás en el Eterno, te glorificarás en el Sagrado de Israel.” (41:15-16)

Dios prometió nuestra Redención Final y la Era Mesiánica mediante un cambio radical en nuestra conciencia individual y colectiva. Esta será como un “rastrillo nuevo, cortante, de doble filo” para transformar los aspectos negativos de la conciencia y convertirlos en afrecho al viento. En esta nueva conciencia veremos el Amor de Dios revelado a nosotros, regocijados en Su Presencia, y lo glorificaremos con la gloria de nuestro triunfo sobre las tinieblas que hemos creado con fantasías e ilusiones de ego.

“Los afligidos y los necesitados buscan agua, pero no la hay, su lengua está reseca de sed. Yo, el Eterno, les respondo. El Dios de Israel, no los abandono.” (41:17)

Nos empobrecemos cuando renunciamos a los modos y atributos de Amor para abrazar las fantasías e ilusiones de ego. Dios conoce nuestros corazones y no nos abandona, a pesar de nuestros sentimientos de carencia que nos mantienen alejados de Él. Nos dice que nos responde si lo llamamos. De ahí que dependa de nosotros tomar la decisión de retornar a Él.

“Abriré ríos en las alturas desoladas, y arroyos en medio de los valles. Transformaré el desierto en estanque de aguas, y la tierra seca en manantiales.” (41:18)

domingo, 22 de junio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXII) Isaías

El Profeta se refiere a los problemas de Israel en su tiempo (capítulos 36 a 39) durante el reinado de Ezequías. Isaías advierte contra la dependencia de alianzas militares en vez de la confianza en Dios respecto a la libertad de Israel y su bienestar nacional. Esto significa en nuestra conciencia que no debemos comprometer nuestra conexión y relación con Dios, haciendo de tendencias y rasgos negativos parte de nuestra identidad judía. Nos fiamos de nuestro nexo con el Creador o en las fantasías e ilusiones de ego. Estas no se mezclan o cohabitan con los caminos y atributos de Dios, a partir de los que se forma y define nuestra identidad.

“Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Decidle a voces que su labor es ya cumplida, que su culpa es saldada; que doble ha recibido de la mano del Eterno por todos sus pecados.” (Isaías 40:1-2)

En este capítulo el Profeta vuelve a hablar de Redención. Nuestros Sabios dicen que Dios pide a Sus Profetas consolar a Israel con la promesa de la Era Mesiánica, luego de cumplir su exilio entre las naciones. El final del exilio comienza cuando hayamos aprendido plenamente la experiencia de vivir tendencias y rasgos negativos en la conciencia. Al asimilar completamente nuestro dolor y sufrimiento en nuestra separación de los caminos del Creador, nuestra culpa es saldada. Así comprendemos que Jerusalén como la realización de nuestra conexión permanente con Dios es compensada abundantemente por Su mano, la cual es Su Amor.

“Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Eterno, enderezad en el desierto una vía ancha para nuestro Dios. Todo valle sea elevado, y rebájese todo monte y colina; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.” (40:3-4)

En el desierto de las fantasías e ilusiones de ego clamamos al Amor de Dios, y desde ahí preparamos nuestro camino de regreso a Él. La vía es ancha y derecha como Sus caminos y atributos, en los que la humildad es la manera de reducir aquello negativo que hemos alzado en nuestra conciencia. Debemos transformar la soberbia de las falsas creencias y lo negativo en emociones, sentimientos y acciones, en medios y vehículos para retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad.

“Y la gloria del Eterno se ha revelado, y toda carne junta la ha visto; porque la boca del Eterno ha hablado.” (40:5)

Esta profecía ha sido revelada con anterioridad, por lo tanto sabemos que la gloria de Dios ya está manifiestada en Su Creación. Hay una alusión a Su revelación en el monte Sinaí cuando nos entregó la Torá, y también nuestro conocimiento de que Su redención está a nuestro alcance. De ahí que dependa de nosotros elegir regresar a Dios para cumplir Su promesa en nosotros, individualmente y colectivamente.

