“¿Quién
es este que viene de Edom,
con
vestiduras teñidas de Basora [Babilonia]?
¿Este
que es glorioso en Su ropaje, viajando en la abundancia de Su poder?
Yo
el que habla en rectitud, poderoso para redimir. ¿Por qué rojo Tu
ropaje, y Tus vestiduras como en un tonel de vino?”
(63:1-2)
El Profeta reconoce el dominio de Dios sobre Su Creación, y da más claridad acerca de Su Redención. Edom espera ser redimido, ya que toda la humanidad espera la Redención de Dios. Edom es el antagonista y verdugo de su hermano gemelo, Jacob. El Profeta ve cumplida la promesa de Dios de transformar la conciencia humana, eliminando las tendencias y rasgos negativos representados por Edom. Aquí Basora, la antigua capital de Babilonia representa nuestro exilio material y espiritual del que Dios prometió redimirnos.
La visión de Isaías es una alegoría de Dios como un poderoso guerrero solitario que mata a Edom, y sus ropas se tiñieron con su sangre. Dios elimina el mal de la faz de la tierra y de la conciencia humana, pero debemos ser conscientes de que depende de nosotros completar el proceso. Dios no impone Su voluntad sobre nosotros, y hace que esta dependa de nosotros. Nuestro exilio en Egipto es un ejemplo, cuando según nuestra tradición oral solamente el 20% de los hijos de Israel eligieron dejar su esclavitud.
El Creador responde a Isaías que rectitud es nuestra Redención como el bien moral inherente al Amor de Dios. Las “vestiduras” de Dios se vuelven rojas similares al vino, como la conciencia transformada que Él prometió. El rojo púrpura de realeza de los modos y atributos de Amor, como los destinados a regir en la conciencia humana.
“He pisado las uvas en el lagar por Mí mismo, y de los pueblos nadie estuvo conmigo. Y Yo los pisé en Mí, y los pisoteé en Mi furor. Rociada está su fortaleza en Mis vestiduras, y todo Mi ropaje Yo he teñido.” (63:3)
Un lagar como el poder transformador de la Redención de Dios nos dice que el propósito de un viñedo es que sus uvas sean pisadas para hacerlas vino, simbolizando la culminación de nuestro destino en el mundo material. Estamos destinados a transformar nuestra conciencia en el bien del cual nos creó el Amor de Dios para también manifestarlo en lo que somos, tenemos y hacemos.
El bien proveniente de Dios no cohabita ni se asocia con tendencias y rasgos negativos representados por las gentes de las “naciones”, los descendientes de Edom. Dios solo es el que los somete al bien como resultado de Su “furor”. La fortaleza de nuestras tendencias negativas se vuelve parte de la voluntad de Dios, representada por Sus “vestiduras”.
“Porque el día de venganza está en Mi corazón, y el año de Mis redimidos ha llegado. Y Yo miro atentamente, y no hay nadie que ayude. Y estoy asombrado de que nadie ayude. Y Mi propio brazo Me da Redención. Y Mi furor es el que Me ha ayudado. Y Yo piso pueblos [en] Mi ira, y los hago embriagar en Mi furor, y tumbo a la tierra la fortaleza de ellos.” (63:4-6)
El Amor de Dios desea nuestra Redención Final que Él ha decretado. Dios espera que retornemos a Sus caminos y atributos como nuestro nexo común con Él. No estamos haciendo nuestra parte para ayudar a traer a nuestra tierra nuestros dispersos y perdidos en el tiempo y en el mundo.
Nuestra separación y distancia son el furor y la ira de Dios, y las tendencias negativas de ego nos embriagan alejándonos aún más de Él. Dios derriba hasta el suelo nuestra soberbia y arrogancia, haciéndonos lo suficientemente humildes para convertirnos en las vasijas vacías donde llenará Su prometida conciencia mesiánica.
“Yo proclamo los actos de amorosa bondad del Eterno, las alabanzas del Eterno, de acuerdo a todo lo que el Eterno ha hecho por nosotros. Y el abundante bien de la casa de Israel que Él ha hecho por ellos, según Sus compasiones y según la abundante amorosa bondad de Sus actos.” (63:7)
En este versículo el Profeta destaca dulcemente el bien que el Amor de Dios otorga al pueblo judío, ya que el bien es nuestro nexo común con Él. De ahí que el versículo hable del bien en la casa de Israel, que nosotros como judíos debemos reconocer como parte de nuestra esencia y verdadera identidad.
