“Yo me dije a mí mismo, ‘He aquí que he adquirido para
mí una gran sabiduría por encima de los que estuvieron antes que yo en Jerusalén.
Y mi corazón vio tanto, y apliqué mi corazón [a conocer la sabiduría], [y para conocer]
la locura y la insensatez, [para saber que] esto también es una vejación del
espíritu.” (Eclesiastés 1:16-17)
El rey Salomón nos recuerda nuevamente que en la sabiduría adquirida en su
vida por la gracia de Dios, nos advierte acerca de la futilidad de las
fantasías e ilusiones de ego. Mientras que vivamos en aras de creencias y
sentimientos de carencia improductivos e inútiles que son pura distracción,
estaremos despreciando y menoscabando el bien como nuestra esencia y verdadera
identidad.
El bien es el espíritu que nos eleva para conocer a Dios, porque el
bien es nuestro nexo con Él. Salomón estaba verdaderamente inmerso en la sabiduría
que Dios le dio y lo convirtió en el más sabio de los hombres para compartir
sus reflexiones y conclusiones con nosotros. Así aprendemos de sus mensajes en
este libro, al igual que en el Cantar de los Cantares y en el libro de
Proverbios.
“Porque con la abundancia de sabiduría [hay] abundancia de pesar [lit.
ira], y quien añade conocimiento añade dolor.” (1:18)
Vemos que entre más nos hacemos
sabios, más nos hacemos conscientes de la naturaleza del mal, la iniquidad y la
actitud negativa ante la vida, basadas en las fantasías e ilusiones de ego. Una
vez llegamos a conocer plenamente las múltiples vías y expresiones de la maldad,
nuestra ira para rechazarlas y combatirlas se hace tan fuerte como saber el
valor del bien como aquello que realmente importa en la vida. Entre más
entendemos los daños y perjuicios que causa la maldad, más nos instamos a
combatirla y eliminarla de nuestra conciencia y de la faz de la tierra tal como
nos lo encomienda el Creador.
“Y me dije en mi corazón, ‘Ven ahora, que te
pondré a prueba en [materia de] dicha y ver lo que es bueno’; y he aquí que
ello también es vanidad.” (2:1)
Salomón pone a prueba sus emociones y sentimientos para determinar el valor
de estos en lo referente al bien. En caso de no encontrar el bien en estos,
ello constituye vanidad.
Una lección que aprendemos de este versículo es la determinación
de Salomón de poner a prueba aquello que puede considerarse dicha o algo
placentero para sus emociones en relación con el bien que estos puedan tener o
hacia lo que puedan conducirlo a él. Debido a su naturaleza, los espejismos,
fantasías e ilusiones no tienen nada de real, por el hecho de que se basan en
algo no verdadero como lo es el bien.
“Acerca de la risa yo digo [que esta es] insensatez; y acerca de la dicha,
¿qué es lo que hace? Busqué en mi corazón estimular mi vida [lit. carne] en el
vino, y [aun así] mi corazón se condujo en sabiduría, y para comprender [lo que
es] la insensatez hasta ver lo que cuenta [lit. números] en sus vidas [de los
demás]” (2:2-3)
Asociamos los números con contar, ya que se supone contamos aquello que
interesa en la vida. Como ya lo hemos dicho, cualquier tipo de dicha o
felicidad basada en fantasías e ilusiones de ego es pura insensatez y no añade
nada significativo a la vida. Nuestros sabios relacionan el vino con el
regocijo, y Salomón abordó la vida como la felicidad que puede producir el
vino, sin que ello implicase perder sabiduría ya que esta última contiene la
dicha que resulta del conocimiento.
En esta dicha en particular también podemos
distinguir entre una auténtica felicidad y la naturaleza temporal de las
insensateces que no agregan nada a lo que realmente cuenta e interesa.
“Grandes obras yo hice. Construí para mí casas, planté para mí viñedos.
Jardines y huertos, árboles frutales de toda clase. Fuentes de aguas. Y compré
esclavos, y sirvientas, y sirvientes, también muchos rebaños y ganado tuve más
que todos [mis predecesores] en Jerusalén. Amasé para mí también plata y oro, y
el tesoro de reyes, y las provincias. Instrumentos musicales y los placeres de
los hombres, y también cofres de cofres. Así yo crecí y superé todo lo que
estaba antes que yo en Jerusalén, mientras que mi sabiduría se quedaba conmigo.” (2:4-9)
El propósito de la sabiduría es construir algo con ella, y estos versículos
nos invitan a poner nuestro bien individual en el mundo exterior, en aras del
bien. Lo hacemos no solamente por los demás sino también por nosotros. “Casas”
y “viñedos” tienen muchos significados materiales y espirituales. Una casa
abarca la vida, la conciencia y sus dimensiones.
“Dichosos son aquellos que residen en Tu casa, ellos te alabarán
eternamente.”
(Salmos
84:4)
No podemos concebir o asimilar la “casa” de Dios o alabarlo “eternamente”,
pero sabemos con certeza que la dicha es parte de hacerlo “ahí” y que es
eternamente porque el Creador es eterno. Aquí nos damos cuenta que cualquier
idea que tengamos de la felicidad es ínfima comparada con vivir en un “lugar”
de Dios.
“Viñedos, jardines, huertos y árboles frutales” (ver nuestro comentario
acerca de El Cantar de los Cantares en este blog)
representan los frutos de nuestras buenas acciones, ya que estas son semillas
que plantamos en el campo de la vida. Al enfocarnos en ser y hacer el bien
cosechamos sus beneficios nosotros y los involucrados.
Las “fuentes de aguas”
evocan las bendiciones del bien con el que consagramos la vida, mientras que
“esclavos”, “sirvientas”, “sirvientes” e “hijos” simbolizan rasgos y cualidades
que nos ayudan; y también representan nuestras obras que perduran por
generaciones. “Rebaños y ganado” son seguidores y estudiantes que aprenden de
la sabiduría.
“Plata y oro” se refieren a los recursos materiales y espirituales
necesarios para construir a partir el bien como nuestro propósito primordial en
la vida, mientras que “el tesoro de los reyes” es el principio regidor que
eleva nuestra conciencia conduciéndonos en los caminos y atributos del Creador.
Las “provincias” son los dominios materiales y espirituales en los que
expandimos la conciencia mediante el bien que perseguimos y manifestamos en
todos los aspectos y dimensiones de la vida.
Los “instrumentos musicales” sirven tanto para celebrar y alegrarnos de
nuestros pensamientos y emociones, al igual que para alabar y exaltar las
cualidades multidimensionales del bien que Dios ha puesto en nosotros con Sus
bendiciones en todo momento. En esta materia el rey David es el mejor poeta,
compositor y músico que jamás haya existido.
“¡Alabad al Eterno! Alabad a Dios en Su morada sagrada.
Alabadlo en la expansión de Su fortaleza. Alabadlo en Sus poderosos actos. Alabadlo
en la abundancia de Su grandeza. Alabadlo con el sonido de trompeta. Alabadlo
con lira y arpa. Alabadlo con tambor y danza. Alabadlo con instrumentos de
cuerda y viento. Alabadlo con platillos resonantes. Alabadlo con platillos
altisonantes. ¡Que todo ser que tiene alma alabe a Dios!” (Salmos 150)
El rey Salomón nos dice que cuando nos hagamos plenamente conscientes de
que nuestras vanidades no nos llevan a
nada significativo y fructífero como lo hace el bien, en esta realización la
sabiduría del bien nos hace trascender las fantasías e ilusiones materialistas,
ya que esta sabiduría se queda siempre con nosotros.