“Sus mejillas [son] como un lecho de
especias, torres de fragancias. Sus labios [son] como rosas derramando mirra.
Sus brazos como varas de oro, adornadas con diamantes. Su vientre [como] marfil
resplandeciente con zafiros. Sus piernas [como] pilares de mármol sobre
sostenes de oro fino. Su apariencia [es] como el Lebanón, el mejor entre los
cedros.” (El Cantar de los Cantares 5:12-15)
Israel continúa evocando al Creador y su
conexión con Su amor, ahora en la cámara interior del Templo descrito
alegóricamente como un cuerpo humano. Esta alegoría sugiere empatía y admiración por los caminos y atributos de
Dios, como si fueran apariencia, labios, brazos y presencia. Todos estos unidos
a sus fragancias y perfumes como expresiones (brazos, cuerpo, piernas y
apariencia) de Su bien, preciosos como oro y piedras preciosas, hermosamente
radiantes.
Al generar empatía con las expresiones de los
modos y atributos de Dios, también vivimos unidad con el lugar y las
circunstancias en que estamos. Así el lugar, el tiempo y los elementos
involucrados se vuelven uno solo y lo mismo. Dios está en el Templo, es también
el Templo y lo que hay en él, como lo sugieren estos versículos. Este principio
también se extiende a toda Su creación, siempre y cuando lo asimilemos.
Israel sabe esto en su alma y su corazón,
porque ella ha vivido con, por y en el amor de Dios. Esa es su respuesta a los
rasgos y cualidades del bien en el nivel más elevado de nuestra conciencia,
como hijas de Jerusalén.
“Su paladar es como dulzuras, y todo el Él
como delicias. ¡Este es mi Amado y este es mi amigo, oh hijas de Jerusalén!”
(5:16)
Ahora estas sublimes características y cualidades
preguntan a Israel (el ser consciente) adónde su Amado se ha ido.
“¿Adónde se ha ido tu Amado, oh hermosa entre
las mujeres? ¿Adónde ha vuelto tu Amado, para buscarlo contigo? Mi Amado ha
bajado a Su huerto, al lecho de especias, para deleitarse en los jardines y
recoger rosas.” (6:1-2)
Las preguntas están dirigidas no sólo a
nuestro conocimiento de libre albedrío, sino a nuestra esencia y verdadera
identidad que nos separa de los niveles inferiores de conciencia (las naciones
como “mujeres”), y nos hace elegidos para ser parte de los niveles superiores.
Esta esencia es la que distingue a Israel como “hermosa entre las mujeres”.
Israel, como el ser consciente dotado de
libre albedrío, debe tener la iniciativa y convicción para dar pasos firmes
hacia el retorno a los caminos del Creador. Las hijas de Israel como nuestros
máximos valores y principios, junto a tendencias y rasgos positivos, nos
acompañan y sostienen en nuestra firme determinación de retornar al
conocimiento permanente de nuestra conexión con Dios.
Con certeza sabemos “dónde” está nuestro
Creador, socio, Amado y esposo. Él no se esconde u oculta de nosotros, ya que
somos nosotros quienes nos separamos y ocultamos de Él, y de Su prometida
redención final. Una vez tengamos la voluntad y disposición de abandonar las
fantasías de ego y sus tendencias negativas, y abrazar los modos y atributos de
amor, estaremos de vuelta en el huerto donde nuestro Amado se deleita vertiendo
Su amorosa bondad y verdad en Su creación.
Israel sabe que Dios ya ha bajado al lugar de
nuestra compenetración con Él. En el segundo versículo el huerto es una
alegoría del Templo de Jerusalén, y esta vez representa el más elevado nivel de
conciencia adonde debemos ascender al entronizar los modos y atributos de amor
para que rijan y conduzcan todos los aspectos y facetas de la vida. También se
refiere al idílico jardín del Edén, donde únicamente el bien dirige la vida,
tal como lo prometió el Creador para que así sea también en la era mesiánica.
“Regresad a Mí, y
Yo regresaré a vosotros.” (Malaquías 3:7)
Nuestro amor ascendiente abraza el amor descendiente del Creador para
deleitarse juntos en los jardines y recoger rosas. Aquí vemos los jardines en
referencia a las nuevas dimensiones en la conciencia inherentes a la era
mesiánica, donde nuevas expresiones del bien del amor de Dios serán recogidas
como las rosas que Él bajará a recoger.