“¿Quién hace que Tú seas como un hermano para
mí, que ha amamantado de los pechos de mi madre? Te encontraré a Ti afuera para
besarte, y nadie me despreciará.” (Cantar de los Cantares 8:1)
La compenetración de los dos amores continúa, procurando
sus delicias en cercanía mutua. Israel le pide otra vez al Creador que le
recuerde los rasgos comunes que comparten, que los hacen como hermano y hermana
de la misma madre. Esta es la dulce alegoría de un nexo común que al mismo
tiempo es el origen común que comparten.
“Y te He desposado a Mí eternamente, y te He desposado a
Mí en rectitud, y en justicia, y en amorosa bondad, y en compasión. Y te He
desposado a Mí en fidelidad, y has conocido al Eterno.” (Oseas 2:19-20)
Israel simultáneamente habla a las naciones, diciéndoles
que ella encuentra el amor de Dios sin aquellas ni su ayuda. Luego ella lo besa
a Él delante de aquellas. Ahora que las naciones finalmente se hacen conscientes
y aceptan la preeminencia de Israel en el mundo, debido a su íntima conexión
con el Creador, aquellas no despreciarán, ni perjudicarán, ni odiarán a Israel
al comenzar la era mesiánica, porque así Él lo ha dispuesto.
“Porque entonces Yo daré a las naciones una lengua pura
para llamar todas en el nombre del Eterno, para servirlo a Él unidas con un
solo fin.” (Sofonías 3:9)
“Todas las naciones que Tú has creado vendrán y te
alabarán, oh Eterno, y ellas glorificarán Tu nombre.” (Salmos 86:9)
Todas
las naciones de la tierra participarán en la redención final hebrea y el
advenimiento de la era mesiánica, en la nueva conciencia cuyo pensamiento estará
dirigido al propósito exclusivo de conocer al Creador, como un nuevo lenguaje
que reflejará solamente el bien como manifestación espiritual y material del
amor de Dios.