lunes, 30 de enero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXIV)

“Hay sesenta reinas y ochenta concubinas, e innumerables doncellas. Una es Mi paloma, Mi perfecta. Ella es una para su madre, ella es pura como la que la dio a luz. Doncellas la vieron y la aclamaron, reinas y concubinas, y ellas la elogiaron.” (Cantar de los Cantares 6:8-9)

El amor de Dios también añora el amor de Israel, y la distingue entre las naciones (reinas, concubinas, e innumerables doncellas). Él la exalta como la verdadera heredera de su madre Jerusalén, como el más elevado nivel de nuestro conocimiento del amor de Dios.

La Torá que define la identidad de Israel, la presenta a las naciones para que la respeten, aclamen y elogien por lo que ella es y por lo que ella representa para la humanidad y el mundo. Este respeto, aclamación y elogio serán completos en el advenimiento de la redención final, y rotundos en la era mesiánica.

“¿Quién es ésta mirando como [si fuese] la mañana? Hermosa como la luna, clara como el sol, inspirando reverencia como un ejército con estandartes.” (6:10)

El Creador continúa elogiando a Israel como su nación elegida para crearle a Él un lugar en el mundo material y morar entre nosotros. Ella está destinada a ser luz para las naciones, tal clara como el sol en la mañana, brillante y hermosa como la luna en la noche. Respandeciente como el sol, reverenciada por el bien inherente a sus rasgos y cualidades, y sus expresiones espirituales y materiales, imponentes como estandartes de la era mesiánica.

“Yo he bajado al huerto de almendros para ver los capullos del valle, para ver si la viña ha florecido, las granadas en flor.” (6:11)

Dios también “baja” para evaluar cuánto las naciones y la humanidad han aprendido de las contribuciones de Israel para hacer la vida humana más agradable y feliz en el mundo. En este versículo el Creador se refiere a Israel como Su huerto de almendros, viñas y granados para verla florecer en su exilio entre las naciones.

El Creador conoce las cualidades, rasgos y tendencias de la conciencia humana, porque la dotó con libre albedrío para elegir entre el bien derivado de los modos y atributos de amor, o las expresiones negativas de las fantasías e ilusiones materialistas de ego.

Hemos mencionado frecuentemente que verdaderamente ejercemos libre albedrío siempre y cuando estemos adecuadamente informados acerca de las decisiones que tomamos y sus efectos, resultados y consecuencias. Así somos conscientes de que la vida es ciertamente un proceso de aprendizaje cuya finalidad es ser, tener y manifestar el bien como único propósito de la creación de Dios.

También asimilamos que el mal existe como referencia para elegir el bien, y que la maldad es algo que podemos superar y eliminar de nosotros y nuestro entorno. Uno de los versículos menos entendidos de la Torá nos habla de ello.

“Porque el deseo del corazón del hombre es [hacer] el mal desde su niñez.” (Génesis 8:21)

El contexto aquí de “niñez” se refiere a ignorancia, inexperiencia, torpeza, necedad, incapacidad e inhabilidad. Estas como carencias de conocimiento para tomar las decisiones correctas y asimilar plenamente la dinámica de la conciencia humana en el mundo material.

Así entendemos la maldad como tendencia negativa basada o generada por falta de juicio respecto a lo supuestamente correcto o incorrecto. Sin embargo esto no podría aplicarse a quienes con pleno conocimiento consideran el mal una opción y no una referencia, sin ver nada de valor en el bien, a sabiendas de no poder vivir sin este.

Esto no significa que el hombre tenga la tendencia natural de ser o hacer el mal desde su nacimiento o niñez, sino más bien a tomar decisiones negativas basadas en inmadurez, falta de conocimiento o información apropiada para ejercer con juicio su libre albedrío.

Este versículo es una admonición y advertencia directa de que desde temprana edad debemos recibir y/o dar la mejor educación intelectual, moral, ética, mental y emocional que la Torá nos encomienda adquirir para nosotros mismos, nuestros hijos y los demás con el fin de hacer que el bien sea “el deseo de nuestro corazón” desde el momento en que somos conscientes de la vida.

