“Los
florecimientos han aparecido en la tierra, el tiempo de cantar ha
llegado, y la voz de la tórtola se oye en nuestra tierra.” (2:12)
El
Creador nos dice que cuando elegimos el bien, nuestra cosecha también
es el bien. Este es un principio fundamental para la redención final
y la era mesiánica, ya que exclusivamente las tendencias y rasgos
positivos serán la motivación y dirección de nuestros
pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.
El
bien se fundamenta no solamente con el sentido común y el
conocimiento empírico (experiencia), sino primordialmente en
principios, valores, modos, atributos, normas y lineamientos. Con
base en estos se supone que debemos abordar la realidad en cada
momento. Los elementos de estos fundamentos deben ser adquiridos
desde temprana edad, ya que son el corazón del bien que queremos
tener con abundancia en la vida desde sus inicios.
Estos
los aprendemos de la Torá y de los modos y atributos del Creador
como nuestra conexión con Él. Así nos hacemos conscientes de que
el bien precede a la sabiduría, como mencionamos antes al señalar
que el verdadero amor no existe sin sabiduría, y que la verdadera
sabiduría no existe sin amor. Esta es “la voz de la
tórtola” que ha sido oída, y se sigue oyendo en nuestra tierra.
Este
versículo nos recuerda las palabras del rey David en torno al mismo
tema. “La tierra habrá rendido su fruto; y Dios, nuestro Dios, nos
bendecirá. ¡Dios nos bendecirá, y todos desde los más remotos
rincones de la tierra lo reverenciarán!”
(Salmos 67:6-7)
“Los
florecimientos han aparecido en la tierra” también indican otra
anunciación profética.
“Redentores
habrán subido al monte de Sión para juzgar al monte de Esaú, y del
Eterno ha sido el reinado.” (Ovadia1:21)
Esto
en referencia a las tendencias y rasgos positivos renovados y
apoderados que conducirán todos los niveles y expresiones de la
conciencia, para corregir, rectificar y reorientar las tendencias y
rasgos negativos representados por el “monte de Esaú”.
Así
comprendemos que Sión (Jerusalén y su Templo) es el lugar del
conocimiento permanente de nuestra conexión con el amor de Dios. En
Sión moran los más elevados rasgos y cualidades que compartimos con
los modos y atributos del Creador.
El
mensaje profético de Ovadia nos hace conscientes de que nuestra
redención depende de permitir que los “redentores” como modos y
atributos de amor dirijan y guíen eternamente todas las facetas y
expresiones de la vida humana. El efecto de esto es el júbilo, la
alegría y el cantar de la más sublime felicidad que jamás hemos
vivido: “¡El tiempo de cantar ha llegado!”.
La
alegoría de “la voz de la tórtola” representa la expresión de
la nueva conciencia que tendremos cuando la maldad haya sido
erradicada de la faz de la tierra. Así entendemos las palabras de
Maimónides.
“En
esa era
[mesiánica]
no
habrá hambruna ni guerra, envidia ni competencia, porque el bien
fluirá en abundancia, y todas las delicias estarán disponibles
libremente como el polvo. La ocupación de todo el mundo será
exclusivamente el conocimiento de Dios. Por lo tanto los judíos
serán grandes sabios y conocedores de temas ocultos, asimilando el
conocimiento de Dios según la máxima capacidad del potencial
humano, tal como lo se declara en Isaías (11:9):
'La
tierra estará llena con el conocimiento del Eterno, como las aguas
llenan los océanos'.”
(Leyes acerca de los reyes y las guerras, 12:5)