“Tus dos pechos [son] como dos cervatillos, gemelos de
una gacela. Tu cuello [es] como una torre de marfil. Tus ojos [son como las]
albercas en Jeshbón, allende el portal de las hijas de una multitud. Tu nariz
[es] como una torre del Lebanón frente al Damasco. Tu cabeza sobre ti [es] como
[el monte] Carmelo, y el cabello de tu cabeza [es] como púrpura. El rey [está]
atado a sus rizos. ¡Cuán hermosa eres, y cuán agradable, oh amor en delicias! Tu
estatura [es] como una palma de dátiles, y tus pechos como racimos de uvas.”
(7:4-8)
Nuevamente la descripción del Creador de los rasgos y
cualidades de Israel evoca la estructura o cuerpo del Tabernáculo y del Templo
de Jerusalén. Como hemos mencionado antes, estas alegorías sugieren una fusión
entre Israel y el Templo como uno solo en compenetración espiritual con el
amor de Dios.
“Yo dije, ‘Subiré en la palma de dátiles para sostenerme
en sus ramas, y dejar que tus pechos sean como racimos de uvas, y el aliento de
tu nariz como [la fragancia de] manzanas. Y tu paladar [sea] como el mejor de
los vinos, yendo a Mi amada en rectitud. Haciendo que los labios de los que
duermen hablen’.” (7:9-10)
Dios reafirma a Israel Su promesa de redención final y de
la era mesiánica. En el tiempo que Él considere apropiado, tal como lo han
anunciado los profetas hebreos, el Creador revelará Su presencia en Sión como
Jerusalén y su Templo. Este último referido aquí como una palma de dátiles,
donde Él será visto elevado.
“Y la gloria del Eterno será revelada, y toda carne la
verá junta; porque la boca del Eterno ha hablado. (…) juntos cantarán, porque
habrán visto ojo a ojo el retorno del Eterno a Sión.” (Isaías 40:5, 52:8)
Ahí el amor de Dios se compenetrará con el amor de Israel
con los más elevados rasgos y cualidades como sus ramas, racimos de uvas, el
bien de sus obras y acciones como la fragancia de su aliento, y el deleite del
regocijo que causan en todos los corazones, similar al mejor de los vinos.
Todo el bien de estas cualidades, características, obras
y acciones emanan como corrientes que provienen únicamente de la rectitud de
amor. En la rectitud del amor de Israel, los dormidos (las naciones) hablarán
los modos y atributos del amor de Dios.
Como ya hemos visto, estos versículos aluden a una nueva
conciencia humana que será guiada solamente por el bien de los modos y
atributos de amor, destinados a prevalecer en el mundo material, y dirigidos
por Israel como ella heredera de la redención final de Dios para toda la
humanidad.
“Y Yo os daré un nuevo corazón y un nuevo espíritu dentro
de vosotros, y quitaré el corazón de piedra de vuestro cuerpo y os daré un
corazón de carne.” (Ezequiel 36:27)
Aquí la carne representa vida y el corazón como el bien
que la impulsa. La existencia tiene significado debido al bien, porque el bien
da sentido a la existencia.
La nueva conciencia prometida por Dios, guiada
solamente por el bien, completará Su nexo eterno con Israel, porque es la
manifestación material y espiritual del amor de Dios, como Su espíritu, gloria,
majestad, poderío, victoria, esplendor, soberanía y grandeza.
“(…) Dice el Eterno, ‘Mi espíritu que está sobre ti, y Mis palabras que he
puesto en tu boca no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de
la boca de los hijos de tus hijos’, afirma el Eterno, ‘de aquí a la eternidad’.” (Isaías 59:21)
Todos estamos en este mundo para vivir experiencias,
aprender, disfrutar y manifestar el bien como nuestra esencia e identidad. Ya
hemos dicho que el bien es la esencia del alma como extensión del amor de Dios,
y nosotros como almas estamos aquí para encontrarnos a nosotros mismos en todos
los aspectos, facetas y dimensiones de la vida y el mundo material.
De este
modo revelamos las bendiciones del Creador en todo lo que está en nosotros y
nuestro entorno, ya que todo lo que percibimos a través de los sentidos también
tiene el propósito de ser y tener bien, un grano de arena, una hoja de hierba,
una hormiga o un elefante.
Hemos señalado que el propósito del alma es encontrarse
en todas las expresiones de la creación material de Dios, viendo el bien oculto
en lo que percibimos como opuesto a éste. Así asimilamos los mensajes de
nuestros profetas en torno a la era mesiánica.
“‘El lobo y el cordero pastarán juntos, y el
león comerá paja como el buey; y polvo será el alimento de la serpiente. Ellos
no harán mal ni afligirán en toda Mi montaña sagrada’, dice el Eterno.” (Isaías 65:25, 11:6)