El bien entendido como nuestra esencia, verdadera identidad y nexo común con nuestro Creador, y lo que estamos destinados  ser y hacer en el mundo. Así también entendemos por qué Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza.

Este es el fundamento de Su pacto con Israel como nexo eterno de amor para cosechar “las viña florecida y las granadas en flor”, como expresiones futuras del bien una vez entremos a los campos y jardines que nos esperan en nuestra redención final. Así concebimos el bien como la luz a la que se refieren la Torá y nuestros profetas.

“Yo, el Eterno, te he llamado en rectitud, y sostengo en tu mano y te guardo, y te hago un pacto para el pueblo, y luz de las naciones.” (Isaías 42:6)

“Y Él dijo, ‘Ha sido algo ligero que tú seas para Mí sirviente para elevar las tribus de Jacob, y para hacer retornar al remanente de Israel. Y Yo te he dado a ti para luz de las naciones, para ser Mi redención hasta los confines de la tierra’.” (Ibíd. 49:6)

Naciones vendrán a tu luz, y reyes al resplandor de tu amanecer.(Ibíd. 60:3)

Israel es cercana a Dios y querida por Él, precisamente por abrazar su misión de ser una luz para las naciones, porque ella ha sido encomendada a crear un lugar en el mundo donde Él more entre (en) nosotros.

“Y ellos han hecho para Mí un santuario, y he morado entre [en] ellos.” (Éxodo 25:8)

lunes, 23 de enero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXIII)

“Yo soy de mi Amado y mi Amado es mío, que se deleita entre las rosas.” (Cantar de los Cantares 6:3)

Israel conoce a su Amado y Sus moradas, porque ambos son uno para el otro, y comparten sus nexos comunes fundamentados en el bien de los modos y atributos de amor, de donde Dios sustenta Su creación con las constantes bendiciones como rosas que recoge de Su jardín. Como ha sido mencionado, Dios lo comparte con Israel como Su socia para revelar Sus bendiciones y hacer prevalecer el bien en el mundo material.

“Tú eres hermosa, Amada Mía, como Tirzá. Hermosa como Jerusalén, que inspira la reverencia de un ejército con estandartes.” (6:4)

Dios reconoce y elogia el amor de Israel como su deseo (“Tirzá”) de compenetrarse con Su amor. También reitera Su amor por ella comparándola con Jerusalén. Podemos entender a Tirzá como la motivación y determinación, disposición y deseo para que Israel cumpla su destino de ser la luz que guía a las naciones.

En ese sentido Jerusalén es la realización de ese destino. Una vez alcanzado, este es tan persuasivo e imponente como un ejército cuyos altos estandartes de amorosa bondad, rectitud, compasión, equidad, verdad y paz, inspiran a las naciones a reverenciarlos. Así se convierten para estas en sus principios y valores por los cuales vivir.

Dios compara Israel con Jerusalén como una sola y la misma, porque el amor que Él comparte con ella persuade a las naciones a seguirla en su misión de erradicar la maldad y los rasgos negativos de la conciencia humana, iniciando así la redención final y el establecimiento de la era mesiánica.

En estos tiempos venideros el más alto nivel de conciencia en el que amor conduce todos los aspectos, facetas y dimensiones de la vida, inspira y evoca la reverencia y obediencia de los niveles inferiores. De este modo despertando en ellos su deseo de seguir las directrices y caminos de los modos y atributos de amor, para regocijarse en su bien.

“Quita Tus ojos de mí, porque ellos me han hecho soberbia. Tu cabello [es] como un rebaño de cabras que descienden del Guilead. Tus dientes como rebaño de corderos que ascienden de lavarse, [los cuales son] perfectos y no falta ninguno. Tus sienes son como un pedazo de granada detrás del velo.” (6:5-8)

Israel confiesa que el amor de Dios la volvió soberbia. Esta arrogancia la llevó a deseos materialistas derivados de las fantasías e ilusiones de grandeza del ego. También podemos entender esta primera declaración como la dificultad para Israel de asimilar y asumir a plenitud las abrumadoras cualidades del amor de Dios en la conciencia humana, llevándola así a seguir las tendencias profanas de las naciones.

