“Los
hijos de tu enojo dirán en tus oídos: 'El lugar es demasiado
estrecho para mí, dame lugar para que pueda habitar'. Y has dicho en
tu corazón: '¿Quién me ha dado estos? ¿Y yo enojada y triste,
cautiva y separada, y estos que has alimentado? He aquí que yo, yo
me quedé por mí misma, estos [de] dónde son'?” (49:20-21)
Las
expresiones de nuestros rasgos negativos, como los hijos de nuestro
enojo, no cesarán en su predicamento, exigiendo más para expandir
su control de nuestra vida. Nuestras obsesiones, apegos y adicciones
a las fantasías e ilusiones de ego no abandonarán fácilmente
nuestra conciencia. Debemos confrontar su causa y efecto. Estos son
los rasgos negativos representados por las naciones que oprimen a los
hijos de Israel.
“Así
dijo Dios el Eterno: 'He aquí, Yo levanto Mi mano sobre las
naciones, y sobre pueblo levanto Mi estandarte, y ellos han traído a
tus hijos en sus brazos, y tus hijas son cargadas en el hombro.”
(49:22)
Dios
reafirma Su Redención Final como resultado del proceso transformador
señalado antes. La “mano” y el “estandarte” de Dios son los
principios y directrices que reivindican y reconocen lo bueno de los
modos y atributos de Amor, representados por los hijos de Israel.
Estos rasgos transformados en la conciencia, que Dios imprimirá
sobre las naciones, servirán al propósito de Su plan para la Era
Mesiánica. Esta será manifestada por los hijos de Israel con la
asistencia de la nueva identidad de las naciones. Estas traerán y
cargarán en sus hombros los reunidos hijos de Israel.
“'Y
reyes serán tus niñeras, y sus princesas serán tus sirvientas. Se
prosternarán ante ti, y lamerán el polvo de tus pies. Y habrás
sabido que Yo soy Dios, que aquellos que Me esperan no serán
avergonzados'.” (49:23)
Las
tendencias y rasgos positivos servirán el propósito mayor del aún
más grande bien que Dios quiere revelar en el mundo material a
través de los hijos de Israel. Esto fue originalmente encomendado en
la Torá cuando Dios eligió a Israel como Su socio en Su Creación.
La separación de Israel de su misión, y la opresión bajo el
dominio de las naciones ha hecho demorar el plan de Dios. Esta demora
es claramente parte del plan, porque tanto Israel como las naciones
deben primero aprender las consecuencias de vivir en los aspectos
negativos de la conciencia, antes de entrar en la Redención Final.
Esta debe ser deseada y añorada como el verdadero tiempo y espacio
en que estamos destinados a vivir en el mundo material. Esperamos la
revelación de Dios los últimos días de nuestro exilio en las
tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego, mientras Él también
espera que aprendamos las lecciones de nuestras decisiones negativas.
Una vez estemos preparados para abandonar nuestros modos negativos,
tendremos que perseverar en nuestra espera de Su Redención Final.
“¿Acaso
la presa puede ser tomada del poderoso, o los cautivos liberados por
su vencedor? Pero así dice el Eterno: 'Hasta los cautivos de
los poderosos serán quitados, y la presa de los terribles será
liberada; y Yo me enfrentaré con quien te enfrente, y salvaré a tus
hijos.” (49:24-25)
Dios
nos pregunta si los modos opresivos más fuertes que nosotros pueden
dejarnos libres. ¿Acaso somos suficientemente fuertes para enfrentar
nuestras propias tendencias y rasgos negativos, junto con adicciones,
apegos, hábitos y obsesiones, frustraciones, depresiones, ira,
arrogancia y demás? Tal vez no lo seamos, pero Dios de hecho lo es.
El Amor de Dios nos creó y también es nuestra vida, nuestra
libertad y nuestra Redención.
“Y
Yo alimento a los que te oprimen con su propia carne. Y se intoxican
con su propia sangre, como con vino dulce. Y toda carne sabrá que Yo
el Eterno soy tu Salvador y Redentor, el Poderoso de Jacob.”
(49:26)
Hemos
mencionado que el mal se destruye a sí mismo, porque su naturaleza
es destruir. En este sentido entendemos que las palabras del Creador
respecto a los opresores que comen su propia carne y se intoxican con
su sangre. El rey David también lo advierte: “La maldad matará al
malvado, y los enemigos del justo están condenados.”
(Salmos 34:22).
El
Creador sabe cómo manejar Su Creación, y nos enseña que la fuente
de destrucción es la destrucción misma. Así asimilamos que el bien
es la fuente del bien, porque el propósito del bien es el bien
mismo. Ya sabemos que Dios es el origen de todo lo bueno, como
también está escrito: “Agradeced al Eterno porque Él es bueno,
porque Su amorosa bondad es eterna.” (136:1).
Con este entendimiento nos damos cuenta que Él es Dios, nuestro
Salvador y Redentor, el Poderoso de Israel.