“Y elogié los difuntos que ya
han muerto, más que los vivientes que siguen vivos. Y mejor que
ambos es aquel que todavía no ha nacido, que no ha visto la obra de la maldad
hecha bajo el sol.” (Eclesiastés 4:2-3)
Estos versículos contienen la más poderosa de las
advertencias en contra de elegir las fantasías e ilusiones de ego, hasta el
extremo de mejor no haber nacido en vez de vivir en un mundo de vanidad.
En este sentido la vanidad es la propia maldad como
vejación o frustración de la vida. La lección en esta cruda advertencia no es rechazar o
evitar vivir en el mundo material “bajo el sol”, sino ser conscientes de que la
única razón de la vida es vivirla en la realidad del amor y no en la ilusión de
la vanidad.
“Y vi todo el esfuerzo y toda
la excelencia del trabajo, que es la envidia de un hombre por su amigo; esto
también es vanidad y frustración.” (4:4)
Hay varias lecciones en este versículo.
La primera, que tenemos que enfocarnos en nuestros propios
pensamientos, emociones y acciones, en vez hacerlo con los demás.
La segunda, que el bien es lo excelente en nuestras obras
por las que nos esforzamos como parte de nuestra vida, con el fin de mantenerlo
y preservarlo en ésta.
La tercera, que si nuestros pensamientos, emociones y
sentimientos se basan en premisas falsas con propósitos falsos, nos
encontraremos trabajando para la vanidad.
La cuarta, que si envidiamos y codiciamos las posesiones
y obras de los demás, estaremos condenándonos a la frustración y la ira como
producto de lo que cosechamos en la vida.
“La ira es cruel y la rabia
es abrumadora; pero, ¿quién puede soportar la envidia? Mejor es una reprimenda que un amor ocultado. Fidedignas son las heridas
de un amante, pero los besos de un enemigo son engañosos.” (Proverbios 27:4-6)
Se nos recuerda que todo lo que envidiamos o codiciamos
se convierte en nuestra frustración e ira, las cuales terminan llenando el vacío
creado por nuestra carencia.
Debemos enfrentar las creencias o sentimientos de
carencia como aquello que niega nuestro propio bien, el cual llena todo lo que
necesitamos o queremos. El bien proveniente del amor satisface todo porque en
el amor no hay carencia.