“Si ves opresión al pobre y privación de justicia y rectitud en la
provincia, no te preguntes sobre el asunto, porque el Altísimo sobre el elevado
espera, y hay más elevados sobre ellos.” (Eclesiastés 5:7)
Muchos dicen que el mal en este mundo ya es suficiente, mientras que otros
se preguntan cuán peor podría ponerse. Todos somos responsables de la maldad
que vemos en este mundo porque el mal ha continuado, o aumentado por las manos
de los hombres.
Recordemos que Dios creó el mal no como una opción sino como referencia para elegir el bien, y que el mal no se manifiesta por sí solo sino mediante acciones concretas de los seres humanos.
Recordemos que Dios creó el mal no como una opción sino como referencia para elegir el bien, y que el mal no se manifiesta por sí solo sino mediante acciones concretas de los seres humanos.
El resto del “mal” puede ocurrir por las acciones de ciertos animales o por
fuerzas de la naturaleza en detrimento de los humanos. Entonces podríamos decir
que un terremoto o un huracán son tan malos como los ataques de cocodrilos, tigres,
buitres o serpientes.
Aquí estamos hablando acerca del mal que hacen los hombres como “la
opresión del pobre, y la privación de justicia y rectitud” que son transgresiones
específicas contra el bien que nos debemos unos a otros.
Como fuente del bien, el amor
de Dios no condona el mal o la maldad sino que nos hace acreedores de nuestra
negligencia, ya que siendo capaces de ser y hacer el bien preferimos no hacerlo.
Podemos entender la última parte del versículo en el sentido de que Dios es
el Altísimo sobre todo, que espera que todos seamos buenos con todos en vez de creernos
o sentirnos “más elevados” para negar el bien necesitado por otros.
“Y los soberbios [lit. la elevación] de la tierra está en todo. Aún el rey es sirviente en
el campo. Quien ama la plata no se saciará con plata, y quien ama una multitud
sin aumento, esto también es vanidad.” (5:8-9)
La elevación como soberbia es una de las tendencias y rasgos negativos en
la conciencia, que nos mantiene separados de los demás. El rey Salomón
tajantemente declara que nadie se escapa de la arrogancia en este mundo,
inclusive el monarca que se inclina ante las limitaciones de la condición
humana en el campo de la vida.
La soberbia nos hace insaciables bajo las
fantasías e ilusiones de ego para las que nada es suficiente, y esto sabemos
que es pura vanidad.
“Con el aumento del bien, sus comensales aumentan y, ¿cuál es la ventaja
para su amo excepto ver [con] sus ojos? El sueño del trabajador es dulce aunque coma poco o mucho,
pero la saciedad del rico no le deja dormir.” (5:10-11)
Hemos mencionado que nuestros ojos nos llevan a lo que vemos o deseamos
(Números 15:39), y aquí somos invitados a reflexionar acerca de la ventaja real
de lo que perseguimos en la vida. Ya fuimos advertidos sobre el creciente deseo
de tener más de lo suficiente y caer en apegos, obsesiones y adicciones que nos
traen vejación y frustración.
Al ser lo bastante listos para vivir satisfechos sin crear dependencia o
adicción a nada que obligue a deseos incontrolables, podremos dormir en paz; a diferencia de la
intranquilidad que causa la dependencia.