“Hay un severo mal que he visto bajo el sol, [las] riquezas guardadas por su dueño
para su propio daño. Y esas riquezas se pierden por designio del mal, y aquel
tendrá un hijo que no tendrá nada en su mano.” (Eclesiastés 5:12-13)
Tenemos que identificar lo que nos afecta y lo que nos cuida, y cuáles son
las verdaderas riquezas que debemos perseguir en la vida. Una vez asimilemos
que el bien es la causa y propósito de la creación de Dios, este se convierte
en nuestro objeto más preciado; en vez de todo lo demás que creemos o sentimos
es mejor para nosotros, basado en fantasías e ilusiones de ego.
“Así como dejó el vientre de su madre, desnudo regresará como vino; y no
cargará nada de su labor que habrá tomado en su mano. Y esto también es un
severo mal que así como vino habrá de irse y, ¿qué provecho tiene él al haber
laborado para el viento? También todos sus días come en las tinieblas y él tiene mucha vejación, y
enfermedad e ira.” (5:14-16)
Los deseos materialistas derivados de fantasías e ilusiones de ego están
destinados perderse debido a la futilidad de su naturaleza. Esto nos obliga a
apreciar, valorar y estimar el bien como la verdadera herencia para nuestros
hijos y generaciones por venir.
El bien es por lo que debemos laborar y dedicar
todos nuestros esfuerzos, para “comer” en su luz en aras de la mayor satisfacción
de todas, y separarnos de la vejación, enfermedad y frustración de tener una
vida sin significado.
“He aquí que yo vi; sí, es bueno y es hermoso, comer y beber y vivir el
bien con toda la labor de quien labora bajo el sol, el número de los días de su
vida que el Eterno le dio, porque esa es su porción.” (5:17)
El bien es la porción que el Creador nos ha dado para disfrutarlo en toda
Su creación. Esto quiere decir que el bien debe acompañar todos los aspectos,
facetas y expresiones de la vida, al “comer, beber y vivir” en todo lo que
pensamos, creamos y hacemos en el mundo material.
Este versículo nos dice que
el bien debe abarcar todos los días de nuestra vida, haciéndola parte integral
de la existencia que Dios nos ha dado.
“También cada hombre a quien el Eterno ha dado riquezas y propiedad, y le
ha dado poder para comer de ahí, y tomar su porción y regocijarse con su labor,
que es un regalo del Eterno. Para que recuerde que los días de su vida no son
muchos, porque el Eterno es testimonio de la alegría de su corazón.”
(5:18-19)
Se nos recuerda
otra vez que la algría de nuestra vida (“corazón”) es el bien como principio
rector de Dios en Su creación. El bien es el testimonio de Dios en nosotros, y
estamos encomendados a serlo y tenerlo como la esencia de todas las posesiones
y poder que podamos adquirir laborando bajo el sol, porque es el regalo del
Creador para ser disfrutado constantemente a pesar del número de días que
podamos vivir.