“¿Y
de quién te has asustado y tenido miedo, que has mentido y no Me has recordado, ni lo
has tenido en tu corazón? ¿Acaso no He guardado silencio, y por mucho tiempo, que no Me has temido? Yo declaro por tu rectitud y por tus obras, estas de nada te aprovecharán.” (Isaías 57:11-12)
Dios nos pregunta a quiénes hemos dedicado nuestra vida, a quiénes reverenciamos, respetamos, obedecemos, servimos y tememos. ¿Cuáles son esos deseos, ideas, creencias, modas, tendencias que perseguimos y que consideramos más importantes para amar y apreciar en vez de nuestro Creador? Él nos recuerda Su silencio como una respuesta a las decisiones negativas que hemos estado tomando por largo tiempo.
Dios nos dio libre albedrío para elegir, pero deliberadamente rechazamos los caminos y atributos que sustentan y realzan nuestra existencia. Este es unos de los significados de no tenerle “temor” a Él.
En este contexto “temor” es reconocimiento, aceptación, aprecio, y lo que estos implican son reverencia, respecto y admiración. Así comprendemos el “temor” a nuestro Creador. Los caminos y atributos de Dios son la rectitud que Él declara como nuestra esencia y verdadera identidad, opuestas a nuestras fantasías y ilusiones materialistas. Estas últimas son los campos de los que jamás obtenemos ganancias.
“Cuando clames, que tus ídolos te libren. Y el viento se los lleva a todos, junto con la vanidad. Y el que confía en Mí hereda la tierra y posee Mi montaña sagrada. Y dirá: Levantad, Levandad, preparad un camino, levantad el obstáculo del camino de Mi pueblo.” (57:13-14)
Dios nos desafía a confiar en nuestras propias invenciones, concepciones y creencias como ídolos que creamos con nuestras manos, y con la esperanza de que nos libren de las tinieblas en las que nos metemos. El Creador nos recuerda que nuestras vanidades son efímeras y pasajeras como hojas sopladas por el viento, a diferencia de los modos y atributos de Amor.
Estos son los valores y principios para confiar en la providencia de Dios, la tierra que heredamos y el sagrado principio (Su “montaña sagrada”) de nuestra conexión permanente con Él.
Dios nuevamente reafirma Su Redención pidiéndonos que despertemos de nuestro largo sueño con fantasías e ilusiones de ego, y levantarnos para preparar la entrada a la Era Mesiánica. Para esto debemos remover la roca que contiene todos los obstáculos que nos impiden vivir nuestra esencia y verdadera identidad como el pueblo de Dios.
“Porque así dijo el Alto y Elevado, que habita en la eternidad, y sagrado es Su Nombre: 'Yo habito en lo alto y elevado, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para revivir el espíritu de los humildes, y para revivir el corazón de los quebrantados'. Porque no tengo que contender para siempre, ni para siempre Me he de enojar, porque decaería ante Mí el espíritu y las almas que Yo he creado.” (57:15-16)
El Profeta nos destaca atributos específicos de Dios en esta declaración en particular. Alto, elevado, eterno, sagrado en Su Nombre, como rasgos trascendentales a los que debemos ascender. Esto lo hacemos dejando detrás y debajo lo inferior, lo efímero y lo profano en nuestra conciencia.
Así comprenderemos la declaración siguiente relacionada con la humildad y el resurgimiento de nuestra amorosa esencia e identidad. Necesitamos ascender a los modos y atributos de Amor, para también alcanzar el Amor de Dios como nuestro nexo eterno con Él.
Dios nos creó y conoce nuestras flaquezas y debilidades, de ahí que Su enojo no es de siempre y Su Amor nunca está ocultado.
“A causa de la iniquidad de su codicia Me enojé y lo golpeé, escondiéndome indignado. Él prosigue desviándose por el camino de su corazón. He visto sus caminos y he de sanarlo. Lo he de guiar y traerle consuelo para él y para sus enlutados.” (57:17-18)
Una vez más debemos enfatizar que el “enojo” de Dios es una metáfora de nuestra separación de Sus caminos y atributos. En este sentido de hecho Él está enojado por nuestras decisiones y deseos negativos. Cuando decidimos vivir en las fantasías e ilusiones de ego nos separamos de los modos y atributos de Amor.
Al vivir separados del bien de Amor, también le damos la espada al Amor de Dios, que a pesar de ello y en Su compasión espera nuestro retorno a Sus caminos. En estos somos sanados. En el bien que Él quiere que elijamos nos consuela por el dolor y sufrimiento (“los dolientes”) que infligimos en nosotros mismos.
“Yo creo el fruto de los labios: Paz, paz, para el que está lejos y para el que está cerca. Y Yo lo he sanado, dijo el Eterno. Y el malvado es como el mar agitado, porque no puede descansar y sus aguas arrojan barro y lodo.” (57:19-20)
¡Que hermosa y poética introducción para la paz! Dios crea el “fruto de los labios”. Nuestros Sabios traducen esta frase como palabras de plegaria, explicando que Dios nos creó para alabarlo. Dios quiere que pidamos paz y persigamos paz como el conocimiento de nuestra entereza y unidad con Él. Paz para todos, para el que está cerca y para el que está lejos, porque Dios ya nos ha sanado con Su Amor.
Logramos esta entereza, como mencionamos arriba, ascendiendo a Dios a través de la humildad. Esta, opuesta a la soberbia que nos mantiene debajo y sometidos a las tendencias y rasgos negativos de las fantasías e ilusiones de ego.
Estos son los rasgos y tendencias de los malvados, y también su agitación e intranquilidad de las que surgen la iniquidad y la destrucción (barro y lodo). En este sentido comprenderemos el versículo que sigue.
