“Y he aquí que en Shalem está Su
Tabernáculo y Su morada en Sión. Ahí Él ha quebrado flechas de un arco, escudo
y espada, y guerra, para siempre.”
(Salmos 76:3-4)
El fundamento de la Presencia de
Dios, que es el amor del bien emanado de Él, es paz como lugar desde donde
revela completamente Su prometida redención, que es el comienzo de vivir
eternamente en Sus modos y atributos.
Shalem significa entero, completo, pleno y total, en lo que no hay carencia y nada hace falta porque todo está contenido en ello. Así
asimilamos que paz es shalom, y que
Sión es el conocimiento de que en esta totalidad vivimos permanentemente en la
Presencia de Dios, porque Su unicidad lo abarca todo.
También nos hace
conscientes de nuestra necesidad de construir el Templo de Jerusalem como el Tabernáculo
mediante el que nos unimos y compenetramos con nuestro Creador.
Somos los que tenemos que
reconstruir el Templo, ya que depende de la añoranza y el deseo de retornar al
bien de donde fuimos creados. El amor del bien es la base de nuestro nexo con Dios.
Nuestros Sabios dicen que la idolatría, el asesinato y el incesto llevaron a la
destrucción del Primer Templo; que el odio gratuito causó la destrucción del
Segundo Templo; y que el amor gratuito llevará a la construcción de Tercer y
último Templo que durará eternamente.
Tenemos que reconocer el bien como
nuestra esencia y verdadera identidad, ya que es lo que nos une y nos mostrará nuevos
caminos y medios para vivirlo, una vez lo asimilemos como nuestra conexión
permanente con el amor de Dios.
Este es el conocimiento de que el bien no
cohabita con tendencias y rasgos negativos, representados por flechas y arcos, escudos
y espadas que presagian disputas, conflictos, confrontaciones y guerras.
“Pero [Él]
eligió la tribu de Judá, el monte Sión que Él ha amado. Y Él construyó Su
santuario [lit. sacralidad] como un lugar elevado, como eterno como la tierra
que Él ha fundado.” (78:68-69)
Como sabemos, Judá es la tribu que
permaneció fiel a su Dios, a pesar de las divisiones, disputas y
confrontaciones entre los hijos de Israel. Es por ello que han sido conocidos
como judíos, porque descienden de la tribu de Judá.
En este conocimiento profético,
el rey David lo sabía y por ello escribió estos versículos para elogiarlos como
los portadores de la trascendental responsabilidad de construir el Tercer
Templo, que al igual que la tierra, durará para siempre.
En en Segundo versículo vemos que
la prometida revelación de la Presencia de Dios en Sión exige la participación
del Creador y del pueblo judío. Él habrá establecido (“construido”) su
sacralidad en un “lugar elevado” que puede existir solamente en el más elevado
nivel de nuestra conciencia.
De ahí entendemos que en ese lugar moran nuestros
mejores rasgos y cualidades que se nutren únicamente del bien en aras del bien
como propósito de la creación de Dios, ya que es su fundamento mediante el cual
construimos el nexo eterno con Él.