“¿No
rasgaste los cielos? Bajaste, con Tu Presencia se han movido
montañas. (Como fuego que quema el rastrojo, fuego que hace hervir
agua) Para hacer conocer Tu Nombre a Tus adversarios, con Tu
Presencia se estremecen las naciones.” (Isaías 64:1-2)
El Profeta nuevamente proclama el dominio de Dios sobre Su Creación, evocando los tiempos del Éxodo de Egipto. Estos versículos son el preámbulo para que asimilemos que la Redención de Dios es inminente, tan evidente como Su poder.
Aquí reflexionamos sobre las metáforas que indican que Dios no sólo crea sino que también sustenta lo que crea. Así como el fuego tiene el poder para transformar rastrojos en cenizas y agua en vapor, la voluntad de Dios cumple Su promesa de transformar las tendencias y rasgos negativos en la conciencia (Sus “adversarios” y las “naciones”) en cualidades positivas que regirán todos los aspectos y dimensiones de la vida en la era mesiánica.
“En Tus obras cosas pavorosas no esperamos. Tú bajaste, con Tu Presencia se han movido montañas. Desde la antigüedad hombres no ha oído, no han prestado oído. Ojo no ha visto que el Eterno te redime [Israel]. Él hace obras para los que esperan por Él.” (64:3-4)
El Profeta declara algo que la mayoría de los creyentes teme del Creador, y es la destrucción. No es un temor infundado teniendo en cuenta lo que narra la Torá sobre el Diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, y las plagas en Egipto, entre otras. Lo que no consideran son las razones éticas y morales detrás de esos episodios.
También argüirían que en condiciones similares o peores en la historia de la humanidad, la “mano de Dios” ha estado aparentemente ausente. Nos hemos referido a esto en otros comentarios en este blog, diciendo que la Creación de Dios es, ha sido y será buena; y que que las decisiones y acciones negativas tienes consecuencias. De ahí que, antes de señalar a Dios o culparlo por los acontecimientos acaecidos en el mundo, primero debemos examinar lo que hemos hecho de este.
Una vez asimilemos en el más profundo nivel que “la maldad causa la muerte del malvado” (Salmos 34:21), comprenderemos lo que la Torá da a entender como destrucción divina. Concentrémonos en lo que Isaías quiere indicar al decir no esperamos “cosas pavorosas” en las “obras” de Dios.
El Profeta menciona el poder de Dios para poner en movimiento Su Creación a través de Su Amor, algo que la humanidad ha preferido no reconocer desde la antigüedad. Esto incluye la redención de Israel acontecida en Egipto.
Isaías evoca el Amor de Dios como el origen y sustento de Su Creación, como premisa para “esperar por Él”. Previamente el Profeta señala el poder de Dios para redimir a Israel en el final de los tiempos.
“Tú [Israel] te has encontrado con el Alegrador y Hacedor de rectitud. En Tus caminos ellos te recuerdan a Ti. Aunque Tú te has enojado cuando pecamos, para ellos es continuarlo, y nosotros somos redimidos.” (64:5)
El Profeta recuerda el encuentro con el Creador tras el Éxodo de Egipto, que Él nos encomienda recordar diariamente y nunca olvidarlo. Luego Isaías habla en primera persona plural como el pueblo de Israel, mientras menciona que “para ellos es continuarlo”, en posible referencia a las naciones o a aquellos de Israel que insisten en transgredir.
Podemos inferir en este versículo que pecar o transgredir implica un proceso de aprendizaje que completamos cuando buscamos nuestra redención de ello. En este sentido la redención del pecado es nuestra redención de la maldad y sus tendencias y rasgos negativos en la conciencia.