“No hay paz, dice mi Dios, para los malvados.” (57:21)
Dios nos pregunta a quiénes hemos dedicado nuestra vida, a quiénes reverenciamos, respetamos, obedecemos, servimos y tememos. ¿Cuáles son esos deseos, ideas, creencias, modas, tendencias que perseguimos y que consideramos más importantes para amar y apreciar en vez de nuestro Creador? Él nos recuerda Su silencio como una respuesta a las decisiones negativas que hemos estado tomando por largo tiempo.
Dios nos dio libre albedrío para elegir, pero deliberadamente rechazamos los caminos y atributos que sustentan y realzan nuestra existencia. Este es unos de los significados de no tenerle “temor” a Él.
En este contexto “temor” es reconocimiento, aceptación, aprecio, y lo que estos implican son reverencia, respecto y admiración. Así comprendemos el “temor” a nuestro Creador. Los caminos y atributos de Dios son la rectitud que Él declara como nuestra esencia y verdadera identidad, opuestas a nuestras fantasías y ilusiones materialistas. Estas últimas son los campos de los que jamás obtenemos ganancias.
“Cuando clames, que tus ídolos te libren. Y el viento se los lleva a todos, junto con la vanidad. Y el que confía en Mí hereda la tierra y posee Mi montaña sagrada. Y dirá: Levantad, Levandad, preparad un camino, levantad el obstáculo del camino de Mi pueblo.” (57:13-14)
Dios nos desafía a confiar en nuestras propias invenciones, concepciones y creencias como ídolos que creamos con nuestras manos, y con la esperanza de que nos libren de las tinieblas en las que nos metemos. El Creador nos recuerda que nuestras vanidades son efímeras y pasajeras como hojas sopladas por el viento, a diferencia de los modos y atributos de Amor.
Estos son los valores y principios para confiar en la providencia de Dios, la tierra que heredamos y el sagrado principio (Su “montaña sagrada”) de nuestra conexión permanente con Él.
Dios nuevamente reafirma Su Redención pidiéndonos que despertemos de nuestro largo sueño con fantasías e ilusiones de ego, y levantarnos para preparar la entrada a la Era Mesiánica. Para esto debemos remover la roca que contiene todos los obstáculos que nos impiden vivir nuestra esencia y verdadera identidad como el pueblo de Dios.
“Porque así dijo el Alto y Elevado, que habita en la eternidad, y sagrado es Su Nombre: 'Yo habito en lo alto y elevado, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para revivir el espíritu de los humildes, y para revivir el corazón de los quebrantados'. Porque no tengo que contender para siempre, ni para siempre Me he de enojar, porque decaería ante Mí el espíritu y las almas que Yo he creado.” (57:15-16)
El Profeta nos destaca atributos específicos de Dios en esta declaración en particular. Alto, elevado, eterno, sagrado en Su Nombre, como rasgos trascendentales a los que debemos ascender. Esto lo hacemos dejando detrás y debajo lo inferior, lo efímero y lo profano en nuestra conciencia.
Así comprenderemos la declaración siguiente relacionada con la humildad y el resurgimiento de nuestra amorosa esencia e identidad. Necesitamos ascender a los modos y atributos de Amor, para también alcanzar el Amor de Dios como nuestro nexo eterno con Él.
Dios nos creó y conoce nuestras flaquezas y debilidades, de ahí que Su enojo no es de siempre y Su Amor nunca está ocultado.
“A causa de la iniquidad de su codicia Me enojé y lo golpeé, escondiéndome indignado. Él prosigue desviándose por el camino de su corazón. He visto sus caminos y he de sanarlo. Lo he de guiar y traerle consuelo para él y para sus enlutados.” (57:17-18)
Una vez más debemos enfatizar que el “enojo” de Dios es una metáfora de nuestra separación de Sus caminos y atributos. En este sentido de hecho Él está enojado por nuestras decisiones y deseos negativos. Cuando decidimos vivir en las fantasías e ilusiones de ego nos separamos de los modos y atributos de Amor.
Al vivir separados del bien de Amor, también le damos la espada al Amor de Dios, que a pesar de ello y en Su compasión espera nuestro retorno a Sus caminos. En estos somos sanados. En el bien que Él quiere que elijamos nos consuela por el dolor y sufrimiento (“los dolientes”) que infligimos en nosotros mismos.
“Yo creo el fruto de los labios: Paz, paz, para el que está lejos y para el que está cerca. Y Yo lo he sanado, dijo el Eterno. Y el malvado es como el mar agitado, porque no puede descansar y sus aguas arrojan barro y lodo.” (57:19-20)
¡Que hermosa y poética introducción para la paz! Dios crea el “fruto de los labios”. Nuestros Sabios traducen esta frase como palabras de plegaria, explicando que Dios nos creó para alabarlo. Dios quiere que pidamos paz y persigamos paz como el conocimiento de nuestra entereza y unidad con Él. Paz para todos, para el que está cerca y para el que está lejos, porque Dios ya nos ha sanado con Su Amor.
Logramos esta entereza, como mencionamos arriba, ascendiendo a Dios a través de la humildad. Esta, opuesta a la soberbia que nos mantiene debajo y sometidos a las tendencias y rasgos negativos de las fantasías e ilusiones de ego.
Estos son los rasgos y tendencias de los malvados, y también su agitación e intranquilidad de las que surgen la iniquidad y la destrucción (barro y lodo). En este sentido comprenderemos el versículo que sigue.
“No hay paz, dice mi Dios, para los malvados.” (57:21)