“Manojo
de mirra es Mi amada para Mí, morando entre Mis pechos. ¡Ramo de
heno es Mi amada para Mí, en las viñas de En Guedi!”
(1:13-14)
Dios
responde embelesado llamando nuevamente
a Israel Su
amada, como la ofrenda misma que toca y besa Su corazón (“entre
Mis pechos”).
El
amor de Israel ascendiendo como un manojo de mirra quemado, y besando
a Dios. Mirra, nardo,
heno
y otras especias quemadas como incienso en el Templo, representan
rasgos y cualidades en la conciencia humana dirigidos por los modos y
atributos de amor en aras de los modos y atributos de Dios.
En
Guedi es presentado aquí como un lugar sagrado de donde finas yerbas
y flores emanaban fragancias y perfumes sublimes. También un paraje
con tierra especial para frutas, uvas y vinos.
“Tú
eres hermoso,
amado
mío.
Eres hermoso,
Tus
ojos son palomas. Eres hermoso
amado
mío.
Sí, [eres]
agradable. Sí, nuestro lecho es fresco.
Las columnas
de nuestra casa son [como]
cedros,
nuestras vigas
son [como]
cipreses.”
(1:15-17)
Belleza
es el reflejo del bien. Los modos, atributos y acciones del bien
proveniente del Creador son ciertamente hermosos. Igualmente, el bien
proveniente de Israel es su belleza ante los “ojos”
(conocimiento) de Dios. De ahí que sea la amada de Dios. La belleza
que Israel elogia en el amor de Dios también se refiere a Su
infinita amorosa bondad, poder, santidad y majestad, entre otros
exaltados atributos que ciertamente son hermosos y fieles a Su
creación.
Los
ojos de una paloma buscan a su pareja, y nuestros sabios subrayan
esta metáfora como ojos de lealtad. Este versículo evoca la lealtad
y fidelidad mutuas entre aquellos que comparten los mismos principios
y valores, en aras del bien que representan. Estos constituyen un
nexo común que es la base de la relación ente Dios e Israel.
La
realización de este nexo tiene lugar en la cámara interior del
Templo de Jerusalén, el “lecho fresco” compartido por los dos
amantes espirituales. Siempre floreciente y vigoroso, siempre
vibrante y vital, y fortalecedores como sus cimientos de cedro
(fortaleza) y ciprés (rectitud) erguidos, fuertes y elevados.
Estos
dos tipos de árboles representan rasgos y cualidades de rectitud y
fortaleza, como cimientos necesarios para nuestra conexión con el
Creador. El Templo se sostiene con estos cimientos. Nuestros sabios
enseñan que estos también representan los sabios y justos de
Israel, cuya guía es fundamental para la unidad, armonía y paz
entre el pueblo.
Nuestros
sabios indican que cuando Israel está de acuerdo en un solo plan
(como expresión armónica unificada y unificante del bien como el
propósito de la creación de Dios, incluido nuestro mundo) para el
mundo, el gran nombre del Creador es alabado en lo alto, tal como
está escrito, “y Él será Rey en
Yeshurún
(Israel).” ¿Y cuándo será eso? “cuando
las cabezas de la nación [hayan]
unido las tribus de Israel.”
(Deuteronomio 33:5).
Esta
unidad se logra cuando las diversas cualidades del bien inherente a
Israel (las doce tribus) vivan
juntas en armonía, aceptándose unos a otros, elevándose y
realzándose mutuamente en aras del sublime propósito de servir en
el plan del Creador.
Este elevado propósito se hace manifiesto
cuando cada tribu exprese sus cualidades en rectitud
(uno de los sinónimos de yeshurún)
para hacer prevalecer el bien, ya
que este es inherente a la rectitud. Así
como Dios reina en la rectitud de Israel. Las
cabezas de las tribus representan la fuerza vital
conductora y regidora de cada cualidad, con
el poder de abarcar e integrar los potenciales creativos de sus
expresiones.
Tal
como lo señalan nuestros sabios, la diversidad de Israel debe
coincidir en un propósito y destino común que es el plan de Dios
para el mundo material. Este acuerdo común es lo que invita a Dios a
morar entre (en) nosotros. Junto a Él, Israel cumple su destino de
desempeñarse como socia de Dios en Su plan. Que
more Dios en nosotros es la culminación de la conexión con Él,
representada por Jerusalén y su Templo, como
nos lo recuerda el rey David.
“(...)
Jerusalén, Jerusalén,
construida como ciudad [en
la que Israel está] congregada junta.
Porque ahí subían las tribus, las tribus de Dios, como testimonio
para Israel de dar gracias al nombre de Dios.” (Salmos
122:2-4)
“¡Yo
soy la rosa del sharón [amplia llanura arenosa], un lirio [lit.
capullo de rosa] de los valles!” (2:1)
Estas
metáforas invitan diversas interpretaciones. Si las traducciones
sugieren dos tipos de flores, estos pueden implicar dos rasgos o
cualidades. Un amplio campo arenoso (sharón) y
un valle también son parajes diferentes. En un significado simple
podríamos decir que Israel posee una cualidad dual. Ella puede vivir
en diversos lugares y circunstancias; y decir, “Soy una rosa y
también un lirio, vivo en un campo arenoso al igual que en un valle.
Aún así sigo siendo una flor. No pierdo mi identidad esencial de
flor”. Estos rasgos o aspectos no son necesariamente opuestos sino
complementarios.
Del
mismo modo quieren decir que Israel tiene su identidad espiritual
como rosa, y su expresión material como lirio. Ambos hermosos y
delicados como el bien inherente de los modos y atributos de amor.
Sin importar dónde viva, su belleza permanece en la apariencia que
muestre.
Este versículo es una declaración de identidad. Israel se presenta a sí
misma de manera poética como una flor con los significados que ello
contenga.