“Una voz dijo: 'Clama'. Entonces él respondió: '¿Qué he de clamar?'. Que toda carne es como la hierba, y todo su esplendor es como la flor del campo. Se seca la hierba, se marchita la flor cuando el aliento del Eterno sopla sobre ella, en verdad el pueblo es hierba. Se seca la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.” (40:6-8)

Las metáforas del Profeta nos recuerdan una y otra vez que Dios es nuestro Creador, y que dependemos de Él. Nos invita a apegar nuestra conciencia a la palabra de Dios que representa Sus caminos y atributos, con el fin de vivir de acuerdo a Su voluntad. Así seremos capaces de trascender lo efímero y marchitable del mundo material, y vivir por y para la palabra de Dios, que es Su aliento de vida que Él quiere que experimentemos en todos los niveles de conciencia.

“Súbete sobre un monte alto, oh Sión, tú que traes buenas nuevas; levanta fuertemente tu voz, oh Jerusalén, tú que traes buenas nuevas; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡He aquí vuestro Dios!” (40:9)

Debemos subir nuestra conciencia a su más alto nivel, que es Sión, y desde ahí proclamar nuestra Redención, porque Dios está con nosotros mientras nos extendamos a Él. Las ciudades de Judea representan el potencial de lo bueno en nuestro discernimiento, pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. En los caminos y atributos de Dios no hay temor, porque desde estos vemos todos los aspectos y dimensiones de la vida desde la perspectiva correcta, desde el sitio elevado de nuestra conexión permanente con el Creador. Esta abarca lo positivo como las buenas nuevas de nuestra Redención Final y la entrada a la Era Mesiánica, cuando el único deseo e interés serán el conocimiento de nuestro Creador.

“He aquí, que Dios el Eterno ha venido como el Todopoderoso, y Su mano gobernará por Él. He aquí que Su labor viene con Él, y Su salario ante Él.” (40:10)

El conocimiento de Dios es Su mano como nuestra gobernante. El apego a Él es nuestra labor y también nuestro salario. Así nos damos cuenta de que nuestro propósito en el mundo material es revelar la Presencia Divina en todos los niveles de conciencia. El Profeta se refiere con alegorías nuevamente a las obras del Creador y Su control sobre todo (40:11-16) para decirnos que todo depende de Él.

“Todas las naciones son como nada ante Él, son estimadas por Él como cosas de nada, y vanidad.” (40:17)

También se nos recuerda otra vez acerca de la vanidad y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego, al igual que las tendencias y rasgos negativos representados por las naciones. Debemos retornar a la verdad de la que fuimos creados, como nuestra razón y propósito en el mundo material.

“¿Por qué dices, Jacob, y hablas, Israel: 'Escondido está mi camino del Eterno, y mi juicio pasa inadvertido a mi Dios?'. ¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Eterno, el Creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable.” (40:27-28)

No podemos escondernos del Creador, ni de Sus caminos y atributos que Él nos revela en la Torá. Una vez más el Profeta nos invita a reflexionar acerca de lo que ponemos en nuestro discernimiento, entendimiento, emociones, sentimientos, y en lo que decimos y hacemos. Estos son las vasijas en las que llenamos nuestra conciencia, y debemos hacerlo con los caminos y atributos de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad.

“Él da fortaleza al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna. Los jóvenes se fatigan, y se cansan; los niños flaquean y caen. Pero los que esperan en el Eterno renovarán sus fuerzas, se remontarán con alas como las águilas; correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.” (40:29-31)

domingo, 15 de junio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXI) Isaías

“La desolación y el yermo se alegrarán, y se regocijará el desierto y florecerá como la rosa. Florecerá abundantemente, y también se alegrará y cantará con júbilo. La gloria del Lebanón le será dada, la hermosura del Carmel y del Sarón. Ellos verán la gloria del Eterno, el esplendor de nuestro Dios.” (Isaías 35:1-2)

Asociamos desolación y yermo como cualidades del desierto. El Profeta se refiere a estos como parte de una misma realidad. En nuestra conciencia representan no solamente una situación de privación y abandono, sino el resultado de una condición o estado negativo. Se trata de nuestro exilio de la Tierra Prometida, de nuestra separación de los caminos del Creador, donde nos encontramos en un desierto privados de nuestra libertad.

