“Heno, nardo, nardo y azafrán, caña y canela,
con todos los árboles de sándalo, mirra y sábila, con todas las especias
esenciales. Un manantial de huerto, una fuente de aguas vivas, y arroyos del
Lebanón. ¡Despierta, oh [viento del] norte, y ven oh [viento del] sur! Haz que
mi huerto respire, sus especias emanen. ¡Que mi Amado venga a Su huerto, y coma
su fruto precioso!” (Cantar de los Cantares 4:14-16)
La conciencia mesiánica estará unida
permanentemente al amor de Dios, tal como ocurre en la cámara interior del
Tabernáculo, donde las especias, perfumes y fragancias esenciales son quemadas
como el incienso que simboliza el nexo eterno de Israel con Dios. Estas emanan
de los huertos y jardines de la prometida nueva conciencia de vida eterna en
las aguas vivas de este nexo, simbolizado otra vez como el Lebanón.
Todos los aspectos, niveles y dimensiones de
la conciencia fluirán en dirección de los modos y atributos de amor, como los
vientos de soplan del norte y del sur. Ambos representan la dualidad de mal y
bien, que en la redención final se desplazarán en todas las direcciones en
busca del conocimiento de Dios y Su amor.
Este es el huerto donde la redención de
Israel espera el amor de Dios para entrar juntos a las delicias de la nueva
conciencia que caracterizará a la era mesiánica.
“He venido a Mi huerto, Mi hermana esposa. He
recogido Mi mirra y Mi especia. He comido Mi panal con Mi miel. He bebido Mi
vino con Mi leche. ¡Comed, amigos; bebed en abundancia, amados!” (5:1)
Este versículo está conectado con el anterior
en el capítulo pasado, ya que están relacionados en contenido y en contexto.
Dios responde a la invitación de acudir a su huerto escondido, y la acoge como
Su esposa y socia para el mundo material.
En esta mutua compenetración entre los dos
amores, las delicias de la Torá son como miel, vino y leche, compartidos con
amigos. Estos últimos son las naciones también redimidas de sus inherentes
tendencias y rasgos negativos, ahora viviendo por los senderos de la conciencia
mesiánica que el Creador hereda a Israel. Así se cumple Su promesa para entrar
a una nueva era para la humanidad en el mundo.
“Yo [estaba] dormida, pero mi corazón
[estaba] despierto. ¡El sonido de mi Amado tocando [a mi portal]! 'Ábreme a Mí,
Mi amada; Mi paloma, Mi perfecta. Porque Mi cabeza está [con] rocío, Mis
cabellos [con] las gotas de la noche'. Yo ya me he quitado mi túnica, ¿me la he
de poner? He lavado mis pies, ¿me los habré de ensuciar? Mi Amado metió Su mano
en el portal, y mis entrañas se agitan por Él. Me levanté para abrir a mi
Amado, y mis manos derramaban mirra, mis dedos fluían con mirra en la
cerradura. Abrí a mi Amado, pero mi Amado se volvió y se fue. Mi alma se fue
cuando hablaba. Lo busqué pero no lo encontré. Lo llamé, pero Él no me
respondió.” (5:2-6)
Israel como el ser consciente está dormida en
el predicamento negativo de las fantasías e ilusiones de ego. Dios llama a la
esencia, identidad y verdad de Israel, que conforman Su amada, Su paloma, Su
perfecta, y que son el nexo de Sus modos y atributos. Dios busca a Israel para
traerla de vuelta a Sus senderos, y hace Su llamado en la oscuridad (“la
noche”) del exilio.
De manera figurativa el Creador baja a las
tinieblas “bajo el rocío y la lluvia de la noche”.
“Y en su aflicción [de Su pueblo Israel] Él
[también] estaba afligido, y el ángel de Su presencia los redimió. En Su amor y
Su compasión Él los redimió, y Él los concibió, y los cargó todos los días del
mundo.” (Isaías 63:9)
Y en la Torá el Creador lo anticipa.
“Y el Eterno vendrá a tu cautiverio, con
compasión de ti. Y vendrá y te recogerá de entre todos los pueblos de donde el
Eterno tu Dios te ha dispersado.” (Deuteronomio 30:3)
Israel duerme en el exilio de las fantasías e
ilusiones materialistas, luego de quitarse la túnica de su verdadera identidad.
En su sueño paralizante tiene dificultad para regresar a ella misma. Su
desnudez refleja su alienación y asimilación entre las naciones.
Inclusive
regresar a Dios es un esfuerzo pesado y molesto, porque vive la futilidad y
desolación de la pérdida de su ser real, similar a lavarse los pies como un
cambio en la dirección y propósito de su vida.
Sin embargo el corazón de Israel como su amor
por Dios sigue despierto a pesar de vivir en la vanidad y el vacío de los
deseos materialistas de ego. Ella oye (entiende) y siente (debido a su
conocimiento) el amor de Dios cerca de ella, tocando a su puerta. El corazón
despierto la hace levantar de su sueño y camina para abrazar Su afecto que
trata de venir a ella.
Ella sabe que el llamado del Creador mediante
Su amor existe siempre y en todo lugar, sin importar qué tan oscura pueda ser
la fantasía, ilusión o espejismo. Este conocimiento es sentido por cada fibra
del cuerpo de Israel, el cual abarca todo el pueblo judío y su nación.
Israel responde con sus ofrendas al Templo ya destruido por su elección de
vivir en el lado oscuro de la conciencia humana. Las ofrendas con su incienso
de espacias, fragancias y perfumes, que simbolizan su nexo permanente con Dios,
hacen que Él abandone su puerta.
Estas ofrendas están contaminadas por su
negligencia a abandonar las fantasías e ilusiones negativas que ella sabe no
son compatibles con los caminos y atributos del Creador. Estas son opuestas a
la esencia que ella comparte con el amor de Dios.