“Grita de
júbilo, oh estéril, la que no ha dado a luz. Grita con voces de júbilo y clama en alta voz, la que no ha estado
de parto. Porque son más los hijos de la desolada que los hijos de la casada,
dice el Eterno.” (Isaías 54:1)
El Creador se
refiere a Jerusalén como la estéril, ya que ha sido abandonada y desolada por
largo tiempo. Él nos recuerda que es la ciudad como principio y fundamento de
nuestro nexo y conexión con Él.
Ella es el bien
que compartimos con nuestro Creador, con la cual crecemos y nos multiplicamos.
Es estéril mientras no dejemos que tenga hijos como las buenas acciones que se
esperan del bien que es nuestra esencia, causa y motivación.
El pueblo judío
son también los hijos que la abandonaron, dejándola yerma desde entonces. Dios
realiza Su Redención recogiendo a los hijos de ella en su tierra. Estos son los
hijos que son más numerosos que los de “la casada” que representan las naciones. La Redención de Dios es el cantar y gritar a
viva voz, porque es la culminación del Amor de Dios por Su Creación.
“Ensancha el
lugar de tu tienda, extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes. Alarga
tus cuerdas y refuerza tus estacas.” (54:2)
La promesa del
Creador es cumplida al encomendarnos que ensanchemos nuestra conciencia en lo
bueno de los modos y atributos de Amor, como los regidores de todos los
aspectos de la vida en la Era Mesiánica. Esta expansión abarca nuestro
intelecto, discernimiento, pensamientos, sentimientos y emociones hacia nuevas
dimensiones que nos revela el Amor de Dios.
“Porque te
extenderás hacia la derecha y hacia la izquierda. Tu simiente poseerá naciones y poblarán ciudades desoladas. No
temas, pues no serás avergonzada, ni te sientas humillada, pues no serás
agraviada. Sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y del oprobio
de tu viudez no te acordarás más.” (54:3-4)
Al expandirse
nuestra existencia en todas las formas y medios posibles para adquirir un mayor
conocimiento del Creador, cada tendencia y rasgo en nuestra conciencia servirán
para esta finalidad. Estos son las naciones que nuestra simiente (sean tanto nuestras creaciones como nuestros hijos) poseerá. Los que una vez fueron nuestros abandonados y desolados
potenciales creativos bajo la influencia de tendencias y rasgos negativos serán
ocupados y conducidos por el bien que Dios hará prevalecer en el mundo material.
Esto nos
conducirá a sobresalir en nuestra
creatividad para generar un bien aún mayor en las diversas y multifacéticas
expresiones de la conciencia humana. Para llegar a realizar este destino, la
maldad y la negatividad dejarán de existir. Por lo tanto no habrá temor, vergüenza, humillación ni oprobio,
porque no habrá más aflicción ni confusión.
Dios también
reafirma Su promesa al también hacernos olvidar las experiencias negativas
vividas a través de los siglos, las cuales son nuestro reproche y nuestra viudez.
“Porque tu
esposo es tu Hacedor, el Eterno de las multitudes es Su Nombre. Y tu redentor
es el Sagrado de Israel, que se llama Dios de toda la tierra. Porque como a
mujer abandonada y afligida de espíritu te ha llamado el Eterno, y como a
esposa de la juventud que es repudiada, dice tu Dios.” (54:5-6)
Dios evoca Su
Amor eterno por Su pueblo elegido que Él congrega en la completa realización de
nuestra conexión permanente con Él, haciendo de Israel Su “esposa”. Nos recuerda que nuestro esposo es el Creador de todo, el Eterno de las
multitudes, porque Su Creación no tiene medida: “Él hace grandes obras sin límite, y maravillas sin número.” (Job 9:10).
Él es el Sagrado
de Israel y Dios de toda la tierra, para hacernos conscientes de que nuestra
Redención proviene directamente de Él. También conoce nuestra aflicción y
abandono como resultado de nuestra separación de Sus caminos y atributos.
“Por un
breve momento te abandoné, pero con gran compasión te recojo. Con ardiente ira
escondí Mi rostro de ti por un momento, pero con misericordia eterna tengo
compasión de ti, dice tu redentor el Eterno.” (Isaías 54:7-8)
Dios llama
nuestra separación de Él como Suya propia. Pero tengamos en cuenta que nuestra
separación proviene de nosotros, no de Él. De ahí que en Su eterna amorosa
bondad nos recoja de vuelta hacia
el conocimiento permanente de nuestra conexión con Él. Así cumple Su Redención
para nosotros.