“Tú eres completamente hermosa, amada Mía, y no hay tacha en ti. Conmigo desde el Lebanón, O esposa. Conmigo desde el Lebanón. Observa desde la cima del Amaná, desde la cima del Senir y del Hermón, desde los refugios de los leones, desde las montañas de los leopardos. Tú has cautivado a Mi corazón, Mi hermana, oh esposa. Tú has cautivado a Mi corazón con uno de tus ojos, con una de las cuentas de tu collar.” (El Cantar de los Cantares 4:7-9)
En esta compenetración no hay mancha en Israel, porque su amor es puro y sagrado como el amor de Dios proveniente de la blanca (Lebanón) pureza del Templo de Jerusalén.
Desde este sublime nivel de conciencia, cada concepción, idea, pensamiento, emoción, sentimiento y expresión pasional, son como las montañas, altas y por encima su básica tendencia natural. Allá en esas cimas elevamos nuestras fuerzas vitales e instintos que nos mueven como leones y leopardos que igualmente representan fortaleza, agilidad, belleza y majestad.
Desde este sublime nivel de conciencia, cada concepción, idea, pensamiento, emoción, sentimiento y expresión pasional, son como las montañas, altas y por encima su básica tendencia natural. Allá en esas cimas elevamos nuestras fuerzas vitales e instintos que nos mueven como leones y leopardos que igualmente representan fortaleza, agilidad, belleza y majestad.
El Creador se deleita en el bien inherente a las cualidades y rasgos de Israel, que construyen un lugar en la conciencia humana para manifestar Sus caminos y atributos, en cada faceta y dimensión de la vida en el mundo material. Así Israel, como la esposa de Dios, realiza su misión como Su socia en la creación.
El ojo de Israel procura hacer prevalecer la voluntad de Dios en el mundo, y hasta una sola de sus cualidades (“una cuenta de su collar”) apuntan hacia los senderos que Dios quiere que la humanidad camine.
El ojo de Israel procura hacer prevalecer la voluntad de Dios en el mundo, y hasta una sola de sus cualidades (“una cuenta de su collar”) apuntan hacia los senderos que Dios quiere que la humanidad camine.
“¡Cuán hermosos han sido tus amores, Mi hermana esposa! ¡Cuán buenos tus amores, [que] han sido mejores que el vino. Y la fragancia de tus unciones [mejores] que todos los perfumes! ¡La dulzura brota de tus labios, oh esposa! Miel y leche debajo de tu lengua. Y la fragancia de tus vestiduras como la fragancia del Lebanón. Un huerto cerrado es Mi hermana esposa, un manantial cerrado, una fuente sellada. Tus retoños son un huerto de granadas con preciosos frutos.” (4:10-13)
El Creador prosigue elogiando la esencia y verdadera identidad de Israel, y el bien proveniente de sus contribuciones a la humanidad, como Su socia (“Mi hermana esposa”) para el mundo material. Estas son mejores que los placeres sensuales efímeros, disfrutados por las emociones surgidas del vino, los perfumes y las fragancias.
El amor de Dios evoca con poesía la dulzura del bien de los principios éticos y morales derivados de Su Torá, enseñados por Israel a las naciones. Las delicias de los modos y atributos de amor son vistos y vividos como la identidad de Israel, reflejada por la fragancia de sus vestiduras, emanada de su nexo permanente (el Templo de Jerusalén) con el amor de Dios.
Dios describe la esencia de Israel como un huerto, manantial y fuente ocultados para las naciones como rasgos inferiores y tendencias negativas de las fantasías e ilusiones de ego. En este huerto cerrado, manantial y fuente hacen crecer granadas con frutos preciosos. Otra vez vemos a estos últimos como metáforas de los mandamientos de Dios en este huerto esplendoroso y oculto.
Este huerto cerrado con manantiales y fuentes son el paraje y entorno de la conciencia mesiánica a ser revelada en la redención final de Israel. En esta nueva conciencia el mal no existe, y solamente el bien de los modos y atributos de amor como principios regidores y conductores que guiarán a la humanidad hacia el único interés del corazón humano.
El Creador promete a Israel revelar inclusive la luz ocultada que no podemos ver en la oscuridad.
“Y Yo te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas ocultas de los lugares sellados, para que sepas que Yo soy el Eterno, que te llama por tu nombre. Sí, el Dios de Israel.” (Isaías 45:3)
Las granadas y frutos preciosos que cosecharemos en ese paraíso ocultado de la conciencia mesiánica estarán más allá de toda descripción o comprensión humana actual.