Volviendo a su humildad natural, Israel evade el amor de Dios por no sentirse merecedora de este. Al mismo tiempo, ella añora y evoca la belleza y el deleite del regocijo en el nexo con Su amor dentro de la cámara interior de su Templo, como ha sido descrito alegóricamente en los capítulos anteriores.

domingo, 15 de enero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXII)

“Sus mejillas [son] como un lecho de especias, torres de fragancias. Sus labios [son] como rosas derramando mirra. Sus brazos como varas de oro, adornadas con diamantes. Su vientre [como] marfil resplandeciente con zafiros. Sus piernas [como] pilares de mármol sobre sostenes de oro fino. Su apariencia [es] como el Lebanón, el mejor entre los cedros.” (El Cantar de los Cantares 5:12-15)

Israel continúa evocando al Creador y su conexión con Su amor, ahora en la cámara interior del Templo descrito alegóricamente como un cuerpo humano. Esta alegoría sugiere empatía  y admiración por los caminos y atributos de Dios, como si fueran apariencia, labios, brazos y presencia. Todos estos unidos a sus fragancias y perfumes como expresiones (brazos, cuerpo, piernas y apariencia) de Su bien, preciosos como oro y piedras preciosas, hermosamente radiantes.

Al generar empatía con las expresiones de los modos y atributos de Dios, también vivimos unidad con el lugar y las circunstancias en que estamos. Así el lugar, el tiempo y los elementos involucrados se vuelven uno solo y lo mismo. Dios está en el Templo, es también el Templo y lo que hay en él, como lo sugieren estos versículos. Este principio también se extiende a toda Su creación, siempre y cuando lo asimilemos. 

Israel sabe esto en su alma y su corazón, porque ella ha vivido con, por y en el amor de Dios. Esa es su respuesta a los rasgos y cualidades del bien en el nivel más elevado de nuestra conciencia, como hijas de Jerusalén.

“Su paladar es como dulzuras, y todo el Él como delicias. ¡Este es mi Amado y este es mi amigo, oh hijas de Jerusalén!” (5:16)

Ahora estas sublimes características y cualidades preguntan a Israel (el ser consciente) adónde su Amado se ha ido.

“¿Adónde se ha ido tu Amado, oh hermosa entre las mujeres? ¿Adónde ha vuelto tu Amado, para buscarlo contigo? Mi Amado ha bajado a Su huerto, al lecho de especias, para deleitarse en los jardines y recoger rosas.” (6:1-2)

Las preguntas están dirigidas no sólo a nuestro conocimiento de libre albedrío, sino a nuestra esencia y verdadera identidad que nos separa de los niveles inferiores de conciencia (las naciones como “mujeres”), y nos hace elegidos para ser parte de los niveles superiores. Esta esencia es la que distingue a Israel como “hermosa entre las mujeres”.

Israel, como el ser consciente dotado de libre albedrío, debe tener la iniciativa y convicción para dar pasos firmes hacia el retorno a los caminos del Creador. Las hijas de Israel como nuestros máximos valores y principios, junto a tendencias y rasgos positivos, nos acompañan y sostienen en nuestra firme determinación de retornar al conocimiento permanente de nuestra conexión con Dios.

Con certeza sabemos “dónde” está nuestro Creador, socio, Amado y esposo. Él no se esconde u oculta de nosotros, ya que somos nosotros quienes nos separamos y ocultamos de Él, y de Su prometida redención final. Una vez tengamos la voluntad y disposición de abandonar las fantasías de ego y sus tendencias negativas, y abrazar los modos y atributos de amor, estaremos de vuelta en el huerto donde nuestro Amado se deleita vertiendo Su amorosa bondad y verdad en Su creación.

