“Mi voz llama al Eterno y Él me responde desde el
monte de Su sacralidad, para siempre.” (Salmos 3:5)
Este y los demás versículos que serán
citados reiteran lo que hemos indicado antes. Tenemos que acercarnos a Dios en,
por y con lo sagrado en nosotros, ya que es el nexo que comparte con el pueblo
hebreo.
El énfasis de “para siempre” que vemos frecuentemente en los Salmos
debe entenderse como algo previamente establecido para la eternidad. Dios
responde en lo sagrado, trayéndonos a lo eterno de Su sacralidad.
“Y yo, en Tu abundante amorosa verdad, he de
venir a Tu casa; me prosterno hacia el templo de Tu sacralidad, en reverencia a
Ti.” (5:8)
El rey David evoca uno de los
atributos de compasión del Creador, “abundante in amorosa bondad” (Éxodo
34:6-7) para acercarse a Él en plegaria.
Esto también lo entendemos como un
atributo que debemos compartir con Dios para poder venir al lugar de Su
sacralidad, la cual también debemos ir en reverencia. Aquí reverencia significa
no en temor al Creador sino en reconocimiento de su insondable presencia que
nos hace sentir infinitesimalmente pequeños ante Él.
Esta no es la primera ni la última
ocasión en la que el rey David nos invita a adoptar la humildad, ya que esta
es uno de los requisitos para invocar a Dios en oración. La reverencia aquí es
una expresión de la mayor humildad, similar a prosternarse ante la
magnificencia de nuestro Creador.
“Cantad alabanzas al Eterno que mora en Sión,
proclamad Sus acciones entre los pueblos.” (9:12)
En el libro de las oraciones hebreas
recitamos salmos para rogar a Dios que escuche nuestra voz, y que nos otorgue
lo que necesitamos cada día para vivir de acuerdo a Su voluntad.
Durante este
período de súplica nos acercamos a Él reconociendo Sus obras y constantes
maravillas y milagros para con nosotros, y comenzar a compenetrarnos para
participar en las bendiciones de Su amorosa bondad y verdad.
Entendemos las “alabanzas”, no sólo para exaltar y glorificar al Creador
con palabras, sino también para actuar de acuerdo a Sus caminos y atributos por
los que lo honramos, ya que nuestras acciones dicen más que nuestras palabras.
De
esta manera proclamamos apropiadamente Sus obras entre los pueblos, haciéndonos
conscientes de que Dios mora en la sacralidad de Sión.