“Te guío, te traigo a Ti a la casa de mi madre para enseñarme. Yo te daré
vino fragante para beber, [también] del jugo de mi granada.” (Cantar de los
Cantares 8:2)
Israel cuenta a Dios que al regresar a Sus caminos y atributos, ella lo
trae a su nexo eterno en la casa de su madre (el Templo de Jerusalén). Ahí el
Creador enseña a Israel Su plan para la era mesiánica, y ella lo traerá a Él
hacia el bien de las expresiones (jugo de granada) de la futura nueva
conciencia que es como un delicioso vino fragante. En la tradición hebrea las
semillas de granada también representan los mandamientos de la Torá.
“Su mano izquierda está bajo mi cabeza, y Su diestra me abraza.” (8:3)
El amor de Israel con orgullo y alegría reafirma su invariable
compenetración con el amor de Dios, tal como fue declarado en el comienzo de
este poema. Esta vez con un giro especial, ya que es el nexo con cualidad eterna
plenamente manifiesta con la redención final de Israel y el advenimiento de la
era mesiánica.
“Os ordeno, oh hijas de Jerusalén, ¿Cómo agitáis y cómo motiváis el amor
hasta que ella lo desee?” (8:4)
En esta nueva realidad redentora, el Creador encomienda a las
características y rasgos del más elevado nivel de conciencia (las hijas de
Jerusalén) para que busquen las maneras de despertar y agitar la esencia e
identidad de Israel con el fin de que expresen las nuevas cualidades del bien
inherente a su amor, tanto como a ella le plazca.
Al cumplirse Su redención final, Dios hará vibrar el bien inherente a
nosotros para traer nuestro amor a Su amor.
“¿Quién es ella descendiendo del desierto, apegada a su Amado? Bajo el
manzano te desperté. Ahí tu madre te daba a luz, te parió, te hizo nacer.”
(8:5)
El Creador responde regresando también a ella, tal como
está escrito por los profetas, “Regresa a Mí, y Yo regresaré a ti”. Él pregunta
retóricamente quién es la que regresa del desierto (las dificultades y devastación
del sufrimiento en su largo exilio entre las naciones), apegándose a Él en su
retorno a Él.
Este regreso es motivado, adquirido y logrado con éxito teniendo
y manifestando un amor extremadamente intenso por el Creador, porque no hay
otra manera de volver a Él.
“Y si de allí buscas al Eterno tu Dios, tú lo encontrarás si lo buscas con
todo tu corazón y con toda tu alma. (…) Entonces el Eterno tu Dios
te traerá de tu cautiverio, y tendrá compasión de ti; y te traerá y recogerá de
entre todos los pueblos adonde el Eterno tu Dios te ha dispersado.” (Deuteronomio 4:29, 30:33)