En este predicamento nos vemos obligados a regresar a nuestra Esencia y verdadera identidad -- como nuestro nexo común con Dios --, que Él nos otorga como nuestra propia Redención. En este sentido comprendemos lo que nuestros Sabios místicos jasídicos quieren decir cuando señalan que el exilio es la premisa para la Redención. Del mismo modo las tinieblas son el preámbulo para reconocer la Luz, y el mal la referencia para elegir lo bueno.

Transformamos la carencia en un campo destinado a ser llenado con la abundancia que nos hemos negado durante el exilio de lo bueno de los modos y atributos de Amor. De ahí que el yermo se alegre y el desierto se regocije ante la inagotable abundancia en lo bueno. Esta se realiza en el completo conocimiento de nuestra conexión con Dios, que es la gloria del Lebanón (uno de los nombres del Templo de Jerusalén). En este conocimientos nos damos cuenta de los rasgos y cualidades de lo bueno, representados por el verdor y lo fértil de la cordillera del Carmel y la región del Sarón, como metáforas de la gloria y esplendor de Dios.

“Fortaleced las manos débiles y afianzad las rodillas endebles. Decid a los de corazón temeroso: 'Esforzaos, no temáis'. He aquí que vuestro Dios viene con vindicación, con retribución. Dios mismo, Él viene y os redime.” (35:3-4)

Debemos ser conscientes de que todo lo que existe proviene del Creador:

“Tuyos, oh Eterno, son la grandeza, y el poder, y la gloria, y la victoria, y la majestad; porque todo en el cielo y en la tierra Tuyo es. Tuyo es el reinado, oh Eterno, y Tú eres exaltado por sobre todos los gobernantes. La riqueza y el honor de Ti proceden, y Tú riges sobre todo. Y en Tu mano está el poder y la fortaleza, y en Tu mano está conceder grandeza y fortaleza a todos.” (I Crónicas 29:11-12)

De ahí que nuestra fortaleza y determinación provengan de Dios. En este sentido el temor es una ilusión que creamos para negarnos nuestra Esencia y verdadera identidad. El miedo es usualmente el resultado de las fantasías e ilusiones de ego cuando quedamos atrapados en el vacío y la desolación de la envidia, codicia, lujuria, arrogancia e indiferencia.

Miedo es el juicio final, la sentencia que imponemos a nuestra conciencia cuando perdemos la más preciada de todas las posesiones, que es el pleno conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios. Todos los temores que aparecen en nuestra separación del Creador los vemos reflejados en nuestra separación de lo bueno de los modos y atributos de Amor. Entre más nos alejamos de Amor, más cerca estamos del temor. Así nos damos cuenta que uno de los oponentes de Amor es el miedo.

Miedo es nuestra prisión, y Amor nuestra libertad. Nuestra verdadera libertad es vivir en la tierra de lo bueno que es nuestra Tierra Prometida. Dios nos promete traernos de vuelta a esta, y nos pide que demos los primeros pasos en esa dirección, superando nuestros temores y recuperando nuestra fortaleza. Al elegir lo bueno junto a pensamientos, emociones y sentimientos positivos todo el tiempo, también invitamos la bondad del Amor de Dios para que nos redima de la desolación y el desierto de las fantasías e ilusiones de ego.

“Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán. El cojo entonces saltará como un ciervo, y la lengua del mudo gritará de júbilo, porque aguas brotarán en el yermo y arroyos en el desierto.” (Isaías 35:5-6)

Dios abrirá nuestra conciencia en toda su extensión para que podamos ver claramente, sin las tinieblas de la maldad y las tendencias y rasgos negativos. Veremos lo que oigamos, y oiremos lo que veamos. En esta conciencia caminamos hacia el conocimiento de Dios con pasos rápidos y agigantados. Todas las expresiones de nuestra conciencia se alegrarán al manifestar el Amor de Dios en lo que somos, tenemos y hacemos. Este conocimiento se convierte en las aguas y arroyos que removerán para siempre los aspectos negativos en la conciencia, transformándolos de un desierto a un campo abundantemente florido donde los modos y atributos de Amor son las semillas y la cosecha.

“Y un gran camino estará ahí, y un sendero, y es llamado 'el sendero de la santidad'. Sobre él no pasará el inmundo, y Él [Dios] mismo está con ellos, Él que anda en el sendero, -- aún los tontos no errarán. No habrá león en él, ni bestia dañina subirá ahí, no serán hallados ahí; pero los redimidos caminarán ahí.” (35:8-9)

El Profeta nos dice que el sendero es el camino de Dios como amplia vía donde sólo santidad conduce el trayecto. En la limpieza de lo bueno en nosotros junto con la amorosa bondad del Creador no hay espacio para lo inmundo, porque Él mismo está con nosotros en el sendero. Hasta el más inocente o ingenuo no errará, porque no hay errores en los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios. Estas son las cualidades de la Redención Final y la Era Mesiánica, donde no existe nada negativo.

“Y los rescatados del Eterno retornarán, y vendrán cantando a Sión, y alegría eterna estará en sus cabezas. Tendrán alegría y regocijo, y la tristeza y el suspiro huirán.” (35:10)

Somos los rescatados de Dios cuando elegimos retornar a Sus caminos y atributos como lo bueno que queremos hacer prevalecer en todas las dimensiones de la conciencia, y hacerlos regir en todos los aspectos de la vida. Todos nos alegramos cuando comenzamos a manifestar a Sión como nuestra conexión permanente con Dios. Este nexo es la alegría eterna en nuestras cabezas. En este pleno conocimiento no hay tristeza ni suspiro, porque el Amor de Dios está completamente revelado.

domingo, 8 de junio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LX) Isaías

“Naciones, acercaos para oír; y escuchad, pueblos. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce.” (Isaías 34:1)

Todo el capítulo 34 de Isaías es otra reiteración del Plan de Dios para la humanidad, respecto al inminente cambio de conciencia hacia lo bueno que Él quiere que prevalezca en el mundo material. Las naciones, los pueblos, la tierra, el mundo y todo lo que proviene de estos están destinados a ser transformados para servir el propósito de lo bueno. Estos representan todo lo que hemos hecho con nuestra conciencia sin el propósito de lo bueno. Son los enemigos y obstáculos que hemos creado al elegir las fantasías e ilusiones de ego, y seguir las tendencias negativas en la conciencia.

Lo bueno intrínseco en nosotros -- que define nuestra Esencia y verdadera identidad -- está destinado a regir todos los aspectos y dimensiones de la vida. Esta realización es nuestra Redención Final y el punto de partida de la Era Mesiánica.

“Porque la indignación del Eterno es contra todas las naciones, y su furor contra todas sus multitudes: Las ha destruido por completo, las ha entregado al matadero.” (34:2)

El Creador repetidamente nos dice en la Torá que Sus caminos y atributos no cohabitan con nada distinto u opuesto a estos. Él nos presenta las bendiciones de lo bueno y las maldiciones de lo malo, para que elijamos lo bueno. Él creó el mal para que tengamos libre albedrío. De ahí que el mal exista como una referencia para elegir lo bueno, no como una opción para ser o hacer lo que es malo.

