“Y
Yo
he
puesto Mis
palabras en
tu boca,
y con la sombra de Mi
mano te he
cubierto,
para plantar los cielos y fundar la tierra, y para
decir
a Sión: 'Tú
eres Mi pueblo'.”
(Isaías
51:16)
Dios reafirma Su Amor por Israel, destacando otra vez la Torá como principio fundamental integrador de la identidad judía. Las palabras de Dios (la Torá) están para ser expresión de Israel en todas las dimensiones de la vida, y son la mano protectora en la que se sostiene Su Creación. Así entendemos la Torá como el plan de Dios para Su Creación, tanto material como espiritual. Ser llamado Su pueblo por Dios es otra reiteración del mismo principio.
Las palabras de Dios son el fundamento y propósito de Su Creación, y estas son puestas en la boca de Israel como expresiones de ser judíos. Son no solamente para ser expresadas verbalmente sino también en todas nuestras acciones, con el propósito de “plantar los cielos y fundar la tierra”.
Seamos conscientes que aquí Él se refiere a Israel como Sión, ya que este es el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios. Este versículo es otro de muchos en la Biblia Hebrea que nos hacen conscientes de que la identidad judía habita en Sión como nuestro nexo eterno con el Creador. Este recordatorio para Israel es el preámbulo de la petición de Dios para que retornemos a Él.
“Despierta, despierta, levántate oh Jerusalén, que bebiste de la mano del Eterno la copa de Su ira. El cáliz, la copa de la agitación has bebido, la exprimiste. No hay quien la guíe [a Jerusalén] entre todos los hijos que dio a luz, ni hay quien la tome de la mano entre todos los hijos que crió.” (51:17-18)
Dios nos pide que sacudamos nuestra conciencia, removamos las fantasías e ilusiones en las que nos hemos atrapado, y regresar al lugar elevado de nuestra conexión permanente con Él (Jerusalén). Apela a nuestro nexo común con Él, el cual es nuestro Amor y Su Amor.
El Creador nos está diciendo que la copa de Su ira es nada más y nada menos que nuestra separación y distancia de Sus caminos y atributos. Hemos bebido hasta la última gota de nuestra separación de Él, la cual nos agita en el sufrimiento de vivir alejados de Amor como nuestra verdadera esencia e identidad. Todo lo que hemos creado a partir de fantasías e ilusiones de ego no nos ha servido para traernos de vuelta a los modos y atributos de Amor.
“Estas dos cosas te han acontecido, ¿quién se mueve por ti? Desolación y destrucción, hambruna y espada. ¿Quién? Yo te conforto.” (51:19)
Desolación y destrucción son la causa y el efecto de la carencia (hambruna) y violencia (la espada). Dios nos pregunta otra vez qué puede salvarnos de las tendencias y rasgos que elegimos creer, crear y hacer. Nadie se moverá para salvarnos de estos, porque nos hacen convertirnos en ellos (nos convertimos en los ídolos que hemos creado con nuestras manos). De ahí que Dios nos recuerde que Él es el único que nos conforta con Su Amor, esperando que retornemos al bien como causa y propósito de Su Creación.
“Tus hijos han desmayado, han estado tendidos en las esquinas de todos los caminos, como buey salvaje en una red. Están llenos de la ira del Eterno, del reproche de tu Dios.” (51:20)
Nuestras adicciones, apegos, obsesiones, creencias, acciones, palabras, y pensamientos negativos hacen que desmaye lo bueno en nosotros que nos conduce a vivir en la libertad de los modos y atributos de Amor. Terminamos tendidos en las calles de las fantasías e ilusiones materialistas, en las que queda atrapado el ego como un buey salvaje en una red. Nuestras tendencias negativas establecen la separación y distancia de los caminos del Creador, y se convierten en su ira y reproche.
“Por lo tanto oye ahora esto, tú la afligida, y ebria mas no de vino. Así dice Dios el Eterno, y tu Dios que aboga la causa de Su pueblo: He aquí que he quitado de tu mano la copa de la agitación, el cáliz. La copa de Mi ira no bebes nunca más.” (51:21-22)
Dios nos hace conscientes de que nuestra ebriedad no es por la alegría y deleite del vino, sino producto del predicamento de la frustración, soberbia, codicia, envidia, indiferencia, depresión, enojo, adicciones, obsesiones, apegos, etc.
Dios repite dos veces aquí que Él no sólo es nuestro Creador sino también Padre y Rey que está siempre del lado del bien en aras del bien. Él ya ha anunciado Su Redención Final, lo cual quiere decir que nunca se ha separado y que depende de nosotros regresar a Sus caminos y atributos como los cimientos de Su Redención.
“Lo pondré en las manos de los que te afligen, que han dicho a tu alma: 'Póstrate para que pasemos [sobre ti]'. Y tú pusiste tu cuerpo como suelo, como calle para los que pasan.” (51:23)
El Creador nos dice que la aflicción y el sufrimiento pertenecen a quienes los causan. Las acciones negativas pertenecen a su predicamento y consecuencias, y a quienes viven por ellas y sufren por ellas. Nos hacen postrarnos ante ellas como sus esclavos, y así quedamos atrapados y pisoteados en el suelo, y convertidos en el suelo mismo.
