“Así dijo el Eterno: 'Como el mosto nuevo es hallado en el racimo, y uno ha
dicho, “No lo destruyas porque una bendición
está en él”, así hago Yo. Por el bien de Mis
servidores no destruyo todo. Y Yo he sacado de Jacob una simiente, y de Judá quien
posea Mi montaña. Y sí que la poseen Mis elegidos, y Mis servidores que moran
en ella'.” (65:8-9)
Dios nos recuerda nuestra esencia y
verdadera identidad, ya que estas son Su bendición como la simiente de Jacob de
donde venimos. Él nos dice que hay una nueva conciencia que espera lo que
verdaderamente somos. Dios no destruye el bien que Él ha plantado en nosotros
como Sus servidores.
La simiente del Amor de Dios está en Jacob como Israel.
Manifestada por su regencia a través de Judá que representa la Conciencia Mesiánica
destinada a reinar. Esta se manifiesta al reconstruir el
conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios, representada por la
“posesión de Su montaña”.
Aquí el Creador
deja claro que esta prometida Conciencia Mesiánica es poseída por Su pueblo
Israel, que son “Sus elegidos y Sus servidores que moran en ella”.
Hemos recalcado y enfatizado muchas
veces que la Conciencia Mesiánica es una conciencia colectiva compartida por el
pueblo judío para liderar las naciones en la Redención Final, y la misma está
afianzada por el rey judío ungido (mesías).
“Y el Sharón ha de ser morada de un
rebaño, y el valle de Ajor remanso de una manada, para Mi pueblo que Me ha
buscado.” (65:10)
Dios se refiere a llanuras y valles en la tierra de
Israel donde todos los judíos dispersados estarán reunidos juntos, gracias a
nuestra voluntad y determinación colectivas para retornar a nuestra tierra, la
cual también es la morada de nuestras esencia y verdadera identidad. Este
proceso de retorno es el resultado de buscar de vuelta los caminos y atributos
del Creador como las semillas plantadas de Su Amor en nuestra conciencia.
“Y vosotros sois aquellos que abandonan
al Eterno, que os olvidáis de Mi montaña sagrada, que preparan en ambiente una
mesa para Gad, y que preparan para Mini un bebedizo.” (65:11)
Dios otra vez nos advierte por olvidar nuestro nexo
permanente con Él, al alimentar nuestra conciencia con la idolatría de
fantasías e ilusiones de ego. Nuestro “bebedizo” de ofrendas para la lujuria,
codicia, envidia, ira, soberbia, indiferencia e indolencia es lo que preparamos
en ambiente para nuestros deseos e ilusiones representados por los ídolos
mencionados en el versículo.
“Y os he enumerado para la espada, y
todos vosotros inclinados para la matanza. Porque os llamé y no respondisteis,
He hablado y no habéis escuchado. Y hacéis lo que es malo en Mis ojos, y en
aquello que Yo no deseo, [os] habéis fijado.” (65:12)
El Creador decretó que eliminará las
tendencias y rasgos negativos como aquellos enumerados para la espada y la
matanza, los cuales representan las naciones. Estas no responden al bien que
Dios quiere que hagamos prevalecer en el mundo material. De ahí que sea malo en
Sus ojos, ya que hacen lo opuesto al bien.
“Por lo tanto, así dijo Dios el Eterno: 'He aquí que Mis servidores comen y vosotros con hambre. He
aquí que Mis servidores beben y vosotros con sed. He aquí que Mis servidores se
regocijan y vosotros avergonzados. He aquí que Mis servidores cantan con
alegría de corazón y vosotros con llanto de dolor de corazón. Y de quebranto de
espíritu vosotros aulláis.” (65:13-14)
El mismo mensaje es repetido cuando llegue el momento en
que la Conciencia Mesiánica se manifieste. Nuestra conciencia va a ser
alimentada por el conocimiento de Dios al que servimos.
Entendiendo esto de
manera más profunda, en la Redención Final también los aspectos inferiores de
la conciencia (representados por las naciones) tendrán hambre y sed del bien
que antes despreciaban. El pueblo de Israel
como los servidores de Dios están destinados a heredar el bien completamente
revelado que Él quiere que extendamos en el mundo material.
Nuestra codicia será por el bien, nuestra lujuria por el
bien, nuestra envidia por el bien, nuestro orgullo por el bien, nuestra ira por
el bien. En el bien nuestra hambre y sed son saciadas, y en el bien nuestra
felicidad y regocijo.