Israel sabe que Dios ya ha bajado al lugar de nuestra compenetración con Él. En el segundo versículo el huerto es una alegoría del Templo de Jerusalén, y esta vez representa el más elevado nivel de conciencia adonde debemos ascender al entronizar los modos y atributos de amor para que rijan y conduzcan todos los aspectos y facetas de la vida. También se refiere al idílico jardín del Edén, donde únicamente el bien dirige la vida, tal como lo prometió el Creador para que así sea también en la era mesiánica.

“Regresad a Mí, y Yo regresaré a vosotros.” (Malaquías 3:7)

Nuestro amor ascendiente abraza el amor descendiente del Creador para deleitarse juntos en los jardines y recoger rosas. Aquí vemos los jardines en referencia a las nuevas dimensiones en la conciencia inherentes a la era mesiánica, donde nuevas expresiones del bien del amor de Dios serán recogidas como las rosas que Él bajará a recoger.

domingo, 8 de enero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXI)

“Mi Amado es claro y rojizo, ¡notorio entre millares! Su cabeza [es como de] oro finísimo, Sus rizos [son como] corrientes, negros como cuervo. Sus ojos [como] palomas allende corrientes de aguas, bañándose en leche, sentado en plenitud.” (El Cantar de los Cantares 5:10-12)

Israel responde que ella conoce muy bien a Dios, y puede reconocerlo entre la infinita multitud de Su creación. Israel sabe que ciertamente Él está presente y evidente como el Creador de todo lo existente, que controla y dirige Su creación.

Esta presencia evidente es la que hace “claro” a Dios, y viviente como la sangre rojiza que fluye en nuestro cuerpo. De ahí que sea notorio y preeminente por encima de la multitud de Su creación que podemos percibir con ojos humanos.

La alegoría continúa describiendo al Creador como causa y fuente de todo como el más sublime y exaltado, similar a lo que el oro representa. Causa y sustento de todo, como la cabeza que rige encima del cuerpo. Los rizos ondulantes simbolizan las dimensiones eternas y sin fin que emanan del plan y voluntad de Dios para Su creación, imposibles de concebir para nosotros como el resplandeciente negro impenetrable de las plumas de un cuervo.

El amor de Dios fija Sus “ojos” en el bien y sus expresiones en Su creación, fluyendo y moviéndose libres como “palomas” que beben las aguas vivas de Sus caminos y atributos, de donde todo ha sido creado y sustentando. Este sustento es también la “leche” con la que somos renovados y revitalizados en cada momento, como la fuente de nuestra saciedad y plenitud con la que nos mantenemos.

Las corrientes de aguas y manantiales de leche son la sabiduría y el conocimiento de la Torá dada por Dios a Israel como el contrato matrimonial que constituye la plenitud en la que nos sentamos cuando el amor de Israel abraza el amor de Dios.

Nuestra percepción humana está condicionada según nuestras circunstancias, ya sea llenadas y abordadas con los modos y atributos de amor, o con las fantasías e ilusiones de ego. El amor de Dios ciertamente sustenta y sacia toda Su creación.

“¡Toda la tierra está llena de Su gloria!” (Isaías 6:3)

Nos hacemos conscientes de la perfección de la creación de Dios cuando la abordamos con una percepción libre de egoísmo, dándonos cuenta que todo proviene del amor de Dios; y que amor es la fuerza que mueve y une todo, sostiene todo, y llena a todo con perfección.

Solamente en nuestro pleno conocimiento de amor como nuestra esencia y verdadera identidad, seremos capaces de relacionarnos con el amor de Dios como el origen y sustento de todo lo existente.

Comenzamos a relacionarnos con la creación de Dios a través de los ojos de los modos y atributos de amor. Entonces nos hacemos conscientes de que amor es lo que atrae, conecta, une y armoniza todo. Así nos aproximamos los unos a los otros y a nuestro entorno, con amorosa bondad, gracia, compasión, cooperación y empatía, coexistiendo en armonía y paz. Cuando esta realización se haga permanente en nuestra conciencia, comenzaremos a vivir nuestra redención final y entrar en la era mesiánica.

domingo, 1 de enero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XX)

“¿Qué es tu Amado sobre [otros] amados, oh hermosa entre las mujeres? ¿Qué es tu Amado entre [otros], que tú nos encomiendas?” (El Cantar de los Cantares 5:9)

Nuestros buenos rasgos, cualidades, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, junto a nuestras palabras y acciones positivas (todas estas “las hijas de Jerusalén”, porque provienen de nuestra conexión permanente con Dios) cuestionan a Israel la veracidad y fidelidad de su añoranza del amor de Dios y Su prometida redención final.

