“Levántate,
brilla, porque tu Luz ha llegado y la gloria del Eterno se ha
levantado sobre ti. Porque, he aquí que las tinieblas cubren la
tierra y densa
oscuridad las gentes. Y sobre ti se levanta el Eterno, y Su gloria es
vista en ti.”
(Isaías
60:1-2)
Estos
versículos se refieren tanto al pueblo de Israel como al
conocimiento de su nexo permanente con Dios en la Redención Final.
En la era Mesiánica la Luz de Dios está completamente revelada, y
su gloria exaltada.
Luz y gloria son atributos que representan en
nuestra conciencia el conocimiento que no hemos podido adquirir ni
asimilar de la voluntad de Dios para Su Creación, y la percepción
que no hemos tenido de cómo Su voluntad se manifiesta en el mundo
material.
El
Profeta nos está diciendo que la Luz de Dios ya está revelada, de
ahí que dependa de nosotros conocerla. Lo
hacemos mediante el significado de lo que es la Luz como lo opuesto a
la oscuridad. Así nos hacemos conscientes de que los modos y
atributos de Amor, como nuestra Esencia y verdadera identidad, son
la Luz que necesitamos para disfrutar el bien que Dios quiere que
seamos, tengamos y manifestemos. Al manifestarlo, ciertamente nos
elevamos a los niveles más sublimes de nuestra conciencia, y
entonces vivimos la gloria de Dios en lo que somos, tenemos y
hacemos.
Isaías
también nos recuerda que hay tinieblas en el mundo material, y mucho
más densa en la conciencia humana, ya que estamos destinados a
revelar la Luz de Dios a través del bien en Sus caminos y atributos.
Si la humanidad no ha sido capaz de hacerlo, Dios nos indica que la
revelación de Su Luz es inminente, querámoslo o no. Debemos
entender esto como una invitación para que abandonemos la oscuridad
de las tendencias y rasgos negativos, y comencemos a abrazar la Luz
de los modos y atributos de Amor.
De
antemano sabemos que nuestra misión y destino es superar las
condiciones negativas y adversas en el mundo material para hacer de
este un mejor lugar para todos.
Esta
tarea solamente es posible removiendo también la “densa”
oscuridad en la conciencia humana, y llenarla por y para el bien de
los modos y atributos de Amor. Así Dios “se levanta” en nosotros
al permitir que Amor conduzca todos los aspectos y dimensiones de la
conciencia, podamos “ver” (conocer) la gloria de Dios en todo lo
que hagamos.
“Y
naciones han venido a tu Luz y reyes [vienen]
al
resplandor de tu elevación. Levanta alrededor tus ojos y ve. Todos
ellos han sido reunidos, han venido a ti. Tus hijos vienen desde
lejos, y tus hijas al lado son sostenidas.”
(60:3-4)
Las
tendencias y rasgos negativos en la conciencia (representados por las
“naciones”) están en espera de nuestra amorosa bondad para
convertirlas en maneras y medios para hacer prevalecer los modos y
atributos de Amor en lo que discernimos, pensamos, sentimos, decimos
y hacemos. Estos últimos son manifestaciones materiales de la Luz de
Dios que Él encomendó a Israel ser para las naciones.
Tal
como lo hemos mencionado frecuentemente, Israel representa los
potenciales creativos positivos en nuestra conciencia. De
ahí que Dios se dirija a Israel estar completamente y
permanentemente consciente de Su Luz para ser revelada a la
humanidad.
Así
nos damos cuenta que la Torá es la Luz de Dios para el mundo
material, y la Torá es la identidad de Israel.
“Reyes”
representan
valores, creencias y principios regentes que dirigen las maneras en
las que concebimos y afrontamos la vida.
La
era Mesiánica comienza cuando hacemos de los modos y atributos de
Amor los valores y principios que van a conducir los reyes que
gobiernan nuestra existencia. Para esto tenemos que “levantar”
nuestros ojos y ver para tener un pleno conocimiento del bien.
El
Profeta se refiere no sólo a las naciones y sus reyes, sino también
a los dispersos de Israel que serán reunidos en su tierra. Nos damos
cuenta que lo destacado aquí es el bien que podemos reunir no
solamente de los dispersos de Israel sino de aquellos entre las
naciones que quieren unírseles para vivir
juntos la Redención Final en la que únicamente el bien reina. Dios
nos dice que el bien que elegimos en todo lo que hacemos (nuestros
“hijos”
e
“hijas”)
está
siempre “sostenido”
por
Su Amor.
“Entonces
tú ves y vuelves radiante, y tu corazón se entusiasma y agranda
porque la multitud del mar se vuelve hacia ti, la fuerza de las
naciones viene a ti.”
(60:5)
La
era Mesiánica comienza cuando integramos todos los niveles, aspectos
y dimensiones de la conciencia para el propósito funcional
armónicamente unido que Dios quiere seamos conscientes y
manifestemos. Este conocimiento es el corazón “entusiasmado”
y
“engrandecido”
que
adquirimos cuando “vemos”
lo
que la radiante Luz es en nuestra conciencia, aquello que resplandece
en el bien inherente a los modos y atributos de Amor.
Todo
lo que pensemos o imaginemos como “la
multitud del mar”
en
nuestra conciencia vendrá a nosotros en y para el bien. La fuerza en
lo que nos hace sentir, desear y hacer en la vida como “la
fuerza de las naciones”
vendrá
a nosotros para alcanzar el bien que estamos destinados a tener y
ser.