“Y si el hombre vive muchos años, que él se regocije en
todos ellos. Y recuerde los días de oscuridad, porque son muchos, [porque] todo lo que viene [de esta] es vanidad.”
(Eclesiastés 11:8)
Debemos tomar una clara decisión entre luz y oscuridad. Disfrutamos
la vida en el bien que la sustenta, y así alegrarnos en los días de nuestros
años. En esta realidad elegida confrontamos las tinieblas con sus vanidades y
futilidad, y las alumbramos con la luz del bien, convirtiendo sus tendencias
negativas en nuevas oportunidades para hacer prevalecer lo positivo.
“Regocíjate, mozo, en
tu juventud y deja que tu corazón se alegre en los días de tu mocedad, y anda
en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos; pero sabe que por
todas estas cosas el Eterno te traerá a juicio.” (11:9)
Debemos entender la infancia y la juventud como los años
de un despreocupado deleite de la vida, porque estos son los tiempos para
regocijarse en el bien. Entonces relacionamos los pensamientos juveniles y la
inocencia infantil como expresiones de alegría del bien que hace felices a los corazones.
En el corazón viven nuestros pensamientos, emociones y sentimientos como
senderos donde caminamos. Así procuramos disfrutar la vibrante alegría del bien
para vivirlo lejos de lo que le es opuesto.
El amor de Dios nos recuerda que nuestras decisiones
tienen efectos y consecuencias, que eventualmente nos traerán a su juicio. Una
vez elegimos lo negativo, este nos lleva a sus fines también negativos. Es así
como entendemos que “el mal es su propio castigo”.
Seamos siempre conscientes de que Dios no nos juzga por
nuestras transgresiones, porque son estas las que juzgan nuestro conocimiento o
desconocimiento de sus consecuencias. Es un asunto de causa y efecto, porque
así funciona el principio ético inherente a la creación de Dios.
“Y quita la ira de tu corazón, y aleja tu carne del mal;
porque la juventud y la edad de la vida son vanidad.” (11:10)
En este contexto debemos eliminar de nuestra conciencia
pensamientos, emociones y sentimientos negativos, junto con sus expresiones
dañinas. Aquí “juventud” se refiere a ignorancia e inexperiencia, en torno a
tendencias y rasgos negativos de las vanidades de fantasías e ilusiones de ego.
“Recuerda también a
tus creadores en los días de tu juventud antes que vengan los días de la maldad,
y los años se acerquen cuando digas, ‘No me alegro en ellos’. Antes que el sol,
la luz, la luna y las estrellas se oscurezcan, y las nubes regresen después de
la lluvia.” (12:1)
Nuestros “creadores” son principios con los que somos formados y educados
en nuestra infancia y juventud, “antes que vengan los días de la maldad”,
cuando tengamos que enfrentar lo negativo y tomar las decisiones correctas.
Estos
son los días en los que una educación sólida y positiva nos permite concluir
que no hay alegría en fantasías e ilusiones, sino solamente en el bien derivado
de los modos y atributos de amor. En la luz del bien podemos enfrentar con
éxito los más oscuros momentos.