“Susténtame
con galletas de uvas, nútreme con manzanas, porque estoy enferma de
amor.” (2:5)
La
creación de Dios proviene de Su amor, y es mantenida con Su amor. En
este conocimiento Israel reconoce ese principio fundamental, de ahí
que la escogida del Creador constantemente pregunte por Su amor como
la fuente de su existencia y sustento.
La
alegoría de las galletas de uvas y las manzanas representa tanto el
sustento espiritual como material, ya que ambos son necesarios para
que Israel cumpla su misión en el mundo.
Israel
se los pide a Dios por el amor que ella le tiene. Estas son
peticiones motivadas por un amor intenso y profundo. Es como si ella
dijera, “Porque añoro tanto (intensa y apasionadamente) Tu amor,
quiero que Tú me ames dándome el sustento apropiado que necesito
para ser quien Tú quieres que te ame (haciendo lo que quieres que yo
haga en el mundo material)”.
“Su
mano izquierda está bajo mi cabeza, y Su diestra me abraza.” (2:6)
Este
es uno de los versículos más hermosos en este Cantar de los
Cantares. ¡Hermoso como amoroso! ¡En verdad resume la relación
entre Dios e Israel en todas sus dimensiones!
En
la tradición judía, la diestra de Dios representa amorosa bondad, y
la izquierda Su poder para dar un orden a la amorosa bondad. Orden,
dirección, y propósito como verdad, ya que efectivamente en el bien
de Dios hay un orden y propósito dirigidos a hacer prevalecer la
amorosa bondad como la fuente de sustento de la creación de Dios.
Orden
y propósito como verdad de Dios están establecidos en Su Torá para
Israel y las naciones, siendo Israel la conductora de este orden y
propósito. En este contexto, la izquierda de Dios es la Torá que
sostiene la capacidad cognitiva de Israel, ya que la Torá es la
fundación de la razón de ser de Israel. Esta define su esencia e
identidad en el mundo material. Así entendemos que la izquierda de
Dios está bajo la cabeza de Israel.
La
Torá es la expresión material de la voluntad de Dios como Su plan
para Su creación. Estamos vivos debido a esta voluntad que es como
el aire mismo que respiramos. Aprendemos del espíritu de la voluntad
de Dios mediante el estudio de la Torá, y podremos asimilar
plenamente Sus caminos y atributos como el espíritu que sustenta
todo lo existente. Todo lo que es contiene una esencia y un
propósito, aún si nuestro entendimiento no lo logre asimilarlo.
Esta
esencia incluye nuestras actos y creaciones individuales como parte
del principio universal de causa y efecto, establecido por la
expresión creadora de Dios. Esta contiene imperativos éticos y
morales debido al hecho de que todos los actos tienen consecuencias.
De
esta manera nos hacemos conscientes de los potenciales para construir
o destruir, y adoptar el imperativo moral de crear bien para sostener
la vida, en aras del bien. Nuestras obras hablan de lo que somos, y
si las hacemos con el bien derivado de los modos y atributos de amor
podremos regocijarnos por emular los modos y atributos del Creador.
Entendamos
la diestra de Dios como Su infinita amorosa bondad que abraza a
Israel con amor eterno, porque ella es Su escogida para revelar Su
amorosa bondad y verdad en el mundo.
Hay
un claro contenido y propósito ético en este versículo, porque
amor no es simplemente una emoción o pasión entre dos amantes. El
tipo de amor que vemos en este abrazo va mucho más allá porque
existe un propósito, un orden y un destino para ser cumplidos, que
son la voluntad de Dios para el mundo. Se trata de que estos hagan
que el bien sea el regente para conducir y prevalecer en todos lo
aspectos, facetas y dimensiones de la vida.
La
regencia o reino de Dios es Su voluntad manifiesta en el mundo
material, tal como la vivimos. La regencia es la voluntad realizada
del bien en la creación de Dios. De ahí que el bien sea el
principio rector reinante como “hacedor” que implica un orden
establecido con un propósito o fin decretado.
En este sentido la
regencia es un ordenamiento o manera de hacer que las cosas pasen o
sean hechas, en vez de vivir en una serie de circunstancias que
dependen de un “rey”.
La
regencia como reino contiene y abarca medios y maneras que en sí
mismos son el propósito y la finalidad para ser alcanzados. La
revelación del reino de Dios significa que todo lo que Él quiere
que sea y ocurra en el mundo material se manifestará en su
totalidad. Este es el principio detrás de la redención final de
Israel y la era mesiánica, anunciado por Dios a través de los
profetas en nuestra tradición judía.
El reino o regencia integra
todas las expresiones potenciales del bien como el camino y el medio
mediante los cuales se conducirá la humanidad en cada aspecto y
dimensión de la vida.