“Orad por Jerusalem de paz, en abundancia
aquellos que te aman.” (Salmos 122:6)
Frecuentemente nos referimos a
orar y alabar, no sólo como un proceso pasivo sino dinámico, mediante el cual sintonizamos
la conciencia con lo que hacemos.
Rezamos para evocar al Creador
como el gobierna lo mejor en nosotros, con el fin de permitir que el bien esté en nuestra vida y nos provea lo que necesitamos tanto para nosotros como para quienes se
benefician de nosotros.
Realmente rezamos para que el bien esté con nosotros,
no de manera egoísta sino para hacernos mejores con nosotros mismos y ser una
fuente de bien para los demás.
Rezamos, no para vivir una emoción
o sentimiento apasionado de cercanía con Dios, sino para evocar Sus modos y
atributos, y emularlos en lo que decimos y hacemos.
Pronunciamos “alabemos al
Señor” como invocación a Su amorosa bondad para despertar el bien en nosotros,
y manifestarlo lo que somos y hacemos. En este sentido, la alabanza es dar
crédito, reconocer y agradecer la presencia de Dios en nosotros, y expresarla
en cada momento que vivimos.
En este versículo el salmista nos
invita a evocar la paz de Jerusalem que la hace completa, entera, total e
indivisible. Como ya hemos señalado, paz en hebreo significa todas
estas palabras, ya que esta integración es la culminación de la unificación de
nuestra conciencia, a través del bien.
Amar la paz de Jerusalem es vivir
en el bien como lo abundante que nos mantiene constantemente satisfechos y
plenos. Así nos hacemos conscientes nuevamente de que el amor y el bien se pertenecen como fuente de lo que verdaderamente somos, nuestra esencia e
identidad.
“Paz está en tu muralla,
abundancia en tus fortalezas.” (122:7)
Murallas y fortalezas comparten
las mismas cualidades, cuya función es proteger algo. La paz abarca estas
cualidades como fortalezas nuestras al igual que las murallas que nos escudan
contra lo contrario al bien, y la abundancia es el resultado.
Una vez realizamos el proceso
diligente y comprometido de unificar los diversos aspectos, tendencias,
dimensiones y rasgos de nuestra conciencia, su resultado final es paz como la unidad
armónica funcional que Jerusalem representa.