“Oh Eterno,
naciones han invadido [lit. venido a] Tu heredad, el altar de Tu sacralidad han
profanado, han hecho Jerusalem ruinas.” (Salmos 79:1)
En la tradición hebrea, las “naciones”
representan tendencias y rasgos negativos derivados de una actitud egocéntrica
ante la vida, lo que aquí frecuentemente llamamos “fantasías e ilusiones de ego”
que profanan lo es bueno en todos, porque el bien es la sacralidad que mora en
nosotros y que llamamos Jerusalem.
A diferencia de aquellas, Israel es
la nación que representa las cualidades positivas en la conciencia humana,
destinadas a ser dirigidas eternamente por el bien. El rey David lamenta la constante
confrontación entre el bien y el mal, ya que el bien es la opción más natural,
lógica y obvia, para vivir en su albedrío total como la heredad creada por Dios
para ser disfrutada por todos eternamente.
“Su sangre [de los justos] ellas han derramado como agua alrededor de Jerusalem. No había
nadie que les diera sepultura.” (79:3)
Las naciones son nuevamente
denunciadas como perseguidoras y verdugos de los valores y principios éticos que
nos conducen para vivir por, en, con y para el bien. Éstos son los justos que guían
al pueblo con la responsabilidad de indicarnos los modos y atributos necesarios
para hacer que el bien rija todos los aspectos y expresiones de la vida.
Vemos que la fuerza vital de los
justos es el bien masacrado por las naciones que procuran la destrucción de Jerusalem
como el más elevado nivel de conciencia donde solamente el bien reina.
“Dichosos aquellos que viven en Tu
casa, ellos aún Te alabarán eternamente.” (84:4)
Éste es uno de los versículos más
profundos del libro de salmos, aunque su significado literal revele lo que es bastante
obvio. Si vivimos permanentemente con nuestro Creador, estamos destinados a
alabarlo por este privilegio.
El versículo sugiere que un corazón contento es
la condición para acercarnos a Dios, ya que si queremos ser, tener o hacer
algo, primero tenemos que abrazarlos como algo que es parte de nosotros. Además,
también sabemos y anticipamos que estar con nuestro Creador es de por sí la mayor
experiencia indescriptible de todas.
El versículo igualmente indica que
quienes viven en el Templo de Jerusalem, la casa de Dios, han sido
tradicionalmente por decreto divino los levitas que también son sus guardianes
y que proveen lo que necesitan los sacerdotes para su servicio cotidiano.
Nuestra
tradición hebrea nos señala que parte del servicio de los levitas en el Templo
incluía cantar alabanzas para honrar, exaltar y celebrar la presencia de Dios en
Su casa.
Nos damos cuenta que vivir en el
bien como la morada elegida del Creador en la conciencia humana es la causa y
el efecto de la máxima plenitud de libertad, porque en el bien somos
completamente libres.
“Ellos han ido de fuerza en
fuerza, el Eterno Todopoderoso aparecerá en Sión.” (84:7)
Este versículo se relaciona con el
peregrinaje a Jerusalem como el destino de corazones y almas que buscan
compenetrarse con el bien eterno que emana del amor de Dios. Ascendemos a Sión
adquiriendo la fuerza que procura más fuerza, que sólo el bien puede dar.
Entre más bien hagamos, mejores
seremos para manifestar mayores expresiones del bien que el Creador nos
revelará cuando Se aparezca a nosotros en Sión, que es el tiempo y espacio
donde nos unimos a Él tal como nos lo ha prometido.