Así comprendemos Su indignación cuando corrompemos lo bueno en nosotros al hacer de la envidia, lujuria, codicia, arrogancia y su predicamento los regidores de la vida en el mundo material. Otra vez notamos que el Profeta se refiere a las palabras de Dios en pasado, porque Su voluntad ha sido decretada antes de Su Creación. Dios nos enseña un conocimiento trascendental al darnos libre albedrío. Trascendental porque lo que aprendemos está destinado a trascender lo que no sabíamos antes, aquello que hacíamos por ignorancia.

Dicho de otro modo, estamos en el mundo material para trascender lo que nos impide realizar nuestra Esencia y verdadera identidad, la cual es lo bueno como nexo común con nuestro Creador. Entonces lo bueno es lo que está destinado a trascender el mundo material. Lo bueno es la causa, el medio y la finalidad.

Una vez seamos plenamente conscientes de este principio, estaremos preparados para entrar a la trascendencia (la eternidad) de la Era Mesiánica. Por lo tanto lo bueno es la llave para nuestra Redención Final. Nuestros Sabios místicos jasídicos enseñan que la única manera de lograr nuestra Redención individual y colectiva es amándonos y cuidándonos unos a otros. Esto es poner lo bueno en acción, lo bueno en práctica.

El Profeta nos dice que Dios ya decretó Su eliminación de los rasgos y tendencias que no trascienden en nuestra conciencia, ya que estos son solamente referencias para buscar lo trascendental. La lección aquí es darnos cuenta que en últimas el mal es nuestra propia invención, porque ha existido esencialmente como una referencia y no como una opción. Hacemos que el mal sea real, concreto y activo debido a las decisiones negativas que tomamos. Dios espera que aprendamos un poco más rápido de las referencias que Él nos dio. De ahí que dependa de nosotros completar nuestro aprendizaje, e iniciar la Redención Final para entrar en la nueva fase del Plan de Dios llamado la Era Mesiánica.

En los versículos siguientes hay una alusión acerca de Edom como la peor de las naciones, respecto a lo más bajo en materia de ideologías, creencias, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. Lo bueno como la manifestación material del Amor de Dios los erradicará de nuestra conciencia, y tampoco se verán reflejados en el mundo material. Esto significa que no los veremos en la naturaleza. No habrá animales salvajes o violentos, ni árboles que no den fruto, ni desastres naturales. 

“Porque es día de retribución del Eterno, año de vindicación para la causa de Sión.” (34:8)

Sión -- como el conocimiento permanente del Amor de Dios -- será reivindicado, y establecido eternamente como el principio regente de todos los aspectos y dimensiones de la conciencia. Lo bueno como el regente transcendente en la Creación de Dios.

El Profeta trae alegorías de animales salvajes y depredadores que devoran lo que también es parte de su naturaleza. La maldad se nutre de maldad, como lo intrascendente que pertenece a lo intrascendente. Tendencias y rasgos negativos que hemos creado a partir de la cualidad intrascendente de las fantasías e ilusiones de ego. Así mismo como el Creador separó la Luz y la oscuridad, lo bueno y lo malo, la bendición y la maldición, cada uno pertenece a sus propios atributos y dominios. Esa es la voluntad de Dios, y eligió lo bueno para prevalecer y trascender.

“Él les ha echado suertes, y Su mano les ha repartido la tierra con el cordel [su medida]. La poseerán para siempre, de generación en generación morarán en ella.” (34:17)

domingo, 1 de junio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LIX) Isaías

“Contempla a Sión, ciudad de nuestros festivales asignados; tus ojos verán a Jerusalén, morada de paz, tienda que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus sogas será rota.” (33:20)

Este versículo es uno de los pilares de la Era Mesiánica en el judaísmo. En nuestras Escrituras Hebreas y tradición oral, Jerusalén es Sión y Sión es Jerusalén: “Porque de Sión saldrá la Torá y la palabra del Eterno de Jerusalén.” (2:3). Tenemos que reiterar el significado de este lugar en nuestra conciencia. Se trata de nuestro origen espiritual y material, la conexión con nuestro Creador, y nuestro conocimiento permanente de esta.

