“Fui
buscado por los que no preguntaban por Mí, fui hallado por los
que no Me buscaban. He dicho 'Heme aquí, heme aquí', a una nación que no invoca Mi Nombre. He extendido
Mis manos todo el
día a un pueblo rebelde, el cual anda en el camino no bueno en pos de pensamientos suyos.” (Isaías 65:1-2)
Estos
versículos, al igual que todos los demás en la Biblia hebrea tienen
significados multidimensionales. Lo que primero intuimos es acerca del Amor
incondicional de Dios hacia toda Su Creación. ¿Pediríamos al aire que nos
permita respirar? El sol nos encuentra cada mañana aún si no salimos a
buscarlo. Sin embargo, respecto a la Redención de Dios que es el contexto de
los mensajes de Isaías, encontramos aquí algo ético para entender.
Aquellos que son,
tienen y hacen el bien no tienen que preguntar por el bien de Dios, ya que este
ya se encuentra con ellos. De la misma manera, siendo y haciendo el bien
encontramos Su bien, por lo tanto no hay nada más que buscar. El Creador
reafirma Su Redención, y nos pide repetidamente que la tengamos aún si no
llamamos Su Nombre. La Redención de Dios es el bien inherente a los modos y
atributos de Amor, los cuales están destinados a regir y guiar todos los
aspectos y dimensiones de la conciencia y la vida.
Nuestros Sabios
enseñan que, aún si no hubiese Dios, todos estamos obligados a ser y hacer el
bien como imperativo ético y moral para la humanidad. Dios eligió a Israel como
Su pueblo para ser y manifestar el bien como manifestación material del Amor de
Dios. Él ama a Israel para ser expresiones éticas de Amor, y nos sustenta
permanentemente con Su Amor, al cual no damos atención y preferimos las
tendencias y rasgos negativos de las fantasías e ilusiones de ego.
Nuestra rebeldía
radica en vivir la futilidad de nuestras invenciones y deseos materialistas, en
vez de vivir en los modos y atributos de Amor.
“Pueblo que
en Mi cara Me provoca de
continuo a la ira, sacrificando en huertos, y ofreciendo
perfume sobre ladrillos. Que mora entre
sepulcros y se queda en lugares secretos, que come carne de la cerda y partes de cosas inmundas sus vasijas.” (65:3-4)
Hemos mencionado
frecuentemente que la idolatría es producto de todo lo que deseamos salido de
creencias y sentimientos de carencia. Nuestro sentido de individualidad es
controlado la mayor parte de nuestras vidas por la fugaz futilidad de las
fantasías e ilusiones de ego. Estas son las vasijas que nunca se llenas o
satisfacen. Sin embargo en Amor no carecemos de nada porque este sacia todas
nuestras necesidades reales.
La ira de Dios no
es otra cosa que muestra separación de Sus caminos y atributos que son
expresiones de Su Amor. En Sus caminos somos verdaderamente saciados, hartos y
satisfechos, mucho más de lo que podemos concebir; porque Sus caminos
trascienden limitaciones. Debemos ser conscientes de que Sus caminos son
nuestra esencia y verdadera identidad, tanto material como espiritual. Al
separarnos de ellos y perseguir nuestras propias fantasías e ilusiones,
dedicamos nuestros potenciales creativos y energía vital a vivir en lo falso
negando la verdad.
Vivimos la vida
en los “huertos”, “perfumes”, “ladrillos”, “tumbas” que representan las
búsquedas sensuales temporales, al igual que las dificultades que nos consumen. Así nos damos cuenta que su predicamento negativo son las cosas inmundas y
sus vasijas por las que morimos, aún creyendo que estamos vivos y andando.
“quienes dicen, 'Quédate donde estás, no te me acerques
porque eres impuro'. Estos son humo en Mi ira, un fuego que arde todo el día.” (65:5)
Este versículo
prosigue con el mensaje del anterior respecto a los ídolos que creamos a partir
de nuestras fantasías e ilusiones materialistas. Estas alimentan nuestro
egoísmo separándonos de nuestra esencia y verdadera identidad que provienen del
Amor de Dios. Nuestras tendencias y rasgos negativos nos declaran mejores de
los demás, e impuros los demás. Nuestra propia maldad no nos deja acercarnos a
Amor y nos mantiene alejados de Dios. Estas tendencias negativas son el humo de
nuestra distancia de Dios, la cual hacemos constante y difícil de dejar.
“He aquí, está escrito ante Mí: 'No guardo silencio sino que He retribuido; y He retribuido en el seno de ellos. Tus iniquidades y las iniquidades de
tus padres juntas que han hecho
perfume sobre las montañas, dijo el Eterno. Y en las alturas Me han reprochado,
y Yo he medido sus pasadas obras en su seno'.” (65:6-7)
Dios hace “justicia exacta” porque no es
indiferente ni guarda silencio ante las acciones de las naciones o de Israel.
El Creador sigue refiriéndose a nuestra idolatría de perseguir las fugaces
fantasías e ilusion esegoístas (“perfumes”)
derivadas de
nuestras creencias (“montañas”) haciendo
“perfume sobre las montañas”. Las “alturas” son los niveles más altos de conciencia desde los que nos
atrevemos a reprochar a nuestro Creador, en vez de reprocharnos a nosotros
mismos. Dios nos “retribuye” llamando nuestra atención y conocimiento a lo que
hacemos con nuestras manos.