“Ah,
cada sediento, venid vosotros a las aguas. Y quien no tenga dinero,
venid vosotros, adquirid y comed, sí comed, adquirid sin dinero y
sin precio, vino y leche. ¿Por
qué sopesar con dinero por lo que no es pan?
¿Y
tu labor por lo que no es para saciar?
Escúchame
diligentemente a Mí, y come bien, y tu alma se sacia en grosura.”
(Isaías
55:1-2)
Dios
nos recuerda otra vez que no solamente es nuestro Creador sino
también nuestro sustento por el que no tenemos que pagar. Estos
versículos igualmente nos hacen conscientes de que nuestro propósito
en la vida es conocer la fuente de Su sustento (“las
aguas”)
conociéndolo
a Él. Tal
como lo hemos indicado frecuentemente, en nuestra tradición hebrea
el vino representa alegría y la leche sustento vital.
Nuestra
conexión y relación con Dios es gratis, porque todo proviene de
Dios y Él está a nuestro alcance siempre y en todo lugar. De ahí
que cuestione nuestros intereses y motivos en el mundo material,
señalando nuestras necesidades reales a diferencia de las fantasías
e ilusiones de ego.
¿Deberíamos
pagar por las que no son nuestras necesidades básicas?
¿Y
qué
son esas cosas que no son básicas y que no sacian?
Dios
repite que Su guía es nuestra completa saciedad y satisfacción,
porque Su consejo es el bien. Así nos damos cuenta que nuestra
plenitud material (“la
grosura”)
debe
ser consonante con el deleite de nuestra alma.
“Inclina
tu oído y ven a Mí. Oye y tu alma ha de vivir, y Yo hago para ti un
Pacto eterno, la amorosa bondad de los actos de David que son firmes.
He aquí que lo he dado por testigo para los pueblos, un
líder y regidor para los pueblos.”
(55:3-4)
Estos
son dos de los versículos emblemáticos que anuncian la Redención
Final y la Era Mesiánica. Nuestra transición de los espejismos de
fantasías e ilusiones de ego hacia los modos y atributos de Amor
comienza con oír (entender) y
apegar nuestros corazones al Creador. Aquí nuestra verdadera vida
comienza a trascender a través del Pacto eterno de vivir en el Amor
de Dios, que se hace manifiesto como el firme y constante bien
proveniente de la amorosa bondad.
Este
determinado y comprometido Amor es la causa, el medio, el propósito
y la finalidad de la conciencia mesiánica representada por el rey
David como la regencia de Amor en todos los
aspectos y dimensiones de la vida.
“Ah,
llamas a una nación que no conoces. Y una nación que no te conoce
corre a ti, por el amor del Eterno tu Dios y por el Sagrado de
Israel, porque Él te ha glorificado. Busca al Eterno mientras sea
encontrado, llámalo mientras está cerca.”
(55:5-6)
La
conciencia mesiánica es el prometido nuevo conocimiento permanente
que nos embarca hacia el viaje sin fin de conocer al Creador. Esta
nación que no conocemos y que tampoco nos conoce guiará nuestra
conciencia por el Amor (“en nombre”)
de Dios y de Su Amor por Israel, la nación
elegida que Él ha glorificado.
Israel es
mencionado otra vez como símbolo de los potenciales creativos positivos
destinados a dirigir y conducir todos los niveles y dimensiones de la
conciencia. Así nos damos cuenta que perseguir el bien es el camino
para buscar a Dios , la manera de llamarlo,
el medio y la cercanía para encontrarlo.