Nuestra tradición oral cuenta que de la tierra de este lugar Dios creó al primer hombre. Ahí este elevó su primera ofrenda al Creador, Noé hizo lo mismo después del Diluvio, y Abraham trajo a Isaac como ofrenda a Dios. Jacob lo llamó la Casa de Dios, y posteriormente fue el predio del Templo de Jerusalén. Todo proviene de este lugar y está destinado a retornar a él.

Ahí mismo nuestros antepasados se congregaban tres veces al año para Pésaj, Shavuot y Sucot, como nos lo recuerda el rey David: “Nuestros pies estaban parados ante tus portales, Jerusalén Jerusalén, la construida como cuidad en la que todo [Israel] está junto unido. Ahí subían las Tribus, las Tribus del Eterno, como ordenanza para Israel, para dar gracias al Nombre del Eterno.” (Salmos 122:2-4). Jerusalén es una sola capital indivisible y eterna de Israel.

Esta unión “en la que todo está junto unido” es donde todos los aspectos y dimensiones de la conciencia están integrados como una unidad armónica funcional. Es funcional porque tiene un propósito y destino, al elevarla como las Tribus de Dios para agradecerle por dicho destino. Hay una correspondencia entre ascender y ser agradecido. Nuestra gratitud manifiesta nuestro ascenso y este es la causa de nuestra gratitud. Hay un propósito elevado en unir nuestra conciencia para el servicio a Dios, el cual es revelar Su Nombre, Su Presencia y Su gloria en y entre nosotros.

Así nos hacemos conscientes de que Sión es la “morada de paz” donde realizamos nuestra completación (paz, eternidad, infinito, entereza y completación son los principales significados de shalom), la cual alcanzamos en nuestra conexión permanente con Dios: “Orad por la paz de Jerusalén. Prósperos son aquellos que te aman.” (122:6). Lo hacemos siendo y manifestando Sus caminos y atributos, lo bueno que es nuestro nexo común con Él. Esto tiene lugar en “tienda que no será desarmada”, porque nuestro nexo con Dios nunca se rompe, pero lo olvidamos cuando elegimos las fantasías e ilusiones de ego en vez de los modos y atributos de Amor. Estos son los cimientos, las “estacas” y “sogas” que sostienen nuestra conexión con el Amor de Dios.

“Porque ciertamente allí es fuerte el Eterno para nosotros, lugar de anchos ríos y arroyos, por el cual no anda galera, ni por él pasa grande navío. Porque el Eterno es nuestro juez, el Eterno nuestro legislador, el Eterno es nuestro Rey; Él mismo nos redime.” (33:21-22)

Nuestra fuerza está en Sión, el más alto conocimiento y nivel de conciencia donde la Presencia de Dios vive en nosotros. Aquí nuestro nexo con Él es ancho y extenso como ríos y su fluir, donde no hay lugar para nada diferente a Sus caminos y atributos. En este conocimiento eterno vivimos en Su voluntad, como Creador y Rey nuestro que es.

“No dirá el morador: 'Estoy enfermo'. El pueblo que mora en ella le será perdonada la iniquidad.” (33:24)

Nada negativo o contrario a los modos y atributos de Amor tiene lugar en nuestra conexión con Dios. No hay enfermedad, daño, dolor, sufrimiento, ni ninguna expresión de maldad en este conocimiento. En este alcanzamos la Redención Final y la Era Mesiánica.

Aquí toda iniquidad y negatividad dejarán de ser parte de nuestra conciencia. Estas serán perdonadas y olvidadas como un proceso doloroso de aprendizaje para finalmente darnos cuenta de que Amor, como nuestro nexo común con el Amor de Dios, es la Esencia y expresión destinada a manifestarse en quienes somos, tenemos y hacemos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.