domingo, 1 de febrero de 2015

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XCIV) Isaías

He aquí, la mano del Eterno no es corta para redimir, ni pesado Su oído para oír. Pero vuestras iniquidades os separan entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han ocultado La Presencia de vosotros, para oír.(Isaías 59:1-2)

Estos dos versículos son fundamentales porque contienen significados y mensajes multidimensionales. La “mano” de Dios representa no sólo Sus obras sino también lo que inspira Sus acciones. Los caminos y atributos del Dios de Israel son inmensurables e inasibles para nuestro entendimiento. De ahí que realmente no tengamos una idea concreta de lo que es “corto” y “extendido” en el contexto de Redención.

Aunque puedan referirse a los exilios anteriores de Israel como cortos o largos en espera de retornar a nuestra tierra, aquí el Profeta invita a reflexionar sobre el hecho de que el tiempo para la Era Mesiánica depende de nosotros.

Entendamos que Isaías también está mencionando el “oído” de Dios como Su entendimiento de lo que Él ha creado. Él lo conoce todo, porque todo proviene de Él. Vemos entonces que la siguiente declaración subraya las razones que tenemos para separarnos de Sus caminos y atributos.

Cuando nos separamos del bien nos separamos de Dios. La Torá nos instruye claramente que, aunque Dios creo las tinieblas y el mal para que podamos elegir la Luz y el bien, Él no se asocia con las anteriores. Al hacer del mal y la oscuridad una opción y no una referencia, no solamente hacemos ocultar la Presencia de Dios de nosotros sino que impedimos que entendimiento distinga lo que es el bien.

La Redención de Dios nos es corta o extendida, sino tan larga como la queramos permanente. El Creador nunca dijo o insinuó que Sus promesas fuesen limitadas o temporales, ni tampoco Su entendimiento. También aprendemos de esto que somos responsables de nuestras acciones.

Cuando seguimos las fantasías e ilusiones de ego, no sólo nos separamos de los caminos y atributos de Dios sino también de aquellos que creen en estos. Nuestra separación no es únicamente de Él sino de todo. Terminamos solos en nuestros apegos, obsesiones, soberbia, enojo, indiferencia e indolencia.

Porque vuestras manos están manchadas con sangre, y vuestros dedos con iniquidad; vuestros labios hablan falsedad, y vuestra lengua murmura maldad. No hay quien clame por justicia, ni quien abogue por la verdad. Confían en vanidad y hablan mentiras, pariendo maldad y cargando iniquidad.(59:3-4)

El Profeta señala transgresiones específicas derivadas de tendencias y rasgos negativos generados por fantasías e ilusiones de ego, citando la difamación y las habladurías como algunas de las armas más letales de la maldad. En tal predicamento, la verdad como justicia y rectitud están ausentes y no hay nadie ni nada en qué confiar. Sin valores y principios verdaderos no hay nada en qué creer ni tener fe.

Una vez más Isaías denuncia la vanidad como el campo de las fantasías e ilusiones, y la falsedad como su expresión, acompañada de sus consecuencias negativas y destructivas. El Profeta continúa llamando nuestra atención para asimilar la premisa de que debemos abandonar nuestras sendas negativas para poder retornar a los caminos y atributos del Creador (59:5-7).

Camino de paz no conocen, y no hay juicio en sus veredas. Sus senderos han torcido para ellos, nadie que anda en ellos ha conocido paz. Por lo tanto el juicio ha estado lejos de nosotros, y la rectitud no nos alcanza. Esperamos por luz pero he aquí tinieblas, porque en tinieblas, en densa oscuridad andamos.(59:8-9)

Lo obvio acontece cuando vivimos de y para las fantasías e ilusiones de ego, y paz es su primera víctima. La siguiente es el juicio como principio mediante el cual tomamos decisiones, ya que con tendencias negativas no hay sendero, camino ni propósito en la vida. Así recogemos los frutos de nuestra soberbia, ira, envidia, lujuria y crueldad, que son las sendas que creamos para nosotros mismo y en las que no hay paz.

La mala noticia es que terminamos perdiendo nuestro libre albedrío como el juicio que necesitamos que afrontar todas facetas y dimensiones de la vida. Luz como símbolo de Amor está lejos de nuestros corazones, y andamos entre la densa oscuridad donde no hay rectitud.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.