“Cuán hermosos sobre las montañas han
estado los pies de Quien proclama buenos augurios, sonando paz, proclamando
buenas nuevas, sonando redención; diciendo a Sión: '¡Tu Dios ha reinado'!” (52:7)
Dios anuncia Sus buenas nuevas, paz
y Redención en las alturas de nuestra conciencia. Estas son las montañas donde
Sus pies (Sus caminos y atributos) descansan. En estas elevadas
alturas Él habla a Sión como nuestro nexo eterno con Él, confortándonos al
decirnos que Él siempre ha sido el Rey. El nombre de Su reinado es el bien.
“¡La voz de tus vigías! Ellos levantan la voz, cantando
juntos. Porque ojo a ojo ellos ven en el Eterno retornando a Sión.” (52:8)
Nuestros vigías son las cualidades,
tendencias y rasgos positivos que se alegran al reconocer el Amor de Dios como
nuestro Creador. El bien es la torre desde la cual vemos la vida y cada
aspecto, dimensión y expresión de la conciencia. En esta referencia y actitud
también vemos el Amor de Dios revelándose en nuestro interior.
Nuestro Amor y el Amor de Dios se
encuentran en Sión, y ambos amores se ven tras su largamente esperado y añorado
encuentro final. Esta es la
culminación de nuestra Redención Final y comienzo de la Era Mesiánica. Con
nuestro Amor regresamos al Amor de Dios, y lo veremos retornando a nosotros en
Sión.
“Regocijáos en júbilo, cantad juntos,
oh lugares desolados de Jerusalén. Porque el Eterno ha confortado a Su
pueblo, Él ha redimido a Jerusalén. El Eterno ha descubierto Su sagrado brazo
ante los ojos de todas las naciones. Y todos los rincones de la tierra han
visto la redención de nuestro Dios.” (52:9-10)
Todos los aspectos y dimensiones de
la conciencia serán una unidad armónica funcional, expresándose con el júbilo
de cantar ante la revelada Presencia de Dios entre (en) nosotros. En este
conocimiento nos damos cuenta que Su Amor es nuestro consolador y redención de
las fantasías e ilusiones que hemos creado en este mundo material.
El brazo de Dios es Su voluntad que
toda Su Creación aceptará como la absoluta verdad que es, y todo lo que existe verá Su Redención.
“Apartaos, apartaos, salid de
allí, nada inmundo toquéis. Salid de en medio de ella,
purificaos, vosotros que lleváis las vasijas del Eterno. ¡Pues no saldréis
precipitadamente, ni con apuro iréis, porque delante de vosotros está el Eterno, y aquel que os recoge es el Dios de Israel!” (52:11-12)
A través del Profeta, Dios nos insta a abandonar lo
impuro que contamina nuestra Esencia y verdadera identidad como los cimientos
de nuestro nexo con Él. Estas son las vasijas en las que Él derrama Sus
bendiciones. Confiar en el Amor de
Dios es más importante que nuestro apuro para ser redimidos de siglos en
fantasías e ilusiones negativas.
Primero debemos hacernos conscientes de que Dios es
nuestro Creador, y que no pertenecemos a nosotros sino a Él. De este modo
entendemos que es Él quien está delante de nosotros. Dios nos recoge desde los
confines de la tierra para revelar Su Redención ante los ojos de las naciones. Estas sabrán que el único Dios es el
Dios de Israel.
“He aquí
que Mi servidor [Israel] actúa sabiamente, él es enaltecido y ha sido elevado, y ha sido
grandemente exaltado. Sorprendidos
ante ti han estado muchos, tan estropeada su apariencia por hombre, y su
aspecto por hijos de hombres.” (52:13-14)
Nuevamente Dios nos recuerda que
Israel es Su servidor desde que Él nos sacó de Egipto para ser Su pueblo
elegido. Nos hizo sabios con Su Torá, y nos elevó con el fin de ser Luz para
las naciones. En Su Redención Final nos recoge de vuelta a nuestra tierra, tras
haber sido asimilados y nuestra apariencia estropeada por las naciones.
Debemos iniciar nuestra recogida
individual y colectiva de entre las naciones y retornar a nuestra tierra, la
cual representa el bien que Dios quiere que vivamos y hagamos prevalecer en
todos los aspectos y dimensiones de la vida.
“Así él rocía muchas naciones. En lo que a él concierne, reyes cierran sus
bocas. ¡Porque ven lo que nunca antes les fue contado, y entienden lo que antes
no habían oído!” (52:15)
En su dispersión en todo el mundo, los hijos
de Israel han iluminado muchas naciones con
las enseñanzas de la Torá, esforzándose por hacer prevalecer el bien. Desde Abraham y Moisés, a través de los reyes David y Salomón, y hasta nuestros tiempos,
las contribuciones del pueblo hebreo a las naciones han sido esenciales e
indispensables. Todo ello a pesar de las constantes persecuciones, acosos,
humillaciones, opresión y exterminio. Las contribuciones
hebreas a la humanidad son incuestionables e indiscutibles.