“El justo perece y no hay quien se preocupe. Los
hombres piadosos son recogidos y nadie entiende que los justos son sacados para
ser librados del mal. Él [justo] entra en la paz,
descansan en sus lechos los que andan derecho.” (Isaías 57:1-2)
Dios llama nuestra atención nuevamente para hacernos
conscientes de los peligros de la indiferencia. Hemos visto el bien desaparecer
de la conciencia colectiva de la humanidad. Vemos más maldad y odio que bondad
y amor, y el egoísmo se ha convertido el paradigma en las naciones más
civilizadas.
El Creador nos recuerda en estos versículos que el propósito de la
humanidad es emular Sus camino y atributos, de los cuales Él nos ha creado y
formado nuestra conciencia colectiva. De ahí que no permitirá que tendencias y
rasgos negativos dominen permanentemente la vida en el mundo material.
Dios señala Su plan para hacer que el bien prevalezca
eternamente, recogiendo lo bueno en cada uno con el fin de separarlo
permanentemente de lo malo. En el bien todos entran y habitan en paz, y
descansan tranquilos. Esta es la premisa y el preámbulo para vivir en lo
derecho de Sus caminos y atributos que Él revelará plenamente en la Era
Mesiánica.
“Y venid acá hijos de hechicera,
descendientes de adúltero y ramera, y también tú que prostituye. ¿De quién os presumís? ¿Contra quién abrís la boca y
sacáis la lengua? ¿No sois vosotros hijos de transgresión, descendientes de la falsedad?” (57:3-4)
Dios también señala metafóricamente los orígenes de las
tendencias y rasgos negativos impulsados por lo negativo en las fantasías e
ilusiones de ego, las cuales corrompen lo que es bueno en la vida. Las
convertimos en los objetos de nuestros deseos que nos hacen creer que son el
único propósito en la vida. Presumimos de ellas y por ellas, alardeando en
arrogancia qué tanto las poseemos, aún a sabiendas de que son transgresiones
producto de lo que es falso.
“Vosotros que os ardéis entre los robles, bajo
todo árbol frondoso; que sacrificáis los niños en los arroyos, debajo de las hendiduras de las peñas? Entre las piedras lisas del
arroyo está tu parte. Ellas, ellas son tu porción. También para
ellas has derramado libación, has traído ofrenda de elevación. ¿He de complacerme por estas cosas? (57:5-6)
Dios hace referencia a árboles como objetos y símbolos de
idolatría en los tiempos de Sus Profetas. Ofrendas para ídolos a cambio de
placeres sensuales y dominio social, a expensas de la sangre de sus niños,
entregados como sacrificios.
También podemos entender a los niños como expresiones
de nuestra conciencia que sometemos a un estilo de vida materialista,
representado por arroyos y hendiduras de rocas.
Estas rocas, aun estando suavemente pulidas, se
convierten en nuestra porción de la vida. Las hacemos altares donde derramamos
libaciones, y traemos ofrendas, poniendo nuestra
conciencia bajo la idolatría y servidumbre de las fantasías e ilusiones de ego.
De ahí que Dios nos pregunte si creemos que Él está complacido por nuestras
decisiones negativas.
“Sobre un monte alto y elevado has puesto tu
cama, allí también subiste a elevar ofrendas. Detrás de las puertas y los umbrales has puesto tu señal. Te has descubierto para alguien fuera de Mí, y has subido. Has ensanchado tu cama y te has echo para ti un
pacto con ellos. Has amado su cama donde tú has cosechado.” (57:7-8)
La metáfora continúa diciéndonos que hemos establecido
nuestras creencias, principios y valores negativos (la montaña alta y elevada)
como la cama donde continuamos dormidos en nuestras propias fantasías e
ilusiones materialistas, hacia las cuales dedicamos lo bueno que hay en nuestra
vitalidad. Dentro de la casa que representa nuestra conciencia establecemos
nuestros deseos dedicados a algo distinto a los atributos y caminos del Creador.
Elevamos en ofrenda los objetos de nuestro egoísmo,
ensanchamos nuestra adicción a ellos, y hasta establecemos con estos un pacto duradero. Acabamos inclusive amando lo que cosechamos de ellos, el resultado
de fantasías e ilusiones.
“Has ido al rey ungiéndote y multiplicado tus perfumes, has enviado lejos a tus emisarios, y has descendido
envilecido a la tumba. En lo largo de tu camino has laborado, y no has
dicho 'Es en vano'. Hallaste fuerza en tu
mano, y no te has desmayado.” (57:9-10)
Más referencias a la arrogancia con la que alardeamos
vanidades (“perfumes”), rechazando los rasgos y cualidades que definen
nuestra esencia y verdadera identidad (“nuestros emisarios”), descendiendo a las tumbas de fantasías e ilusiones
intrascendentes.
Dedicamos nuestra vida a trabajar por los espejismos de la
sociedad de consumo y por falsos valores y creencias, negando lo vano de sus
propósitos. A pesar de los esfuerzos y empeños necesarios para servir a estos
ídolos, aún así no desfallecemos en nuestra determinación de vivir para ellos y
morir por ellos.