domingo, 17 de mayo de 2015

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (CIX) Isaías

“Fui buscado por los que no preguntaban por Mí, fui hallado por los que no Me buscaban. He dicho 'Heme aquí, heme aquí', una nación que no invoca MNombre. He extendido Mis manos todo el día a un pueblo rebelde, el cual anda en el camino no bueno en pos de pensamientos suyos.” (Isaías 65:1-2)

Estos versículos, al igual que todos los demás en la Biblia hebrea tienen significados multidimensionales. Lo que primero intuimos es acerca del Amor incondicional de Dios hacia toda Su Creación. ¿Pediríamos al aire que nos permita respirar? El sol nos encuentra cada mañana aún si no salimos a buscarlo. Sin embargo, respecto a la Redención de Dios que es el contexto de los mensajes de Isaías, encontramos aquí algo ético para entender.

Aquellos que son, tienen y hacen el bien no tienen que preguntar por el bien de Dios, ya que este ya se encuentra con ellos. De la misma manera, siendo y haciendo el bien encontramos Su bien, por lo tanto no hay nada más que buscar. El Creador reafirma Su Redención, y nos pide repetidamente que la tengamos aún si no llamamos Su Nombre. La Redención de Dios es el bien inherente a los modos y atributos de Amor, los cuales están destinados a regir y guiar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia y la vida.

Nuestros Sabios enseñan que, aún si no hubiese Dios, todos estamos obligados a ser y hacer el bien como imperativo ético y moral para la humanidad. Dios eligió a Israel como Su pueblo para ser y manifestar el bien como manifestación material del Amor de Dios. Él ama a Israel para ser expresiones éticas de Amor, y nos sustenta permanentemente con Su Amor, al cual no damos atención y preferimos las tendencias y rasgos negativos de las fantasías e ilusiones de ego.

Nuestra rebeldía radica en vivir la futilidad de nuestras invenciones y deseos materialistas, en vez de vivir en los modos y atributos de Amor.

“Pueblo que en Mi cara Me provoca de continuo a la ira, sacrificando en huertos, y ofreciendo perfume sobre ladrillos. Que mora entre sepulcros y se queda en lugares secretos, que come carne de la cerda y partes de cosas inmundas sus vasijas.” (65:3-4)

Hemos mencionado frecuentemente que la idolatría es producto de todo lo que deseamos salido de creencias y sentimientos de carencia. Nuestro sentido de individualidad es controlado la mayor parte de nuestras vidas por la fugaz futilidad de las fantasías e ilusiones de ego. Estas son las vasijas que nunca se llenas o satisfacen. Sin embargo en Amor no carecemos de nada porque este sacia todas nuestras necesidades reales.

La ira de Dios no es otra cosa que muestra separación de Sus caminos y atributos que son expresiones de Su Amor. En Sus caminos somos verdaderamente saciados, hartos y satisfechos, mucho más de lo que podemos concebir; porque Sus caminos trascienden limitaciones. Debemos ser conscientes de que Sus caminos son nuestra esencia y verdadera identidad, tanto material como espiritual. Al separarnos de ellos y perseguir nuestras propias fantasías e ilusiones, dedicamos nuestros potenciales creativos y energía vital a vivir en lo falso negando la verdad.

Vivimos la vida en los “huertos”, “perfumes”, “ladrillos”, “tumbas” que representan las búsquedas sensuales temporales, al igual que las dificultades que nos consumenAsí nos damos cuenta que su predicamento negativo son las cosas inmundas y sus vasijas por las que morimos, aún creyendo que estamos vivos y andando.

quienes dicen, 'Quédate donde estás, no te me acerques porque eres impuro'. Estos son humo en Mi ira, un fuego que arde todo el día.” (65:5)

Este versículo prosigue con el mensaje del anterior respecto a los ídolos que creamos a partir de nuestras fantasías e ilusiones materialistas. Estas alimentan nuestro egoísmo separándonos de nuestra esencia y verdadera identidad que provienen del Amor de Dios. Nuestras tendencias y rasgos negativos nos declaran mejores de los demás, e impuros los demás. Nuestra propia maldad no nos deja acercarnos a Amor y nos mantiene alejados de Dios. Estas tendencias negativas son el humo de nuestra distancia de Dios, la cual hacemos constante y difícil de dejar.

He aquí, está escrito ante Mí: 'No guardo silencio sino que He retribuidoy He retribuido en el seno de ellos. Tus iniquidades y las iniquidades de tus padres juntas que han hecho perfume sobre las montañas, dijo el Eterno. Y en las alturas Me han reprochado, y Yo he medido sus pasadas obras en su seno'.” (65:6-7)

Dios hace justicia exacta” porque no es indiferente ni guarda silencio ante las acciones de las naciones o de Israel. El Creador sigue refiriéndose a nuestra idolatría de perseguir las fugaces fantasías e ilusion esegoístas (“perfumes”)
derivadas de nuestras creencias (“montañas”) haciendo 


perfume sobre las montañas”. Las “alturas” son los niveles más altos de conciencia desde los que nos atrevemos a reprochar a nuestro Creador, en vez de reprocharnos a nosotros mismos. Dios nos “retribuye” llamando nuestra atención y conocimiento a lo que hacemos con nuestras manos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.