“Por
amor a Sión Yo no callo, y por amor a Jerusalén Yo no descanso
hasta que su rectitud salga como resplandor, y su redención como una
antorcha ardiente.”
(Isaías
62:1)
La
promesa de Dios de transformar la conciencia humana es inevitable.
Recordemos que Jerusalén es el conocimiento de nuestra conexión
permanente con el Creador. También sabemos que logramos este
conocimiento haciendo que la rectitud de Amor sea la única guía y
conducción de todos los aspectos y dimensiones de la conciencia.
La
rectitud de Amor es la Luz que ilumina nuestra Redención como el
fuego eterno del Amor de Dios.
No
importa que tan bajo caigamos bajo el predicamento negativo de las
fantasías e ilusiones de ego, nunca perdamos vista de Amor como el
sendero y el medio para retornar al bien perdido que añoramos como
nuestra libertad y Redención. La única condición de Dios para que
regresemos a Sus caminos es abrazar la rectitud, ya que esta también
es parte de nuestro nexo común con Su Amor.
“Y
las naciones han visto tu rectitud, y todos los reyes tu honor. Y Él
te da un nuevo nombre que declara la boca del Eterno. Y tú has sido
una corona de esplendor en la mano del Eterno, y una diadema de
realeza en la mano de tu Dios.”
(62:2-3)
Amor
es el ejemplo, la instrucción y el maestro. Así las tendencias y
rasgos negativos en la conciencia deben seguir la rectitud de los
modos y atributos de Amor. En estos versículos vemos que las
naciones que representan los aspectos negativos de la conciencia
están destinadas a aprender de nuestra rectitud como parte
fundamental de los aspectos positivos representados por Israel.
Tal
como hemos indicado a menudo, “reyes”
representan
principios, valores y creencias dominantes que también honrarán la
rectitud con la que los modos y atributos de Amor conducirán todas
las dimensiones de la vida. Dios reafirma otra vez que Jerusalén
tendrá un nuevo nombre.
Esto
quiere decir que la manera actual como nos acercamos y relacionamos
con Dios será diferente, teniendo en cuenta que nuestra “nueva”
conciencia
(la
conciencia Mesiánica)
se
manifestará sin nada contrario a los modos y atributos de Amor.
El
Amor de Dios se va a relacionar con nuestro Amor mediante maneras que
no podemos concebir con nuestra actual conciencia dualista y
fraccionada. Este nuevo nombre definirá nuestra nueva identidad
material y espiritual que Dios eleva a un esplendor de realeza que
solamente Su mano (Su Amor) puede
dar.
“De
ti no se te dice '¡Abandonada!',
y
de tu tierra no habrá dicho nunca más
'Desolada'.
Porque
por ti se clama
'Mi
deleite está en ella',
y
de tu tierra [se
clama]
'Casada'.
Porque
el Eterno se ha deleitado en ti, y tu tierra está casada. Así
[como]
un
joven desposa una virgen, tus constructores se casan contigo. Como la
dicha de un novio por una novia,
regocíjate
por tu Dios.”
(62:4-5)
Bajo
la regencia de Amor nuestra conciencia jamás es abandonada, porque
Amor nos pertenece como nuestra esencia y verdadera identidad que
proviene del Amor de Dios.
Nuestra
tierra es nuestra vida material que nunca es desolada o destruida
bajo la conducción de los modos y atributos de Amor.
Nuestra
dicha y felicidad están en el deleite de vivir nuestra conexión con
Dios. De ahí que Jerusalén sea nuestro deleite cuando nos hacemos
conscientes de nuestro nexo con eterno con el Amor de Dios, con el
cual estamos casados.
El
Amor de Dios y nuestro Amor morarán en matrimonio eterno. Será el
matrimonio más feliz de todos, porque estamos casados con el más
grande Amor de todos.