“Daré
en el desierto cedros, espinos, arrayanes, y olivas; y pondré juntos en el
yermo hayas, olmos, y álamos. Para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan
todos, que la mano del Eterno hace esto, y que el Sagrado de Israel lo creó.”
(Isaías 41:19-20)
El
Profeta continúa citando al Creador como el que transforma nuestra conciencia,
del mismo como lo hace con Su Creación según Su voluntad. Nos recuerda
constantemente que es Él quien da y quien quita: “El Eterno ha dado y el Eterno
ha tomado. Bendito es el Nombre del Eterno.” (Job 1:21).
Con
esta premisa Dios desafía a las naciones para traer sus dioses e ídolos, y
probar la veracidad de sus creencias y su supuesta verdad y poder.
“Presentad
vuestra causa, dice el Eterno [a las naciones]; exponed vuestros argumentos,
dice el Rey de Jacob. Que expongan y nos declaren lo que ha de suceder. En
cuanto a los hechos anteriores, declarad lo que fueron, para que los
consideremos y sepamos su resultado; o bien, anunciadnos lo que ha de venir.”
(Isaías 41:21-22)
¿Acaso
pueden hablar estos dioses Profecía? ¿Pueden aprender del pasado para predecir
el futuro? Nuevamente debemos entender que estos ídolos son producto de
fantasías e ilusiones materiales que creamos con el fin de satisfacer la
pretensión de ego de convertirnos en dioses de nuestras propias invenciones.
“Declarad
lo que ha de suceder, para que sepamos que vosotros sois dioses; o al menos haced
bien o mal, para que tengamos qué contar, y juntos nos maravillemos. He aquí
que vosotros sois nada, y vuestras obras de vanidad, abominación para el que os
escogió.” (41:23-24)
¿Pueden
acaso ser suficientemente sabios para igualar los poderes de Dios? ¿Puede
realmente el ego convertirnos como Dios? Estas reflexiones nos llevan a la
premisa de que solamente los caminos de Dios son los que debemos seguir, porque
Él es nuestro Creador.
“Del
norte desperté uno, y vendrá. [Otro] Del sol naciente [del este] llamará en Mi
Nombre y hollará príncipes como lodo, y como amasa barro el alfarero.” (41:25)
Aquí
el Profeta hace otra referencia a la Era Mesiánica. El Creador presenta dos
cualidades opuestas, representada spor “el norte” y “el este”. Hemos mentionado
frecuentemente que nuestros Sabios relacionan el norte con las tinieblas y la
maldad, contrarios al este como Luz y lo bueno simbolizados por el sol
naciente. El que proviene del este llama en el Nombre de Dios, a través del
cual concibe la conciencia humana en el mundo material. Este que llama en el
Nombre de Dios es el rey mesías judío, destinado a transformar los gobernantes
de las naciones como alfarero que amasa arcilla.
Como
hemos señalado a menudo, el rey mesías judío es el punto focal, el eje, el
paradigma, el estandarte, la referencia del poder transformador de lo bueno en
todos los niveles, aspectos y dimensiones de la conciencia humana. Su
referencia es el Nombre de Dios, el cual abarca Sus caminos y atributos que
vemos en lo bueno que Él derrama en Su Creación.
“¿Quién
lo anunció desde el principio, para que sepamos? ¿O de tiempo atrás y que
digamos que es justo? Cierto, no hay quien anuncie; sí, no hay quien enseñe,
ciertamente no hay quien oiga vuestras palabras.” (41:26)
Dios
pregunta otra vez a las naciones quién está a cargo, y estas con sus ídolos no
pueden responder o declarar lo que es verdadero, ya que no lo pueden afirmar,
argumentar o demostrar: “(...) vosotros habéis servido ahí dioses, la obra de
vuestras manos, madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni pueden
oler.” (Deuteronomio 4:28), “Tienen bocas pero no pueden hablar, y narices pero
no pueden oler. Aquellos que los hacen se convertirán como ellos, al igual que
todos los que confían en ellos.” (Salmos 135:16-18).
Dios
nos dice en Su Torá que es el Creador de todo, y que dirige toda Su Creación.
De ahí que también haya decretado Su Redención Final y la Era Mesiánica.
“Yo
soy el Primero que He enseñado estas cosas a Sión, y a Jerusalén [daré] uno que
proclama buenas nuevas. Miré, y no había ninguno; y pregunté de estas cosas, y
ningún consejero hubo. Les pregunté, y respondieron con palabra [vacía]. He
aquí, todos son vanidad, y las obras de ellos son nada; ¡viento y vanidad son
sus imágenes fundidas!” (41:27-29)
Dios
nos invita a mirar los ídolos que hemos creado a partir de nuestras propias
fantasías e ilusiones. Cuando finalmente nos hagamos plenamente conscientes del
círculo vicioso en los que hemos metido nuestra identidad con tendencias y
rasgos negativos en los pensamos, sentimos, hablamos y hacemos, nos obligamos a
regresar a nuestro Creador y Su Amor. Dios aguarda nuestro retorno y tiene
nuevas instrucciones para nosotros.
Estas
instrucciones son entregadas por el poder transformador del Amor de Dios,
representado por aquel a quien Él envía para darnos buenas nuevas “a
Jerusalén”. Este a diferencia de los ídolos de las fantasías e ilusiones de ego
que no pueden darnos buenas noticias respecto a nuestra completa y eterna
libertad. Estos no tienen consejero ni mensajero, porque “todos son vanidad, y
las obras de ellos son nada; ¡viento y vanidad son sus imágenes fundidas!”.