El Profeta reconoce el dominio de Dios sobre Su Creación, y da más claridad acerca de Su Redención. Edom espera ser redimido, ya que toda la humanidad espera la Redención de Dios. Edom es el antagonista y verdugo de su hermano gemelo, Jacob. El Profeta ve cumplida la promesa de Dios de transformar la conciencia humana, eliminando las tendencias y rasgos negativos representados por Edom. Aquí Basora, la antigua capital de Babilonia representa nuestro exilio material y espiritual del que Dios prometió redimirnos.
La visión de Isaías es una alegoría de Dios como un poderoso guerrero solitario que mata a Edom, y sus ropas se tiñieron con su sangre. Dios elimina el mal de la faz de la tierra y de la conciencia humana, pero debemos ser conscientes de que depende de nosotros completar el proceso. Dios no impone Su voluntad sobre nosotros, y hace que esta dependa de nosotros. Nuestro exilio en Egipto es un ejemplo, cuando según nuestra tradición oral solamente el 20% de los hijos de Israel eligieron dejar su esclavitud.
El Creador responde a Isaías que rectitud es nuestra Redención como el bien moral inherente al Amor de Dios. Las “vestiduras” de Dios se vuelven rojas similares al vino, como la conciencia transformada que Él prometió. El rojo púrpura de realeza de los modos y atributos de Amor, como los destinados a regir en la conciencia humana.
“He pisado las uvas en el lagar por Mí mismo, y de los pueblos nadie estuvo conmigo. Y Yo los pisé en Mí, y los pisoteé en Mi furor. Rociada está su fortaleza en Mis vestiduras, y todo Mi ropaje Yo he teñido.” (63:3)
Un lagar como el poder transformador de la Redención de Dios nos dice que el propósito de un viñedo es que sus uvas sean pisadas para hacerlas vino, simbolizando la culminación de nuestro destino en el mundo material. Estamos destinados a transformar nuestra conciencia en el bien del cual nos creó el Amor de Dios para también manifestarlo en lo que somos, tenemos y hacemos.
El bien proveniente de Dios no cohabita ni se asocia con tendencias y rasgos negativos representados por las gentes de las “naciones”, los descendientes de Edom. Dios solo es el que los somete al bien como resultado de Su “furor”. La fortaleza de nuestras tendencias negativas se vuelve parte de la voluntad de Dios, representada por Sus “vestiduras”.
“Porque el día de venganza está en Mi corazón, y el año de Mis redimidos ha llegado. Y Yo miro atentamente, y no hay nadie que ayude. Y estoy asombrado de que nadie ayude. Y Mi propio brazo Me da Redención. Y Mi furor es el que Me ha ayudado. Y Yo piso pueblos [en] Mi ira, y los hago embriagar en Mi furor, y tumbo a la tierra la fortaleza de ellos.” (63:4-6)
El Amor de Dios desea nuestra Redención Final que Él ha decretado. Dios espera que retornemos a Sus caminos y atributos como nuestro nexo común con Él. No estamos haciendo nuestra parte para ayudar a traer a nuestra tierra nuestros dispersos y perdidos en el tiempo y en el mundo.
Nuestra separación y distancia son el furor y la ira de Dios, y las tendencias negativas de ego nos embriagan alejándonos aún más de Él. Dios derriba hasta el suelo nuestra soberbia y arrogancia, haciéndonos lo suficientemente humildes para convertirnos en las vasijas vacías donde llenará Su prometida conciencia mesiánica.
“Yo proclamo los actos de amorosa bondad del Eterno, las alabanzas del Eterno, de acuerdo a todo lo que el Eterno ha hecho por nosotros. Y el abundante bien de la casa de Israel que Él ha hecho por ellos, según Sus compasiones y según la abundante amorosa bondad de Sus actos.” (63:7)
En este versículo el Profeta destaca dulcemente el bien que el Amor de Dios otorga al pueblo judío, ya que el bien es nuestro nexo común con Él. De ahí que el versículo hable del bien en la casa de Israel, que nosotros como judíos debemos reconocer como parte de nuestra esencia y verdadera identidad.