“Ponme como un sello en tu
corazón, y como un sello en su brazo. Porque tan fuerte como la muerte es el
amor, tan duros como la tumba son los celos. Sus llamas son llamas de fuego,
que son la llama del Eterno.” (Cantar de los Cantares 8:6)
Dios prosigue digiriéndose a
Israel, pidiéndole que selle su mutuo amor. Primero en su corazón, porque este
abarca la expresión de amor, el buen juicio, los buenos sentimientos, y la
intensa pasión que conducen a pensamientos positivos. Segundo en su brazo,
porque es el medio de realizar obras y acciones concretas. Así nos damos cuenta
que pensamiento, sentimiento, emoción, pasión y obras son todos partes de la
realización de un principio singular que es el amor.
La segunda parte de este
versículo es intricada pero a la vez señala uno de los principios más profundos
revelados en este Cantar de los Cantares. Su complejidad se deriva al presentar
el amor tan fuerte como la muerte, ambos con los mismos poderes en virtud de
comparativo “tan”. Aunque a pesar de ello quiera decirnos que de hecho el amor
es más fuerte que la muerte, como lo veremos en la culminación y final del
poema.
Esta declaración evoca en nuestra
imaginación dos contrincantes igualmente fuertes en una larga contienda en la
que uno derrota al otro, y domina para siempre. Aquí recordamos la lucha
durante toda una noche de Jacob contra el ángel de Esaú (Génesis 32:24-29), a
quien terminó venciendo y triunfante convertido en Israel, el que pelea con y
por Dios. Vemos a Jacob/Israel como la personificación de amor y vida, que
derrota a Esaú como la personificación del mal y la muerte.
“Él derrotó a la muerte en
victoria, y Dios el Eterno ha enjugado la lágrima de todos los rostros. Y el
bochorno de Su pueblo Él ha borrado de toda la tierra, porque el Eterno ha
hablado.”
(Isaías 25:8)
Así vemos que tras una larga
confrontación de miles de años, el Creador hará prevalecer el amor como nuestra
redención final para que reine eternamente en Su prometida era mesiánica. Luego
de esta declaración convertida en profecía, el versículo reafirma el nexo
amoroso entre Dios e Israel hacienda eco de la proclamación fundamental del
judaísmo, “Oye (entiende) Israel, el Eterno es tu Dios, el Eterno es Uno (y
Único)”.
Esta proclamación es un beso
unificador que hace al amor tan fuerte como la muerte, ya que la recitamos
desde el momento que volvemos a la vida al despertarnos en la mañana y al
cerrar los ojos para dormir. Estos dos momentos también reflejan la vida y la
muerte en la tradición judía, de ahí que demos gracias a Dios al despertarnos
por traernos de vuelta a la vida.
La tercera parte del versículo
nos dice que los celos son parte del amor, porque escuda y protege de lo que
amenaza o perjudica a quien amamos o a lo que amamos. Así también nos hacemos
conscientes de que la separación es tan dolorosa (“dura”) como la muerte (“la
tumba”), porque pone fin a la razón y propósito del amor.
El fuego del amor de Dios hace
eterno el nexo, como Su llama que da vida y sustento a toda Su creación.
Entendemos estos celos como la ardiente exclusividad que el amor de Dios exige
de nuestro amor por Él.
“Y aquellos que lo aman a Él son como el sol que se levanta en su magnitud.” (Jueces 5:31)
Los celos no permiten que nada interfiera o se entrometa con quien o con lo que amamos, y su fuego elimina lo que es diferente u opuesto al propósito del amor de Dios, y al amor que Él quiere que vivamos. Así entendemos cómo el Creador se revela a nosotros, y lo pedimos diariamente en nuestros rezos judíos para estar con Él en amor.
“Y aquellos que lo aman a Él son como el sol que se levanta en su magnitud.” (Jueces 5:31)
Los celos no permiten que nada interfiera o se entrometa con quien o con lo que amamos, y su fuego elimina lo que es diferente u opuesto al propósito del amor de Dios, y al amor que Él quiere que vivamos. Así entendemos cómo el Creador se revela a nosotros, y lo pedimos diariamente en nuestros rezos judíos para estar con Él en amor.
“(…) y pon entendimiento en
nuestro corazón para comprender y para discernir, para percibir, para aprender
y para enseñar, para observar, para practicar, y para cumplir todas las
enseñanzas de Tu Torá en amor.”
“(…) Porque Tú nos has elegido
entre todas las naciones y lenguas, y nos has acercado Rey nuestro a la
grandeza de Tu Nombre en amor, para agradecerte y proclamar Tu Unicidad, y amar
Tu Nombre. Bendito eres Tú, Eterno, que elige a Su pueblo Israel en amor.”
Es así
porque el bien de amor es el contexto de la creación de Dios, y el propósito de
la vida es vivir en él. Como la esencia y propósito de nuestra vida, amor es la
libertad que nos conduce hacerlo prevalecer en todas las facetas, aspectos y
dimensiones de la vida.