“No te apresures en salir de Su presencia, no pares ante algo malo; porque
Él hace lo que plazca.” (Eclesiastés 8:3)
Una vez más se nos recuerda permanecer en el bien por tratarse del reflejo de la presencia de Dios en Su creación, porque en este
conocimiento no hay mal.
Nuevamente nos hacemos conscientes de que la maldad es
la referencia constante para que elijamos el bien, hasta que llegue el día de
la redención final en el judaísmo cuando el mal desaparecerá de la faz de la
tierra.
Mientras tanto estamos aquí para elegir permanentemente lo positivo y
no lo que nos plazca, porque esto último es un privilegio solamente del Creador
de todo lo que existe.
“Porque mientras la palabra del Rey tenga poder, ¿quién podría decirle ‘qué hacer’? El que cumple el
mandamiento no conoce ninguna cosa mala, y el sabio de corazón discierne en
torno al tiempo y al juicio.” (8:4-5)
El bien es la voluntad del Creador, la cual abarca todo, para cada decisión
que tomamos momento a momento, y también es el poder en Su palabra. Su pueblo
elegido está destinado a igualmente elegir Su voluntad y hacer lo que es ajeno
al bien, porque este no cohabita con el mal.
En el bien como principio rector
de la sabiduría nacemos para discernir y actuar con juicio porque el bien es la
razón y propósito de la vida en este mundo.
“Porque para todo asunto hay un tiempo y un juicio, porque la maldad del hombre
está encima de él. Porque no sabe lo que será; ya que cuando llegue a
acontecer, ¿quién se lo anunciará?” (8:6-7)
Ya hemos mencionado que debemos afrontar cada situación y asunto con la
actitud apropiada que siempre procure el bien como nuestro juicio para actuar y
responder de acuerdo a lo correcto para cada circunstancia.
Debemos vivir en
este conocimiento porque la maldad está constantemente llamando, por ser la
otra opción contra la que estamos instruidos por decreto divino evitar o transformarla
en una expresión positiva.
Así seremos capaces de evitar los efectos,
resultados o consecuencias de las decisiones negativas, acerca de las cuales no
siempre estamos conscientes de lo que pueda salir de ellas, especialmente si no
hay nadie que nos aconseje contra estas.