Estas preguntan a Israel quién es su Dios, su Amado, por encima de otros dioses menores como ídolos reverenciados por las creencias y sentimientos de carencia del ego derivados de fantasías e ilusiones materialistas.

Las hijas de Jerusalén parecen preguntar,

“¿Por qué apelas a nosotros si tú misma has deseado escoger ir tras tus falsos dios de vanidad, futilidad, arrogancia, 'glamor', 'prestigio', 'clase', y 'sofisticación', en el mundo de fantasía de la sociedad de consumo, cultura 'light', tendencias de moda, falsas creencias e ideologías?”

“¿Acaso eres consciente de que el bien de amor como manifestación material del amor de Dios no cohabita con fantasías e ilusiones de ego?”

Nuestro ser consciente debe verse obligado a responder a nuestra esencia y verdadera identidad, que se fundamentan en la verdad del bien. Hablando de la verdad, vivir por esta y hacerla fuente y fundamento de juicio son las expresiones del bien en el mundo material.

Así nos hacemos conscientes de que procuramos el bien como la verdad por la que aplicamos nuestro juicio. De ahí que el bien sea la máxima verdad de la vida, para vivir por ella y para ella en el mundo, y saber que la razón de la justicia es hacer prevalecer la verdad como imagen del bien.

Todas las expresiones del bien provienen del Creador. Al ser y hacer el bien nos bendecimos como extensiones y expresiones de la bondad de Dios. Nuestros sabios llaman a esto ser socios Suyos en Su creación (Talmud, Shabbat 10a).

Así nos hacemos canales, pero también vasijas del bien. No sólo hacemos bien en aras del bien, sino igualmente para proclamar la enseñanza de sus principios y hacerlos regir todos los aspectos de la vida.

Este es el significado original en hebreo de rectitud, generalmente traducida como caridad; porque hacer el bien es lo correcto. No se trata solamente de dar o proveer alimento y bienes materiales para los necesitados, sino también del principio ético detrás de la acción. Somos buenos porque es manera correcta de ser y vivir.

“La avenida de la rectitud conduce la vida, y en su sendero no existe la muerte.” (Proverbios 12:28)

En este contexto ético, la muerte representa lo opuesto a los rasgos y cuaIidades del bien. La muerte como tendencias y rasgos destructivos en la conciencia que debemos transformar y reorientar hacia los modos y atributos de amor.

De esta manera eliminamos la maldad de la faz de la tierra, y comenzamos a vivir el bien del amor de Dios completamente revelado en la era mesiánica.

Debemos saber que el bien es la fuente y objeto de nuestra plenitud. Al hacernos conscientes de que el bien satisface todos los aspectos, niveles y dimensiones de la vida nos hacemos completos, lo cual es cualidad primordial de la paz.

En esta plenitud no hay espacio para carencia, deficiencia, malestar, enfermedad, fracaso, error, falsedad o pecado, porque no hay nada por lo que transgredir. Esta plenitud caracteriza la era mesiánica como el comienzo de la redención total prometida por Dios en la profecía judía.

Así mismo asimilamos la quietud de la paz como la perfección de vivir por, con y en aras del bien. Esta quietud es el resultado final de estar completos al concluir el proceso de transformación desde una conciencia de carencia hacia una de plenitud.

Entonces cuando oímos que el sendero de la rectitud se camina con vigilancia eterna, entendemos que si miramos a la derecha o a la izquierda debemos sólo ver el mismo bien que dejamos atrás al caminar, y que adelante nos esperan nuevas y mayores expresiones del bien que Dios reserva para nosotros.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.