“Oídme,
vosotros
que procuráis
justicia,
los que buscáis al Eterno.
Mirad atentamente la roca de donde fuisteis cortados, y hueco de la
fosa de donde fuisteis extraídos.
Mirad
a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; cuando él
era uno solo y lo llamé,
y lo bendije y lo multipliqué.”
(Isaías
51:1-2)
Hemos
señalado frecuentemente que el bien como expresión fundamental de
Amor es nuestro nexo común con el Creador. Ciertamente es el
principio de lo que entendemos como Su imagen y semejanza:
“Dad
gracias al Eterno porque es bueno, Su amorosa bondad es eterna.”
(Salmos
106:1, 25:8,
34:8, 86:5, 100:5, 118:1, 118:29, 135:3, 145:9, 147:1; Esdrás
3:11; 2 Crónicas
5:13, 7:3; Nahum 1:7; Lamentaciones
3:25).
El
rey David
y
los Profetas quieren recordarnos este
principio fundamental que la Torá indica repetidamente:
El
Creador es bueno, y nos quiere hacer conscientes de que nosotros también
somos esencialmente buenos porque provenimos de la bondad de Su Amor.
De
ahí que nos diga a través de Isaías que aquellos que buscamos Su
rectitud como amorosa bondad primero debemos debemos conocer la
simiente de la que fuimos concebidos. La roca y la fosa de las que
venimos, como alegorías de la sólida amorosa bondad de Abraham
y
la amplia generosidad del vientre de Sara. Dios describe la amorosa
bondad de Abraham como única (“uno
solo”),
y
la razón para bendecirlo y multiplicarlo. Así nos damos cuenta que
la abundante amorosa bondad y verdad del Creador
(Éxodo
34:6) son
la fuente de Sus bendiciones.
En
estos atributos se fundamentan la bondad de Dios que Él quiere
hagamos prevalecer en nosotros como individuos y como nación,
para
también propagarla a toda la humanidad.
“Ciertamente
el Eterno
consolará
a Sión,
consolará todos sus lugares desolados. Convertirá
su desierto en Edén, y su desolación en huerto del Eterno.
Gozo
y alegría se encontrarán en ella, acciones de gracias y voces de
alabanza.”
(Isaías
51:3)
Este
versículos sigue inmediatamente para enseñarnos
que la base de nuestra conexión (el lugar
llamado Sión) con el Creador es lo bueno
proveniente de los modos y atributos de Amor. El Amor de Dios
restaura y conforta nuestro nexo con Él. Dios transforma la
desolación y el yermo de las tendencias y rasgos negativos de las
fantasías e ilusiones de ego en las delicias del bien. Estas son el
Edén, los huertos, la alegría y el gozo de vivir en los caminos y
atributos del Creador.
“Préstame
atención, pueblo Mío, y
óyeme nación Mía. Porque de Mí sale
la
Torá,
y
Mi justicia como
luz
para
pueblos a quienes doy
descanso.
Cerca
está Mi
rectitud. Mi redención ha salido, y Mis brazos hacen justicia a los
pueblos.
Las
islas esperan en Mí; sí, en Mi brazo ellos aguardan con esperanza.”
(51:4-5)
La
Torá
abarca los caminos y atributos de Dios, que de hecho definen nuestra
identidad judía, y nos hacen Su pueblo y Su nación. La Torá es la
instrucción que debemos atender y asimilar como el sendero recto que
nos hace ser justos. En esta justicia encontramos nuestra libertad e
iluminación que nos hacen vivir en completa paz, como el descanso
que Dios quiere que vivamos.
Así
nos hacemos conscientes de que la Redención que nos da Dios, y el
juicio de Sus brazos provienen de la rectitud de Su Amor. Aquellos
que viven en rectitud aguardan Su Redención, porque vivir en Sus
caminos y atributos es lo que mantiene nuestra esperanza en que Él
nos liberará de las tendencias y rasgos negativos en la conciencia.
“Alzad
a los cielos vuestros
ojos, y
mirad atentamente la tierra
abajo. Porque los cielos como humo han
de desvanecerse, y la
tierra como un vestido se gastará. Y
sus
habitantes como insectos
mueren. Pero Mi redención es para siempre, y Mi rectitud
no menguará.”
(50:6)
Dios
nos invita a reflexionar (alzando
nuestros ojos)
sobre
los aspectos espirituales
(los
cielos)
y
materiales
(la
tierra)
de
Su Creación, y asimilar que ambos no trascienden en su propia
existencia. Él nos dice que lo que en realidad trasciende es el
conocimiento de vivir en Su Redención, como el comienzo de la etapa
final e interminable de Su Creación, el eterno Shabat que es la
culminación de Su postrero plan.
Esta etapa final es establecida por
la rectitud del bien que Él quiere hacer prevalecer en Su Creación.
Así comprendemos que la rectitud y el bien son partes del mismo
principio integrador que Amor es como la manifestación material del
Amor de Dios.