“En el
retorno del Eterno con las tribus de Sión, sería como si fuésemos soñadores. Entonces
nuestra boca se llenaría de risas, y nuestra lengua una canción de alegría. Y
en las naciones dirían, ‘grandeza el Eterno ha hecho para ellos’.” (Salmos 126:1-2)
Nuevamente el
rey David aborda la redención final judía y la era mesiánica. Notemos que todas
profecías hebreas fueron escritas en tiempo pasado por dos razones. Al recibir
sus mensajes de Dios, los profetas los narraron como algo que les fue revelado,
de ahí que se refieran como lo que ya
tuvo lugar aunque sería completamente visto en un futuro.
La otra razón
es que Dios ya lo había dispuesto desde el momento de Su creación. De
ahí que la redención final haya estado a nuestro alcance en cuanto nos hiciésemos
plenamente conscientes de ella.
Este pleno conocimiento lo logramos cuando
permitimos que el bien conduzca nuestro discernimiento, mente, pensamientos,
emociones, sentimientos, palabras y acciones, porque es el principio
rector en la creación de Dios destinado a prevalecer en la conciencia humana. Sin
embargo, de nosotros depende hacernos constantemente conscientes del bien que
somos, tenemos y hacemos.
Veamos la primera
oración de estos dos versículos. Dios y las tribus regresan juntos, lo cual implica un tiempo y espacio que una vez existieron, y que dejaron con la
dispersión del pueblo de Israel en el exilio entre las naciones. El salmista se
refiere al retorno de las tribus perdidas por voluntad de Dios, tal como lo
confirmarían posteriormente los profetas judíos.
Hemos
señalado repetidamente que Sión es el nexo que une al Creador con el pueblo de
Israel como las tribus de esta conexión. También que las tribus
de Israel representan los potenciales creativos positivos de todos los
aspectos, dimensiones, facetas y expresiones de la conciencia humana. Estos son
los talentos y destrezas inherentes a la diversidad de nuestro potencial
individual.
Podemos ser
artistas, constructores, comerciantes, agricultores, pastores, guerreros, jueces,
curanderos, maestros, científicos, guías espirituales, enfermeros, limpiadores,
escritores, labriegos, facilitadores, administradores, etc., cuyas vidas estén
regidas por expresiones creativas positivas en lo que sea que hagamos. El denominador común de nuestra diversidad debe ser el bien.
Las tribus de
Sión son ciertamente las tribus de Israel reunidas juntas por Dios en su retorno
con Él, hacia una nueva conciencia que se hará manifiesta en la era
mesiánica. La llamamos conciencia mesiánica porque es una cualidad colectiva
que será compartida por el pueblo de Israel con el resto de las naciones,
cuando éstas acepten plenamente que Israel fue elegido para cumplir la
voluntad de Dios en este mundo.
El rey David caracteriza
esta nueva conciencia donde solamente el bien reina con sus típicas cualidades
de “risas” y “alegría”, porque no pueden ser menor que eso. Son realmente efectos
del bien y no sus causas.
Es relevante
resaltar la participación de las naciones en el advenimiento de la era mesiánica.
Como hemos dicho antes, éstas deben reconocer el bien que Israel ha hecho al
mundo con sus contribuciones. Ésto como el primer paso para ser parte de la redención
final que se aproxima. La última oración del segundo versículo confirma esta
premisa.
En este contexto,
la “grandeza” mencionada por el salmista es el bien que el Creador encomienda a
los hijos de Israel compartir con el resto del mundo.
Es el mismo bien que en la
redención final toda la humanidad compartirá de la mano de Israel, tal como el
Creador lo estableció en Su Torá y a través de Sus profetas.