“Una
manada de camellos te cubre, dromedarios de Medián y Efá, todos
ellos de Seba vienen.
Oro e incienso cargan, y de las alabanzas del Eterno proclaman las
buenas nuevas. Todo el rebaño de Kedar se reúne
para ti, los carneros
de Nebaiot te sirven. Ellos ascienden para ser aceptados en Mi altar
y la casa de Mi esplendor Yo adorno.”
(60:6-7)
El
bien que Dios derrama en Su Creación es lo que Él quiere que
conozcamos. Este bien también ha estado en lugares donde no se había
visto en la antigüedad, sitios de idolatría
(Medián,
Efá,
Kedar y
Nebaiot) donde
la Luz y gloria de Dios estuvieron ocultadas en la conciencia humana.
Estas
son el oro y el incienso que las alabanzas a Dios proclaman como las
buenas nuevas que provienen de Su amorosa bondad y verdad.
Los
camellos y dromedarios representan
los aspectos animales de nuestra conciencia que están destinados a
cargar y manifestar el bien que regirá y conducirá todos las
facetas de la vida. Ovejas y carneros son las ofrendas de animales
que simbolizan las buenas acciones que elevamos para unirnos al Amor
de Dios.
Esto acontece en el más elevado nivel de conciencia que es
Su
altar en el
Templo de Jerusalén. Esta es la casa de Su esplendor que Dios
adorna, Su Luz en la que quiere que vivamos permanentemente.
“¿Quiénes
son estos?
Como
una densa nube vuelan, y como palomas sobre sus ventanales.
Ciertamente por Mí esperan las islas, y las naves de Tarshish
primero,
para
traer a tus hijos de lo lejos. Su plata y su oro con ellos, para el
Nombre del Eterno tu Dios para el Sagrado de Israel, porque Él te ha
adornado.”
(60:8-9)
El
Profeta se refiere aquí a la reunión de los exiliados judíos y las
Tribus perdidas. Isaías pregunta por ellos al comenzar la Redención
Final, ya que esta se manifestará cuando todos los judíos retornen
a su tierra. Ellos son como palomas que vuelven a sus nidos, y como
pueblos de islas que esperan por su retorno de lugares lejanos. Ellos
regresarán por y con su inherente bien hacia el bien de los caminos
y atributos del Creador, que son Su Nombre por el que lo conocemos a
Él, porque es el Sagrado de Israel. El Nombre de Dios es el
esplendor con el que Él adorna a Israel.
“E
hijos de extraños han construido tus murallas, y sus reyes te
sirven. Porque en Mi enojo te he golpeado, y en Mi buena placidez Me
he compadecido de ti. Y tus portales han estado abiertos
continuamente, de día y de noche no han estado cerrados, para traer
a ti la fuerza de las naciones. Hasta sus reyes son guiados [por
ti].”
(60:10-11)
Rasgos
y cualidades extraños para nosotros serán revelados a nosotros para
construir los cimientos de la conciencia mesiánica. Nuestras más
preciadas creencias y principios
(“reyes”)
servirán
el propósito que Dios quiere que tengamos en esta fase final de Su
Creación.
Hemos dicho repetidas veces que nuestra
separación
de los caminos y atributos de Dios es Su “enojo”. Nuestra
separación del bien de los modos y atributos de Amor nos ha
golpeado, pero el Amor de Dios siempre ha estado presente en Su
compasión.
El
Creador ha abierto permanentemente nuestra conciencia para que
fortalezcamos lo bueno en nosotros con las tendencias y rasgos que
debemos reorientar hacia pensamientos y acciones positivos. Por largo
tiempo hemos permitido que nuestras tendencias y rasgos negativos
(las naciones) equivoquen nuestro propósito en la vida. Debemos
tomar el control total de ellos para hacerlos servir al bien como
único propósito en la vida.
“Porque
la nación y el reino que no te sirvan perecen, sí, las naciones son
un completo desperdicio. La gloria del Lebanón viene a ti. El abeto,
el pino, y el ciprés, juntos para adornar el lugar de Mi Santuario.
Y Yo haré glorioso el escabel de Mis pies.”
(60:12-13)
El
cambio que Dios promete para nuestra conciencia en la era Mesiánica
es absoluto, porque en él no hay espacio para nada negativo. Cada
rasgo de la conciencia servirá la voluntad de Dios sin excepciones.
Nada que no sea bueno será eliminado. Sólo el bien, la gloria del
Lebanón (el Templo de Jerusalén como el pleno conocimiento de
nuestra conexión permanente con Dios)
conducirá
la vida, junto con los rasgos positivos (“árboles”)
que
lo adornan.
Este
también es la gloria como el escabel de los “pies” de Dios, que
simbolizan Su Presencia revelada en el mundo material.