Con este principio de causa y efecto Dios nos hace conscientes de que la decisión es sólo nuestra.
Dios reafirma Su Amor por Israel, destacando otra vez la Torá como principio fundamental integrador de la identidad judía. Las palabras de Dios (la Torá) están para ser expresión de Israel en todas las dimensiones de la vida, y son la mano protectora en la que se sostiene Su Creación. Así entendemos la Torá como el plan de Dios para Su Creación, tanto material como espiritual. Ser llamado Su pueblo por Dios es otra reiteración del mismo principio.
Las palabras de Dios son el fundamento y propósito de Su Creación, y estas son puestas en la boca de Israel como expresiones de ser judíos. Son no solamente para ser expresadas verbalmente sino también en todas nuestras acciones, con el propósito de “plantar los cielos y fundar la tierra”.
Seamos conscientes que aquí Él se refiere a Israel como Sión, ya que este es el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios. Este versículo es otro de muchos en la Biblia Hebrea que nos hacen conscientes de que la identidad judía habita en Sión como nuestro nexo eterno con el Creador. Este recordatorio para Israel es el preámbulo de la petición de Dios para que retornemos a Él.
“Despierta, despierta, levántate oh Jerusalén, que bebiste de la mano del Eterno la copa de Su ira. El cáliz, la copa de la agitación has bebido, la exprimiste. No hay quien la guíe [a Jerusalén] entre todos los hijos que dio a luz, ni hay quien la tome de la mano entre todos los hijos que crió.” (51:17-18)
Dios nos pide que sacudamos nuestra conciencia, removamos las fantasías e ilusiones en las que nos hemos atrapado, y regresar al lugar elevado de nuestra conexión permanente con Él (Jerusalén). Apela a nuestro nexo común con Él, el cual es nuestro Amor y Su Amor.
El Creador nos está diciendo que la copa de Su ira es nada más y nada menos que nuestra separación y distancia de Sus caminos y atributos. Hemos bebido hasta la última gota de nuestra separación de Él, la cual nos agita en el sufrimiento de vivir alejados de Amor como nuestra verdadera esencia e identidad. Todo lo que hemos creado a partir de fantasías e ilusiones de ego no nos ha servido para traernos de vuelta a los modos y atributos de Amor.
“Estas dos cosas te han acontecido, ¿quién se mueve por ti? Desolación y destrucción, hambruna y espada. ¿Quién? Yo te conforto.” (51:19)
Desolación y destrucción son la causa y el efecto de la carencia (hambruna) y violencia (la espada). Dios nos pregunta otra vez qué puede salvarnos de las tendencias y rasgos que elegimos creer, crear y hacer. Nadie se moverá para salvarnos de estos, porque nos hacen convertirnos en ellos (nos convertimos en los ídolos que hemos creado con nuestras manos). De ahí que Dios nos recuerde que Él es el único que nos conforta con Su Amor, esperando que retornemos al bien como causa y propósito de Su Creación.
“Tus hijos han desmayado, han estado tendidos en las esquinas de todos los caminos, como buey salvaje en una red. Están llenos de la ira del Eterno, del reproche de tu Dios.” (51:20)
Nuestras adicciones, apegos, obsesiones, creencias, acciones, palabras, y pensamientos negativos hacen que desmaye lo bueno en nosotros que nos conduce a vivir en la libertad de los modos y atributos de Amor. Terminamos tendidos en las calles de las fantasías e ilusiones materialistas, en las que queda atrapado el ego como un buey salvaje en una red. Nuestras tendencias negativas establecen la separación y distancia de los caminos del Creador, y se convierten en su ira y reproche.
“Por lo tanto oye ahora esto, tú la afligida, y ebria mas no de vino. Así dice Dios el Eterno, y tu Dios que aboga la causa de Su pueblo: He aquí que he quitado de tu mano la copa de la agitación, el cáliz. La copa de Mi ira no bebes nunca más.” (51:21-22)
Dios nos hace conscientes de que nuestra ebriedad no es por la alegría y deleite del vino, sino producto del predicamento de la frustración, soberbia, codicia, envidia, indiferencia, depresión, enojo, adicciones, obsesiones, apegos, etc.
Dios repite dos veces aquí que Él no sólo es nuestro Creador sino también Padre y Rey que está siempre del lado del bien en aras del bien. Él ya ha anunciado Su Redención Final, lo cual quiere decir que nunca se ha separado y que depende de nosotros regresar a Sus caminos y atributos como los cimientos de Su Redención.
“Lo pondré en las manos de los que te afligen, que han dicho a tu alma: 'Póstrate para que pasemos [sobre ti]'. Y tú pusiste tu cuerpo como suelo, como calle para los que pasan.” (51:23)
El Creador nos dice que la aflicción y el sufrimiento pertenecen a quienes los causan. Las acciones negativas pertenecen a su predicamento y consecuencias, y a quienes viven por ellas y sufren por ellas. Nos hacen postrarnos ante ellas como sus esclavos, y así quedamos atrapados y pisoteados en el suelo, y convertidos en el suelo mismo.
Con este principio de causa y efecto Dios nos hace conscientes de que la decisión es sólo nuestra.